Marcelo Zlotogwiazda.Coto vende el kilo de azúcar marca Chango a 6,30 pesos el kilo, que equivale a 1,52 dólares al tipo de cambio del lunes pasado. En el supermercado Guanabara de San Pablo se consigue a 1,99 reales, o sea 1,26 dólares a la cotización de ese día (1,58 por dólar).
Siguiendo con la comparación en dólares surge que también son más caras aquí la margarina (2,14 en Coto el paquete de Dánica Dorada de 500 gramos y 1,21 la Delicia en San Pablo); la mayonesa Hellmann’s de 480 gramos (2,30 a 1,72); la crema dental Colgate triple acción de 90 gramos (1,37 vs. 1,15); el kilo de lomo (13,26 vs. 12,80); y la botella de Gatorade de medio litro (1,62 vs. 1,28).
Pero hay otros artículos con precios muy parecidos. El litro de leche entera marca Elegé cuesta 1,27 dólares en Guanabara, y la Ciudad del Lago 1,26 en Coto. El kilo de arroz marca Ouro tiene un precio de 0,76 allá y de 0,72 acá. Y la diferencia en la lata de Coca Cola es de apenas un centavo (0,83 y 0,84).
Y hay otros que valen más en San Pablo que en Buenos Aires. En el shampoo Clear anticaspa de 200 ml hay casi un dólar de diferencia (3,84 a 2,88); y la cerveza Stella Artois de 275 ml cuesta 1,28 en Guanabara y 1,15 en Coto.
Estos pocos ejemplos alcanzan para mostrar que a pesar de la fuerte inflación en dólares que hubo en la Argentina en los últimos cinco años, no hay un marcado desnivel de precios respecto de Brasil. La razón es tan sencilla como que Brasil también registró un considerable aumento de sus precios en dólares. Más aún: en los últimos doce meses Brasil no sólo tuvo una inflación en dólares del 20 por ciento y superior a la argentina en 5 puntos, sino que además encabezó el respectivo ranking mundial.
Los dos países se encarecieron en dólares y en magnitudes similares, pero ese fenómeno se dio por vías diferentes. En la Argentina porque los precios han venido subiendo mucho más que el tipo de cambio. Allá porque, fundamentalmente, el dólar se ha derrumbado hasta tocar la semana pasada su punto más bajo en los últimos doce años. (Es notable recordar que en marzo de 1999 el dólar cotizaba a más de 2 reales, en 2002 a más de 3 reales, y a principios de 2003 a 3,44, es decir a más del doble que ahora). A lo que hay que agregar, secundariamente, que en Brasil también los precios suben, aunque muchísimo menos.
Fue el propio ministro de Hacienda, Guido Mantega, el que estableció prioridad en las causas de la inflación en dólares. Dijo días atrás que “la sobrevaluación me quita más el sueño que la inflación”. Y en ese sentido señaló que seguirán tomando medidas para contener la apreciación del real. Ya había establecido impuestos para disuadir el ingreso de fondos especulativos, y el viernes pasado, alarmados porque el dólar cotizaba a 1,55, el Banco Central tomó medidas para desincentivar las apuestas contra esa divisa. Mantega admitió estar preocupado por la situación del sector manufacturero, “que sigue creciendo pero tiene dificultades para competir en los mercados externos”. Tantas, que a lo largo del primer semestre del año el sector manufacturero tuvo un déficit de 21.500 millones de dólares. El problema se le presenta principalmente con los mercados asiáticos y sobre todo con China. Ciertamente Brasil mantiene un importante superávit comercial, pero cada vez más sustentado en la exportación de materias primas y commodities, y el debate sobre la reprimarización de su economía está a la orden del día.
En la Argentina ocurre algo similar. La balanza comercial sigue siendo excedentaria pero crecientemente dependiente de la exportación de productos agropecuarios, mineros y de commodities industriales. Y también soporta el aluvión del gigante chino.
La diferencia es que el intercambio entre los dos países es muy favorable a Brasil y la brecha se está ensanchando. En los primeros seis meses del año la Argentina tuvo un déficit de 2.444 millones de dólares, que es más del doble que el saldo negativo de igual período de 2010. Hay quienes estiman que el déficit acumulado del 2011 podría superar los 6.500 millones de dólares.
Además del desequilibrio en sí, la composición del comercio entre los dos países se caracteriza por un fuerte déficit para la Argentina en el intercambio de las multinacionales automotrices, y por el hecho de que el resto de las exportaciones brasileñas tienen una composición con mucho mayor valor agregado que las argentinas. De lo que de allá llega hay un porcentaje importante de bienes de capital y bienes de consumo.
En este contexto no debe sorprender que las autoridades argentinas continúen demorando el otorgamiento de las licencias no automáticas que oportunamente establecieron para proteger a fabricantes locales y forzar una negociación. En los últimos días se han quejado al respecto la Asociación Brasileña de Industriales Textiles y de Confección (se refirió a una “situación en estado crítico”) y la Asociación Brasileña de la Industria del Calzado.
Es decir que más allá de que la inflación en dólares en Brasil neutraliza lo que aquí sucede, los otros factores que determinan la competitividad, como por ejemplo el desarrollo y la escala industrial, claramente favorecen al socio mayor del Mercosur.
No todo es desventaja para la Argentina. Con precios en góndola similares, tal como se vio más arriba, el salario es mayor aquí que allá. Por ejemplo, el salario mínimo vigente aquí equivale a 443 dólares y el brasileño a 350. Y las diferencias de poder adquisitivo se amplifican mucho más en algunos casos: según un estudio de la consultora Abeceb, el salario promedio de 36 días alcanza en la Argentina para adquirir una moto (en 2007 se necesitaban 75 días), mientras que en Brasil hay que trabajar cuatro meses.
