El Índice de Precios al consumidor está en el mismo nivel que en 2015
Cuando la comparación es con respecto a la tasa de inflación recibida del anterior gobierno, el actual no puede exhibir una reducción. La caída de este año es en relación con el shock inflacionario deliberado aplicado para provocar una transferencia de ingresos regresiva.
Está bajando la inflación dicen a coro funcionarios del gobierno y su red de propaganda oficial. Incluso coinciden tapas de diarios atribuyendo a la caída de la inflación la oportuna leve baja de la pobreza marcada por el Indec a menos de un mes de las elecciones de medio término. Algunos afirman en tono académico que existe una etapa de “desinflación”, término preferido del presidente del Banco Central, Federico Sturzenegger. La idea de que los precios están bajando forma parte de la permanente estrategia de marketing electoral de la Segunda Alianza, que otros asimilan a una persistente campaña de confusión. La inflación no esta bajando, sino que luego del salto registrado por la devaluación de diciembre de 2015 que la llevó al 41 por ciento el año pasado, se ubica ahora en el mismo nivel anterior. No ha sido exitosa ni efectiva la política monetaria de tasas elevadas y endeudamiento con Lebac para bajar la inflación. Sólo castigó a la actividad productiva y significó un costo inmenso para el patrimonio del Banco Central por la extraordinaria y rentable bicicleta especulativa entregada al mundo de las finanzas. La gestión de Sturzenegger en el manejo de la inflación, que tanto entusiasma al presidente Mauricio Macri porque piensan que la política monetaria puede aportar a esa causa, no está dando ningún resultado favorable y es muy onerosa en casi dos años de endeudamiento descomunal.
Las cifras de la inflación son elocuentes del fiasco:
En 2015 (IPC-CABA), hasta octubre fue de 19,8% acumulada; y 23,8% anualizada.
En 2016 (IPC-CABA), 41,1%.
En 2017 (IPC-Indec), hasta agosto fue de 15,4% acumulada; y 23,1% anualizada.
El saldo es esclarecedor de la inexistencia de un baja de la inflación o “desinflación:
– 2015: 23,8% anualizada.
– 2017: 23,1% anualizada.
Queda así en evidencia que el gobierno de Macri no bajó la inflación.
Las fuertes devaluaciones producen ajustes intensos del nivel de precios. La inflación medida estadísticamente sube transitoriamente por unos meses y luego vuelve naturalmente a su anterior tendencia si no se alteran otras condiciones y variables fundamentales de la economía. La caída posterior en la inflación no es un éxito de la política de desinflación sino la contracara de la suba inicial en la inflación medida luego del ajuste cambiario. Los casos de las devaluaciones de enero de 2014 y diciembre de 2015 son casi idénticos. En ambos la inflación subió hasta el 40 por ciento, luego cayó al anterior nivel que estaba y siguió en el espacio del 20 al 25 por ciento anual. La diferencia no menor entre una y otra experiencia es que en la primera hubo una política deliberada de compensación social para no perjudicar a los sectores vulnerables, asalariados y jubilados, mientras que en ésta última no hubo intención de protegerlos y se buscó en cambio consolidar una redistribución de ingresos regresiva.
Libreto
Los argumentos de voceros oficiosos para explicar la resistencia de los precios a bajar van variando cada mes y siempre señalan que se trata de alguna circunstancia inesperada. Entre otros, el alza de los alimentos no prevista; el aumento de la carne por cuestiones climáticas que no pueden preverse; el impacto del ajuste en las tarifas; el efecto de las mejoras de salarios por paritarias; los incrementos de diversos servicios. Mientras los precios siguen subiendo, los funcionarios afirman que están bajando, que seguirán descendiendo y que están trabajando en domar a la inflación. Fijan pautas anuales de variación de la inflación incumplibles, como el 17 por ciento en este año y del 12 por ciento para el próximo, según el Banco Central, y del 15,7 por ciento, según el proyecto. Pero presentar esas metas les permite mostrarse preocupados en el tema, puesta en escena que colisiona con los datos duros de la realidad. El presidente Macri con el traje de candidato había dicho que bajar la inflación era lo más fácil de hacer y ahora promete que estará en un dígito en 2019.
