Acosada en varios frentes y especialmente en el judicial la Presidenta ha decidido aumentar su blindaje pensando en el futuro. No en vano las versiones de su postulación a alguna función parlamentaria para ella y para Máximo, su hijo mayor, envuelto en las historias vinculadas a los hoteles en Cafayate y administrador de otros bienes que la familia posee en Santa Cruz. Y los sofocones que soportan los amigos estrechos de su marido, los empresarios cercanos al poder, privilegiados y soberbios. A quienes el periodismo de investigación descubre movimientos subterráneos que no eran conocidos.
¿Bastará el blindaje más seguro y sostenible? Autora y máxima autoridad de un gobierno autoritario, caprichosa en sus decisiones, desconfiada, la Presidenta ha decido confiar en gente joven y no en profesionales veteranos de tantos cambiantes gobiernos peronistas. Los mismos que pasaron (y votaron sin pudor) de la estatización histórica del pensamiento del viejo Líder a las privatizaciones de Menem y de las privatizaciones de vuelta a las estatizaciones. Siempre cantando el Himno Peronista, que no ha cambiado la letra.
La Presidenta se ha refugiado en el área económica en Axel Kicillof que no logra sacar las papas del fuego y en su entorno a Eduardo Wado de Pedro que ya estaba en los círculos más cercanos y en su hijo. En otras áreas de la vida económica, en Aerolíneas, por ejemplo, le resulta suficiente con la gestión de Mariano Recalde su titular, a quien desearía como Jefe de la Ciudad. A tal punto que aparece ante sus ojos como un genio cuando los tropiezos son grandes y sólo los subsidios desmesurados pueden sostenerlo. El mantenimiento de Aerolíneas exige la erogación de casi u$s 2 millones diarios. Excusa dada: Hay que unir a la República. Para los expertos se podría hacerlo mejor y sin tantos gastos, racionalizando rutas lejanas y equipos de vuelo de orígenes muy distintos.
Como guardia de seguridad de sus pasos y sus salidas a los balcones interiores de la Casa Rosada tiene a La Cámpora, cuyos cánticos le alegran el rostro y el espíritu en los momentos que siguen a algunos de sus discursos. Pero La Cámpora son algo más que esa juventud que agita banderas con pasión detrás de la Presidenta.
¿Sabrán sus integrantes quién fue Cámpora y por qué eligieron ese apellido para embanderar su militancia? ¿Los guía una nostalgia imborrable de los años 70? ¿Es ese un paradigma histórico digno de ser elogiado e investigado bajo el microscopio?
Héctor Cámpora, dentista bonaerense fue un parlamentario de los primeras administraciones de Juan Perón, amigo íntimo de Juan Duarte (a quien acompañaba en las juergas hasta su comentado suicidio). Fiel servidor del líder en todas las instancias.Cumplió con sugerencias, propuestas y órdenes que emanaban en el exilio, desde Puerta de Hierro.
Fue así que, consagrado Presidente de la Nación en una elección masiva, acompañado con fervor por la juventud en 1973 porque Perón estaba prohibido para presentarse según el gobierno Militar de Alejandro Lanusse, el Tío así lo llamaban sus seguidores, declinó a los 49 días para permitir que el Líder tomara la batuta desde la Casa Rosada. Eso fueron los pasos, que la Historia no desmiente. Cuando Perón rompió con las formaciones militares juveniles que había promovido, Cámpora fue radiado sin piedad. Cámpora es, pese a sus admiradores, sinónimo de subordinación o de sometimiento ciego. ¿Es exactamente esa figura la que quiere enaltecer y recordar La Cámpora?
Para la juventud de estos días el nombre implicaría un elogio a los que no se armaron entonces y mantenían un espíritu de cambio a cualquier precio y los que sí se armaron. imponiendo un orden militar cerrado y peligroso, dispuestos a matar a quien sea con tal de tomar el poder. Gente que se enamoró de la violencia, que mató indiscriminadamente, calientes sus cabezas con el ejemplo imposible de la Revolución Cubana. Y, en los primeros tiempos, con el apoyo de ciertos sectores de la población argentina. Nunca, ni sus jefes, ni los sectores que los justificaron, salvo excelsas excepciones (no alcanzan los dedos de una mano) hicieron la autocrítica de lo hecho en el pasado, de la sangre perdida sin sano objetivo.
A tanto llega la admiración por ellos que un sector de La Cámpora le pide a Mario Firmenich, figura máxima de Montoneros, residente en España, que regrese a la Argentina, para reivindicarlo históricamente. Para ello habría que saber en qué estado está la causa que investiga el juez Ariel Lijo sobre el asesinato del ex-jefe de la CGT José Ignacio Rucci. Peronistas veteranos consideran estas intenciones como una locura. Pero en La Cámpora se insiste.
