La economía mundial está llena de riesgos. El crecimiento es lento y los bancos centrales parecen incapaces de encontrar una solución. Europa enfrenta desafíos y divisiones persistentes. En Estados Unidos se avecina la elección presidencial. Pero algunos dicen que el peligro más grande de todos podría estar al otro lado del mundo, en China.
China se encuentra en medio de una de las más grandes explosiones de endeudamiento en la historia reciente. La carga de su deuda alcanzó los US$26,6 billones en 2015, cinco veces más que diez años atrás, y más de dos veces y media el tamaño de toda la economía del país. Ese gigantesco aumento llevó a algunos economistas e incluso al famoso inversor George Soros a comparar a China con los Estados Unidos anteriores a la crisis financiera de 2008.
¿Qué tan grande es el daño que la deuda de rápido crecimiento representa para el país, o para el mundo? La opinión tradicional es que la deuda que crece rápidamente tarde o temprano desemboca en una crisis económica. Las grandes compañías chinas –sobre todo las estatales– son responsables de buena parte del endeudamiento. Una deuda más abultada significa que tendrán que gastar más en intereses y en devolver el capital prestado y menos en inversiones y contrataciones. Es allí donde podría generarse un círculo vicioso. China, que tiene la segunda economía más grande del mundo después de Estados Unidos, juega un papel fundamental en generar crecimiento global. Semejante situación en el gigante asiático podría extenderse por todo el mundo.
Por otro lado, un grupo de economistas dice que la montaña de deuda de China no es tan aterradora como parece. Qu Hongbin, economista jefe de HSBC para China Continental, y su equipo sostienen que la deuda del país es simplemente el resultado de la manera en que funciona su sistema financiero. Por una variedad de razones, las empresas y hogares de China guardan más dinero que sus pares de otros países. Ese efectivo se acumula en bancos y se convierte en préstamos, lo que genera el alto nivel de deuda de China. “Los temores de que los niveles de deuda china alcancen un umbral crítico y planteen un riesgo sistémico son exagerados”, escribió en abril.
Otros sostienen que la deuda china constituye una amenaza menor porque en gran medida está respaldada por el gobierno. Buena parte proviene de bancos estatales, lo que significa que Pekín puede impedir que los bancos presionen demasiado a los acreedores y que se inclinaría más por apuntalar el sistema financiero para evitar la crisis que podría padecer una economía de más libre mercado.
La deuda es en gran parte local, por lo cual hay menos probabilidades de que China sea empujada hacia una crisis por problemas fuera de sus fronteras como los que derribaron a economías muy endeudadas de países emergentes.
Más aún, otras economías tienen una deuda similar o incluso más abultada que la de China. La deuda estadounidense, por ejemplo, es más o menos equivalente en comparación con el tamaño de la economía de Estados Unidos. La de Japón es mucho más grande, casi cuatro veces la magnitud de su producción nacional.
Neil Shearing, economista jefe de mercados en la firma investigadora Capital Economics, ha estudiado más de 25 años de colapsos en economías en desarrollo. Concluye que el ritmo de acumulación de deuda es más importante que el nivel total de deuda a la hora de determinar si un país enfrentará una crisis financiera. El ritmo de acumulación de deuda de China se encuentra por encima del umbral que identificó como indicador de posibilidad de crisis.
Algunos economistas dicen que aun si China elude una crisis a gran escala, quizás no pueda escapar al daño causado por su deuda. Temen que China caiga en una depresión que dure años como ocurrió con Japón, que experimenta regularmente poco o ningún crecimiento desde su propia crisis bancaria hace más de dos décadas.
Ya hay señales de que la deuda china comienza a obstaculizar el progreso de su economía. Brandon Emmerich, gerente general para Norteamérica en Wind Information, una firma proveedora de datos, dice que se necesitan US$4 de crédito nuevo para generar apenas US$1 de producto bruto interno adicional –la peor relación desde el momento más crítico de la última crisis financiera–. Una de las razones, escribió Emmerich es que “la mayor parte de la deuda nueva en China se destina a saldar viejas obligaciones y no a invertir en nuevos proyectos creadores de valor”. Después de analizar los bonos corporativos, el directivo calculó que el 42% del dinero obtenido desde 2015 se destinó a saldar préstamos existentes o bonos que expiraban, frente a apenas un 8 % en 2014.
En un informe de agosto, el FMI alertó acerca de “elevados riesgos de sobreestimación” y de la necesidad de “actuar en forma decisiva” para reducir la dependencia del crédito que tiene la economía. “Las vulnerabilidades siguen aumentando en una trayectoria peligrosa”, decían. China viene desmintiendo las predicciones de que se encamina hacia un colapso, y quizás les demuestre a los agoreros que se han vuelto a equivocar. Pero los funcionarios de Pekín deben limitar el crecimiento de la deuda sin propinarle un golpe terrible al crecimiento.
