Alejandro Bercovich
abercovich@diariobae.com
—¿Ustedes saben lo que le están haciendo al Gobierno, no? Si no firman, sabrán las consecuencias a las que se atienen.
La voz de Miguel Quintana sonó cortante en el celular del presidente de la UIA, Adrián Kaufmann. Atardecía el martes y el vicejefe de Gabinete ya acumulaba casi 48 horas seguidas de franela con empresarios y sindicalistas para poder anunciar el miércoles un acuerdo que pusiera fin a los reclamos de reapertura de paritarias. Pero la central fabril, cuyos obreros se rigen por 810 convenios colectivos distintos, se rehusaba a firmar un compromiso formal en nombre de todas las cámaras que agrupa. Tras la amenaza poco velada del coordinador interministerial, los popes de la UIA barajaron pegar el faltazo al día siguiente. Lo descartaron rápidamente. La mesa de diálogo era uno de sus principales reclamos para contener a los gremios desde que asumió Mauricio Macri.
Kaufmann reprodujo las palabras de Quintana ante el puñado de ejecutivos que lo acompañaban en la sede de Avenida de Mayo y Lima, de donde recién pudo irse cerca de la medianoche. “Ni (Guillermo) Moreno nos apretó así”, exageró uno de ellos. “ No se les puede explicar nada. Estos muchachos nunca salieron de la City”, acotó el siempre medido Miguel Acevedo, que factura u$s 5.000 millones al año desde Aceitera General Deheza (AGD). El jefe de la UIA, hombre de Arcor, expuso su temor a que el Gobierno no enviara a nadie a la Conferencia Industrial del 21 y 22 de noviembre como represalia si no adherían al compromiso. Finalmente primó la cautela: Quintana aceptó invitar a la reunión del miércoles al laboralista Daniel Funes de Rioja y “lavar” un poco el texto. Los industriales se sumaron, aun a regañadientes, a la puesta en escena del diálogo.
El lunes, las posiciones parecían irreconciliables. Quintana recibió ese día a los presidentes del G-6 (UIA, Cámara de Comercio, de la Construcción, Sociedad Rural, Bolsa de Comercio y Asociación de Bancos) junto a Jorge Triaca y Francisco Cabrera. Les entregó un borrador previamente pactado con la CGT (a través de Míster Cloro, José Luis Lingeri) donde decía “se pagará un bono base obligatorio”, que en la versión final terminó como optativo. También puso reparos Daniel Pelegrina, el vicepresidente de la Rural, quien advirtió que allí no estaba el Momo Venegas, su contraparte gremial, con quien pactó en julio una recomposición salarial del 35%. El encargado de despejar sus dudas fue el propio jefe de la UATRE. Cuando Pelegrina lo consultó por teléfono, le restó importancia al pacto: “Vos firmá tranquilo y después conversamos. Esta CGT no va a durar nada”.
Agáchense
Quintana es una rara avis en el relativamente homogéneo grupo de ex CEO que desembarcó en 114 de los 367 ministerios, secretarías y subsecretarías del gobierno nacional según un pormenorizado informe que acaba de publicar el Observatorio de las Élites Argentinas de la Universidad de San Martín. En privado se jacta de no haber ido jamás a un coloquio de IDEA ni haber veraneado en Punta del Este, como la mayoría de los gerentes wannabe que se amontonan cada octubre en el Sheraton de Mar del Plata. Llegó a dar órdenes a más de 5.000 empleados cuando administraba el fondo Pegasus y a través suyo los locales de Farmacity, Havanna y Musimundo, pero prefiere verse en el espejo de Santiago Kovadloff antes que en el de Paolo Rocca. Sin renegar de su pasado, toma distancia cada vez que puede del empresariado vernáculo.