En la oposición política hay quienes se preguntan sobre los límites de su existencia. Muestran su preocupación por la buena relación de la agrupación juvenil con algunos jefes militares, y, pensando en el futuro, la ocupación por parte de ellos de los puestos jerárquicos en los principales ministerios. También hay comentarios sobre el ingreso de muchos de esos militantes en el nuevo organismo de inteligencia, que ya resultaría temible. Una vez nombrado el nuevo gobierno,quedan. ¿O acaso no los dejarán?
¿Bastará el blindaje más seguro y sostenible? Autora y máxima autoridad de un gobierno autoritario, caprichosa en sus decisiones, desconfiada, la Presidenta ha decido confiar en gente joven y no en profesionales veteranos de tantos cambiantes gobiernos peronistas. Los mismos que pasaron (y votaron sin pudor) de la estatización histórica del pensamiento del viejo Líder a las privatizaciones de Menem y de las privatizaciones de vuelta a las estatizaciones. Siempre cantando el Himno Peronista, que no ha cambiado la letra.
La Presidenta se ha refugiado en el área económica en Axel Kicillof que no logra sacar las papas del fuego y en su entorno a Eduardo Wado de Pedro que ya estaba en los círculos más cercanos y en su hijo. En otras áreas de la vida económica, en Aerolíneas, por ejemplo, le resulta suficiente con la gestión de Mariano Recalde su titular, a quien desearía como Jefe de la Ciudad. A tal punto que aparece ante sus ojos como un genio cuando los tropiezos son grandes y sólo los subsidios desmesurados pueden sostenerlo. El mantenimiento de Aerolíneas exige la erogación de casi u$s 2 millones diarios. Excusa dada: Hay que unir a la República. Para los expertos se podría hacerlo mejor y sin tantos gastos, racionalizando rutas lejanas y equipos de vuelo de orígenes muy distintos.
Como guardia de seguridad de sus pasos y sus salidas a los balcones interiores de la Casa Rosada tiene a La Cámpora, cuyos cánticos le alegran el rostro y el espíritu en los momentos que siguen a algunos de sus discursos. Pero La Cámpora son algo más que esa juventud que agita banderas con pasión detrás de la Presidenta.
¿Sabrán sus integrantes quién fue Cámpora y por qué eligieron ese apellido para embanderar su militancia? ¿Los guía una nostalgia imborrable de los años 70? ¿Es ese un paradigma histórico digno de ser elogiado e investigado bajo el microscopio?
Héctor Cámpora, dentista bonaerense fue un parlamentario de los primeras administraciones de Juan Perón, amigo íntimo de Juan Duarte (a quien acompañaba en las juergas hasta su comentado suicidio). Fiel servidor del líder en todas las instancias.Cumplió con sugerencias, propuestas y órdenes que emanaban en el exilio, desde Puerta de Hierro.
Fue así que, consagrado Presidente de la Nación en una elección masiva, acompañado con fervor por la juventud en 1973 porque Perón estaba prohibido para presentarse según el gobierno Militar de Alejandro Lanusse, el Tío así lo llamaban sus seguidores, declinó a los 49 días para permitir que el Líder tomara la batuta desde la Casa Rosada. Eso fueron los pasos, que la Historia no desmiente. Cuando Perón rompió con las formaciones militares juveniles que había promovido, Cámpora fue radiado sin piedad. Cámpora es, pese a sus admiradores, sinónimo de subordinación o de sometimiento ciego. ¿Es exactamente esa figura la que quiere enaltecer y recordar La Cámpora?
Para la juventud de estos días el nombre implicaría un elogio a los que no se armaron entonces y mantenían un espíritu de cambio a cualquier precio y los que sí se armaron. imponiendo un orden militar cerrado y peligroso, dispuestos a matar a quien sea con tal de tomar el poder. Gente que se enamoró de la violencia, que mató indiscriminadamente, calientes sus cabezas con el ejemplo imposible de la Revolución Cubana. Y, en los primeros tiempos, con el apoyo de ciertos sectores de la población argentina. Nunca, ni sus jefes, ni los sectores que los justificaron, salvo excelsas excepciones (no alcanzan los dedos de una mano) hicieron la autocrítica de lo hecho en el pasado, de la sangre perdida sin sano objetivo.
A tanto llega la admiración por ellos que un sector de La Cámpora le pide a Mario Firmenich, figura máxima de Montoneros, residente en España, que regrese a la Argentina, para reivindicarlo históricamente. Para ello habría que saber en qué estado está la causa que investiga el juez Ariel Lijo sobre el asesinato del ex-jefe de la CGT José Ignacio Rucci. Peronistas veteranos consideran estas intenciones como una locura. Pero en La Cámpora se insiste.
En la oposición política hay quienes se preguntan sobre los límites de su existencia. Muestran su preocupación por la buena relación de la agrupación juvenil con algunos jefes militares, y, pensando en el futuro, la ocupación por parte de ellos de los puestos jerárquicos en los principales ministerios. También hay comentarios sobre el ingreso de muchos de esos militantes en el nuevo organismo de inteligencia, que ya resultaría temible. Una vez nombrado el nuevo gobierno,quedan. ¿O acaso no los dejarán?