La inflación está cayendo en todo el mundo desarrollado a pesar de la estrategia de mantener las tasas de interés ultrabajas y campañas de impresión de dinero sin precedentes. Esto plantea un dilema para la Reserva Federal de Estados Unidos y otros importantes bancos centrales, conforme definen sus próximas decisiones de política económica.
Los precios al consumidor en EE.UU. subieron apenas un 1,2% interanual en noviembre, indicó el martes el Departamento de Trabajo. La inflación anual en la zona euro fue de 0,9% en noviembre, informó la oficina de estadísticas de la Unión Europea también el martes. Y los bancos centrales en Suecia y Hungría recortaron sus tasas de interés el mismo día, el esfuerzo más reciente de otros países europeos que no forman parte del bloque económico para apuntalar economías en apuros, a medida que la inflación se sigue desacelerando.
La presión sobre los precios presenta un enigma difícil de resolver para las autoridades en las economías desarrolladas, : ¿deben responder con una política de relajación monetaria aún mayor o considerarlo un factor temporal?
Los banqueros centrales se preocupan cuando la inflación está muy baja, ya que intensifica el riesgo de deflación, o una caída generalizada de los precios, un fenómeno que es difícil de combatir mediante la política monetaria. Algunos economistas piensan que los precios débiles o en descenso pueden llevar a los consumidores a aplazar compras grandes, lo que a su vez exacerba la desaceleración. Incluso sin deflación, una inflación muy baja puede ser una señal de una demanda floja que pesa sobre los salarios, las ganancias de las empresas y la expansión económica.
«Estamos en un mundo donde sigue habiendo una tremenda cantidad de flexibilidad económica», apunta Joseph Lupton, economista global en J.P. Morgan Chase. «Un retorno al crecimiento no es un retorno a la salud. Queda un largo camino por recorrer, lo que explica que bancos centrales en lugares como EE.UU., Reino Unido y Japón estén intentando impulsar la inflación».
Si bien las autoridades de los países desarrollados llevan años inquietos por la baja inflación, sus medidas para combatirla han generado resultados generalmente decepcionantes.
En EE.UU., la Fed cierra un quinto año de tasas de interés cercanas a cero, al mismo tiempo que acumula billones de dólares en compras de bonos, en un esfuerzo por reactivar el empleo y la inversión. Las compañías están empezando a crear empleos a un ritmo estable, aunque el crecimiento económico en general siga siendo modesto.
Sin embargo, durante la mayor parte de los últimos dos años, la inflación de EE.UU. se ha mantenido por debajo de la meta de 2% fijada por la Fed.
El índice de precios para los gastos de consumo personal, el indicador preferido del banco central, subió apenas 0,7% en octubre en relación a un año antes, según datos del Departamento de Comercio divulgados a principios de diciembre.
Las autoridades de la Fed proyectaron consistentemente que la inflación aumentaría, pero eso no ocurrió. Ayer, decidió disminuir su programa de estímulo, reduciendo el volumen de bonos que comprará mensualmente. (Ver nota relacionada).
La situación en Europa tal vez sea más delicada. El presidente del Banco Central Europeo, Mario Draghi, dijo que la zona euro podría experimentar «un prolongado» período de baja inflación. Las previsiones del BCE sostienen esa visión, con una inflación promedio de apenas 1,3% en 2015, muy por debajo de la meta de 2%.
Draghi insiste en que Europa no afronta el mismo declive hacia la deflación que atormentó a la economía japonesa durante gran parte de los últimos 20 años. El BCE aflojó su política monetaria de forma más enérgica que Japón y está actuando con mayor rapidez para resolver los problemas de sus bancos, afirmó Draghi a principios de mes.
Pero los últimos datos de precios al consumidor enmascararon profundas divisiones en el bloque. En las economías saludables, como Alemania y Austria, donde el desempleo es bajo, la inflación se ubica en torno a 1,5%. Pero en los países del sur, abatidos por la crisis, está estancada o en caída. En noviembre, la tasa anual de inflación fue de 0,7% en Italia y de apenas 0,3% en España.
Mientras tanto, algunas economías emergentes vieron cómo la inflación se aceleraba lo suficiente para generar preocupaciones sobre el alza en los precios. Eso cambió a lo largo de los últimos dos años conforme fue disminuyendo la demanda.
La desaceleración en los precios globales ayudó a Brasil a combatir la inflación en el mercado interno que, después de alcanzar un máximo de 6,7% en la tasa anualizada en junio, cayó a 5,8%, aún por encima de la meta de 4,5%. El banco central de Brasil aumentó las tasa de interés en 2,5 puntos porcentuales, para dejarla en 10%. .
