Atiendan esto. Seré breve. Pero aunque no hay encuesta ni sondeo de opinión que lo confirme, lo que aquí voy a decir es lo que nos está pasando a los integrantes de 6,7,8. Me autorizo a mí mismo a contar el fenómeno. Pero no a descifrarlo.
Estamos sintiendo que hay un renacer de la pasión por alentarnos y agradecernos. Un hinchismo reverdecido. Dan ganas de decir:¡No nos abracen tanto, no nos digan que somos geniales, no quieran a cada rato sacarse selfies con cada uno de nosotros! Y no nos paren al paso en plena calle para ofrecernos afecto y coincidencias. Porque nos abruma aceptar sin más tanto inmerecimiento. Y por favor antes de abrumarnos dígannos (si la saben o perciben) cuál es la causa de este redoble de entusiasmo. ¿Es una, son dos, son varias? Si por nuestra parte no hemos cambiado. Si nuestro antirelato sigue siendo el mismo de todos estos años. Duro y obstinado, filoso y burlón, popular y solidario. Un antirelato, eso sí, incomparable. Por eso nos sorprende que de pronto, cuando ya nos parecía que la pasión se iba aquietando por costumbre (ya que el paso del tiempo la torna previsible) surge y resurge intensificada. Y sin causa determinante aparente calienta más caliente que nunca. Y como si una nueva luna de miel volviera a sellar y resellar al pueblo con 6,7,8.
Sandra Russo, Nora Veiras, Mariana Moyano y Cynthia García aunque no vayan a decirlo, saben para sí que todo esto es cierto. Y si mientras les piden un autógrafo sus admiradores de cualquier género y sexo no las besan más de diez veces es porque se dan cuenta que la admiración periodística, política e intelectual que les profesan debe guardar algún límite. Barragán y Dorio, cada uno en su medida y militantemente son acosados peronística y kirchnerísticamente y progresistamente en cada lugar donde asisten. Con algunas excepciones como la exposición de La Rural, las funciones de gala en el teatro Colón o la Recoleta y zonas vecinas de influencia de las que se abstienen. Y otras en los cuales 6,7,8 no armoniza con las cacerolas y sus portadores cíclicos facciosos.
Sucede entonces que Edgardo Mocca , de origen académico y de una tradición de aprobaciones más ceñidas a los claustros, al igual que Dante Palma precoz y pensante sin alardes, reciben sobre si apasionamientos y admiraciones. Me pasa lo mismo que a cada uno de ellos, con la diferencia que, acaso por razones etáreas y por gravitación de las canas, los jóvenes me abrazan con más levedad presintiendo una espalda vulnerable. Lo cierto es que con todos y cada uno de nosotros la adhesión se multiplica. Y como canta aquel estribillo futbolero, imagínense “qué se siente”. Sí, el reconocerse de tamaño menos genial que el que ustedes nos atribuyen, y mucho menos influyente que lo que ese entusiasmo se esperanza. Claro que se siente satisfacción y válida autoestima. Y tratamos de no ceder a la jactancia individual, esa tentación tan humana y tan poco colectiva. Pero a la vez – y aquí estoy seguro de coincidir con mis compañeras y compañeros de 6,7,8- se siente que todo eso puesto sobre nosotros no es nuestro. Apenas somos el resúmen, la síntesis molecular de este todo colectivo argentino.
Lo raro y hermoso es que esta pasión “seisieteochesca” no para de encenderse. Se reenciende. No se vuelvan prudentes ni distantes, entonces, continúen. Y no paren de abrazarnos en las calles y en cualquier parte.
Porque a ninguno de los que hacemos 6,7,8 nos puede pasar nada que supere ese abrazo. Nada que sea superior a ese inmerecimiento.
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Orlando Barone