La palabra y la furia

Ver más fotosPablo Marchetti, Luis Majul y Pablo Sirvén, los entrevistadores del ciclo que incluye además una muestra interactiva y un libro. Foto: LA NACION / Marcelo Gómez
Como nunca antes, buena parte de la sociedad argentina discute hoy el rol de los medios. Ética profesional, independencia, alcance, influencia de las fuentes de financiación son algunos de los tópicos más transitados y que seguramente formarán parte de las entrevistas que serán la columna vertebral de Un mundo con periodistas, el programa de Canal (á) que empieza esta noche, a las 22.
Ideado y producido por Luis Majul, tendrá a tres periodistas que oficiarán de entrevistadores permanentes -el propio Majul, Pablo Sirvén y Pablo Marchetti- y un conjunto de reconocidos entrevistados: Jorge Lanata, Mario Pergolini, Alejandro Dolina, Magdalena Ruiz Guiñazú, Eduardo Anguita, Beatriz Sarlo, Jorge Fontevecchia, Marcelo Longobardi, Ernesto Tenembaum, Nelson Castro, Alfredo Leuco, María O’Donnell, Jorge Fernández Díaz, Eduardo van der Kooy y Osvaldo Bayer, entre otros 39 profesionales del medio que respondieron a la convocatoria.
La dirección estará a cargo de la dupla Mariano Cohn y Gastón Duprat, creadores de Televisión Abierta y socios de Majul en el documental Yo Presidente. «Elegimos a los profesionales más influyentes de los últimos cuarenta años, basados en una investigación que realizó la consultora Management & Fit para La Cornisa Producciones -cuenta Majul-. Y los resultados de las encuestas demuestran que la sociedad está por encima de la famosa grieta, de las diferencias personales y profesionales y de los prejuicios ideológicos y de estilo. En este programa, Lanata convivirá con Víctor Hugo, Verbitsky y Pergolini. El ciclo es parte de una trilogía que incluye la muestra De Walsh a Lanata (40 años de periodismo argentino), que se inaugurará en septiembre, y un libro del mismo nombre que publicarán Sirvén y Marchetti. El objetivo es reivindicar el oficio, transmitir y contagiar el amor por esta profesión a la que adoramos». la nacion formuló a los tres entrevistadores del programa (Pablo Sirvén es secretario de Redacción de este diario, donde Luis Majul colabora periodísticamente) una serie de preguntas comunes para revisar los objetivos y el espíritu del proyecto.
-¿Qué diferencias sustanciales encuentran entre el periodismo de esta época con respecto al de otras etapas de la democracia?
Majul: -La gran diferencia es que ahora hay un fuerte ataque desde el Estado contra los medios y los periodistas críticos. Una maquinaria compuesta por programas, periodistas y multimedios enteros al servicio del Gobierno y en contra de la prensa crítica. Inventaron multimedios que todavía sobreviven con millones de pesos de pauta oficial. Se trata de un mecanismo que está al borde del delito: uso indebido de fondos públicos para fines propagandísticos. A todos los proyectos de La Cornisa Producciones les quitaron la publicidad oficial de un día para el otro porque se enteraron de que yo iba a publicar un libro de investigación y denuncia. Tengo presentado un amparo con fallo a favor en primera instancia y que, tarde o temprano, llegará a la Corte Suprema. El otro mecanismo fue acusar falsamente a la productora de evadir impuestos. Como no tenían ni una sola evidencia, ni siquiera pudieron imputarme. Vale aclarar que durante el gobierno de Raúl Alfonsín también nos presionaban y nos corrían con la idea de que si criticábamos o denunciábamos les estábamos haciendo el juego a los militares que querían regresar. Y Menem no fue mucho mejor: en su momento, su fuerte presión hizo que nos levantaran un programa, Sin límites, que se emitía en América y conducíamos con Marcelo Longobardi, Alfredo Leuco y Román Lejtman. Mostramos la pista de Anillaco. Duramos una sola emisión.
