Por Fernando J. Pisani / Docente de escuelas técnicas de Rosario
Algo distinto hay que hacer. La violencia no para de crecer. La cantidad de jóvenes heridos o muertos, y que hieren o matan, nos impacta día a día. Los robos de cualquier cosa seguidos o precedidos por agresiones inconcebibles en otras épocas, al menos en su frecuencia, nos hace preguntar qué mundo estamos construyendo. Nada ni nadie está a salvo. Del respeto y veneración por el anciano se pasó a transformarlos en la víctima fácil. La escuela y los lugares donde se ayuda a la gente, de zonas intocables pasaron a ser lugar de reiterados robos o hechos vandálicos. Rosario y Santa Fe se han transformado en las ciudades más violentas de Argentina. El narcotráfico parece que no sólo llegó para quedarse, sino para extenderse.
Y frente a ello es un grave error −y muestra de impotencia− que los gobiernos provinciales echen las culpas y responsabilidades al nacional; las municipalidades y comunas, a la provincia y a la Nación; y nosotros, a los gobiernos y poderes públicos. Por supuesto que viviendo en un país federal la principal responsabilidad recae en el Poder Ejecutivo provincial, así como también en el Legislativo y en el Judicial. De sus impericias, sus «vistas gordas» y zonas oscuras podemos atribuir ciertos crecimientos desmedidos o faltas de respuestas contundentes, pero el problema principal está en otro lado.
Pero es simplista atribuirlo a la pobreza, a la falta de trabajo o a las características de la sociedad capitalista, aunque también tienen que ver. Y más errado aún es afirmar que es propio de la «naturaleza humana»: la violencia, las conductas delictivas, el «resolver» las cosas a los golpes, puntazos o tiros, son cosas que se aprenden.
Si lejos de resolverse, se agrava, no es descabellado suponer que estamos haciendo algo cada vez peor, como sociedad y como individuos. Y aquí la clave está en «estamos haciendo». Porque sin pretender negar diversas responsabilidades −económicas, políticas, institucionales− no encontraremos la punta del ovillo si lo vemos como algo que nosotros no tenemos nada que ver, que jamás se relaciona con lo que hacemos, apoyamos o aceptamos.
Si la violencia es un comportamiento social adquirido, y al mismo tiempo encontramos mandamientos religiosos, contenidos educativos, declaraciones políticas, leyes, que cuestionan la violencia ¿en dónde y cómo se aprende? ¿cómo se promueve? ¿cómo se justifica? ¿cómo y dónde se refuerza?
Más allá de que se pueden mejorar o empeorar los índices de acuerdo a las políticas que se den los distintos poderes públicos, una parte principal causante de la violencia sigue presente y queda oculta.
Lo que no se percibe, o no se admite, es que existe una especie de matriz cultural, preexistente al capitalismo, con hondas apoyaturas en rasgos estructurales comunes a diversos modos de producción, que nutre, apoya, promueve, justifica y reproduce las condiciones para la aparición, proliferación y crecimiento de la violencia en general, y que, según situaciones, coyunturas y otros componentes, toma la forma con que se presenta en diversas épocas.
¿Cuáles son algunas de las proposiciones importantes en aquella matriz?
Sin orden de importancia y sólo considerando tres:
1) Hay seres humanos que están por encima de los demás y tienen sobre los demás derechos, prerrogativas, poder, atribuciones, sea por color de la piel, posición social, patrimonio, sexo, tamaño físico, edad, aspecto o lugar de nacimiento.
2) Se puede agredir, torturar o matar cuando la propiedad o el poder −económico, territorial o religioso− está en juego.
3) El fin justifica los medios.
¿Es posible combatir o disminuir la inseguridad y la violencia manteniendo al mismo tiempo la defensa de estas afirmaciones?
Lo lamentable es que nuestra sociedad −el mundo− acepta, institucionaliza y legitima esos postulados. Incluso a veces lo transforma directamente en axiomas. O motivo de orgullo.
La familia, el sistema educativo y los medios formadores de opinión y culturales, así como instituciones públicas y privadas, las avalan, promueven, enseñan y fomentan a través de diversos dispositivos, sin que nadie se escandalice o se de cuenta.