El libreto oficial con la inflación es el siguiente: mientras fracasan en bajarla, decir que está bajando y que están poniendo todo el esfuerzo en bajarla aún más. Uno de los funcionarios que mostró que había aprendido la letra del guión fue Mariano Flores Vidal, Gerente General del Banco Central, en la inauguración del XII Foro Económico y de Negocios 2017 de Thomson Reuters. Señaló que “bajar la inflación es como hacer una dieta: los primeros kilos se bajan rápido, y luego el trabajo se vuelve más arduo”. En tal sentido, dijo que el objetivo del Central “es quebrar ese 1,5 por ciento de inflación núcleo” que todavía se evidencia. “El BCRA está focalizado en llegar a fin de año con una inflación mensual en torno al 1,0 por ciento”.
En forma disciplinada, el presidente y el resto de los funcionarios, cumplen así con la estrategia de alimentar expectativas de que la economía en el futuro mostrará índices de precios más bajos y que están comprometidos en alcanzar ese objetivo. Para algunos manifestar voluntad de conseguir una meta, en este caso la reducción de la inflación, es suficiente muestra de seriedad en la gestión. Para otros es simplemente desplegar una política de engaño colectivo para, mientras adormecen a las mayorías con promesas de mejoras, seguir avanzando en una redistribución de ingresos regresiva. Esta se concreta con subas en las tarifas de servicios públicos, en combustibles, en servicios privados como el cable o las prepagas, al tiempo que se presiona para que gran parte de las paritarias acomoden salarios por debajo de la inflación.
Manipulaciones
Los manejos discursivos del gobierno y los resultados negativos en materia de inflación de la gestión económica reciben una contribución del Indec de Macri con alteraciones en la elaboración del Índice de Precios al Consumidor. El Informe de Inflación de agosto pasado de Fundación Pueblos del Sur, de Rosario, Santa Fe, ofrece una esclarecedora enumeración de los cambios y manipulaciones realizadas en ese indicador clave. Con Jorge Todesca en la dirección del Instituto Nacional de Estadística y Censos, la metodología utilizada para confeccionar las estadísticas oficiales de precios registró reiterados cambios que “complican la interpretación del fenómeno y el empalme de las series de datos”, indican. Lo que sigue detalla las alteraciones realizadas en apenas 21 meses de gestión:
Apagón estadístico: desde diciembre de 2015 hasta junio de 2016, las publicaciones mensuales proporcionadas por el Indec fueron canceladas debido a la emergencia estadística declarada por el gobierno de Cambiemos. Por tal motivo se presentaron dos medidas alternativas para el seguimiento de la inflación. Por un lado, el IPC confeccionado por la Ciudad de Buenos Aires y, por el otro, el generado por la provincia de San Luis.
Con la difusión de nuevos registros oficiales empezó el aporte del Indec a la causa del gobierno: el inicio de la divulgación fue en el segundo semestre de 2016 cuando ya había impactado el shock inflacionario de la devaluación y eliminación de retenciones. Para implementar el nuevo índice, Todesca despidió a la directora del Indec Graciela Bevacqua, técnica emblema de la resistencia a la gestión kirchnerista, que había manifestado su oposición a los tiempos y a la forma de elaborar el renovado indicador. Puede ser que Bevacqua no tuviera razón, pero quedó nuevamente en evidencia que la presión política triunfó sobre el debate técnico.
El apagón estadístico alcanzó al Índice de Precios al Consumidor Nacional Urbano (IPCNu) estrenado a principios de 2013. A diferencia de otros indicadores, éste no fue sujeto a escrutinio sino que directamente fue discontinuado. Sin muchos fundamentos técnicos y a pesar de haber satisfecho las exigencias técnicas del FMI en su momento, el IPCNu fue dado de baja por una supuesta -y nunca explicada académicamente- falta de rigurosidad técnica y evidente divergencia con otros indicadores públicos y privados.
