28 de Septiembre de 2014
ESCENARIO
Con la agitación del dólar-burbuja, se retoma el ataque especulativo contra el plan económico. Paranoia inoculada y operaciones de prensa desestabilizadoras desde los grupos oligopólicos, a diez meses de las PASO.
La prueba quedó en la casilla de correo electrónico de un ferretero de Santos Lugares. El mensaje provino de un mayorista que desparramó el siguiente mail paranoico entre su clientela: «Estimados, debido a que cada vez son más fuertes los rumores acerca de un desdoblamiento cambiario para operaciones de importación, la empresa ha determinado que se suspenden todas las operaciones comerciales hasta tanto se clarifique la situación. Estaré informando cualquier novedad. Espero sepan disculpar las molestias. Atte.»
El ferretero comunicó urgente la novedad a Radio Nacional. Le pareció raro el argumento: hasta la semana previa, el mayorista, un importador muy reconocido en el mercado, vendía sin inconvenientes. Si el ferretero no hubiera estado atento a la desmentida oficial sobre el rumor del desdoblamiento, es decir, si fuera parte de las audiencias cautivas de otras radios y otros medios que hace rato le declararon la guerra económica al gobierno, seguramente, sería un comerciante más reproduciendo la existencia de una supuesta ola generalizada de desabastecimiento de productos e insumos en todos los rubros «como ocurre en Venezuela». Campaña de acción psicológica que Clarín desde su tapa y más tarde la señal de noticias del mismo grupo, TN, intentó viralizar desde la pantalla con el hashtag #noconsigo.
Todo comenzó, en verdad, con una nota publicada en El Cronista Comercial a las 0 horas del miércoles 24. Su título: «Avisan a importadores que desde el lunes deben utilizar dólar a $ 14,50». En ella, se daba por cierta una versión que decía que el Ministerio de Economía había llamado a cámaras y asociaciones para informarles que, a partir del lunes 29, no habría más dólares a precio oficial para importar cosas y que deberían procurarse la divisa estadounidense en la Bolsa. «Es decir que si bien se autorizan aún algunas Declaraciones Juradas Anticipadas (DJAI) para que los importadores se queden con divisas a $ 8,42, desde el lunes regirá en los hechos una especie de desdoblamiento cambiario de facto para un número mucho mayor de empresarios y rubros que hasta ahora. La información la corroboró ayer una alta fuente que pertenece a la órbita del Ministerio de Economía», señalaba el texto.
Quince horas más tarde, el mismo Cronista en su versión digital cosechó en supuestas certezas lo que había sembrado como rumor sin fuente fidedigna durante la medianoche. Otra nota, otro título: «Cámara de importadores confirmó que, sin dólares del Central, deben buscar divisas en la Bolsa». Allí, en el encabezamiento del artículo, decía: «Está empezando a ocurrir, no hay aviso oficial ni formal», y se atribuía la frase a «la Cámara de Importadores». El titular de dicha Cámara y presidente del Centro de Navegación de Buenos Aires, Diego Pérez Santiesteban, es un referente del Foro de la Convergencia Empresarial, que integran Arcor, Techint, Clarín, La Nación, la Sociedad Rural Argentina y la AmCham, entre otras patronales antikirchneristas. Fue citado como fuente por el Cronista, sin advertir nada de esto: «Estamos importando con mucha dificultad porque la fluidez de las autorizaciones que da el Banco Central para liquidar divisas es muy oscilante.»
Por su parte, el vocero de la Cámara de Importadores de la República Argentina (CIRA), Miguel Ponce, le dijo a Clarín, según cita la nota del Cronista: «Hace una semana el Banco Central les dijo a los bancos que comuniquen a sus clientes que por la escasez de reservas las empresas deberán volcarse hacia el contado con liqui, el otro mercado formal, para hacerse de divisas.» Va textual el párrafo siguiente del diario de negocios: «Esto explicaría la disparada del dólar denominado contado con liquidación, que es el que se negocia a través de bonos, que hoy cotiza a $ 14,50, un 70% más que la cotización oficial.» Al salir en Clarín y El Cronista, Ponce fue llamado por Radio Continental, donde se quejó porque «al importador se le hace muy difícil trasladar los precios porque como algunos todavía logran liquidar a tipo de cambio oficial, llevar el costo al producto sería desventajoso, entonces no queda otra que asumir las pérdidas o dejar de importar a riesgo de perder a su proveedor de toda la vida. En una situación financiera compleja como tiene Argentina, cualquier cosa puede ocurrir.»
