ECONOMIA › PANORAMA ECONOMICO
Por Alfredo Zaiat
Las tensiones en el frente cambiario y financiero son expresiones de un debate medular que recorre la historia económica local referido a las características del desarrollo. Es una cuestión ocultada por análisis de coyuntura confundidos entre deseos de fracaso político, ideología conservadora y realidad económica. El Gobierno ha tenido un mensaje elocuente sobre el objetivo de industrialización con más empleo e inclusión social, que puede exhibir en robustas variaciones positivas a lo largo de su ciclo político. Pero no ha tenido una estrategia articulada para enfrentar las consecuencias de ese crecimiento, teniendo en cuenta la existencia de una Estructura Productiva Desequilibrada (EPD). Esta se encuentra en la base del desarrollo nacional y se hace visible cuando irrumpe lo que se conoce como restricción externa. Esto es, la escasez de divisas para abastecer a esa industria demandante de crecientes insumos importados y el aumento del consumo doméstico por el alza de ingresos, que incrementa la compra de bienes suntuarios (autos de mediana y alta gama, electrónica de última generación y turismo al exterior). Es un mérito de del gobierno de CFK buscar opciones al desenlace traumático (brusca devaluación) de situaciones similares del pasado (el conocido stop and go de la economía) mediante la administración cambiaria (restricciones de acceso a la moneda extranjera) y del comercio exterior (importaciones). Pero ha sido una falencia costosa el no haber diseñado además políticas específicas, orientadas por el Estado, para el entramado industrial, definiendo una sustitución de importaciones selectiva y una estrategia de exportaciones de productos industriales.
No es un desafío nuevo precisar las características de una política que favorezca el desa-rrollo nacional. Para ello se requiere entender la evolución de la propia dinámica de la economía local cuyo cimiento es una estructura productiva desequilibrada, como la definió Marcelo Diamand. No considerarla y sólo descansar en indicadores de crecimiento de la industria como fortaleza política ha sido una debilidad conceptual con impacto finalmente en esa base de sustentación. Si no se interviene en esa cuestión mediante políticas económicas apropiadas, se termina afectando la posibilidad de un proceso de desarrollo sostenido.
¿Qué significa una Estructura Productiva Desequilibrada (EPD)?
En palabras del propio Diamand, en Paradigma clásico y estructura productiva desequilibrada, revista Realidad Económica Nº 68 (1986): En los países exportadores primarios como la Argentina, el sector primario existe y además tiene muy alta productividad en virtud de sus ventajas naturales. En esas condiciones, el tipo de cambio se sitúa en el nivel del sector primario más productivo y no puede reflejar la paridad del sector industrial. Cuando los precios del sector industrial se traducen sobre la base del tipo de cambio primario (pampeano, la zona núcleo dominada por la soja), resultan muy altos y el país no puede competir en condiciones de libre comercio internacional.
La decisión política de fomentar la industrialización pone en tensión esa estructura productiva, al tiempo que implica precios locales industriales superiores a los precios internacionales. Por ejemplo, es lo que sucede hoy con la chapa laminada en caliente de Techint, insumo fundamental para la industria automotriz, naval, maquinaria agrícola y de electrodomésticos. Ese precio internacional está afectado además por la crisis en los países desarrollados, que genera un excedente de producción que los reduce aun más en el mercado mundial.
El necesario debate sobre las características del desarrollo nacional tropieza con la siguiente paradoja: cuanto más robusto sea el sector agropecuario, más soja exporte, los dueños de los dólares requeridos para la industrialización orientan el consenso social y político hacia un sendero de desarrollo regresivo, de exclusión social. Lo sostienen con la idea mítica de que el bienestar de los argentinos depende del campo y de los precios internacionales de los commodities agropecuarios. No mencionan, sin embargo, que ese desarrollo supone la existencia de un sobrante de población en el circuito productivo y de empleo, pues el campo no está en condiciones de incorporarlo.
