“EQUIPO”. “El mejor equipo en 50 años”, dijo Macri cuando los presentó el año pasado. | Foto: Cedoc
“No veo la hora de que llegue enero”, dice uno de los hombres del más alto nivel de decisiones económicas en el gabinete. Planea tomarse vacaciones todo el tiempo que el Presidente se lo permita. “Por ahora no nos pidió nada”, dice otro ministro que planea, como varios, intercalar fines de semana de descanso con la vuelta al trabajo en la Ciudad. Ha pasado un año desde el mayor desembarco de gerentes de empresas al Estado, y luego del shock inicial de aprender a gestionar sin los procesos corporativos y atravesados por la política, se enfrentaron a los problemas propios de una economía en recesión y un Gobierno sin mayorías que está obligado a hacer concesiones. “Entre las deudas heredadas, que todavía estamos pagando, y los problemas de la economía, no doy más”, cierra el hombre que cuando mira para atrás ve en su currículum varias de las principales firmas del país.
Tic tac. “La política me tiene harto”, dice otro ex ejecutivo con despacho en la Casa Rosada. No se refiere a su actividad puntual. Sino a la reacción corporativa de, por ejemplo, los gobernadores, a quien si bien ahora les reconoce haber reaccionado para frenar el proyecto opositor de Ganancias, todavía no les perdona que hayan bochado la reforma política que Mauricio Macri llevaba como bandera. “Habría que hacerles sentir un poquito la bronca”, dice, también cansado en el tramo final del año.
La salida de Isela Costantini, en Aerolíneas Argentinas, es el caso extremo de un modelo de gestión acostumbrado a dialogar con accionistas, que en este caso es el Estado y se expresa a través de un ministerio, como Transporte, que maneja otro timming e intereses. Junto a la ex General Motors, también llegaron el ex LAN, Gustavo Lopetegui, el fundador de Grupo Pegasus, Mario Quintana y la ex CEO de Telecom, Susana Malcorra, y el ex hombre de Máxima AFJP, Francisco Cabrera, por nombrar sólo algunos.
¿Resistir? Todos ellos, cierran el año del debut en el Estado nacional. Sienten que esquivaron la crisis. Creen que están a punto de superar el síndrome de la Rúa en el primer diciembre completo con un jefe no peronista. Pero en el camino no se olvidan de la ecuación del dinero que resignaron contra el esfuerzo que les requieren. Algunos se fueron, como Luis Blaquier de la Anses y otros lo piensan seriamente, como contó Paola Quain en este diario respecto de varios técnicos del ente previsional que planean volver al mundo de los bancos. Cada vez son menos los que aún retienen cierta mística o búsqueda personal de hacer algo “por el país”, en una vocación que recién descubren. “Mauricio nos dice siempre, vayan a los timbreos, pero háganlo por ustedes”, cuenta otro ministro, casi conmovido, al hablar de lo que fue conocer, hace poco, el Conurbano.
Por Jairo Straccia | Esta nota fue publicada en la Edición Impresa del Diario Perfil.
“No veo la hora de que llegue enero”, dice uno de los hombres del más alto nivel de decisiones económicas en el gabinete. Planea tomarse vacaciones todo el tiempo que el Presidente se lo permita. “Por ahora no nos pidió nada”, dice otro ministro que planea, como varios, intercalar fines de semana de descanso con la vuelta al trabajo en la Ciudad. Ha pasado un año desde el mayor desembarco de gerentes de empresas al Estado, y luego del shock inicial de aprender a gestionar sin los procesos corporativos y atravesados por la política, se enfrentaron a los problemas propios de una economía en recesión y un Gobierno sin mayorías que está obligado a hacer concesiones. “Entre las deudas heredadas, que todavía estamos pagando, y los problemas de la economía, no doy más”, cierra el hombre que cuando mira para atrás ve en su currículum varias de las principales firmas del país.
Tic tac. “La política me tiene harto”, dice otro ex ejecutivo con despacho en la Casa Rosada. No se refiere a su actividad puntual. Sino a la reacción corporativa de, por ejemplo, los gobernadores, a quien si bien ahora les reconoce haber reaccionado para frenar el proyecto opositor de Ganancias, todavía no les perdona que hayan bochado la reforma política que Mauricio Macri llevaba como bandera. “Habría que hacerles sentir un poquito la bronca”, dice, también cansado en el tramo final del año.
La salida de Isela Costantini, en Aerolíneas Argentinas, es el caso extremo de un modelo de gestión acostumbrado a dialogar con accionistas, que en este caso es el Estado y se expresa a través de un ministerio, como Transporte, que maneja otro timming e intereses. Junto a la ex General Motors, también llegaron el ex LAN, Gustavo Lopetegui, el fundador de Grupo Pegasus, Mario Quintana y la ex CEO de Telecom, Susana Malcorra, y el ex hombre de Máxima AFJP, Francisco Cabrera, por nombrar sólo algunos.
¿Resistir? Todos ellos, cierran el año del debut en el Estado nacional. Sienten que esquivaron la crisis. Creen que están a punto de superar el síndrome de la Rúa en el primer diciembre completo con un jefe no peronista. Pero en el camino no se olvidan de la ecuación del dinero que resignaron contra el esfuerzo que les requieren. Algunos se fueron, como Luis Blaquier de la Anses y otros lo piensan seriamente, como contó Paola Quain en este diario respecto de varios técnicos del ente previsional que planean volver al mundo de los bancos. Cada vez son menos los que aún retienen cierta mística o búsqueda personal de hacer algo “por el país”, en una vocación que recién descubren. “Mauricio nos dice siempre, vayan a los timbreos, pero háganlo por ustedes”, cuenta otro ministro, casi conmovido, al hablar de lo que fue conocer, hace poco, el Conurbano.
Por Jairo Straccia | Esta nota fue publicada en la Edición Impresa del Diario Perfil.