Cristina Fernández administra lo que la oposición no tiene: el capital y la inyección de confianza política que le dieron las internas abiertas de agosto. La Presidenta continúa con actos y anuncios, con planes, como el del agro, que fijan metas para el 2020. Una rareza, casi un episodio de ficción en la Argentina.
La oposición pareciera ahora una perfecta contracara . Capital posee poco. Sus principales dirigentes, más allá de los esfuerzos que hacen, trasuntan más desánimo que entusiasmo para encarar la marcha hacia octubre. El árbol de los peronistas rebeldes, por ejemplo, se desgaja: la decisión del gobernador electo de Córdoba, José Manuel de la Sota, de resignar su lista de diputados nacionales y adherir a la que impuso Cristina fue una señal de hasta qué punto caló la victoria presidencial.
Eduardo Duhalde continúa hablando de la existencia de un supuesto fraude electrónico como única explicación a su fracaso. La ausencia de otros argumentos trasuntaría que aún no habría llegado a captar las múltiples razones que arrojaron los resultados conocidos. El ex presidente atinó a un solo ademán político: colocó a su esposa, Chiche, a la cabeza de la campaña que volverá a iniciarse.
El tercer lugar, aunque por nada, en el escrutinio definitivo terminó por marcarle límites rígidos. No sabe bien cómo tendría que hacer para engrosar su volumen de votos. Corre un riesgo mayor: el de no poder retener, siquiera, ese caudal de agosto.
La amenaza se llama Alberto Rodríguez Saá.
El gobernador de San Luis, cuyo vínculo político con Duhalde se hizo trizas luego de la interna abortada por ambos. Rodríguez Saá supone que el salto podría darlo, tal vez, con votos de la poderosa Buenos Aires. No alcanzaría con su proselitismo individual. Estaría maquinando, con paciencia, la posibilidad de otra ingeniería electoral.
Sus ojos están puestos en Francisco De Narváez.
Los del diputado del PJ Federal también se fijan en él. ¿Por qué razón? De Narváez creería que la resignación de la candidatura de Adolfo Rodríguez Saá como candidato a gobernador por Buenos Aires podría ayudar a su crecimiento.
Se trata de casi un 6% en el orden provincial . Lejos de los números de Daniel Scioli pero dejando, al menos, una plataforma política digna para pensar en el futuro.
¿Cuál podría ser, en ese caso, el negocio de Alberto? Que el hipotético crecimiento de De Narváez pudiera empujarlo a él mismo hacia arriba.
“El peronista no kirchnerista tendría una combinación pura. Quedó a la vista que la química con Ricardo Alfonsín fue pobre y no sedujo al electorado” , explicó un puntano.
Alfonsín y De Narvaéz seguirán con esa alianza porque, en verdad, no tienen otro remedio. Pero las campañas tenderían a bifurcarse. A De Narváez le interesaría sólo el destino bonaerense; el diputado radical hará lo imposible para conservar el segundo lugar que obtuvo en las internas. Una manera de intentar evitar la futura crucificción radical.
La sombra para Alfonsín vendría bajando desde Santa Fe. Según el primer sondeo nacional (2.200 casos) realizado por una consultora porteña después de las internas, Hermes Binner estaría ahora segundo con 16% de votos . Alfonsín, Duhalde y Rodríguez Saá asomarían casi en un mismo nivel, arañando los dos dígitos.
Quizás no por casualidad al gobernador socialista se la habría comenzado a agrietar el Frente Progresista que gobernó la provincia los cuatro últimos años. Y que seguirá desde diciembre con otro socialista, Antonio Bonfatti. La vicegobernadora radical, Griselda Tessio, lanzó la primera piedra.
Acusó al socialismo de “partido hegemónico” y de no ser equitativo en la distribución del poder. Alfonsín echó más leña al fuego cuando embistió al propio Binner. Lo trató de “desconsiderado” . ¿Qué ocurrió? El gobernador calificó a radicales y peronistas como partidos del siglo pasado. Y, con escasa humildad, autopostuló al PS como al partido del siglo XXI. Fueron consideraciones de campaña, claro está. Binner pretendería aparecer como la única novedad para octubre y como el auténtico progresista frente al kirchnerismo de Cristina. Tiene al segundo lugar del podio, no importa a qué distancia del primero, entre ceja y ceja.
La escena nacional podría terminar por enturbiarle la gobernabilidad en su territorio. El socialismo tendrá una triple oposición: la de los K, la del peronismo tradicional y la del PRO, con la figura de Miguel del Sel. Después de las consecuencias de la victoria de Cristina, no sería extraña alguna convergencia de aquellos adversarios que aplaque el optimismo que reina hoy en el PS.
