Iglesias se cruzó ayer con Rajoy en la sede de la agencia EFE.Foto:EFE/Mariscal
MADRID. El caos institucional que vive España no perdona siquiera a los abanderados de la nueva política. Una guerra interna sin final a la vista puso al borde de la fractura a los indignados de Podemos y somete a su líder, Pablo Iglesias, al mayor desafío a su liderazgo desde su irrupción fulgurante hace dos años.
La crisis enfrenta a Iglesias con su número dos, Íñigo Errejón, por sus diferencias en la estrategia por seguir en las difíciles negociaciones para formar gobierno, en la organización del partido y hasta en el manejo de los fondos.
Después de varios días de rumores y disimulo, Iglesias pasó a la acción ayer a cara descubierta. Fulminó al secretario de Organización de Podemos y mano derecha de Errejón, Sergio Pascual, para asumir él todo el control.
Lo acusó de haber permitido la rebelión de la filial madrileña de Podemos, en la cual renunciaron en masa 10 integrantes de la cúpula que responden a Errejón. Además, sostiene que no supo contener a los grupos de Cataluña, el País Vasco y Galicia, donde se reprodujeron las peleas y las salidas de dirigentes.
En una carta a los militantes, Iglesias señaló a Pascual por «una gestión deficiente cuyas consecuencias han dañado gravemente a Podemos en un momento tan delicado como el de las negociaciones para conformar un gobierno del cambio». Y advirtió: «En Podemos no hay ni deberá haber corrientes ni facciones que compitan por el control de los aparatos y los recursos». La frase alarmó a la dirigencia de un movimiento rebelde que en su origen defendía el espíritu asambleario y la ausencia de jefes.
Iglesias, de 37 años, y Errejón, de 32, discrepan en el papel que debe adoptar Podemos en el proceso de formación del próximo gobierno después de las elecciones sin ganador claro del 20 de diciembre.
Podemos que salió tercero, con el 20,8% se negó a apoyar un gobierno socialista liderado por Pedro Sánchez, al que con su rechazo condenó al fracaso en la votación parlamentaria del 4 de este mes.
En esa sesión Iglesias adoptó una posición intransigente, insultó a los socialistas y dijo que votaría no a cualquier intento de Sánchez que no incluyera a Podemos en el gobierno. Su estrategia parecía apuntar a una repetición de las elecciones, el camino obligado si antes del 3 de mayo nadie consigue el apoyo de la mayoría del Congreso.
El botín siempre fue el mismo: la posibilidad de sobrepasar al PSOE y quedar como la principal referencia de la izquierda en España.
Errejón figura de ascendente popularidad considera un peligro tomar ese camino y quiere abrir vías de diálogo para permitir un gobierno progresista. Hasta ahora la postura de Podemos permite que el conservador Mariano Rajoy, del Partido Popular (PP), siga gobernando por tiempo indefinido.
Tres encuestas publicadas este fin de semana reflejan un castigo a Podemos, que se aleja en intención de voto del socialismo después de la fallida sesión de investidura.
En un intento de descomprimir, Iglesias anunció ayer que «antes de Semana Santa» se reunirá con Sánchez para sondear la posibilidad de un acuerdo.
«Hay diferencias y discrepancias tácticas. Pero, a diferencia de lo que pasa en otros partidos, nos conocemos desde hace mucho, somos muy amigos entre nosotros y resolveremos los problemas», dijo Carolina Bescansa, una de las fundadoras de Podemos.
Explicó que los órganos del partido «no pueden convertirse en un campo de batalla» y que por eso Iglesias había decidido renovar la cúpula y asumir personalmente algunas de sus funciones básicas.
Pero, más allá de las justificaciones, la crisis se ramifica. Iglesias enfrenta no sólo a los que piden menos intransigencia con el socialismo. Otro sector de peso, proveniente del frente Izquierda Anticapitalista, exige no negociar, promover elecciones y devolver el poder de decisión a los «círculos», las asambleas locales que fueron el germen del partido.
También crece el descontento entre sus aliados de Cataluña, decisivos en el crecimiento electoral de Podemos. La alcaldesa de Barcelona, Ada Colau, analiza fundar un frente propio que compita por separado en los próximos comicios. Las filiales de País Vasco, Cantabria y Galicia están sin jefes regionales.
Sánchez mira el espectáculo con esperanza. En el PSOE creen que Iglesias optará finalmente por permitirle gobernar ahora y dedicarse a recomponer Podemos antes que lanzarse a la aventura de unas nuevas elecciones generales en medio de una rebelión interna.