En junio de 2016, se utilizó la metodología del IPC-GBA que representa a los hogares residentes en la Ciudad Autónoma de Buenos Aires y en 24 partidos del Gran Buenos Aires. En mayo pasado se anunció un nuevo cambio con respecto a la medición: el Indec lanzó un índice con cobertura nacional que sustituyó al IPC-Gran Buenos Aires como referencia oficial. Se siguen publicando ambos índices. Surge entonces el interrogante: ¿el IPC-Nacional registró un alza mayor o menor al IPC-GBA? Respuesta: menor, siendo así un aporte más del Indec al gobierno de Macri para aproximarlo a las metas de inflación planteadas por el Banco Central.
Otra contribución para acomodar las cifras de la inflación fue no utilizar como base para elaborar el índice los ponderadores obtenidos a partir de la Encuesta Nacional de Gastos de los Hogares 2012/13. El 19 de marzo de 2013 finalizó esa tarea con 500 encuestadores visitando más de 37.000 viviendas en todo el país a lo largo de un año. La nuevas autoridades invalidaron ese trabajo con el argumento de su “alta tasa de no respuesta y la imposibilidad de evaluar la calidad de los datos”. Entonces tomaron como referencia la Encuesta Nacional de Gastos de los Hogares de 2004/2005.
De esa forma, con ponderaciones absolutamente desactualizados (por ejemplo, la incidencia del consumo de servicios públicos o la del gasto en Internet y TV por cable en el presupuesto de los hogares), los tarifazos y los aumentos generalizados de los servicios privados tienen un impacto mucho menor en los índices que difunde ahora el Indec de Macri.
A estos cambios metodológicos dispuestos en menos de dos años se sumará otro, puesto que se ha indiciado la recolección de datos para la confección de la Encuesta Nacional de Gastos de los Hogares 2017/18, base para el relevamiento de los precios que forman parte del IPC.
A finales de su tercer año de mandato, el gobierno de Cambiemos acumulará no menos de cinco modificaciones (salvo que quiera introducir otras más que al momento se desconocen) en lo que respecta a la medición de la inflación. Los especialistas de la Fundación cuestionan “si normalizar el Indec requería modificar tantas veces la forma de calcular un índice tan sensible al interés general, siendo que esto dificulta la compresión de la evolución del fenómeno, aspecto fundamental que cumplen los indicadores útiles y confiables”.
Aumentos
En los dos últimos meses del año habrá una batería de aumentos que, si no aparece la mano milagrosa del Indec, deberían impactar en alza del IPC por encima de la meta oficial. Se liberó el precio de los combustibles con un acuerdo con las petroleras para postergar el ajuste del 6 al 10 por ciento para noviembre. Habrá otra ronda del tarifazo en la electricidad y el gas. Las boletas de ésta última fueron divididas en cuatro cuotas para eludir la factura abultada por el consumo de invierno en semanas previas a las elecciones. En gas el alza será de por lo menos de 30 a 40 por ciento, sobre una base que acumula más del 400 por ciento, por la actualización que se hará en función del valor del fluido en boca de pozo y de lo que percibirán las distribuidoras. Ese no será el último aumento. En abril del año próximo habrá otro ajuste mínimo del 30 por ciento. El tarifazo en el transporte también fue postergado. Se aplicará después de las elecciones, en los meses inmediatos de este año o en el primer trimestre de 2018. El gobierno autorizó a las empresas de medicina prepaga a subir las cuotas en 5 por ciento a partir de septiembre y habrá otro ajuste de 7 por ciento que la Secretaría de Comercio postergó para después de las elecciones. Entre otros gastos, a partir de noviembre habrá que pagar para ver los partidos de fútbol del campeonato argentino.
Mientras el presidente Macri y el titular del Central, Federico Struzenegger, afirman sin pudor que la inflación está bajando, esos y otros ajustes en precios –si son computados por el Indec– deberán impactar en un alza mayor del IPC. Este escenario general de precios, que está en los mismos niveles de 2015, no incluye la probable suba del tipo de cambio que en estos meses ha actuado como ancla de la inflación.