Decretar como hizo Irigoyen «el Día de la Raza» (leer día del racismo); o enseñar en las escuelas el «Descubrimiento de América» (leer 120 millones de personas eran subhumanos); o la famosa «Campaña del Desierto» (si está desierto podemos apropiarnos de todo, principal origen de la riqueza de sectores de poder que tanto daño hicieron a la Argentina, como Martínez de Hoz), son dispositivos del primer punto de aquella matriz. Y para no entrar en temas polémicos de acá, la imagen del monarca español matando a un elefante que no le hizo nada y que tampoco lo hace por necesidad de alimentarse, simplemente por practicar el «deporte» de matar, promueve alevosamente la violencia, pero más aún lo hace el simple hecho de ser rey.
¿O acaso la violencia contra comunidades Q’om en Santiago y contra otras comunidades o personas no blancas en otras provincias no tiene que ver con todo eso?
La desigualdad, la supremacía de unos sobre otros, la exigencia de subordinación, la imposición, la prepotencia, los daños físicos y/o psíquicos están presente en todos lados, incluso en muchas familias, tal vez también en la nuestra. Y la mayor cantidad de casos de heridos y muertes producidos por la violencia jamás podrán solucionarse con más policías, pues se producen en el seno familiar.
Humillaciones, insultos, intimidaciones, amenazas de todo tipo −incluso de muerte−, chantaje económico o emocional, estados de servidumbre, uso del poder económico para imponer ciertas conductas al otro o para perjudicarlo, violaciones a la propia pareja o hijos e hijastros,, conductas cuasi delictivas sobre los bienes gananciales y no gananciales, incumplimiento de deberes, hurto, golpes, son moneda corriente y quienes más lo sufren son las mujeres, seguidos por las niñas y niños y luego los ancianos.
En esa violencia solapada, sutil, natural, normal, y de la cual en todo caso aparecen sólo puntas como el iceberg, transcurre la niñez y la adolescencia de buena parte de nuestros conciudadanos y conciudadanas. Agravado por dar como normales e inevitables las condiciones de vida y hábitat que ya deberían ser inaceptables para todos.
Y es una violencia que se funda, se apoya, se justifica, se defiende y se fortifica en la primera premisa que hemos presentado y contribuye a su reproducción.
Si quisiéramos enfrentar el problema en serio, deberíamos salir de los casos extremos y relevar todos los tipos de violencias e inseguridades, entre otras la familiar, laboral, cultural, ciudadana −largas colas en bancos, hospitales, ruidos, smog, cruzar una calle si se tiene algún problema físico, política, económica, judicial, social, sexual, racial, religiosa, policial, etc, etc. O la violencia que resulta de no cumplir leyes gracias a tener gran poder económico y vasos comunicantes con la Justicia y con sectores políticos y mediáticos. O que prime la ganancia por sobre todo. O la que se estimula con deseos expresados en comentarios de diarios on line, radio, tv, reuniones o manifestaciones, que mejor no reproducir aquí.
Y allí determinar cómo se expresan en concreto las tres proposiciones mencionadas, cuáles son los dispositivos más eficientes para defenderlas y reproducirlas y entonces elaborar líneas de acción orientadas a contribuir a desmantelar tanto la matriz social como los dispositivos asociados, más allá de las cosas que ya se pueden estar haciendo en ese sentido, que hay que reconocer y apoyar, no importa quién promueva la iniciativa.
Mientras pensemos que la violencia y la inseguridad es responsabilidad sólo de otros, no podremos enfrentarlas con éxito.
Algo distinto hay que hacer. La violencia no para de crecer. La cantidad de jóvenes heridos o muertos, y que hieren o matan, nos impacta día a día. Los robos de cualquier cosa seguidos o precedidos por agresiones inconcebibles en otras épocas, al menos en su frecuencia, nos hace preguntar qué mundo estamos construyendo. Nada ni nadie está a salvo. Del respeto y veneración por el anciano se pasó a transformarlos en la víctima fácil. La escuela y los lugares donde se ayuda a la gente, de zonas intocables pasaron a ser lugar de reiterados robos o hechos vandálicos. Rosario y Santa Fe se han transformado en las ciudades más violentas de Argentina. El narcotráfico parece que no sólo llegó para quedarse, sino para extenderse.
Y frente a ello es un grave error −y muestra de impotencia− que los gobiernos provinciales echen las culpas y responsabilidades al nacional; las municipalidades y comunas, a la provincia y a la Nación; y nosotros, a los gobiernos y poderes públicos. Por supuesto que viviendo en un país federal la principal responsabilidad recae en el Poder Ejecutivo provincial, así como también en el Legislativo y en el Judicial. De sus impericias, sus «vistas gordas» y zonas oscuras podemos atribuir ciertos crecimientos desmedidos o faltas de respuestas contundentes, pero el problema principal está en otro lado.