El Presidente, por razones obvias, también procura escapar de ese estereotipo. Quizás por eso ayer volvió a pasarles factura a los empresarios por no haber creído que podía ganarle a Daniel Scioli. Fue en el almuerzo aniversario del Consejo Interamericano del Comercio y la Producción (CICyP), en el hotel Alvear, exactamente un año después de cuando habló como candidato en el mismo salón Versailles. “En aquella comida se quería creer pero costaba. Había muchas dudas respecto de lo que iba a pasar”, recordó. Lo mismo les recriminó el miércoles pasado a los asistentes al coloquio de IDEA.
Funes de Rioja, acaso el más experimentado de los lobistas argentinos y portavoz de la poderosa industria alimentaria, cree que es todo una gran sobreactuación derivada de la necesidad de Macri de demarcarse del mundo corporativo. Por eso procura calmar a quienes le dicen que no hay peor astilla que la del propio palo. Prefiere otro refrán ibérico que le oyó hace años al extinto jefe de la Confederación Española de Organizaciones Empresariales (CEOE), José María Cuevas: “¡Agáchense que vienen los nuestros!”. Si bien la expresión también alude al fuego amigo, el que se agacha a tiempo zafa de la guadaña de los propios. A juzgar por la ovación de pie que Macri recibió ayer de los casi 500 ejecutivos que se amucharon en las 44 mesas montadas por el CICyP en el Alvear, la mayoría piensa como Funes de Rioja. El anfitrión y dueño de La Caja y Telecom-Personal, Adrián Werthein, por caso, no escatimó piropos a la hora de presentarlo. “Siéntanos del lado suyo. Somos sus aliados”, le dijo a viva voz, luego de subrayar cuánto mejor le parecía “convocar al diálogo que aquel felizmente ya lejano ‘vamos por todo’”. La Cámara de Comercio también comprobó ayer lo provechosa que podía ser esa alianza. Menos de 24 horas después de haber firmado el compromiso de negociar el bono de fin de año, Jorge Di Fiori cerró con Armando Cavalieri el acuerdo paritario para el segundo semestre sin pagar bono alguno. Al menos el jefe del gremio mercantil tuvo reflejos suficientes para no sentarse a la mesa redonda donde se discutió el bono.
Los Hijos De
Si bien Macri no se priva de criticar en público al establishment y hasta de bromear como ayer hizo con la jefa de la Ofi cina Anticorrupción, Laura Alonso, a quien le advirtió que se cuide porque estaba sentada junto a la cúpula de los contratistas de la Cámara de la Construcción, su verdadera concepción del empresariado es bastante más benévola y se cuela en otros tramos de su discurso. “Cada uno de los argentinos tiene mucho que aportar. Pero ustedes, uf, muchísimo más. Porque ustedes tienen talento”, les dijo la semana pasada a los socios de IDEA. Y a los del CICyP, cuando ayer los convocó a “romperse el traste”, enfatizó que se los pedía “especialmente por su capacidad de liderazgo y por la educación que tuvieron la suerte de recibir, por sus familias”.
Lo ingrato es que los mismos padres que pagaron por esa educación de élite son los que desconfiaban de que sus hijos ganarían las elecciones. Es el caso de Guillermo Dietrich, quien no ocultaba sus dudas el año pasado en IDEA. “Estos pibes no pueden enfrentar al peronismo. Son nenes de primaria al lado de estos monstruos”, se sinceró aquella vez ante periodistas el padre del actual ministro de Transporte. Quizá haya habido catarsis sobre ese trauma filial en la cena de exalumnos del colegio Cardenal Newman, anoche en San Isidro. Macri no suele ser de la partida, pero sí Alfonso Prat-Gay, Jorge Triaca (h), José Torello y Nicky Caputo.
El Presidente y su mejor amigo lucen algo distanciados. Nicky viene apoyando a Emilio Monzó y Rogelio Frigerio en sus gestos de rebeldía frente a Marcos Peña, contra quien se acumulan cada vez más rencores internos. Semanas atrás le dijo al ministro de Infraestructura bonaerense Edgardo Cenzón, de su íntima confianza, que no se sintiera obligado a seguir en el cargo. Aliviado, Cenzón le avisó a Vidal que se iba. Apenas aceptó diferir su salida hasta fin de año.