Cuando la comparación es con respecto a la tasa de inflación recibida del anterior gobierno, el actual no puede exhibir una reducción. La caída de este año es en relación con el shock inflacionario deliberado aplicado para provocar una transferencia de ingresos regresiva.
Está bajando la inflación dicen a coro funcionarios del gobierno y su red de propaganda oficial. Incluso coinciden tapas de diarios atribuyendo a la caída de la inflación la oportuna leve baja de la pobreza marcada por el Indec a menos de un mes de las elecciones de medio término. Algunos afirman en tono académico que existe una etapa de “desinflación”, término preferido del presidente del Banco Central, Federico Sturzenegger. La idea de que los precios están bajando forma parte de la permanente estrategia de marketing electoral de la Segunda Alianza, que otros asimilan a una persistente campaña de confusión. La inflación no esta bajando, sino que luego del salto registrado por la devaluación de diciembre de 2015 que la llevó al 41 por ciento el año pasado, se ubica ahora en el mismo nivel anterior. No ha sido exitosa ni efectiva la política monetaria de tasas elevadas y endeudamiento con Lebac para bajar la inflación. Sólo castigó a la actividad productiva y significó un costo inmenso para el patrimonio del Banco Central por la extraordinaria y rentable bicicleta especulativa entregada al mundo de las finanzas. La gestión de Sturzenegger en el manejo de la inflación, que tanto entusiasma al presidente Mauricio Macri porque piensan que la política monetaria puede aportar a esa causa, no está dando ningún resultado favorable y es muy onerosa en casi dos años de endeudamiento descomunal.
Las cifras de la inflación son elocuentes del fiasco:
En 2015 (IPC-CABA), hasta octubre fue de 19,8% acumulada; y 23,8% anualizada.
En 2016 (IPC-CABA), 41,1%.
En 2017 (IPC-Indec), hasta agosto fue de 15,4% acumulada; y 23,1% anualizada.
El saldo es esclarecedor de la inexistencia de un baja de la inflación o “desinflación:
– 2015: 23,8% anualizada.
– 2017: 23,1% anualizada.
Queda así en evidencia que el gobierno de Macri no bajó la inflación.
Las fuertes devaluaciones producen ajustes intensos del nivel de precios. La inflación medida estadísticamente sube transitoriamente por unos meses y luego vuelve naturalmente a su anterior tendencia si no se alteran otras condiciones y variables fundamentales de la economía. La caída posterior en la inflación no es un éxito de la política de desinflación sino la contracara de la suba inicial en la inflación medida luego del ajuste cambiario. Los casos de las devaluaciones de enero de 2014 y diciembre de 2015 son casi idénticos. En ambos la inflación subió hasta el 40 por ciento, luego cayó al anterior nivel que estaba y siguió en el espacio del 20 al 25 por ciento anual. La diferencia no menor entre una y otra experiencia es que en la primera hubo una política deliberada de compensación social para no perjudicar a los sectores vulnerables, asalariados y jubilados, mientras que en ésta última no hubo intención de protegerlos y se buscó en cambio consolidar una redistribución de ingresos regresiva.
Libreto
Los argumentos de voceros oficiosos para explicar la resistencia de los precios a bajar van variando cada mes y siempre señalan que se trata de alguna circunstancia inesperada. Entre otros, el alza de los alimentos no prevista; el aumento de la carne por cuestiones climáticas que no pueden preverse; el impacto del ajuste en las tarifas; el efecto de las mejoras de salarios por paritarias; los incrementos de diversos servicios. Mientras los precios siguen subiendo, los funcionarios afirman que están bajando, que seguirán descendiendo y que están trabajando en domar a la inflación. Fijan pautas anuales de variación de la inflación incumplibles, como el 17 por ciento en este año y del 12 por ciento para el próximo, según el Banco Central, y del 15,7 por ciento, según el proyecto. Pero presentar esas metas les permite mostrarse preocupados en el tema, puesta en escena que colisiona con los datos duros de la realidad. El presidente Macri con el traje de candidato había dicho que bajar la inflación era lo más fácil de hacer y ahora promete que estará en un dígito en 2019.
