El Presidente esperó la ratificación del crédito social en la votación de medio término para estrenar un ciclo al que le dio carácter de refundacional, bajo la consigna del “reformismo permanente”. Las expectativas que sembró fueron tanto o más alentadoras de las que acompañaron las cruzadas proclamadas a partir de la recuperación de la democracia por Raúl Alfonsín (”la ética de la solidaridad”), Carlos Menem (las privatizaciones) y Néstor Kirchner (la recreación del Estado) para que el país deje atrás el círculo vicioso del eterno fracaso.
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A diferencia de aquellos proyectos, frustrados en algún caso por sus propias limitaciones y en otros por sus desvaríos, Mauricio Macri reunió a la crema del poder y la instó a acompañarlo. Entiende que su batería de reformas -con foco en las económicas- requieren del aporte de cada uno de los actores sociales y que sería imposible de aplicar bajo imposición. Por eso la ingeniería de negociaciones que ya se pusieron en marcha a través de tres ministerios clave: los del Interior, de Hacienda y de Trabajo.
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Lejos de la épica que pretendió invocar al final del discurso, el líder de Cambiemos consiguió que en lugar de aplausos (sólo subrayados al inicio y al final de la pieza leída en Teleprompter) los asistentes se concentraran en atender el meollo del mensaje. Unos se hicieron cargo de los escarmientos (“es una barbaridad tener 1.700 empleados en la Biblioteca”, admitieron figuras del Congreso) y otros no tanto.
Los títulos que fue desgranando,“luchar contra la pobreza”, “crear empleo”, “terminar con la inflación”, “asegurar el equilibrio fiscal”, “acabar con los privilegios”, cosecharon unánimes coincidencias. Aunque el bosquejo de las herramientas a utilizar matizó el grado de las adhesiones.
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Los hombres de negocios se pusieron claramente a la cabeza de los que elogiaron la convocatoria a una reforma fiscal en toda la línea. “Es un discurso de un estadista importante, que señala grandes líneas de acción”, le dijo a Clarín Jaime Campos, presidente de la influyente Asociación Empresaria Argentina (AEA). Miguel Acevedo, titular de la Unión Industrial Argentina habló de “el rol de liderazgo de Macri para ponerse al frente de temas tan importantes”. No fue casual que a minutos de la desconcentración del CCK trepara el valor de los bonos y se conociera la baja del riesgo país. Los mercados también emitieron su voto.
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En cambio, en la vereda de los cautelosos se pararon gobernadores y legisladores opositores. “La agenda no puede no estar compartida por la abrumadora mayoría de los argentinos. Ahora bien, hay que ver los instrumentos”, soltó el salteño Juan Manuel Urtubey. Los diputados Diego Bossio (PJ) y Graciela Camaño (massista) encendieron señales de alerta sobre los cambios en la movilidad jubilatoria.
Macri arrancó con aplausos cuando recordó que se estaban cumpliendo 34 años de la elección que encumbró a Alfonsín. La parábola quedaría completa si se reflota el discurso del ex presidente radical en Parque Norte, el 1° de diciembre de 1985, el primer intento refundacional de la nueva era democrática y el que más se asemeja al que prueba ahora el jefe del PRO. No tanto por su contenido como por su contexto.
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Con énfasis en lo institucional, Alfonsín propuso una “ética de la solidaridad” y la “modernización del Estado” ante el Comité Nacional de la UCR, como prólogo de un andamiaje de acuerdos políticos que le permitieran sobreponerse a su condición de minoría en el Senado. Acababa de ganar ampliamente su primera elección legislativa. Igual que sucede ahora con Macri, que no dejará de estar en minoría en ambas cámaras. El radical tuvo más resistencia de la que imaginó. La historia abre otra oportunidad para que Zaratustra no acierte con su mito del “eterno retorno”.
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