MADRID. El caos institucional que vive España no perdona siquiera a los abanderados de la nueva política. Una guerra interna sin final a la vista puso al borde de la fractura a los indignados de Podemos y somete a su líder, Pablo Iglesias, al mayor desafío a su liderazgo desde su irrupción fulgurante hace dos años.
La crisis enfrenta a Iglesias con su número dos, Íñigo Errejón, por sus diferencias en la estrategia por seguir en las difíciles negociaciones para formar gobierno, en la organización del partido y hasta en el manejo de los fondos.
Después de varios días de rumores y disimulo, Iglesias pasó a la acción ayer a cara descubierta. Fulminó al secretario de Organización de Podemos y mano derecha de Errejón, Sergio Pascual, para asumir él todo el control.
Lo acusó de haber permitido la rebelión de la filial madrileña de Podemos, en la cual renunciaron en masa 10 integrantes de la cúpula que responden a Errejón. Además, sostiene que no supo contener a los grupos de Cataluña, el País Vasco y Galicia, donde se reprodujeron las peleas y las salidas de dirigentes.
En una carta a los militantes, Iglesias señaló a Pascual por «una gestión deficiente cuyas consecuencias han dañado gravemente a Podemos en un momento tan delicado como el de las negociaciones para conformar un gobierno del cambio». Y advirtió: «En Podemos no hay ni deberá haber corrientes ni facciones que compitan por el control de los aparatos y los recursos». La frase alarmó a la dirigencia de un movimiento rebelde que en su origen defendía el espíritu asambleario y la ausencia de jefes.
Iglesias, de 37 años, y Errejón, de 32, discrepan en el papel que debe adoptar Podemos en el proceso de formación del próximo gobierno después de las elecciones sin ganador claro del 20 de diciembre.
Podemos que salió tercero, con el 20,8% se negó a apoyar un gobierno socialista liderado por Pedro Sánchez, al que con su rechazo condenó al fracaso en la votación parlamentaria del 4 de este mes.
En esa sesión Iglesias adoptó una posición intransigente, insultó a los socialistas y dijo que votaría no a cualquier intento de Sánchez que no incluyera a Podemos en el gobierno. Su estrategia parecía apuntar a una repetición de las elecciones, el camino obligado si antes del 3 de mayo nadie consigue el apoyo de la mayoría del Congreso.
El botín siempre fue el mismo: la posibilidad de sobrepasar al PSOE y quedar como la principal referencia de la izquierda en España.
Errejón figura de ascendente popularidad considera un peligro tomar ese camino y quiere abrir vías de diálogo para permitir un gobierno progresista. Hasta ahora la postura de Podemos permite que el conservador Mariano Rajoy, del Partido Popular (PP), siga gobernando por tiempo indefinido.
Tres encuestas publicadas este fin de semana reflejan un castigo a Podemos, que se aleja en intención de voto del socialismo después de la fallida sesión de investidura.
En un intento de descomprimir, Iglesias anunció ayer que «antes de Semana Santa» se reunirá con Sánchez para sondear la posibilidad de un acuerdo.
«Hay diferencias y discrepancias tácticas. Pero, a diferencia de lo que pasa en otros partidos, nos conocemos desde hace mucho, somos muy amigos entre nosotros y resolveremos los problemas», dijo Carolina Bescansa, una de las fundadoras de Podemos.
Explicó que los órganos del partido «no pueden convertirse en un campo de batalla» y que por eso Iglesias había decidido renovar la cúpula y asumir personalmente algunas de sus funciones básicas.
Pero, más allá de las justificaciones, la crisis se ramifica. Iglesias enfrenta no sólo a los que piden menos intransigencia con el socialismo. Otro sector de peso, proveniente del frente Izquierda Anticapitalista, exige no negociar, promover elecciones y devolver el poder de decisión a los «círculos», las asambleas locales que fueron el germen del partido.
También crece el descontento entre sus aliados de Cataluña, decisivos en el crecimiento electoral de Podemos. La alcaldesa de Barcelona, Ada Colau, analiza fundar un frente propio que compita por separado en los próximos comicios. Las filiales de País Vasco, Cantabria y Galicia están sin jefes regionales.
Sánchez mira el espectáculo con esperanza. En el PSOE creen que Iglesias optará finalmente por permitirle gobernar ahora y dedicarse a recomponer Podemos antes que lanzarse a la aventura de unas nuevas elecciones generales en medio de una rebelión interna.