El libreto oficial con la inflación es el siguiente: mientras fracasan en bajarla, decir que está bajando y que están poniendo todo el esfuerzo en bajarla aún más. Uno de los funcionarios que mostró que había aprendido la letra del guión fue Mariano Flores Vidal, Gerente General del Banco Central, en la inauguración del XII Foro Económico y de Negocios 2017 de Thomson Reuters. Señaló que “bajar la inflación es como hacer una dieta: los primeros kilos se bajan rápido, y luego el trabajo se vuelve más arduo”. En tal sentido, dijo que el objetivo del Central “es quebrar ese 1,5 por ciento de inflación núcleo” que todavía se evidencia. “El BCRA está focalizado en llegar a fin de año con una inflación mensual en torno al 1,0 por ciento”.
En forma disciplinada, el presidente y el resto de los funcionarios, cumplen así con la estrategia de alimentar expectativas de que la economía en el futuro mostrará índices de precios más bajos y que están comprometidos en alcanzar ese objetivo. Para algunos manifestar voluntad de conseguir una meta, en este caso la reducción de la inflación, es suficiente muestra de seriedad en la gestión. Para otros es simplemente desplegar una política de engaño colectivo para, mientras adormecen a las mayorías con promesas de mejoras, seguir avanzando en una redistribución de ingresos regresiva. Esta se concreta con subas en las tarifas de servicios públicos, en combustibles, en servicios privados como el cable o las prepagas, al tiempo que se presiona para que gran parte de las paritarias acomoden salarios por debajo de la inflación.
Manipulaciones
Los manejos discursivos del gobierno y los resultados negativos en materia de inflación de la gestión económica reciben una contribución del Indec de Macri con alteraciones en la elaboración del Índice de Precios al Consumidor. El Informe de Inflación de agosto pasado de Fundación Pueblos del Sur, de Rosario, Santa Fe, ofrece una esclarecedora enumeración de los cambios y manipulaciones realizadas en ese indicador clave. Con Jorge Todesca en la dirección del Instituto Nacional de Estadística y Censos, la metodología utilizada para confeccionar las estadísticas oficiales de precios registró reiterados cambios que “complican la interpretación del fenómeno y el empalme de las series de datos”, indican. Lo que sigue detalla las alteraciones realizadas en apenas 21 meses de gestión:
Apagón estadístico: desde diciembre de 2015 hasta junio de 2016, las publicaciones mensuales proporcionadas por el Indec fueron canceladas debido a la emergencia estadística declarada por el gobierno de Cambiemos. Por tal motivo se presentaron dos medidas alternativas para el seguimiento de la inflación. Por un lado, el IPC confeccionado por la Ciudad de Buenos Aires y, por el otro, el generado por la provincia de San Luis.
Con la difusión de nuevos registros oficiales empezó el aporte del Indec a la causa del gobierno: el inicio de la divulgación fue en el segundo semestre de 2016 cuando ya había impactado el shock inflacionario de la devaluación y eliminación de retenciones. Para implementar el nuevo índice, Todesca despidió a la directora del Indec Graciela Bevacqua, técnica emblema de la resistencia a la gestión kirchnerista, que había manifestado su oposición a los tiempos y a la forma de elaborar el renovado indicador. Puede ser que Bevacqua no tuviera razón, pero quedó nuevamente en evidencia que la presión política triunfó sobre el debate técnico.
El apagón estadístico alcanzó al Índice de Precios al Consumidor Nacional Urbano (IPCNu) estrenado a principios de 2013. A diferencia de otros indicadores, éste no fue sujeto a escrutinio sino que directamente fue discontinuado. Sin muchos fundamentos técnicos y a pesar de haber satisfecho las exigencias técnicas del FMI en su momento, el IPCNu fue dado de baja por una supuesta -y nunca explicada académicamente- falta de rigurosidad técnica y evidente divergencia con otros indicadores públicos y privados.