A la debilidad de las políticas públicas para intervenir en la estructura productiva de-sequilibrada se agrega un mundo empresario dominado en gran parte por ideas neoliberales que bloquean la posibilidad de producir un pensamiento propio del desarrollo. Es lógico que así sea en los integrantes del sector agropecuario, pero es insólita esa falencia en el industrial. Muchos de sus miembros no expresan vocación de ser protagonistas principales para alcanzar el triple objetivo de pleno empleo, salarios reales elevados e industrialización con equilibrio en la cuenta corriente del balance de pagos. No expresan la suficiente convicción sobre el círculo virtuoso de aumentos del salario, empleo y gasto público, motores de una fuerte ampliación del mercado interno y, con ello, del fortalecimiento del proceso de industrialización y de sustitución de importaciones, dando lugar a un progresivo eslabonamiento entre los diversos sectores productivos. No es un trilema sencillo de abordar porque el pleno empleo y el alza de salarios generan aumentos de ingresos y de consumo que colisionan con la escasez de divisas (restricción externa) por la demanda de importaciones, debido a la existencia de una estructura productiva desequilibrada, emergiendo tensiones sectoriales y poniendo de ese modo límites al crecimiento económico.
La resolución por la vía conservadora es descansar en el equilibrio ofrecido por el libre mercado, donde triunfarán los más eficientes. En ese grupo se encuentra el sector agrario muy productivo, con una frontera agropecuaria extendida por la soja, y privilegiados grupos industriales competitivos a nivel internacional.
Otra opción es la industrialización por sustitución de importaciones: ahorrar divisas reemplazando bienes importados por bienes producidos localmente. En la fase inicial, la sustitución es fácil, pero a medida que debe avanzar en sectores más complejos y básicos de la cadena de producción aparecen las dificultades. Este tipo de industrialización por sustitución de importaciones sólo posterga momentáneamente el problema de la restricción externa.
Una vía complementaria para hacerla más efectiva es que esté acompañada de un ordenamiento productivo (planificación) desde el Estado, debido a que la profundización del proceso de industrialización requiere montos elevados de capital (inversiones) para integrar la estructura productiva con las industrias básicas (energía, siderurgia, petroquímica). El desarrollismo tradicional lo planteaba a partir del aporte de capitales extranjeros, pero como ésta era una industria volcada al consumo interno y no a incrementar la capacidad exportadora, el crecimiento económico local terminaba provocando un cada vez mayor requerimiento de divisas, agudizando al final la restricción externa.
La opción superadora es una activa participación del Estado en la orientación de la industrialización por sustitución de importaciones con estímulos a las exportaciones. O sea, no una autárquica sino con inserción en el mercado internacional, exportando productos industriales. Para ello se necesita un Estado protagonista en industrias base (YPF en energía y su ramificación en la petroquímica y química), pero además muy activo en el manejo de incentivos de producción y de exportación, diseñando un esquema de tipos de cambio múltiples. En forma simple: un dólar bajo para el sector primario (con retenciones), que seguirá siendo rentable por su elevada competitividad internacional, lo que permitirá preservar el salario real y el dinamismo de la demanda interna propulsora del crecimiento, y un dólar alto (reembolsos, desgravaciones impositivas y financiamientos) para sectores industriales exportadores, manteniendo así la competitividad industrial necesaria para sostener el equilibrio de la cuenta corriente, o sea, alejando la restricción externa.
No es una receta mágica. Requiere además iniciativas complementarias, como el rol del sector científico tecnológico para modificar los desequilibrios de productividad por medio de una asociación entre el Estado, empresarios innovadores, sindicatos y universidades.
El desafío del equipo económico de Kicillof es administrar la coyuntura al tiempo de diseñar una estrategia de mediano y largo plazo con la pretensión de alterar la estructura productiva desequilibrada generadora de crisis. azaiat@pagina12.com.ar
Por Alfredo Zaiat
Las tensiones en el frente cambiario y financiero son expresiones de un debate medular que recorre la historia económica local referido a las características del desarrollo. Es una cuestión ocultada por análisis de coyuntura confundidos entre deseos de fracaso político, ideología conservadora y realidad económica. El Gobierno ha tenido un mensaje elocuente sobre el objetivo de industrialización con más empleo e inclusión social, que puede exhibir en robustas variaciones positivas a lo largo de su ciclo político. Pero no ha tenido una estrategia articulada para enfrentar las consecuencias de ese crecimiento, teniendo en cuenta la existencia de una Estructura Productiva Desequilibrada (EPD). Esta se encuentra en la base del desarrollo nacional y se hace visible cuando irrumpe lo que se conoce como restricción externa. Esto es, la escasez de divisas para abastecer a esa industria demandante de crecientes insumos importados y el aumento del consumo doméstico por el alza de ingresos, que incrementa la compra de bienes suntuarios (autos de mediana y alta gama, electrónica de última generación y turismo al exterior). Es un mérito de del gobierno de CFK buscar opciones al desenlace traumático (brusca devaluación) de situaciones similares del pasado (el conocido stop and go de la economía) mediante la administración cambiaria (restricciones de acceso a la moneda extranjera) y del comercio exterior (importaciones). Pero ha sido una falencia costosa el no haber diseñado además políticas específicas, orientadas por el Estado, para el entramado industrial, definiendo una sustitución de importaciones selectiva y una estrategia de exportaciones de productos industriales.
