Buenos Aires alberga al 42% de los argentinos que residen en territorio de las provincias. Los trabajadores privados bonaerenses perciben el 44% del total de la masa salarial formal. Según estimaciones basadas en la EPH, en la provincia viviría el 44% de la población pobre del país. Y ARBA recauda el 50% de los impuestos cobrados por agencias provinciales (en todos los casos, el universo de análisis el 100% no incluye la CABA, pues no está involucrada en la distribución secundaria del régimen de Coparticipación).
Si el reparto de fondos nacionales entre las provincias se decidiera en función de criterios objetivos, sean estos devolutivos (población o PBI/ masa salarial), de equidad redistributiva (población pobre) o de eficiencia (de acuerdo al esfuerzo que cada distrito realiza para hacerse de recursos propios), Buenos Aires debiera estar recibiendo más del 40% de las transferencias.
Sin embargo, en la distribución secundaria del régimen de coparticipación federal de impuestos, al mayor distrito del país le corresponde apenas un 21,7% de los recursos girados a las provincias.
¿Cuánto dinero deja de percibir Buenos Aires al quedar tan relegada en el reparto? Tomando como referencia los datos de 2011, si Nación le hubiese girado el 40% del total de las transferencias a provincias (aplicando ese coeficiente tanto a las automáticas como a las discrecionales), Buenos Aires habría recibido el equivalente a casi u$s 7.000 millones adicionales. Y si lo transferido hubiese sido el 28,5% del total (el coeficiente de distribución secundaria vigente a comienzos de los 80), la Provincia habría recibido unos u$s 2.300 millones por año adicionales. A valores de hoy, aun si no se reparara completamente la inequidad del reparto y sólo se retrotrajera al vigente hace tres décadas, la Provincia contaría con unos $11.000 millones por año adicionales; cifra más que suficiente para evitar mendigarle a Nación $ 3.000 millones para pagar aguinaldos.
Tras el pedido de auxilio financiero de Daniel Scioli al fisco nacional, desde el kirchnerismo hacen fila para defenestrar sus dotes como administrador. Sin embargo, evaluar el desempeño de un gobernador bonaerense (de Scioli, de quienes lo precedieron y de quienes lo sucederán) sin tener en cuenta la flagrante discriminación fiscal que padece la provincia es, en el mejor de los casos, un ejercicio de ignorancia, y en el peor, de cinismo.
Si el reparto de fondos nacionales entre las provincias se decidiera en función de criterios objetivos, sean estos devolutivos (población o PBI/ masa salarial), de equidad redistributiva (población pobre) o de eficiencia (de acuerdo al esfuerzo que cada distrito realiza para hacerse de recursos propios), Buenos Aires debiera estar recibiendo más del 40% de las transferencias.
Sin embargo, en la distribución secundaria del régimen de coparticipación federal de impuestos, al mayor distrito del país le corresponde apenas un 21,7% de los recursos girados a las provincias.
¿Cuánto dinero deja de percibir Buenos Aires al quedar tan relegada en el reparto? Tomando como referencia los datos de 2011, si Nación le hubiese girado el 40% del total de las transferencias a provincias (aplicando ese coeficiente tanto a las automáticas como a las discrecionales), Buenos Aires habría recibido el equivalente a casi u$s 7.000 millones adicionales. Y si lo transferido hubiese sido el 28,5% del total (el coeficiente de distribución secundaria vigente a comienzos de los 80), la Provincia habría recibido unos u$s 2.300 millones por año adicionales. A valores de hoy, aun si no se reparara completamente la inequidad del reparto y sólo se retrotrajera al vigente hace tres décadas, la Provincia contaría con unos $11.000 millones por año adicionales; cifra más que suficiente para evitar mendigarle a Nación $ 3.000 millones para pagar aguinaldos.
Tras el pedido de auxilio financiero de Daniel Scioli al fisco nacional, desde el kirchnerismo hacen fila para defenestrar sus dotes como administrador. Sin embargo, evaluar el desempeño de un gobernador bonaerense (de Scioli, de quienes lo precedieron y de quienes lo sucederán) sin tener en cuenta la flagrante discriminación fiscal que padece la provincia es, en el mejor de los casos, un ejercicio de ignorancia, y en el peor, de cinismo.