Pero es simplista atribuirlo a la pobreza, a la falta de trabajo o a las características de la sociedad capitalista, aunque también tienen que ver. Y más errado aún es afirmar que es propio de la «naturaleza humana»: la violencia, las conductas delictivas, el «resolver» las cosas a los golpes, puntazos o tiros, son cosas que se aprenden.
Si lejos de resolverse, se agrava, no es descabellado suponer que estamos haciendo algo cada vez peor, como sociedad y como individuos. Y aquí la clave está en «estamos haciendo». Porque sin pretender negar diversas responsabilidades −económicas, políticas, institucionales− no encontraremos la punta del ovillo si lo vemos como algo que nosotros no tenemos nada que ver, que jamás se relaciona con lo que hacemos, apoyamos o aceptamos.
Si la violencia es un comportamiento social adquirido, y al mismo tiempo encontramos mandamientos religiosos, contenidos educativos, declaraciones políticas, leyes, que cuestionan la violencia ¿en dónde y cómo se aprende? ¿cómo se promueve? ¿cómo se justifica? ¿cómo y dónde se refuerza?
Más allá de que se pueden mejorar o empeorar los índices de acuerdo a las políticas que se den los distintos poderes públicos, una parte principal causante de la violencia sigue presente y queda oculta.
Lo que no se percibe, o no se admite, es que existe una especie de matriz cultural, preexistente al capitalismo, con hondas apoyaturas en rasgos estructurales comunes a diversos modos de producción, que nutre, apoya, promueve, justifica y reproduce las condiciones para la aparición, proliferación y crecimiento de la violencia en general, y que, según situaciones, coyunturas y otros componentes, toma la forma con que se presenta en diversas épocas.
¿Cuáles son algunas de las proposiciones importantes en aquella matriz?
Sin orden de importancia y sólo considerando tres:
1) Hay seres humanos que están por encima de los demás y tienen sobre los demás derechos, prerrogativas, poder, atribuciones, sea por color de la piel, posición social, patrimonio, sexo, tamaño físico, edad, aspecto o lugar de nacimiento.
2) Se puede agredir, torturar o matar cuando la propiedad o el poder −económico, territorial o religioso− está en juego.
3) El fin justifica los medios.
¿Es posible combatir o disminuir la inseguridad y la violencia manteniendo al mismo tiempo la defensa de estas afirmaciones?
Lo lamentable es que nuestra sociedad −el mundo− acepta, institucionaliza y legitima esos postulados. Incluso a veces lo transforma directamente en axiomas. O motivo de orgullo.
La familia, el sistema educativo y los medios formadores de opinión y culturales, así como instituciones públicas y privadas, las avalan, promueven, enseñan y fomentan a través de diversos dispositivos, sin que nadie se escandalice o se de cuenta.
Decretar como hizo Irigoyen «el Día de la Raza» (leer día del racismo); o enseñar en las escuelas el «Descubrimiento de América» (leer 120 millones de personas eran subhumanos); o la famosa «Campaña del Desierto» (si está desierto podemos apropiarnos de todo, principal origen de la riqueza de sectores de poder que tanto daño hicieron a la Argentina, como Martínez de Hoz), son dispositivos del primer punto de aquella matriz. Y para no entrar en temas polémicos de acá, la imagen del monarca español matando a un elefante que no le hizo nada y que tampoco lo hace por necesidad de alimentarse, simplemente por practicar el «deporte» de matar, promueve alevosamente la violencia, pero más aún lo hace el simple hecho de ser rey.
¿O acaso la violencia contra comunidades Q’om en Santiago y contra otras comunidades o personas no blancas en otras provincias no tiene que ver con todo eso?
La desigualdad, la supremacía de unos sobre otros, la exigencia de subordinación, la imposición, la prepotencia, los daños físicos y/o psíquicos están presente en todos lados, incluso en muchas familias, tal vez también en la nuestra. Y la mayor cantidad de casos de heridos y muertes producidos por la violencia jamás podrán solucionarse con más policías, pues se producen en el seno familiar.
