Videla hizo estas declaraciones al periodista Ceferino Reato para el libro Disposición Final, la confesión de Videla sobre los desaparecidos, que saldrá a la venta el sábado 14 de abril, en el cual el ex dictador describe en forma detallada el método utilizado durante la represión ilegal, justifica el uso de la tortura y destaca la influencia de la llamada Doctrina Francesa en la lucha contra las guerrillas.
El ex general Jorge Rafael Videla admitió por primera vez que su dictadura mató a siete mil u ocho mil personas que estaban detenidas o secuestradas y que hizo desaparecer sus restos para no provocar protestas dentro y fuera del país. Cada desaparición puede ser entendida ciertamente como el enmascaramiento, el disimulo, de una muerte.
No había otra solución; (en la cúpula militar) estábamos de acuerdo en que era el precio a pagar para ganar la guerra contra la subversión y necesitábamos que no fuera evidente para que la sociedad no se diera cuenta. Había que eliminar a un conjunto grande de personas que no podían ser llevadas a la justicia ni tampoco fusiladas, señaló.
Reato entrevistó a Videla durante veinte horas entre octubre de 2011 y marzo de 2012 en la celda número 5 de la prisión federal de Campo de Mayo.
Videla también reconoce que hizo desaparecer cuerpos de personas muertas en tiroteos, como el del jefe del Ejército Revolucionario del Pueblo (ERP), Mario Santucho, porque era una persona que generaba expectativas; la aparición de ese cuerpo iba a dar lugar a homenajes, a celebraciones. Era una figura que había que opacar.
La frase ´Solución Final´ nunca se usó. ´Disposición Final´ fue una frase más utilizada; son dos palabras muy militares y significan sacar de servicio una cosa por inservible. Cuando, por ejemplo, se habla de una ropa que ya no se usa o no sirve porque está gastada, pasa a Disposición Final, señala Videla.
El libro incluye testimonios de otros jefes militares, guerrilleros, políticos, funcionarios y sindicalistas que permiten reconstruir el contexto histórico en el que Videla y sus tropas decidieron tomar el poder, el 24 de marzo de 1976, y matar y hacer desaparecer los restos de las miles de personas a las que consideraban irrecuperables.
Muestra que tanto Montoneros como el ERP facilitaron el golpe, que fue respaldado por buena parte de la dirigencia civil y de los ciudadanos.
Explica que el país fue dividido en cinco zonas ya antes del golpe del 24 de marzo de 1976, y que el jefe de cada uno de esos territorios ordenó entre enero y febrero de aquel año la confección de las listas de personas que debían ser detenidas inmediatamente después del derrocamiento de la presidenta Isabel Perón.
Según militares consultados, esas listas fueron integradas por líderes sociales y por subversivos, cuyos nombres fueron aportados por los servicios de inteligencia de las Fuerzas Armadas y de Seguridad pero también por empresarios y ejecutivos, sindicalistas, funcionarios nacionales y provinciales, profesores y dirigentes políticos y estudiantiles.
La mayoría de los muertos y desaparecidos proviene de esas listas.
Precisamente, el libro muestra, en base a documentos inéditos que no alcanzaron a ser destruidos por la dictadura en 1983, que el destino de cada uno de los detenidos o secuestrados fue decidido en la Comunidad de Inteligencia o Comunidad Informativa (CI) de cada zona, integrada por los responsables de los servicios que actuaban en ese territorio.
Este grupo, encabezado por el general que era el jefe de la zona, se reunía una vez a la semana. Una de sus tareas era decidir qué hacer con cada uno de los detenidos en lugares o centros secretos o clandestinos; había tres alternativas: dejarlos en libertad; blanquearlos y colocarlos a Disposición del Poder Ejecutivo (eran llevados a una prisión común por tiempo indeterminado), o pasarlos a Disposición Final.
Videla habla, además, del robo de bebés y niños, y de la relación de los militares con los empresarios, la Iglesia Católica, Estados Unidos, la Unión Soviética, la prensa, los escritores, el peronismo, el radicalismo y el Partido Comunista. Además, revela aspectos inéditos de los preparativos del golpe; los objetivos del régimen militar; la prisión de Isabel Perón; la interna con el almirante Emilio Massera; el Mundial de Fútbol de 1978; el conflicto con Chile por el Canal de Beagle; el Caso Timerman; y la Guerra de Malvinas, entre otros hechos.
Otros textuales de Videla:
Pongamos que eran siete mil u ocho mil las personas que debían morir para ganar la guerra contra la subversión.