No es un desafío nuevo precisar las características de una política que favorezca el desa-rrollo nacional. Para ello se requiere entender la evolución de la propia dinámica de la economía local cuyo cimiento es una estructura productiva desequilibrada, como la definió Marcelo Diamand. No considerarla y sólo descansar en indicadores de crecimiento de la industria como fortaleza política ha sido una debilidad conceptual con impacto finalmente en esa base de sustentación. Si no se interviene en esa cuestión mediante políticas económicas apropiadas, se termina afectando la posibilidad de un proceso de desarrollo sostenido.
¿Qué significa una Estructura Productiva Desequilibrada (EPD)?
En palabras del propio Diamand, en Paradigma clásico y estructura productiva desequilibrada, revista Realidad Económica Nº 68 (1986): En los países exportadores primarios como la Argentina, el sector primario existe y además tiene muy alta productividad en virtud de sus ventajas naturales. En esas condiciones, el tipo de cambio se sitúa en el nivel del sector primario más productivo y no puede reflejar la paridad del sector industrial. Cuando los precios del sector industrial se traducen sobre la base del tipo de cambio primario (pampeano, la zona núcleo dominada por la soja), resultan muy altos y el país no puede competir en condiciones de libre comercio internacional.
La decisión política de fomentar la industrialización pone en tensión esa estructura productiva, al tiempo que implica precios locales industriales superiores a los precios internacionales. Por ejemplo, es lo que sucede hoy con la chapa laminada en caliente de Techint, insumo fundamental para la industria automotriz, naval, maquinaria agrícola y de electrodomésticos. Ese precio internacional está afectado además por la crisis en los países desarrollados, que genera un excedente de producción que los reduce aun más en el mercado mundial.
El necesario debate sobre las características del desarrollo nacional tropieza con la siguiente paradoja: cuanto más robusto sea el sector agropecuario, más soja exporte, los dueños de los dólares requeridos para la industrialización orientan el consenso social y político hacia un sendero de desarrollo regresivo, de exclusión social. Lo sostienen con la idea mítica de que el bienestar de los argentinos depende del campo y de los precios internacionales de los commodities agropecuarios. No mencionan, sin embargo, que ese desarrollo supone la existencia de un sobrante de población en el circuito productivo y de empleo, pues el campo no está en condiciones de incorporarlo.
A la debilidad de las políticas públicas para intervenir en la estructura productiva de-sequilibrada se agrega un mundo empresario dominado en gran parte por ideas neoliberales que bloquean la posibilidad de producir un pensamiento propio del desarrollo. Es lógico que así sea en los integrantes del sector agropecuario, pero es insólita esa falencia en el industrial. Muchos de sus miembros no expresan vocación de ser protagonistas principales para alcanzar el triple objetivo de pleno empleo, salarios reales elevados e industrialización con equilibrio en la cuenta corriente del balance de pagos. No expresan la suficiente convicción sobre el círculo virtuoso de aumentos del salario, empleo y gasto público, motores de una fuerte ampliación del mercado interno y, con ello, del fortalecimiento del proceso de industrialización y de sustitución de importaciones, dando lugar a un progresivo eslabonamiento entre los diversos sectores productivos. No es un trilema sencillo de abordar porque el pleno empleo y el alza de salarios generan aumentos de ingresos y de consumo que colisionan con la escasez de divisas (restricción externa) por la demanda de importaciones, debido a la existencia de una estructura productiva desequilibrada, emergiendo tensiones sectoriales y poniendo de ese modo límites al crecimiento económico.
La resolución por la vía conservadora es descansar en el equilibrio ofrecido por el libre mercado, donde triunfarán los más eficientes. En ese grupo se encuentra el sector agrario muy productivo, con una frontera agropecuaria extendida por la soja, y privilegiados grupos industriales competitivos a nivel internacional.
