Domingo 25 de enero de 2015 | Publicado en edición impresa
Nisman sabía que el Gobierno no estaba de acuerdo con su labor y procuraba desplazarlo
La causa por la voladura de la AMIA es la gran olvidada en el inédito fenómeno sociológico, mediático y político desatado por la muerte del fiscal Alberto Nisman.
Y, sin embargo, en ese complejo y gigantesco conjunto de expedientes, que con los legajos paralelos suma más de 400 sumarios, se encuentra parte de la razón de lo ocurrido y del aprovechamiento que algunos sectores quieren hacer de la desaparición de Nisman.
No se trata de nada vinculado con el atentado, pues del trágico hecho que costó la vida de 85 personas sólo se sabe con certeza que ocurrió el 18 de julio de 1994. Del resto no hay pruebas seguras de prácticamente nada. Ni siquiera de la existencia del famoso coche bomba.
Otro dato para comprender de qué se trata el caso AMIA es que los únicos procesados son todos argentinos y vinculados con la desastrosa investigación que luego de 20 años dejó el hecho impune: entre ellos, el primer juez que investigó, Juan José Galeano; los dos fiscales, Eamon Mullen y José Barbaccia, con quienes Nisman llegó a colaborar; el ex jefe de la SIDE de Carlos Menem, Hugo Anzorreguy, y el ex titular de la DAIA Rubén Beraja. A mitad de año debería comenzar el postergado juicio oral.
Nisman heredó en 2003 la causa en la que antes colaboraba y siguió la línea marcada por los Estados Unidos e Israel de culpar exclusivamente a Irán. Esa línea respaldada por las querellas de la AMIA y la DAIA era la que también seguía Antonio Stiusso, uno de los jerarcas de la ex SIDE. Stiusso le arrimaba el material a Nisman, y éste lo judicializaba.
Entre las insuficiencias de la tarea del fiscal debe consignarse que nada se sabe de la indispensable conexión argentina que forzosamente tiene que haber intervenido en el hecho.
«Cuando quise declarar, Nisman me mandó decir que no, que él elegía quién declaraba», cuenta Claudio Lifschitz, ex prosecretario de Galeano que denunció el encubrimiento judicial y sostiene que la ex SIDE fue responsable del atentado.
El acuerdo que el Gobierno firmó con Irán fue un duro golpe para Stiusso y Nisman porque contemplaba conformar una comisión de juristas internacionales que analizaran la prueba. Probablemente ambos temían por la suerte de su labor. Sabían que Cristina Kirchner conocía la causa.
Tal vez a ese peligro se refería Nisman cuando le decía a una mujer que solía colaborar con él: «Necesito conservar este sillón».
Pese a que el acuerdo con Irán fue declarado inconstitucional y Teherán nunca lo ratificó, Nisman no ignoraba que sus días al frente de la fiscalía del caso estaban contados.
Por eso habló de que existía la «necesidad de removerlo». Lo hizo en su denuncia contra el Gobierno, la denuncia con la que quizá procuró anticiparse a los que probablemente iban a denunciarlo en un futuro no muy lejano..
Nisman sabía que el Gobierno no estaba de acuerdo con su labor y procuraba desplazarlo
La causa por la voladura de la AMIA es la gran olvidada en el inédito fenómeno sociológico, mediático y político desatado por la muerte del fiscal Alberto Nisman.
Y, sin embargo, en ese complejo y gigantesco conjunto de expedientes, que con los legajos paralelos suma más de 400 sumarios, se encuentra parte de la razón de lo ocurrido y del aprovechamiento que algunos sectores quieren hacer de la desaparición de Nisman.
No se trata de nada vinculado con el atentado, pues del trágico hecho que costó la vida de 85 personas sólo se sabe con certeza que ocurrió el 18 de julio de 1994. Del resto no hay pruebas seguras de prácticamente nada. Ni siquiera de la existencia del famoso coche bomba.
Otro dato para comprender de qué se trata el caso AMIA es que los únicos procesados son todos argentinos y vinculados con la desastrosa investigación que luego de 20 años dejó el hecho impune: entre ellos, el primer juez que investigó, Juan José Galeano; los dos fiscales, Eamon Mullen y José Barbaccia, con quienes Nisman llegó a colaborar; el ex jefe de la SIDE de Carlos Menem, Hugo Anzorreguy, y el ex titular de la DAIA Rubén Beraja. A mitad de año debería comenzar el postergado juicio oral.
Nisman heredó en 2003 la causa en la que antes colaboraba y siguió la línea marcada por los Estados Unidos e Israel de culpar exclusivamente a Irán. Esa línea respaldada por las querellas de la AMIA y la DAIA era la que también seguía Antonio Stiusso, uno de los jerarcas de la ex SIDE. Stiusso le arrimaba el material a Nisman, y éste lo judicializaba.
Entre las insuficiencias de la tarea del fiscal debe consignarse que nada se sabe de la indispensable conexión argentina que forzosamente tiene que haber intervenido en el hecho.
«Cuando quise declarar, Nisman me mandó decir que no, que él elegía quién declaraba», cuenta Claudio Lifschitz, ex prosecretario de Galeano que denunció el encubrimiento judicial y sostiene que la ex SIDE fue responsable del atentado.
El acuerdo que el Gobierno firmó con Irán fue un duro golpe para Stiusso y Nisman porque contemplaba conformar una comisión de juristas internacionales que analizaran la prueba. Probablemente ambos temían por la suerte de su labor. Sabían que Cristina Kirchner conocía la causa.
Tal vez a ese peligro se refería Nisman cuando le decía a una mujer que solía colaborar con él: «Necesito conservar este sillón».
Pese a que el acuerdo con Irán fue declarado inconstitucional y Teherán nunca lo ratificó, Nisman no ignoraba que sus días al frente de la fiscalía del caso estaban contados.
Por eso habló de que existía la «necesidad de removerlo». Lo hizo en su denuncia contra el Gobierno, la denuncia con la que quizá procuró anticiparse a los que probablemente iban a denunciarlo en un futuro no muy lejano..