Por su preparación militar e ideológica, el Ejército Revolucionario del Pueblo (ERP) era más enemigo que Montoneros; era algo ajeno, otra cosa. Montoneros guardaba algo del nacionalismo, del catolicismo, del peronismo con el que había nacido.
No hay listas con el destino final de los desaparecidos. Podría haber listas parciales, pero desprolijas.
Las desapariciones se dan luego de los decretos del presidente interino Ítalo Luder (peronista, casi seis meses antes del golpe), que nos dan licencia para matar. Desde el punto de vista estrictamente militar no necesitábamos el golpe; fue un error.
Nuestro objetivo (el 24 de marzo de 1976) era disciplinar a una sociedad anarquizada. Con respecto al peronismo, salir de una visión populista, demagógica; con relación a la economía, ir a una economía de mercado, liberal. Queríamos también disciplinar al sindicalismo y al capitalismo prebendario.
El Partido Comunista me apoyaba como moderado.
(Los empresarios) se lavaron las manos. Nos dijeron: ´Hagan lo que tengan que hacer, y luego nos dieron con todo. ¡Cuántas veces me dijeron: ´Se quedaron cortos, tendrían que haber matado a mil, a diez mil más!.
Nuestros servicios de Inteligencia tuvieron indicios importantes, no probados, del encuentro entre Massera y Firmenich, en París.
Dios sabe lo que hace, por qué lo hace y para qué lo hace. Yo acepto la voluntad de Dios. Creo que Dios nunca me soltó la mano.
Ceferino Reato (1961, Crespo, Entre Ríos) es periodista y licenciado en Ciencia Política. Dirige la revista económica Fortuna. De 2005 a 2010 fue editor jefe del diario Perfil. Antes se desempeñó como redactor de Política Nacional de Clarín, asesor de prensa de la embajada argentina ante el Vaticano y corresponsal de la agencia internacional de noticias ANSA en San Pablo, Brasil, entre otros trabajos. En 2008 publicó Operación Traviata, que relanzó los libros de investigación periodística y reabrió la causa judicial sobre la muerte de José Ignacio Rucci. En 2010 publicó Operación Primicia, sobre el debut del Ejército Montonero, que reveló las controvertidas y millonarias indemnizaciones a los familiares de guerrilleros muertos en el ataque a un cuartel en Formosa durante el gobierno constitucional de Isabel Perón. Publicó, además, otros dos libros: El gran botín, el negocio de gobernar la Capital (Sudamericana, 1996) y Lula, la izquierda al diván (Catálogos, 2006).
El ex general Jorge Rafael Videla admitió por primera vez que su dictadura mató a siete mil u ocho mil personas que estaban detenidas o secuestradas y que hizo desaparecer sus restos para no provocar protestas dentro y fuera del país. Cada desaparición puede ser entendida ciertamente como el enmascaramiento, el disimulo, de una muerte.
No había otra solución; (en la cúpula militar) estábamos de acuerdo en que era el precio a pagar para ganar la guerra contra la subversión y necesitábamos que no fuera evidente para que la sociedad no se diera cuenta. Había que eliminar a un conjunto grande de personas que no podían ser llevadas a la justicia ni tampoco fusiladas, señaló.
Reato entrevistó a Videla durante veinte horas entre octubre de 2011 y marzo de 2012 en la celda número 5 de la prisión federal de Campo de Mayo.
Videla también reconoce que hizo desaparecer cuerpos de personas muertas en tiroteos, como el del jefe del Ejército Revolucionario del Pueblo (ERP), Mario Santucho, porque era una persona que generaba expectativas; la aparición de ese cuerpo iba a dar lugar a homenajes, a celebraciones. Era una figura que había que opacar.
La frase ´Solución Final´ nunca se usó. ´Disposición Final´ fue una frase más utilizada; son dos palabras muy militares y significan sacar de servicio una cosa por inservible. Cuando, por ejemplo, se habla de una ropa que ya no se usa o no sirve porque está gastada, pasa a Disposición Final, señala Videla.
El libro incluye testimonios de otros jefes militares, guerrilleros, políticos, funcionarios y sindicalistas que permiten reconstruir el contexto histórico en el que Videla y sus tropas decidieron tomar el poder, el 24 de marzo de 1976, y matar y hacer desaparecer los restos de las miles de personas a las que consideraban irrecuperables.
Muestra que tanto Montoneros como el ERP facilitaron el golpe, que fue respaldado por buena parte de la dirigencia civil y de los ciudadanos.