Sirvén: -En los 80 se puso el foco en el tema de los derechos humanos y los remezones que ocasionaban las Fuerzas Armadas: levantamientos militares, carapintadas, juicios… Pero Alfonsín no lo usó como bandera y lo que hizo fue bastante más arriesgado que bajar un cuadro cuando ya los represores eran ancianos presos. En los 90, la «pizza con champagne» de Menem, tras la sobriedad gris de los radicales, desacartonó al periodismo, que se frivolizó mucho y también se entrometió más en la intimidad de las celebridades y de los políticos. Al mismo tiempo, hubo un auge del periodismo de investigación, que produjo best sellers y notas espectaculares en varios medios. Sin embargo, la mayoría de esas revelaciones no tuvieron correlato en la Justicia, porque los jueces federales y la Corte Suprema respondían al presidente Menem. En la época de De la Rúa, convivieron un escepticismo y mofa hacia la peculiar personalidad del presidente de la Alianza con cierto seguidismo de las drásticas medidas económicas que se ponían en marcha y que desembocaron en la catástrofe de 2001. En el kirchnerismo, hubo tres épocas: la primera duró hasta el conflicto con el campo y fue de una convivencia bastante razonable con el nuevo poder; en la segunda, ya con Cristina como presidenta, se abrió la «grieta»: periodismo militante versus periodismo «hegemónico». El Gobierno tomó como enemigo número uno a Clarín y, mediante la pauta oficial y los empresarios amigos, armó su propia red de medios afines, reforzados por un uso intenso de la cadena nacional y redes sociales muy activas que confrontaron sobre el «modelo». La tercera época es la que estamos atravesando hoy: las confrontaciones más fuertes ya pasaron, tal vez porque todos nos dijimos lo que teníamos que decirnos y porque hay una sensación de fin de ciclo.
Marchetti: -En los 80, los grandes medios eran el canon periodístico y los autogestionados, muy marginales. Fue en esa época cuando empezó a gestarse un periodismo más libre, más propio de una sociedad que se fue acostumbrando a la vida democrática. La irrupción de Página/12 fue clave en esa transformación. Clarín y, en menor medida, la nacion cambiaron y convocaron a muchos de los grandes periodistas que venían de los márgenes. A partir de los 90, el periodismo comienza a jugar un papel central como contrapeso del poder político en la Argentina, como nunca en los últimos cuarenta años. Lo contrario de lo que ocurrió durante la dictadura, cuando los grandes medios fueron cómplices por acción u omisión. Durante el kirchnerismo hubo dos etapas: una durante el gobierno de Néstor Kirchner, con Clarín absolutamente oficialista, y otra con Cristina, cuando Clarín se pasa a una oposición en la que, hasta ese momento, sólo estaban la nacion y Noticias. Se produjo una discusión interesante: está muy bien saber quiénes son los dueños de los medios y qué intereses defienden.
-¿Qué papel creen que cumplió 6,7,8 en la discusión sobre el rol de los medios?
Majul: -No estoy de acuerdo con los que dicen que su mayor virtud fue poner sobre la mesa la discusión sobre cómo funcionan los periodistas y los grupos de medios. Mucho antes la habíamos planteado con un grupo de colegas, pero no desde el Estado, sino desde el propio oficio. 6,7,8 no es un programa periodístico, es un programa de propaganda. No cuestiona la ética de los profesionales, los ataca, los difama y alienta tribunales fascistas desde el poderoso aparato del Estado. Es un proyecto más cercano a las prácticas de los gobiernos totalitarios que a la libertad de expresión.
Sirvén: -Sin tener un rating significativo, logró repercusión en medios más masivos y en las redes sociales. También sirvió para dar cohesión a la militancia K. El productor, Diego Gvirtz, que con TVR había sido muy cáustico con el kirchnerismo, pasó a ser su perro guardián comunicacional. El sesgo de panfleto que adquirió les quitó seriedad a algunos señalamientos interesantes que sólo le hizo a la prensa crítica. Le dio entidad al kirchnerismo y se convirtió en el mejor intérprete de sus caprichos. Conformó un trípode, cuyas otras dos patas son Carta Abierta y Víctor Hugo Morales, que se caracteriza por su obsecuencia militante hacia el Gobierno.