Otra opción es la industrialización por sustitución de importaciones: ahorrar divisas reemplazando bienes importados por bienes producidos localmente. En la fase inicial, la sustitución es fácil, pero a medida que debe avanzar en sectores más complejos y básicos de la cadena de producción aparecen las dificultades. Este tipo de industrialización por sustitución de importaciones sólo posterga momentáneamente el problema de la restricción externa.
Una vía complementaria para hacerla más efectiva es que esté acompañada de un ordenamiento productivo (planificación) desde el Estado, debido a que la profundización del proceso de industrialización requiere montos elevados de capital (inversiones) para integrar la estructura productiva con las industrias básicas (energía, siderurgia, petroquímica). El desarrollismo tradicional lo planteaba a partir del aporte de capitales extranjeros, pero como ésta era una industria volcada al consumo interno y no a incrementar la capacidad exportadora, el crecimiento económico local terminaba provocando un cada vez mayor requerimiento de divisas, agudizando al final la restricción externa.
La opción superadora es una activa participación del Estado en la orientación de la industrialización por sustitución de importaciones con estímulos a las exportaciones. O sea, no una autárquica sino con inserción en el mercado internacional, exportando productos industriales. Para ello se necesita un Estado protagonista en industrias base (YPF en energía y su ramificación en la petroquímica y química), pero además muy activo en el manejo de incentivos de producción y de exportación, diseñando un esquema de tipos de cambio múltiples. En forma simple: un dólar bajo para el sector primario (con retenciones), que seguirá siendo rentable por su elevada competitividad internacional, lo que permitirá preservar el salario real y el dinamismo de la demanda interna propulsora del crecimiento, y un dólar alto (reembolsos, desgravaciones impositivas y financiamientos) para sectores industriales exportadores, manteniendo así la competitividad industrial necesaria para sostener el equilibrio de la cuenta corriente, o sea, alejando la restricción externa.
No es una receta mágica. Requiere además iniciativas complementarias, como el rol del sector científico tecnológico para modificar los desequilibrios de productividad por medio de una asociación entre el Estado, empresarios innovadores, sindicatos y universidades.
El desafío del equipo económico de Kicillof es administrar la coyuntura al tiempo de diseñar una estrategia de mediano y largo plazo con la pretensión de alterar la estructura productiva desequilibrada generadora de crisis. azaiat@pagina12.com.ar
Todo bien, Zaiat:
Solo te olvidaste de los que producen el 75% del PBI industrial: las PYMES. Para vos no hay otra cosa que petróleo, siderurgia, energía, petroquímica… Lo demás no existe.
Tampoco, obvio para el Gobierno que cree ser un fomentador del «empleo», y no tiene la menor idea del tema, salvo, claro, nombrar ñoquis estatales por centenares de miles.
Para las PYMES no hubo, ni habrá políticas de «sustitución de importaciones» ni nada que se le parezca.
Todos los «empresarios» verndríamos a ser, lamentablemente, «neoliberales».
Lo peor es que se lo creen.
Sí, por eso es que las entidades que nuclean a las Pymes protestan tanto contra el gobierno.
No sé cómo se puede ser un empresario Pyme y estar a favor de Repsol, la Rural… y siguen las firmas.
Ja ja…
Y.. las contradicciones de los «liberales de izquierda» que, entre otros pensamientos, creen que el 56% del precio por encima del internacional de algunas chapas que vende en el país el tubero sin costuras se debe a la «emision descontrolada»
Oh, si:
Cornide, que está desde el Proceso clavado en una silla.
Algo así como Grondona y el potrero del barrio.
Hiperosmio:
Las quejas que tengas con las grandes empresas, a ellas pues.
Hay varias organizaciones de Pymes y todas están a favor.
Raúl: cuales?
Zaiat es un tipo que piensa que todo presupuesto es correcto, si vos planificas fabricar 100, efectivamente producis 100, no hay paros, ni feriados, ni cortes de luz, ni restricciones de importación. Es un burro con prensa
Si este es un burro con prensa a vos hay que ir a buscarte al fondo de la fosa de las Marianas…..
¡¡¡¡Hay que tomar tn de sopa ehhh!!!
Las PYMES han sido las generadores de cerca de un millón de nuevos puestos de trabajo en esta década ganada. Tan mal no se están haciendo las cosas en relación a ese sector.