En tiempo real, el jefe de Gabinete Jorge Capitanich desmintió a Ponce, a Santisteban y al Cronista Comercial afirmando que sigue habiendo dólares a precio oficial para la importación. La secuencia es un poco larga, va desde el rumor de medianoche del diario de negocios, pasando por los testimonios que avalaban lo incierto de parte de empresarios importadores, a la reproducción con carácter de certeza en Clarín y Continental, pero lo interesante, lo que vale la pena destacar es que llegó como verosímil ladrillazo de realidad a la casilla de correo de un ferretero de Santos Lugares a quien su proveedor le dijo que no le vendía más nada porque desde mañana, según los rumores, regiría un desdoblamiento cambiario. En concreto, la consecuencia del rumor, investido de verosimilitud por los medios que ya sabemos, produjo un hecho cierto y corroborable: el proveedor no le va a vender al ferretero, el ferretero va a tener faltantes y cuando alguien vaya a comprarle algo, no va a tener qué ofrecerle.
El problema no es que no haya liquidez en los bolsillos para consumir. Tampoco que no se pueda importar, con mayor o menor dificultad. Lo llamativo de todo esto es que alguien en la cadena de producción y venta le creyó a un diario, es decir, a un tercero que no es actor directo de la cadena, pero que influye de modo ideal en la decisiones materiales. Esta es una variable más a tener en cuenta desde que vivimos en una sociedad mediatizada. ¿Y qué ocurre si esos medios, al fin y al cabo empresas comerciales, están en guerra con un gobierno porque no comparten su patrón de acumulación o sus afanes distribucionistas? Van a recrear la realidad para que se parezca lo más posible a la realidad que necesitan para debilitar a su adversario. Si es necesario, van a construir un escenario donde las cosas que desean que pasen, finalmente ocurran. Volviendo al amigo ferretero de Santos Lugares, aunque el desdoblamiento cambiario sea una fantasía manipulada, no lo es que se haya quedado sin stock o que la semana próxima deba proveerse con un dólar más alto para poder trabajar y que, finalmente, decida trasladar a los precios esa suba, vendiendo la mitad de lo que vendía antes. Provocar ese estado de cosas, lograr esa alteración de las conductas, eso es poder.
El psiconalista Luigi Zoja, en su libro Paranoia, la locura que hace la historia, explica que «la paranoia se alimenta siempre de una mala información». Y añade: «Una vez que se pone en marcha la desconfianza y la agresividad, todas las profecías se cumplen.» El dólar oficial está a $ 8,42, pero si la sospecha de que su valor es otro se despliega irrefrenable sobre el horizonte, el paso de la profecía a la consumación del hecho sospechado es muy corto. Hasta una guerra puede justificarse sobre algo inexacto o falso, siempre que sea verosímil, y en esto los medios y sus intereses juegan un papel determinante. Dice Zoja: «La administración de George Bush tuvo a su disposición los servicios de espionaje más extendidos de todos los tiempos. A pesar de lo cual sus reparticiones, influenciándose las unas a las otras con previsiones paranoicas, en 2003 arrastraron a los Estados Unidos a una guerra preventiva contra Irak para eliminar armas de destrucción masiva que ese país no poseía (…) El país más influyente en el equilibrio del mundo creó un precedente impresionante imponiendo de manera unilateral y con un estilo afín a la más grave forma de psicopatología la modificación de las normas internacionales que han regido el mundo desde la paz de Westfalia en adelante. El derecho de atacar a otro país en ausencia de una amenaza visible y probada es el derecho de atacar a cualquier país en cualquier momento sobre la base de la sospecha, motivaciones subjetivas y persecutorias (…) La lógica de la sospecha agota todas las alternativas. Si se sabe que un país prepara un ataque, esto autoriza a agredirlo. Si no se sabe, autoriza a la sospecha que, a su vez, justifica la agresión.»