Son internas que crecen a medida que se acerca el momento de definición de las listas para 2017. Como la que ahora enfrenta al mayor del Ejército Juan José Gómez Centurión, repuesto en la Aduana, con Patricia Bullrich y con Alberto Abad. Centurión fue el único funcionario ovacionado el lunes en la feria ProTextil 2016, donde los industriales del rubro lloraron sus penas por las importaciones y la caída del consumo pero saludaron su cruzada personal contra el contrabando. ¿Se habrá apurado Bullrich al denunciarlo en base a un informe de la AFI porque temía que la terminara reemplazando en Seguridad? ¿Logrará Abad deshacerse de su subordinado en la AFIP o correrá la misma suerte que cuando se enfrentó con Ricardo Echegaray en 2008?
Las internas también arrecian en el fútbol, desde donde Macri se catapultó a la política. O más bien en la bisagra que une a ambos mundos. Marcos Peña sigue protegiendo a Daniel Angelici, a quien enfrentan en tándem Fernando De Andreis y el interino de la AFA, Armando Pérez. Detrás está el negocio de la televisación de los partidos, ahora que fue desahuciado el programa Fútbol para Todos. Pero también la eventual privatización de los clubes, que ya avaló la Conmebol y que ahora podría avalar la AFA. Para eso, Pérez fue recibido por varios jeques árabes, potenciales inversores en el rubro.
La frontera entre el negocio y la función pública, en ese contexto promiscuo, cada vez se desdibuja más. Como ocurre con el abogado Juan Félix Marteau, quien sigue figurando en el staff del estudio jurídico que fundó en la City pese a haber asumido el 23 de marzo como coordinador para el combate contra el lavado de activos y la financiación del terrorismo del Ministerio de Justicia. Al clickear en su currículum en la web del estudio se abre un aviso que promociona sus servicios de asesoría para adherir al blanqueo de capitales. Los encargados de evitar que entre los blanqueadores se cuelen delincuentes son varios ex empleados suyos que también acaban de ser designados en la Unidad de Información Financiera (UIF).
abercovich@diariobae.com
—¿Ustedes saben lo que le están haciendo al Gobierno, no? Si no firman, sabrán las consecuencias a las que se atienen.
La voz de Miguel Quintana sonó cortante en el celular del presidente de la UIA, Adrián Kaufmann. Atardecía el martes y el vicejefe de Gabinete ya acumulaba casi 48 horas seguidas de franela con empresarios y sindicalistas para poder anunciar el miércoles un acuerdo que pusiera fin a los reclamos de reapertura de paritarias. Pero la central fabril, cuyos obreros se rigen por 810 convenios colectivos distintos, se rehusaba a firmar un compromiso formal en nombre de todas las cámaras que agrupa. Tras la amenaza poco velada del coordinador interministerial, los popes de la UIA barajaron pegar el faltazo al día siguiente. Lo descartaron rápidamente. La mesa de diálogo era uno de sus principales reclamos para contener a los gremios desde que asumió Mauricio Macri.
Kaufmann reprodujo las palabras de Quintana ante el puñado de ejecutivos que lo acompañaban en la sede de Avenida de Mayo y Lima, de donde recién pudo irse cerca de la medianoche. “Ni (Guillermo) Moreno nos apretó así”, exageró uno de ellos. “ No se les puede explicar nada. Estos muchachos nunca salieron de la City”, acotó el siempre medido Miguel Acevedo, que factura u$s 5.000 millones al año desde Aceitera General Deheza (AGD). El jefe de la UIA, hombre de Arcor, expuso su temor a que el Gobierno no enviara a nadie a la Conferencia Industrial del 21 y 22 de noviembre como represalia si no adherían al compromiso. Finalmente primó la cautela: Quintana aceptó invitar a la reunión del miércoles al laboralista Daniel Funes de Rioja y “lavar” un poco el texto. Los industriales se sumaron, aun a regañadientes, a la puesta en escena del diálogo.