China se encuentra en medio de una de las más grandes explosiones de endeudamiento en la historia reciente. La carga de su deuda alcanzó los US$26,6 billones en 2015, cinco veces más que diez años atrás, y más de dos veces y media el tamaño de toda la economía del país. Ese gigantesco aumento llevó a algunos economistas e incluso al famoso inversor George Soros a comparar a China con los Estados Unidos anteriores a la crisis financiera de 2008.
¿Qué tan grande es el daño que la deuda de rápido crecimiento representa para el país, o para el mundo? La opinión tradicional es que la deuda que crece rápidamente tarde o temprano desemboca en una crisis económica. Las grandes compañías chinas –sobre todo las estatales– son responsables de buena parte del endeudamiento. Una deuda más abultada significa que tendrán que gastar más en intereses y en devolver el capital prestado y menos en inversiones y contrataciones. Es allí donde podría generarse un círculo vicioso. China, que tiene la segunda economía más grande del mundo después de Estados Unidos, juega un papel fundamental en generar crecimiento global. Semejante situación en el gigante asiático podría extenderse por todo el mundo.
Por otro lado, un grupo de economistas dice que la montaña de deuda de China no es tan aterradora como parece. Qu Hongbin, economista jefe de HSBC para China Continental, y su equipo sostienen que la deuda del país es simplemente el resultado de la manera en que funciona su sistema financiero. Por una variedad de razones, las empresas y hogares de China guardan más dinero que sus pares de otros países. Ese efectivo se acumula en bancos y se convierte en préstamos, lo que genera el alto nivel de deuda de China. “Los temores de que los niveles de deuda china alcancen un umbral crítico y planteen un riesgo sistémico son exagerados”, escribió en abril.
Otros sostienen que la deuda china constituye una amenaza menor porque en gran medida está respaldada por el gobierno. Buena parte proviene de bancos estatales, lo que significa que Pekín puede impedir que los bancos presionen demasiado a los acreedores y que se inclinaría más por apuntalar el sistema financiero para evitar la crisis que podría padecer una economía de más libre mercado.
La deuda es en gran parte local, por lo cual hay menos probabilidades de que China sea empujada hacia una crisis por problemas fuera de sus fronteras como los que derribaron a economías muy endeudadas de países emergentes.
Más aún, otras economías tienen una deuda similar o incluso más abultada que la de China. La deuda estadounidense, por ejemplo, es más o menos equivalente en comparación con el tamaño de la economía de Estados Unidos. La de Japón es mucho más grande, casi cuatro veces la magnitud de su producción nacional.
Neil Shearing, economista jefe de mercados en la firma investigadora Capital Economics, ha estudiado más de 25 años de colapsos en economías en desarrollo. Concluye que el ritmo de acumulación de deuda es más importante que el nivel total de deuda a la hora de determinar si un país enfrentará una crisis financiera. El ritmo de acumulación de deuda de China se encuentra por encima del umbral que identificó como indicador de posibilidad de crisis.
Algunos economistas dicen que aun si China elude una crisis a gran escala, quizás no pueda escapar al daño causado por su deuda. Temen que China caiga en una depresión que dure años como ocurrió con Japón, que experimenta regularmente poco o ningún crecimiento desde su propia crisis bancaria hace más de dos décadas.
Ya hay señales de que la deuda china comienza a obstaculizar el progreso de su economía. Brandon Emmerich, gerente general para Norteamérica en Wind Information, una firma proveedora de datos, dice que se necesitan US$4 de crédito nuevo para generar apenas US$1 de producto bruto interno adicional –la peor relación desde el momento más crítico de la última crisis financiera–. Una de las razones, escribió Emmerich es que “la mayor parte de la deuda nueva en China se destina a saldar viejas obligaciones y no a invertir en nuevos proyectos creadores de valor”. Después de analizar los bonos corporativos, el directivo calculó que el 42% del dinero obtenido desde 2015 se destinó a saldar préstamos existentes o bonos que expiraban, frente a apenas un 8 % en 2014.
En un informe de agosto, el FMI alertó acerca de “elevados riesgos de sobreestimación” y de la necesidad de “actuar en forma decisiva” para reducir la dependencia del crédito que tiene la economía. “Las vulnerabilidades siguen aumentando en una trayectoria peligrosa”, decían. China viene desmintiendo las predicciones de que se encamina hacia un colapso, y quizás les demuestre a los agoreros que se han vuelto a equivocar. Pero los funcionarios de Pekín deben limitar el crecimiento de la deuda sin propinarle un golpe terrible al crecimiento.