La oposición pareciera ahora una perfecta contracara . Capital posee poco. Sus principales dirigentes, más allá de los esfuerzos que hacen, trasuntan más desánimo que entusiasmo para encarar la marcha hacia octubre. El árbol de los peronistas rebeldes, por ejemplo, se desgaja: la decisión del gobernador electo de Córdoba, José Manuel de la Sota, de resignar su lista de diputados nacionales y adherir a la que impuso Cristina fue una señal de hasta qué punto caló la victoria presidencial.
Eduardo Duhalde continúa hablando de la existencia de un supuesto fraude electrónico como única explicación a su fracaso. La ausencia de otros argumentos trasuntaría que aún no habría llegado a captar las múltiples razones que arrojaron los resultados conocidos. El ex presidente atinó a un solo ademán político: colocó a su esposa, Chiche, a la cabeza de la campaña que volverá a iniciarse.
El tercer lugar, aunque por nada, en el escrutinio definitivo terminó por marcarle límites rígidos. No sabe bien cómo tendría que hacer para engrosar su volumen de votos. Corre un riesgo mayor: el de no poder retener, siquiera, ese caudal de agosto.
La amenaza se llama Alberto Rodríguez Saá.
El gobernador de San Luis, cuyo vínculo político con Duhalde se hizo trizas luego de la interna abortada por ambos. Rodríguez Saá supone que el salto podría darlo, tal vez, con votos de la poderosa Buenos Aires. No alcanzaría con su proselitismo individual. Estaría maquinando, con paciencia, la posibilidad de otra ingeniería electoral.
Sus ojos están puestos en Francisco De Narváez.
Los del diputado del PJ Federal también se fijan en él. ¿Por qué razón? De Narváez creería que la resignación de la candidatura de Adolfo Rodríguez Saá como candidato a gobernador por Buenos Aires podría ayudar a su crecimiento.
Se trata de casi un 6% en el orden provincial . Lejos de los números de Daniel Scioli pero dejando, al menos, una plataforma política digna para pensar en el futuro.
¿Cuál podría ser, en ese caso, el negocio de Alberto? Que el hipotético crecimiento de De Narváez pudiera empujarlo a él mismo hacia arriba.
“El peronista no kirchnerista tendría una combinación pura. Quedó a la vista que la química con Ricardo Alfonsín fue pobre y no sedujo al electorado” , explicó un puntano.
Alfonsín y De Narvaéz seguirán con esa alianza porque, en verdad, no tienen otro remedio. Pero las campañas tenderían a bifurcarse. A De Narváez le interesaría sólo el destino bonaerense; el diputado radical hará lo imposible para conservar el segundo lugar que obtuvo en las internas. Una manera de intentar evitar la futura crucificción radical.
La sombra para Alfonsín vendría bajando desde Santa Fe. Según el primer sondeo nacional (2.200 casos) realizado por una consultora porteña después de las internas, Hermes Binner estaría ahora segundo con 16% de votos . Alfonsín, Duhalde y Rodríguez Saá asomarían casi en un mismo nivel, arañando los dos dígitos.
Quizás no por casualidad al gobernador socialista se la habría comenzado a agrietar el Frente Progresista que gobernó la provincia los cuatro últimos años. Y que seguirá desde diciembre con otro socialista, Antonio Bonfatti. La vicegobernadora radical, Griselda Tessio, lanzó la primera piedra.
Acusó al socialismo de “partido hegemónico” y de no ser equitativo en la distribución del poder. Alfonsín echó más leña al fuego cuando embistió al propio Binner. Lo trató de “desconsiderado” . ¿Qué ocurrió? El gobernador calificó a radicales y peronistas como partidos del siglo pasado. Y, con escasa humildad, autopostuló al PS como al partido del siglo XXI. Fueron consideraciones de campaña, claro está. Binner pretendería aparecer como la única novedad para octubre y como el auténtico progresista frente al kirchnerismo de Cristina. Tiene al segundo lugar del podio, no importa a qué distancia del primero, entre ceja y ceja.
La escena nacional podría terminar por enturbiarle la gobernabilidad en su territorio. El socialismo tendrá una triple oposición: la de los K, la del peronismo tradicional y la del PRO, con la figura de Miguel del Sel. Después de las consecuencias de la victoria de Cristina, no sería extraña alguna convergencia de aquellos adversarios que aplaque el optimismo que reina hoy en el PS.