El lunes, las posiciones parecían irreconciliables. Quintana recibió ese día a los presidentes del G-6 (UIA, Cámara de Comercio, de la Construcción, Sociedad Rural, Bolsa de Comercio y Asociación de Bancos) junto a Jorge Triaca y Francisco Cabrera. Les entregó un borrador previamente pactado con la CGT (a través de Míster Cloro, José Luis Lingeri) donde decía “se pagará un bono base obligatorio”, que en la versión final terminó como optativo. También puso reparos Daniel Pelegrina, el vicepresidente de la Rural, quien advirtió que allí no estaba el Momo Venegas, su contraparte gremial, con quien pactó en julio una recomposición salarial del 35%. El encargado de despejar sus dudas fue el propio jefe de la UATRE. Cuando Pelegrina lo consultó por teléfono, le restó importancia al pacto: “Vos firmá tranquilo y después conversamos. Esta CGT no va a durar nada”.
Agáchense
Quintana es una rara avis en el relativamente homogéneo grupo de ex CEO que desembarcó en 114 de los 367 ministerios, secretarías y subsecretarías del gobierno nacional según un pormenorizado informe que acaba de publicar el Observatorio de las Élites Argentinas de la Universidad de San Martín. En privado se jacta de no haber ido jamás a un coloquio de IDEA ni haber veraneado en Punta del Este, como la mayoría de los gerentes wannabe que se amontonan cada octubre en el Sheraton de Mar del Plata. Llegó a dar órdenes a más de 5.000 empleados cuando administraba el fondo Pegasus y a través suyo los locales de Farmacity, Havanna y Musimundo, pero prefiere verse en el espejo de Santiago Kovadloff antes que en el de Paolo Rocca. Sin renegar de su pasado, toma distancia cada vez que puede del empresariado vernáculo.
El Presidente, por razones obvias, también procura escapar de ese estereotipo. Quizás por eso ayer volvió a pasarles factura a los empresarios por no haber creído que podía ganarle a Daniel Scioli. Fue en el almuerzo aniversario del Consejo Interamericano del Comercio y la Producción (CICyP), en el hotel Alvear, exactamente un año después de cuando habló como candidato en el mismo salón Versailles. “En aquella comida se quería creer pero costaba. Había muchas dudas respecto de lo que iba a pasar”, recordó. Lo mismo les recriminó el miércoles pasado a los asistentes al coloquio de IDEA.
Funes de Rioja, acaso el más experimentado de los lobistas argentinos y portavoz de la poderosa industria alimentaria, cree que es todo una gran sobreactuación derivada de la necesidad de Macri de demarcarse del mundo corporativo. Por eso procura calmar a quienes le dicen que no hay peor astilla que la del propio palo. Prefiere otro refrán ibérico que le oyó hace años al extinto jefe de la Confederación Española de Organizaciones Empresariales (CEOE), José María Cuevas: “¡Agáchense que vienen los nuestros!”. Si bien la expresión también alude al fuego amigo, el que se agacha a tiempo zafa de la guadaña de los propios. A juzgar por la ovación de pie que Macri recibió ayer de los casi 500 ejecutivos que se amucharon en las 44 mesas montadas por el CICyP en el Alvear, la mayoría piensa como Funes de Rioja. El anfitrión y dueño de La Caja y Telecom-Personal, Adrián Werthein, por caso, no escatimó piropos a la hora de presentarlo. “Siéntanos del lado suyo. Somos sus aliados”, le dijo a viva voz, luego de subrayar cuánto mejor le parecía “convocar al diálogo que aquel felizmente ya lejano ‘vamos por todo’”. La Cámara de Comercio también comprobó ayer lo provechosa que podía ser esa alianza. Menos de 24 horas después de haber firmado el compromiso de negociar el bono de fin de año, Jorge Di Fiori cerró con Armando Cavalieri el acuerdo paritario para el segundo semestre sin pagar bono alguno. Al menos el jefe del gremio mercantil tuvo reflejos suficientes para no sentarse a la mesa redonda donde se discutió el bono.