En junio de 2016, se utilizó la metodología del IPC-GBA que representa a los hogares residentes en la Ciudad Autónoma de Buenos Aires y en 24 partidos del Gran Buenos Aires. En mayo pasado se anunció un nuevo cambio con respecto a la medición: el Indec lanzó un índice con cobertura nacional que sustituyó al IPC-Gran Buenos Aires como referencia oficial. Se siguen publicando ambos índices. Surge entonces el interrogante: ¿el IPC-Nacional registró un alza mayor o menor al IPC-GBA? Respuesta: menor, siendo así un aporte más del Indec al gobierno de Macri para aproximarlo a las metas de inflación planteadas por el Banco Central.
Otra contribución para acomodar las cifras de la inflación fue no utilizar como base para elaborar el índice los ponderadores obtenidos a partir de la Encuesta Nacional de Gastos de los Hogares 2012/13. El 19 de marzo de 2013 finalizó esa tarea con 500 encuestadores visitando más de 37.000 viviendas en todo el país a lo largo de un año. La nuevas autoridades invalidaron ese trabajo con el argumento de su “alta tasa de no respuesta y la imposibilidad de evaluar la calidad de los datos”. Entonces tomaron como referencia la Encuesta Nacional de Gastos de los Hogares de 2004/2005.
De esa forma, con ponderaciones absolutamente desactualizados (por ejemplo, la incidencia del consumo de servicios públicos o la del gasto en Internet y TV por cable en el presupuesto de los hogares), los tarifazos y los aumentos generalizados de los servicios privados tienen un impacto mucho menor en los índices que difunde ahora el Indec de Macri.
A estos cambios metodológicos dispuestos en menos de dos años se sumará otro, puesto que se ha indiciado la recolección de datos para la confección de la Encuesta Nacional de Gastos de los Hogares 2017/18, base para el relevamiento de los precios que forman parte del IPC.
A finales de su tercer año de mandato, el gobierno de Cambiemos acumulará no menos de cinco modificaciones (salvo que quiera introducir otras más que al momento se desconocen) en lo que respecta a la medición de la inflación. Los especialistas de la Fundación cuestionan “si normalizar el Indec requería modificar tantas veces la forma de calcular un índice tan sensible al interés general, siendo que esto dificulta la compresión de la evolución del fenómeno, aspecto fundamental que cumplen los indicadores útiles y confiables”.
Aumentos
En los dos últimos meses del año habrá una batería de aumentos que, si no aparece la mano milagrosa del Indec, deberían impactar en alza del IPC por encima de la meta oficial. Se liberó el precio de los combustibles con un acuerdo con las petroleras para postergar el ajuste del 6 al 10 por ciento para noviembre. Habrá otra ronda del tarifazo en la electricidad y el gas. Las boletas de ésta última fueron divididas en cuatro cuotas para eludir la factura abultada por el consumo de invierno en semanas previas a las elecciones. En gas el alza será de por lo menos de 30 a 40 por ciento, sobre una base que acumula más del 400 por ciento, por la actualización que se hará en función del valor del fluido en boca de pozo y de lo que percibirán las distribuidoras. Ese no será el último aumento. En abril del año próximo habrá otro ajuste mínimo del 30 por ciento. El tarifazo en el transporte también fue postergado. Se aplicará después de las elecciones, en los meses inmediatos de este año o en el primer trimestre de 2018. El gobierno autorizó a las empresas de medicina prepaga a subir las cuotas en 5 por ciento a partir de septiembre y habrá otro ajuste de 7 por ciento que la Secretaría de Comercio postergó para después de las elecciones. Entre otros gastos, a partir de noviembre habrá que pagar para ver los partidos de fútbol del campeonato argentino.
Mientras el presidente Macri y el titular del Central, Federico Struzenegger, afirman sin pudor que la inflación está bajando, esos y otros ajustes en precios –si son computados por el Indec– deberán impactar en un alza mayor del IPC. Este escenario general de precios, que está en los mismos niveles de 2015, no incluye la probable suba del tipo de cambio que en estos meses ha actuado como ancla de la inflación.