Humillaciones, insultos, intimidaciones, amenazas de todo tipo −incluso de muerte−, chantaje económico o emocional, estados de servidumbre, uso del poder económico para imponer ciertas conductas al otro o para perjudicarlo, violaciones a la propia pareja o hijos e hijastros,, conductas cuasi delictivas sobre los bienes gananciales y no gananciales, incumplimiento de deberes, hurto, golpes, son moneda corriente y quienes más lo sufren son las mujeres, seguidos por las niñas y niños y luego los ancianos.
En esa violencia solapada, sutil, natural, normal, y de la cual en todo caso aparecen sólo puntas como el iceberg, transcurre la niñez y la adolescencia de buena parte de nuestros conciudadanos y conciudadanas. Agravado por dar como normales e inevitables las condiciones de vida y hábitat que ya deberían ser inaceptables para todos.
Y es una violencia que se funda, se apoya, se justifica, se defiende y se fortifica en la primera premisa que hemos presentado y contribuye a su reproducción.
Si quisiéramos enfrentar el problema en serio, deberíamos salir de los casos extremos y relevar todos los tipos de violencias e inseguridades, entre otras la familiar, laboral, cultural, ciudadana −largas colas en bancos, hospitales, ruidos, smog, cruzar una calle si se tiene algún problema físico, política, económica, judicial, social, sexual, racial, religiosa, policial, etc, etc. O la violencia que resulta de no cumplir leyes gracias a tener gran poder económico y vasos comunicantes con la Justicia y con sectores políticos y mediáticos. O que prime la ganancia por sobre todo. O la que se estimula con deseos expresados en comentarios de diarios on line, radio, tv, reuniones o manifestaciones, que mejor no reproducir aquí.
Y allí determinar cómo se expresan en concreto las tres proposiciones mencionadas, cuáles son los dispositivos más eficientes para defenderlas y reproducirlas y entonces elaborar líneas de acción orientadas a contribuir a desmantelar tanto la matriz social como los dispositivos asociados, más allá de las cosas que ya se pueden estar haciendo en ese sentido, que hay que reconocer y apoyar, no importa quién promueva la iniciativa.
Mientras pensemos que la violencia y la inseguridad es responsabilidad sólo de otros, no podremos enfrentarlas con éxito.
este es un asunto que bien podrian encarar los colegios de psicologos,para ayudar a sublimar la pulsion de muerte y la agresion(que no es lo mismo que la violencia)que forman parte de la conducta humana.Desgraciadamente,como ya observo H.Marcusse,la psicologia forma parte del sistema dominado por el mercado y el dinero.
no es un problema psicológico y por ese camino no se tardaría entonces en calificar que las conductas racistas, sexistas, de dominación del uno sobre el otro, de considerarse con derechos de propiedad sobre el otro, etc, etc son una enfermedad a tratar, y en definitiva tu planteo casi se reduce a plantear que la violencia señalada «forman parte de la conducta humana» como si fuera ya algo intrínseco a la naturaleza humana, cuando en realidad todo es social, todo es político, todo es ideológico, todo es económico y por ende más que psicólogos necesitamos movimientos sociales, movimientos políticos que alteren las bases de las injusticias y las concepciones ideológicas que justifican los sometimientos de distinto tipo
El problema es que la gran mayoria de los delitos con violencia hacia las personas permanecen impunes o casi impunes.
Eso genera una situacion donde el uso de la fuerza como castigo a conductas consideradas antisociales cambia de manos. El antisocial a ser castigado, con pena de muerte en muchos casos, es el que hace una denuncia a la policia, el que no paga «protección «, el que no respeta los codigos mafiosos, o zonas de venta de drogas, etc.
No le andás errado, Mariano. Pero es peor, pues la mayoría de los delitos no sólo permanecen impunes, sino que buena parte de ellos son justificados o ensalzados o considerados como normales por el «sentido común»
Es como si a la sociedad le hubiera permeado un sentido común mafioso.
Siempre me causó gracia la visión negativa del «buchón», que es el que denuncia un delito. O la positiva de los «códigos» de determinadas actividades.