No había armas de destrucción masiva como tampoco hay un dólar a $ 20. Conviene recordar, entonces, que la guerra contra Irak empezó en las páginas del New York Times. En 2003, cuando la Sociedad Americana de Dialectos dio a conocer la frase más popular entre los estadounidenses del año anterior surgió «weapons of mass destruction» (armas de destrucción masiva), es decir, una certeza que no existía y que produjo una guerra que sí existió. Según Raúl Garcés Corra, en su trabajo «La construcción simbólica de la opinión pública»: «La campaña sobre la potencial amenaza representada por Saddam Hussein para la seguridad de los Estados Unidos había tenido éxito, según demostraban las imágenes del mundo (…) En este sentido resultan promisorias las investigaciones sobre el efecto framing. A pesar de las controversias y discrepancias que giran en torno a este concepto, es posible encontrar en la literatura sobre opinión pública frecuentes referencias sobre cómo los medios encuadran (frame) la realidad de acuerdo con determinados patrones culturales, políticos e ideológicos dominantes. El efecto framing se asociaría entonces a la capacidad de la prensa de construir socialmente la realidad y establecer marcos de referencias útiles para la discusión e interpretación por parte de las audiencias de los asuntos públicos.»
Sigue Garcés Corra: «Por supuesto que las funciones mencionadas no se cumplen por igual o con la misma intensidad dentro de todos los sistemas mediáticos. El poder de la prensa como institución reproductora del status quo depende de múltiples mediaciones, entre las que figuran su autoridad y prestigio, el alcance mayor o menor que tenga la distribución de sus formas simbólicas, las capacidades económicas de las propias organizaciones mediáticas para realizar sus coberturas de noticias, su grado de sujeción a estructuras representativas del poder político e, incluso, las circunstancias de apropiación por parte del público de los contenidos periodísticos.»
Y finaliza: «Definen los temas de la discusión pública, disfrazando como demandas de los receptores o ‘preocupaciones de la opinión pública’, algunos asuntos que en realidad han sido impuestos por la agenda política. No es este el lugar para describir las mediaciones económicas, políticas, tecnológicas o culturales que condicionan el proceso de selección y publicación de las informaciones de los medios, pero es sabido que los rituales de objetividad e imparcialidad por ellos defendidos se estrellan contra las imposiciones de la publicidad y el poder financiero.»
Bajo esta perspectiva y con un mínimo esfuerzo, se puede detectar, detrás de los titulares del Cronista Comercial y la reproducción asociada de las plataformas del oligopolio Clarín, la mano invisible del Foro de la Convergencia Empresarial, el encuentro ideológico del poder económico y financiero que se esmera por reinstalar el programa neoliberal como superación natural de la economía heterodoxa del kirchnerismo. Es un grupo que quiere un Estado que no distribuya, que haya menos subsidios, menos retenciones, menos inversión social y salarios más bajos para maximizar su renta. Son los fundamentalistas de la «teoría del derrame». Esa que dice «déjennos hacernos ricos, y nosotros haremos ricos a los demás». En su exhortación apostólica Evangelii Gaudium, el Papa Francisco advierte sobre las consecuencias de esta utopía de ciertos empresarios: «Algunos todavía defienden las teorías del derrame, que suponen que todo crecimiento económico, favorecido por la libertad de mercado, logra provocar por sí mismo mayor equidad e inclusión social en el mundo. Esta opinión, que jamás ha sido confirmada por los hechos, expresa una confianza burda e ingenua en la bondad de quienes detentan el poder económico y en los mecanismos sacralizados del sistema económico imperante.» Básicamente, lo que pretenden es una Argentina dual, con incluidos y excluidos. Hoy no tienen el gobierno, es cierto, pero sí el poder.