Sin embargo son necesarias políticas mas específicas en este sentido, apuntando a la sustitución de importaciones. El caso de la industria automotriz es paradigmático. Con una política bien enfocada sería posible reducir la incidencia de componentes importados a menos del 20% en menos de 5 años.
La restricción externa que genera el crecimiento industrial causado por el crecimiento del consumo se soluciona con más exportaciones agrícolas. Es más fácil, más barato, permite mantener una industriamas o menos competitiva orientada a determinados procesos (no a todos, lo que la haría más cara y de peor calidad), sin que se note la restriccón externa porque va a haber más dólares.
Solo falta sacar el freno de mano
http://www.aacrea.org.ar/images/documentos/home/Indicadores-2020-ME-11-12-13-VPI.pdf
No, el objetivo no es tener «una industriamas o menos competitiva», sino tener una industria competitiva y líder en algunos sectores o rubros en el largo plazo. En el mediato tratar que la misma comienze a generar los dólares que necesita.
Pero para ello hay que regenerar el tejido industrial perdido y comparable -en cuanto a su tamaño y no sus características- al de antes del ’76. Es la única forma de lograr además mejoras sociales producto de una política de «igualación» a través de la redistribución que requiere, si o si, de crecimiento sostenido (de esta forma se deja tener «clientela» que te chorea los LCD en el largo plazo). Para conseguirlo no alcanza sólo con el accionar e «intromisión» del estado.
Por eso la nota hace referencia a los industriales grandes, que son los capaces -por sus espaldas- en participar en la re generación de dicho tejido. Los PYMES deben ensamblarse al mismo para adquirir «habilidades» que los anime a exportar. Además hay una serie de gastos o costos previos importantes para lanzarse a la exportación. Ergo a los PyMES no les alcanza con tener un dolar competitivo.
Cuanto antes se haga este proceso, antes la «patria» dejará de ser «expoliada».
Y en lo que se refiere a la exportación de granos, se debe ir hacia una exportación de alimentos y/o bebidas con agregado de valor. La idea es que NO se exporte un poroto, sino algo producido a partir de mismo. Idem con los minerales. Ambos contribuirán en la regeneración de ese tejido industrial perdido que sí podrá acortar los tiempos por la abundancia y facilidad de su extensión (ventaja comparativa)
Y no, un proceso de industrialización no es fácil, ni barato. Cuestiones todas estas -emong aders- que los rentistas no entienden
abundancia y facilidad de su extensión (ventaja comparativa)
Debe decir abundancia y facilidad de su explotación (ventaja comparativa)
Lo del valor agregado al «poroto» para este gobierno es solo una muletilla. Como en los 90 se generó con cuantiosas inversiones una enorme industria de molienda de soja, ya cuando pusieron retenciones también lo hicieron con aceites y harinas proteicas, desde 2007 pagan 32% (fomento industrial, je).
Cuando a patir del aceite se generó una industria de biodiesel, tanto en enormes plantas como a nivel pyme, este año le subieron las retenciones.
Y la última, hace 15 días, fue que a la exportación de alimentos balanceados le subieron las retenciones de 5% a 32%. Pasa que las exportaciones ya habían alcanzado el millón de tn.
Para el gobierno industrializar la producción primaria es solo un truco de los argentinos para evadir las retenciones, un poquito si, como maquillaje y relato, pero ni bien toma vuelo, zácate!
Hay dos cosas antitéticas: La exportación industrial y la ISI a ultranza.
Ningún país es competitivo en todos las fases y los componentes de un producto, ni EEUU, ni Alemania, ni siquiera China. Para exportar tenés que tener una industria integrada, y eso implica muchas importaciones al principio, cuando el consumo predomina sobre la exportación. Un ejemplo son los autos, si patentáramos la mitad, y brasil el doble, sería superavitario en divisas. Para que lo sea, deberíamos exportar el cuádruple, y eso que se exporta mucho.
Entonces sin las divisas del agro no hay industria. Y con el agro a media máquina el techito ya lo tenés a la vista.
No son antitéticas, una es para lograr mejoras sociales y la otra es para ahorrar dólares y recomponer tejido industrial. Es claro que no se puede sustituir todo ni tampoco es el objetivo.
La economía del achique no funciona, si querés reconstruir dicho tejido necesitás crecimiento. La solución NO ES consumir menos, sino todo lo contrario.