La saga del ex arquero de San Lorenzo, y el enojo, justificado por algunos medios, de «la hinchada» de boca o San Lorenzo porque el imputado habría dado información al juez con tal de salir liberado me exime de mayores comentarios.
es lamentable Fernando que por su analisis termine acercandose a MARIANOT,que es opositor al criterio del gobierno en general y en materia penal amigo de la mano sura,que para mi no resuelve nada.El ejemplo de la impunidad fue dado por la dictadura que se aparto totalmente de la ley haciendo de nosotros lo que quiso.El problema de la inseguridad ya sabemos que es muy complejo y por ende tiene causas economicas y psicologicas.Considere que la violencia resulta de un aprendizaje social,en cambio la conducta alocentrica es parte de la adaptacion y encierra un mivimiento hacia afuera que puede ser agresivo;todo depende de como se canalice.aaeal concepto de enfermedad es tambien compicado.Hoy se la ve como una forma de adaptacion y lo normal es una cuestion estadistica y mayoritaria,pudiendo variar segun las sociedades.Todo tipo de prejuicio:racial,de genero,de dominacion significa un exceso de neurosis en individuos y o grupos,por lo tanto requieren una reeducacion es decir un tratamiento.Son cuestiones psicologicas.
Hola Isabel. Yo no discuto personas, discuto ideas. Y si las ideas sobre x tema de alguien partidario del gobierno nacional me parecen erradas, lo voy a decir. Y si alguien anti K dice algo razonable, no veo por qué voy a disentir con él. En todo caso lo tuyo es más propio de la política de la oposición, que se opone a cualquier idea que venga de alguien que defiende «el oficialismo». En este caso vos sólo invertís el objeto de la oposición pero tenés el mismo criterio que ellos. Y si Mariano, al cual no conozco ni tampoco participo tanto aquí como para tener presente todas las discusiones, es partidario de la mano dura, seguramente si se presenta ese debate cada uno defenderá lo que piensa
Por otro lado tampoco es criterio del gobierno oponerse a las ideas de alguien por el solo hecho de ser oposición. Muchas de las ideas implementadas por el gobierno la plantearon por primera vez otras personas, que luego en su incoherencia, falta de fuerzas o lo que sea, no la llevaron a la práctica. Si el gobierno hubiera tenido tus criterios, nunca hubiera impulsado la asignación universal por hijo o el matrimonio igualitario, por poner dos ejemplos. Y sobre tu enfoque psicologista seguramente te sirve para explicarte a vos las cosas, pero no sirve para cambiar la realidad social
No estoy a favor de la «mano dura», para empezar porque no estoy en contra las frases hechas. Significan una simplonización (en vez de simplificación) del debate de ideas.
por el hecho de mencionar a Marianot no significa que prefiera no ocuparme de las ideas.En realidad veo una copia de mi criterio:a ellas voy,no a las personas.En el primer coment,por ejemplo,hable de instituciones,no de individuos.Sostengo,ademas,que para cambiar algo hace falta explicarlo primero.Como no encuentro nada razonable en los coments del Sr.mencionado,te pido me lo señales.Porque se me ocurre mejor un enfoque psicologico que egocentrico.
Disculpame Isabel, pero yo no puedo explicarte algo de lo que piensa otra persona. Y la crítica que hago a la visión psicologista y que el tema de la violencia tiene su origen en otras cosas, y no justamente en los temas psicológicos. Si querés una mejor explicación de lo que formulo en el artículo, podés leerlo en «Violencia e Inseguridad: el bisturí necesario (Ensayo)» que creo que está en artepolítica hace un año o podés leerlo en: http://www.notasyantidotos.com.ar/inicio/item/19-la_violencia_y_la_inseguridad/19-la_violencia_y_la_inseguridad
se da una cierta coherencia en las participaciones en el blog en distintas entradas.Marianot tiene todo el derecho del mundo a pensar como piensa,pero pertenece al sector critico destructivo del gobierno,al que crei no pertenecias.
Estas fanatizada. No todo el mundo mira el 100% de las cosas según el cristal K-AntiK. Hay muchos temas a debatir que existían antes, y que seguirán existiendo después.
Isabel. Tenés una mirada de las cosas demasiado …. no sé qué nombre ponerle, ¿irreal?. Y no es la primera vez. Recuerdo hace un buen tiempo cuando respecto a un artículo que yo había sacado «El desprecio de las mayorías en el republicanismo y el progresismo» o algo así, me hiciste un conjunto de acusaciones más o menos de ser el enemigo público número uno del pueblo, etc, y te fuiste «cargando a vos misma» de algo que fue pura imaginación tuya, es decir, leíste mal. Buscalo y recordá. Luego te diste cuenta de que la habías pifiado y pediste disculpas. No cometas el mismo error de hacer apreciaciones con pocos datos o malas interpretaciones o prejuicios. Y tu opinión de que «pertenece -Mariano T- al sector crítico destructivo del gobierno, al que creí no pertenecías» sinceramente tu «al que creí que no pertenecías» me da pena que destines tu capacidad intelectual a esos menesteres.