Los precios al consumidor en EE.UU. subieron apenas un 1,2% interanual en noviembre, indicó el martes el Departamento de Trabajo. La inflación anual en la zona euro fue de 0,9% en noviembre, informó la oficina de estadísticas de la Unión Europea también el martes. Y los bancos centrales en Suecia y Hungría recortaron sus tasas de interés el mismo día, el esfuerzo más reciente de otros países europeos que no forman parte del bloque económico para apuntalar economías en apuros, a medida que la inflación se sigue desacelerando.
La presión sobre los precios presenta un enigma difícil de resolver para las autoridades en las economías desarrolladas, : ¿deben responder con una política de relajación monetaria aún mayor o considerarlo un factor temporal?
Los banqueros centrales se preocupan cuando la inflación está muy baja, ya que intensifica el riesgo de deflación, o una caída generalizada de los precios, un fenómeno que es difícil de combatir mediante la política monetaria. Algunos economistas piensan que los precios débiles o en descenso pueden llevar a los consumidores a aplazar compras grandes, lo que a su vez exacerba la desaceleración. Incluso sin deflación, una inflación muy baja puede ser una señal de una demanda floja que pesa sobre los salarios, las ganancias de las empresas y la expansión económica.
«Estamos en un mundo donde sigue habiendo una tremenda cantidad de flexibilidad económica», apunta Joseph Lupton, economista global en J.P. Morgan Chase. «Un retorno al crecimiento no es un retorno a la salud. Queda un largo camino por recorrer, lo que explica que bancos centrales en lugares como EE.UU., Reino Unido y Japón estén intentando impulsar la inflación».
Si bien las autoridades de los países desarrollados llevan años inquietos por la baja inflación, sus medidas para combatirla han generado resultados generalmente decepcionantes.
En EE.UU., la Fed cierra un quinto año de tasas de interés cercanas a cero, al mismo tiempo que acumula billones de dólares en compras de bonos, en un esfuerzo por reactivar el empleo y la inversión. Las compañías están empezando a crear empleos a un ritmo estable, aunque el crecimiento económico en general siga siendo modesto.
Sin embargo, durante la mayor parte de los últimos dos años, la inflación de EE.UU. se ha mantenido por debajo de la meta de 2% fijada por la Fed.
El índice de precios para los gastos de consumo personal, el indicador preferido del banco central, subió apenas 0,7% en octubre en relación a un año antes, según datos del Departamento de Comercio divulgados a principios de diciembre.
Las autoridades de la Fed proyectaron consistentemente que la inflación aumentaría, pero eso no ocurrió. Ayer, decidió disminuir su programa de estímulo, reduciendo el volumen de bonos que comprará mensualmente. (Ver nota relacionada).
La situación en Europa tal vez sea más delicada. El presidente del Banco Central Europeo, Mario Draghi, dijo que la zona euro podría experimentar «un prolongado» período de baja inflación. Las previsiones del BCE sostienen esa visión, con una inflación promedio de apenas 1,3% en 2015, muy por debajo de la meta de 2%.
Draghi insiste en que Europa no afronta el mismo declive hacia la deflación que atormentó a la economía japonesa durante gran parte de los últimos 20 años. El BCE aflojó su política monetaria de forma más enérgica que Japón y está actuando con mayor rapidez para resolver los problemas de sus bancos, afirmó Draghi a principios de mes.
Pero los últimos datos de precios al consumidor enmascararon profundas divisiones en el bloque. En las economías saludables, como Alemania y Austria, donde el desempleo es bajo, la inflación se ubica en torno a 1,5%. Pero en los países del sur, abatidos por la crisis, está estancada o en caída. En noviembre, la tasa anual de inflación fue de 0,7% en Italia y de apenas 0,3% en España.
Mientras tanto, algunas economías emergentes vieron cómo la inflación se aceleraba lo suficiente para generar preocupaciones sobre el alza en los precios. Eso cambió a lo largo de los últimos dos años conforme fue disminuyendo la demanda.
La desaceleración en los precios globales ayudó a Brasil a combatir la inflación en el mercado interno que, después de alcanzar un máximo de 6,7% en la tasa anualizada en junio, cayó a 5,8%, aún por encima de la meta de 4,5%. El banco central de Brasil aumentó las tasa de interés en 2,5 puntos porcentuales, para dejarla en 10%. .