Claro que Brasil fabrica alrededor de dos millones de motos por año, el quíntuple que acá.
Siguiendo con la comparación en dólares surge que también son más caras aquí la margarina (2,14 en Coto el paquete de Dánica Dorada de 500 gramos y 1,21 la Delicia en San Pablo); la mayonesa Hellmann’s de 480 gramos (2,30 a 1,72); la crema dental Colgate triple acción de 90 gramos (1,37 vs. 1,15); el kilo de lomo (13,26 vs. 12,80); y la botella de Gatorade de medio litro (1,62 vs. 1,28).
Pero hay otros artículos con precios muy parecidos. El litro de leche entera marca Elegé cuesta 1,27 dólares en Guanabara, y la Ciudad del Lago 1,26 en Coto. El kilo de arroz marca Ouro tiene un precio de 0,76 allá y de 0,72 acá. Y la diferencia en la lata de Coca Cola es de apenas un centavo (0,83 y 0,84).
Y hay otros que valen más en San Pablo que en Buenos Aires. En el shampoo Clear anticaspa de 200 ml hay casi un dólar de diferencia (3,84 a 2,88); y la cerveza Stella Artois de 275 ml cuesta 1,28 en Guanabara y 1,15 en Coto.
Estos pocos ejemplos alcanzan para mostrar que a pesar de la fuerte inflación en dólares que hubo en la Argentina en los últimos cinco años, no hay un marcado desnivel de precios respecto de Brasil. La razón es tan sencilla como que Brasil también registró un considerable aumento de sus precios en dólares. Más aún: en los últimos doce meses Brasil no sólo tuvo una inflación en dólares del 20 por ciento y superior a la argentina en 5 puntos, sino que además encabezó el respectivo ranking mundial.
Los dos países se encarecieron en dólares y en magnitudes similares, pero ese fenómeno se dio por vías diferentes. En la Argentina porque los precios han venido subiendo mucho más que el tipo de cambio. Allá porque, fundamentalmente, el dólar se ha derrumbado hasta tocar la semana pasada su punto más bajo en los últimos doce años. (Es notable recordar que en marzo de 1999 el dólar cotizaba a más de 2 reales, en 2002 a más de 3 reales, y a principios de 2003 a 3,44, es decir a más del doble que ahora). A lo que hay que agregar, secundariamente, que en Brasil también los precios suben, aunque muchísimo menos.
Fue el propio ministro de Hacienda, Guido Mantega, el que estableció prioridad en las causas de la inflación en dólares. Dijo días atrás que “la sobrevaluación me quita más el sueño que la inflación”. Y en ese sentido señaló que seguirán tomando medidas para contener la apreciación del real. Ya había establecido impuestos para disuadir el ingreso de fondos especulativos, y el viernes pasado, alarmados porque el dólar cotizaba a 1,55, el Banco Central tomó medidas para desincentivar las apuestas contra esa divisa. Mantega admitió estar preocupado por la situación del sector manufacturero, “que sigue creciendo pero tiene dificultades para competir en los mercados externos”. Tantas, que a lo largo del primer semestre del año el sector manufacturero tuvo un déficit de 21.500 millones de dólares. El problema se le presenta principalmente con los mercados asiáticos y sobre todo con China. Ciertamente Brasil mantiene un importante superávit comercial, pero cada vez más sustentado en la exportación de materias primas y commodities, y el debate sobre la reprimarización de su economía está a la orden del día.
En la Argentina ocurre algo similar. La balanza comercial sigue siendo excedentaria pero crecientemente dependiente de la exportación de productos agropecuarios, mineros y de commodities industriales. Y también soporta el aluvión del gigante chino.
La diferencia es que el intercambio entre los dos países es muy favorable a Brasil y la brecha se está ensanchando. En los primeros seis meses del año la Argentina tuvo un déficit de 2.444 millones de dólares, que es más del doble que el saldo negativo de igual período de 2010. Hay quienes estiman que el déficit acumulado del 2011 podría superar los 6.500 millones de dólares.
Además del desequilibrio en sí, la composición del comercio entre los dos países se caracteriza por un fuerte déficit para la Argentina en el intercambio de las multinacionales automotrices, y por el hecho de que el resto de las exportaciones brasileñas tienen una composición con mucho mayor valor agregado que las argentinas. De lo que de allá llega hay un porcentaje importante de bienes de capital y bienes de consumo.
En este contexto no debe sorprender que las autoridades argentinas continúen demorando el otorgamiento de las licencias no automáticas que oportunamente establecieron para proteger a fabricantes locales y forzar una negociación. En los últimos días se han quejado al respecto la Asociación Brasileña de Industriales Textiles y de Confección (se refirió a una “situación en estado crítico”) y la Asociación Brasileña de la Industria del Calzado.
Es decir que más allá de que la inflación en dólares en Brasil neutraliza lo que aquí sucede, los otros factores que determinan la competitividad, como por ejemplo el desarrollo y la escala industrial, claramente favorecen al socio mayor del Mercosur.
No todo es desventaja para la Argentina. Con precios en góndola similares, tal como se vio más arriba, el salario es mayor aquí que allá. Por ejemplo, el salario mínimo vigente aquí equivale a 443 dólares y el brasileño a 350. Y las diferencias de poder adquisitivo se amplifican mucho más en algunos casos: según un estudio de la consultora Abeceb, el salario promedio de 36 días alcanza en la Argentina para adquirir una moto (en 2007 se necesitaban 75 días), mientras que en Brasil hay que trabajar cuatro meses.
Claro que Brasil fabrica alrededor de dos millones de motos por año, el quíntuple que acá.