Y si mi articulo y lo que digo en este hilo me coloca, según vos, en el sector crítico destructivo del gobierno (o te hace sospechar esa situación), sólo sirve para descalificar tus opiniones, no las mias. Y si yo fuera gobierno pediría que me cuidaran de amigos así, pues de los enemigos me puedo cuidar solo.
por supuesto.Por eso soy de los que critican al gobierno constructivamente,y de los que no hablan de que el otro debe ser descalificado por fanatico.
Fernando, lo de la matriz cultural me parece bastante relativo. Porque arrancas de la posicion del Bon Sauvage, que el hombre dejado a su matriz ‘natural’ es bueno, y que la violencia es el resultado de la formacion e influencias culturales. Pero no ha habido una cultura en la historia que no haya ejercido alguna forma de violencia. Los pueblos originarios de America, que no podes decir estaban contaminados por la matriz europea, sacrificaban gente y se mataban entre ellos o sometian a sus vecinos con el mismo entusiasmo que los europeos que originaron el Dia de La Raza. Somos buenos y malos al mismo tiempo, pacificos y violentos segun la situacion.
Me parece que toda esa referencia historica a errores del pasado (sin entrar a que no lo eran en los terminos de esas sociedades, seria como reprocharle a Fernando VII que no pasara el matrimonio gay) no es constructiva. El hecho concreto es que la sociedad argentina, que tiene la misma matriz cultural que hace 40 o 50 anios, pareceria presentar un incremento en la violencia. No vivo alli, asi que no puedo juzgar. Me pareceria mas positivo no referir el problema a matrices culturales, por las que llegas a Adan y Eva, y atenerse a hechos especificos como narcotrafico, desempleo, corrupcion policial, etc, que si son solucionables. O al menos mas abordables que transformaciones culturales ideales sin evidencia de ser logrables.
Hola Guillermo
Por supuesto que en los pueblos originarios de América había violencia y de aquellas!. Pero también, y no por casualidad, en sus culturas se podría rastrear la martriz que menciono, en particular la primera proposición, que hay seres humanos que están por encima (o por debajo) de otros lo que da prerrogativas, etc
Por supuesto que en lo urgente es imprescindible atenernos a hechos específicos (al respecto por ejemplo a lo que escribí tiempo atrás, «Violencia y Narcotráfico en Santa Fe, los cambios necesarios», http://www.notasyantidotos.com.ar/inicio/item/25-violencia_y_narcotrafico/25-violencia_y_narcotrafico)
y muchas veces hace más por bajar la violencia urbanizar barrios precarios, asfaltar, poner cloacas, etc que poner más policías.
Pero el asunto de lo que estoy planteando es otra cosas: hay que abordar la base cultural -no es el nombre más feliz, seguramente- que sustenta la violencia. Y no coincido con vos que no sea posible evidenciar si es lograble o no, aunque por supuesto lleva más tiempo y muchas veces es imperceptible en el corto plazo.
Tampoco planteo que la cultura está en el aire y puede transformarse moralizando o planteando modelos de conductas ideales.
El ataque esa matriz y el desmantelimiento de varios de sus dispositivos es por sobre todas las cosas una lucha política y producir cambios sociales y estructurales, además de cambios en educación, costumbres, etc que son subordindos a los primeros.
No obstante, te agradezco las objeciones, son pertinentes, pues me doy cuenta que no he sido suficientemente explicito (la brevedad del diario no da para mucho) y lo planteado puede ser entendido como utópico o que planteo descuidar lo que vos llamás temas específicos (los que yo menciono también lo son, pero entiendo lo que querés decir)
Hasta otra
estaba muy segura que Fernando iba a mencionar mi error de lectura de una entrada anterior suya.Pero aprendio a dejar los entrecomillados,ser mas directo y asi posibilitar mas la recepcion de sus mensajes.Lo mas lindo es que en muchos casos coincidimos,pero es evidente que padezco cierta condena que te impide valorar mis apreciaciones sinteticas,etiquetandome como psicologista e irrealista cuando,leyendo tu ensayo sobre la violencia,veo que llegas,lo que si,prolijamente,a las mismas conclusiones que puedo tener.