Los Hijos De
Si bien Macri no se priva de criticar en público al establishment y hasta de bromear como ayer hizo con la jefa de la Ofi cina Anticorrupción, Laura Alonso, a quien le advirtió que se cuide porque estaba sentada junto a la cúpula de los contratistas de la Cámara de la Construcción, su verdadera concepción del empresariado es bastante más benévola y se cuela en otros tramos de su discurso. “Cada uno de los argentinos tiene mucho que aportar. Pero ustedes, uf, muchísimo más. Porque ustedes tienen talento”, les dijo la semana pasada a los socios de IDEA. Y a los del CICyP, cuando ayer los convocó a “romperse el traste”, enfatizó que se los pedía “especialmente por su capacidad de liderazgo y por la educación que tuvieron la suerte de recibir, por sus familias”.
Lo ingrato es que los mismos padres que pagaron por esa educación de élite son los que desconfiaban de que sus hijos ganarían las elecciones. Es el caso de Guillermo Dietrich, quien no ocultaba sus dudas el año pasado en IDEA. “Estos pibes no pueden enfrentar al peronismo. Son nenes de primaria al lado de estos monstruos”, se sinceró aquella vez ante periodistas el padre del actual ministro de Transporte. Quizá haya habido catarsis sobre ese trauma filial en la cena de exalumnos del colegio Cardenal Newman, anoche en San Isidro. Macri no suele ser de la partida, pero sí Alfonso Prat-Gay, Jorge Triaca (h), José Torello y Nicky Caputo.
El Presidente y su mejor amigo lucen algo distanciados. Nicky viene apoyando a Emilio Monzó y Rogelio Frigerio en sus gestos de rebeldía frente a Marcos Peña, contra quien se acumulan cada vez más rencores internos. Semanas atrás le dijo al ministro de Infraestructura bonaerense Edgardo Cenzón, de su íntima confianza, que no se sintiera obligado a seguir en el cargo. Aliviado, Cenzón le avisó a Vidal que se iba. Apenas aceptó diferir su salida hasta fin de año.
Son internas que crecen a medida que se acerca el momento de definición de las listas para 2017. Como la que ahora enfrenta al mayor del Ejército Juan José Gómez Centurión, repuesto en la Aduana, con Patricia Bullrich y con Alberto Abad. Centurión fue el único funcionario ovacionado el lunes en la feria ProTextil 2016, donde los industriales del rubro lloraron sus penas por las importaciones y la caída del consumo pero saludaron su cruzada personal contra el contrabando. ¿Se habrá apurado Bullrich al denunciarlo en base a un informe de la AFI porque temía que la terminara reemplazando en Seguridad? ¿Logrará Abad deshacerse de su subordinado en la AFIP o correrá la misma suerte que cuando se enfrentó con Ricardo Echegaray en 2008?
Las internas también arrecian en el fútbol, desde donde Macri se catapultó a la política. O más bien en la bisagra que une a ambos mundos. Marcos Peña sigue protegiendo a Daniel Angelici, a quien enfrentan en tándem Fernando De Andreis y el interino de la AFA, Armando Pérez. Detrás está el negocio de la televisación de los partidos, ahora que fue desahuciado el programa Fútbol para Todos. Pero también la eventual privatización de los clubes, que ya avaló la Conmebol y que ahora podría avalar la AFA. Para eso, Pérez fue recibido por varios jeques árabes, potenciales inversores en el rubro.
La frontera entre el negocio y la función pública, en ese contexto promiscuo, cada vez se desdibuja más. Como ocurre con el abogado Juan Félix Marteau, quien sigue figurando en el staff del estudio jurídico que fundó en la City pese a haber asumido el 23 de marzo como coordinador para el combate contra el lavado de activos y la financiación del terrorismo del Ministerio de Justicia. Al clickear en su currículum en la web del estudio se abre un aviso que promociona sus servicios de asesoría para adherir al blanqueo de capitales. Los encargados de evitar que entre los blanqueadores se cuelen delincuentes son varios ex empleados suyos que también acaban de ser designados en la Unidad de Información Financiera (UIF).