Y, sobre todo, desde su supremacía comunicacional, una capacidad enorme para fabricar, con el goteo hasta la saturación, hechos reales (la guerra, el dólar por las nubes, la devaluación de enero) con todo su arsenal de desdoblamientos cambiarios, despidos por las dudas, demolición de los índices públicos, aislamiento de los funcionarios de la expectativa social, censura empresarial a la agenda oficial, que repercute en la toma de decisiones de todos los actores alcanzados por su prédica catastrofista, que busca atizar la desconfianza y la incertidumbre hasta que la sociedad se arrodille.
Su última invención es el dólar burbuja. Puede estar a $ 15, a $ 16, a $ 20, a $ 30. No son las pizarras de los bancos: son las tapas de los diarios las que vocean, como los «arbolitos de la calle Florida», el valor de un dólar que mueve una ínfima parte del mercado marginal y, sin embargo, goza de alto rating, centimetraje y una centralidad abusiva en el discurso y la práctica económica del empresario, el comerciante y el trabajador. Es la manera perversa que el poder concentrado encontró para poner al proveedor del ferretero y al mismo ferretero dentro del esquema de paranoia que fogonean, hasta convertirlos, tarde o temprano, en víctimas y victimarios de su propio temor.
El gobierno hace lo que puede y lo que puede es, a veces, insuficiente para retornar la tranquilidad a una sociedad bombardeada constantemente por malos presagios. Si quisiera recuperar la iniciativa podría ensayar cuatro cosas que, por el momento, no hizo:
1) Identificar con nombre y apellido a los instigadores de la corrida de enero que terminó en devaluación.
2) Identificar con nombre y apellido a los beneficiarios concretos del dólar burbuja.
3) Acelerar en tribunales el juicio que investiga la presunta comisión de delitos de lesa humanidad en la apropiación de Papel Prensa durante la dictadura cívico-militar, que tiene como imputados a Héctor Magnetto y Bartolomé Mitre, responsables actuales del frente mediático y de agitación del Foro de la Convergencia Empresarial.
4) Adecuación inmediata, si es necesario de oficio, del Grupo Clarín S.A. a la Ley de Servicios de Comunicación Audiovisual (LSCA).
Cuando Eugenio Zaffaroni, juez de la Corte Suprema, tuvo que opinar en la causa sobre la constitucionalidad de la LSCA, dejó asentado para fundamentar su voto un texto que merece relectura: «Nadie puede poner en duda que los medios audiovisuales son hoy formadores de cultura. Es innegable que los medios tienen una incidencia decisiva en nuestros comportamientos, en los miedos, en los prejuicios, en toda la vida de relación entre humanos. Son los medios audiovisuales, más que la prensa, los que nos deciden a salir con paraguas porque amenaza lluvia, pero también los que fabrican amigos y enemigos, simpatías y antipatías, estereotipos positivos o negativos (…) también determinan los propios proyectos existenciales de la población. Para cualquier escuela sociológica, fuera de toda duda, esto es configuración de cultura (…) Permitir la concentración de medios audiovisuales (…) en estos tiempos de revolución comunicacional y más aún con nuestras características, sería simple y sencillamente un suicidio cultural.»
Si estos grupos económicos con medios, en vez de azuzar la debacle, la desazón colectiva y la paranoia, comprendieran que dentro de diez meses están las PASO para delinear el futuro mapa político del país, y jugaran a ganar o perder en sus perspectivas de cara a las urnas, el clima sería otro, el país sería otro. Por el contrario, su obsesión parece ser la de incendiarlo todo para que en medio de esas llamas arda la experiencia kirchnerista y con ella, la serie de novedades que vino a contradecir al neoliberalismo económico y cultural que predominó en los ’90 y hoy quiere volver a ocupar su lugar de gobierno del Estado.
La guerra económica por todos los medios que practican es eso. Una batalla por el poder que hoy se libra en la cabeza y el bolsillo de millones de argentinos. Son hábiles y tienen recursos. Pero a lo único que hay que tenerle miedo es al miedo. Lo demás es apretar los dientes, si es que todavía hay resto, claro. Y ganas de ganar.-<dl