Marchetti: -Al principio, fue una brisa de aire fresco en la pantalla, renovó la televisión en la Argentina. Rompió con el tabú de que no se podía hacer periodismo de periodistas. Está bueno hablar de las corporaciones periodísticas. El problema es lo que vino después: la aplicación de la ley de medios fue un mamarracho y 6,7,8 pasó a ser un programa propagandístico berreta y aburridísimo. Una de las veces que estuve en el programa, pasaron un informe sobre Clarín. Estaba bien, lo que decía Clarín era un disparate. Pero yo mostré después un recorte de Tiempo Argentino que decía un disparate similar. Si 6,7,8 se ocupara de todos los medios, sería un gran programa. Y ni hablar si llevaran a discutir a gente que piensa distinto. En su momento estuvieron Martín Caparrós, Claudio Lozano, Victoria Donda, Beatriz Sarlo y Roberto Gargarella, pero fueron excepciones, no es la regla. Hoy el programa es un plomazo. Lo único entretenido que puede pasar es que aparezca un grupo de laburantes despedidos a pedir pantalla o que se peleen Cynthia García y Dante Palma.
-¿Es excluyente hacer periodismo y tener una postura ideológica?
Majul: -Periodista y militante son dos términos contrapuestos. No se puede ser las dos cosas. Sí se puede tener una postura ideológica, se puede tener opinión. Lo que no se puede hacer es ignorar el procesamiento del vicepresidente Amado Boudou o el del jefe de gobierno Mauricio Macri. Creo que para las audiencias cada vez está más clara la diferencia entre un periodista y un militante. Y también la valoración que hacen sobre su aporte en la sociedad.
Sirvén: -De ningún modo. Rodolfo Walsh demostró que ambas cosas podían convivir, a condición de saber separarlas convenientemente. Cuando uno se enfrenta a textos como Operación Masacre o El caso Satanowsky, puede apreciar a un periodista y escritor de raza, cultor del dato preciso. Salvando las distancias, Horacio Verbitsky, aunque con un mayor uso de la información en función de los intereses que defiende, se preocupa por ofrecer datos a sus lectores. Por el contrario, en la prensa oficialista actual hay mucho gacetillismo, se cuestiona poco y se exaltan las acciones del Gobierno sin el menor atisbo de crítica. Como el oficialismo abrió espacios propios y propició la salida de medios amigos, fomentó el pluriempleo muy bien remunerado, que hizo que algunos comunicadores que antes se mostraban críticos del kirchnerismo se volviesen furibundos exégetas del «modelo».
Marchetti: -No se puede hacer nada en la vida sin tener una postura ideológica. Y mucho menos periodismo. Esto no significa que haya que tener una militancia partidaria. Y mucho menos gubernamental. Pero no podemos olvidarnos de que el periodismo en la Argentina nace como periodismo militante: el día del periodismo es el día en que Mariano Moreno fundó La Gaceta, el primer periódico después de la emancipación del virreinato. Moreno era un militante, un tipo con una actuación política central en el primer gobierno patrio. Y el primer editorial de La Gaceta explicaba que nacía para apoyar a la Primera Junta. Más militante que eso, imposible. Lo curioso es que hoy la expresión «periodismo militante» surge desde el poder y no desde la resistencia. Se reivindica a figuras como Rodolfo Walsh (para mí, el mejor periodista de la historia en la Argentina) o Paco Urondo, pero se olvida que ellos escribieron desde la resistencia, desde los márgenes. Hoy se habla de periodismo militante para referirse a gente rentada por el Estado que, encima, hace muy mal periodismo.
Pablo Sirvén: «Las confrontaciones más fuertes ya pasaron»
Luis Majul: «678 no es un programa periodístico, es un programa de propaganda»
Pablo Marchetti: «Está muy bien saber quiénes son los dueños de los medios y qué intereses defienden».

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