Por otro lado los fabricantes de autos tienen balanceado su sector (+- exportan lo que importan) el problema son las autopartes. En éste sub sector está el déficit que, por supuesto, está bajo la órbita de la política regional de las automotrices.
El agro no está a media màquina, especula que es muy distinto
El sector automotriz es todo, no solo las terminales. Si querés fabricar acá todas las autopartes, dejás de ser competitivo, hacés un auto caro y retrasado. Se puede ir sustituyendo algunas cosas con el tiempo, pero hoy abrís un auto coreano, japonés, yanki o alemán, y tienen un montón de componentes no nacionales.
No es la idea crear la nueva IKA, a mi entender en este rubro se nos pasó el tren hace rato, es como querer fabricar computadores o chirimbolos electrónicos.
Establecer o crear complejos industriales integrados vertical y/u horizontalmente fue cosa del siglo pasado.
Hoy tenés cadenas globales de producción donde los distintos eslabones se asientan en los lugares donde las ventajas comparativas afecten favorablemente en los costos.
En consecuencia lo que se debería hacer es crear las condiciones para que los eslabones de mayor valor agregado se instalen en el país.
No es necesario que TODO lo requerido para exportar un producto sea producido acá, sólo lo de mayor valor agregado.
Marianote la idea de exportar es para cobrar retenciones en cualquier rubro. Y por supuesto cuando los importes son relativamente importantes comienza el expolio.
Industrializar la producción primaria es que en lugar de recibir promedio u$s 300 por tn se reciban u$s 1.285. Aunque no lo creas esto es mejor para los poroteros también
Igual no se quejen por que a algunos PyMES que exportan bienes de capital los gravaron con «retenciones» del 5% y estos si que les falta Leraning by doing.
Para ser como los suecos hay que pagar por adelantado
Si la gracia de exportar no es producir divisas sino retenciones, estas viendo otra pelúcla, tal vez del siglo 18.
Estamos como estamos porque faltan dólares, no porque falten retenciones.
Y eso va a continuar hasta que saquen el freno de mano. Resignate. Tal vez este año llueva mucho y se puedan importar algunos insumos industriales más en 2014.
Ja ja…
Si hay cosas en las cuales todos debemos resignarnos, pero con respecto al «expolio» no me haría tantas ilusiones… que se yo… podrán decir mucho sobre el freno de mano pero cuando haya que levantar las facturas veremos si se puede sacar dicho freno….
La Argentina es muy «contenciosa»
No me parece sensato lo que escribe Zaiat. Puede que subsistan los problemas estructurales que tradicionalmente llevaban al stop-and-go. Pero esta crisis es producto de errores del gobierno:
1. Estimular una industria que no tiene esperanza alguna de alcanzar competitividad internacional o integración interna, como la electrónica de Tierra del Fuego.
2. Una política energética fallida.
3. Una decisión libre y no forzada de abandonar los mercados de crédito internacionales, vendiendo la falsa épica del desendeudamiento, para terminar ofreciéndole letras a los exportadores de porotos a tasas usurarias comparadas con las que les pagarían al FMI, o sea, el endeudamiento por la puerta de atrás.
En realidad la crítica debería ser por la falta de previsión en la aparición del fenómeno. Se podría leer una suerte de avizoramiento -tardío- para cuando se sacan los planes 2020. Con el agravante de tener «cuadros» como Ferrer que las vivió todas.
Ya en la época de Lavandina se debería haber puesto a discutir este tema por que por esas épocas la inflación comenzaba a adquirir relevancia.
Respecto a 1) es un problema por la restricción pero genera laburo además, quizás, de la posición estratégica de dicho polo, con respecto a 3) yo creo que se debería ir hacia una suerte de Junta Nacional de Granos aggiornada, mixta antes que favorecer a esta cría. Pero financiamiento al 3,65% con el FMI es imposible, además zafás de los «condicionamientos».
En cuanto al desenduedamiento yo creo que en nuestra particularidad ese flanco es sumamente relevante para cualquier gobierno. La endeblez histórica de los mismos vino a través de la deuda y la falta de divisas. Sin este tópico resuelto a favor -con la consiguiente ganancia en cuanto autonomía- muy probablemente los K no hubiesen durado o para seguir deberían haber hecho lo que se hizo siempre. Es un contrafáctico pero así fue como sucedió antes.