Explica que el país fue dividido en cinco zonas ya antes del golpe del 24 de marzo de 1976, y que el jefe de cada uno de esos territorios ordenó entre enero y febrero de aquel año la confección de las listas de personas que debían ser detenidas inmediatamente después del derrocamiento de la presidenta Isabel Perón.
Según militares consultados, esas listas fueron integradas por líderes sociales y por subversivos, cuyos nombres fueron aportados por los servicios de inteligencia de las Fuerzas Armadas y de Seguridad pero también por empresarios y ejecutivos, sindicalistas, funcionarios nacionales y provinciales, profesores y dirigentes políticos y estudiantiles.
La mayoría de los muertos y desaparecidos proviene de esas listas.
Precisamente, el libro muestra, en base a documentos inéditos que no alcanzaron a ser destruidos por la dictadura en 1983, que el destino de cada uno de los detenidos o secuestrados fue decidido en la Comunidad de Inteligencia o Comunidad Informativa (CI) de cada zona, integrada por los responsables de los servicios que actuaban en ese territorio.
Este grupo, encabezado por el general que era el jefe de la zona, se reunía una vez a la semana. Una de sus tareas era decidir qué hacer con cada uno de los detenidos en lugares o centros secretos o clandestinos; había tres alternativas: dejarlos en libertad; blanquearlos y colocarlos a Disposición del Poder Ejecutivo (eran llevados a una prisión común por tiempo indeterminado), o pasarlos a Disposición Final.
Videla habla, además, del robo de bebés y niños, y de la relación de los militares con los empresarios, la Iglesia Católica, Estados Unidos, la Unión Soviética, la prensa, los escritores, el peronismo, el radicalismo y el Partido Comunista. Además, revela aspectos inéditos de los preparativos del golpe; los objetivos del régimen militar; la prisión de Isabel Perón; la interna con el almirante Emilio Massera; el Mundial de Fútbol de 1978; el conflicto con Chile por el Canal de Beagle; el Caso Timerman; y la Guerra de Malvinas, entre otros hechos.
Otros textuales de Videla:
Pongamos que eran siete mil u ocho mil las personas que debían morir para ganar la guerra contra la subversión.
Por su preparación militar e ideológica, el Ejército Revolucionario del Pueblo (ERP) era más enemigo que Montoneros; era algo ajeno, otra cosa. Montoneros guardaba algo del nacionalismo, del catolicismo, del peronismo con el que había nacido.
No hay listas con el destino final de los desaparecidos. Podría haber listas parciales, pero desprolijas.
Las desapariciones se dan luego de los decretos del presidente interino Ítalo Luder (peronista, casi seis meses antes del golpe), que nos dan licencia para matar. Desde el punto de vista estrictamente militar no necesitábamos el golpe; fue un error.
Nuestro objetivo (el 24 de marzo de 1976) era disciplinar a una sociedad anarquizada. Con respecto al peronismo, salir de una visión populista, demagógica; con relación a la economía, ir a una economía de mercado, liberal. Queríamos también disciplinar al sindicalismo y al capitalismo prebendario.
El Partido Comunista me apoyaba como moderado.
(Los empresarios) se lavaron las manos. Nos dijeron: ´Hagan lo que tengan que hacer, y luego nos dieron con todo. ¡Cuántas veces me dijeron: ´Se quedaron cortos, tendrían que haber matado a mil, a diez mil más!.
Nuestros servicios de Inteligencia tuvieron indicios importantes, no probados, del encuentro entre Massera y Firmenich, en París.
Dios sabe lo que hace, por qué lo hace y para qué lo hace. Yo acepto la voluntad de Dios. Creo que Dios nunca me soltó la mano.
Ceferino Reato (1961, Crespo, Entre Ríos) es periodista y licenciado en Ciencia Política. Dirige la revista económica Fortuna. De 2005 a 2010 fue editor jefe del diario Perfil. Antes se desempeñó como redactor de Política Nacional de Clarín, asesor de prensa de la embajada argentina ante el Vaticano y corresponsal de la agencia internacional de noticias ANSA en San Pablo, Brasil, entre otros trabajos. En 2008 publicó Operación Traviata, que relanzó los libros de investigación periodística y reabrió la causa judicial sobre la muerte de José Ignacio Rucci. En 2010 publicó Operación Primicia, sobre el debut del Ejército Montonero, que reveló las controvertidas y millonarias indemnizaciones a los familiares de guerrilleros muertos en el ataque a un cuartel en Formosa durante el gobierno constitucional de Isabel Perón. Publicó, además, otros dos libros: El gran botín, el negocio de gobernar la Capital (Sudamericana, 1996) y Lula, la izquierda al diván (Catálogos, 2006).