Domingo 15 de mayo de 2011 | Publicado en edición impresa
Aun cuando coquetea en público con bajar su candidatura, Cristina Kirchner se encamina a jugar una carta clave: buscar un recambio generacional, principalmente en el PJ, que ya genera resistencia en los sectores más tradicionales del partido. La Presidenta comunicó esa intención a sus más íntimos colaboradores, dio señales concretas en el armado de listas en el interior y envía a sus ministros a dar apoyo explícito a los candidatos de La Cámpora.
La batalla asoma dura en la estratégica provincia de Buenos Aires, donde el peronismo ortodoxo y la mayoría de los intendentes -según confiaron a La Nacion- temen la avanzada de la agrupación que hoy reúne a diversas vertientes de la juventud K. «Tienen miedo porque buscan mantener el statu quo para su provecho. Vamos a ir contra eso», adelantó a La Nacion un joven funcionario de diálogo directo con la Presidenta.
El plan de renovación no implicará una ruptura total con la añeja estructura: apuntará, para este turno electoral, a colocar referentes del «cristinismo» en la confección de listas seccionales y limitar así los poderes locales. «El peronismo será kirchnerista o no será», despachó José Ottavis, de la mesa chica de La Cámpora y jefe de la JP bonaerense, quien también elogió a Daniel Scioli por su «lealtad». A su lado, el gobernador mostró satisfacción. Esas definiciones, que reflejan el pensamiento de Olivos, fueron pronunciadas el mismo día en que la Presidenta embistió contra la «corporación sindical» y pidió un encolumnamiento sin condiciones.
El PJ observa el giro. El cierre de listas en Mendoza sentó precedentes: al filo de la inscripción, Cristina rearmó la lista y exigió que los dos primeros lugares para las diputaciones provinciales fueran para Lucas Ilardo y Marina Femenía, de La Cámpora. También ocurrió en Tierra del Fuego, donde el candidato a vicegobernador, Martín Pérez, tuvo el aval final de la Casa Rosada. Tiene 31 años, trabaja en la Jefatura de Gabinete y su nombramiento despertó la furia del aparato partidario fueguino. En la Capital, el propio Zannini ya avisó que habrá lugares para los sub 35 y, de hecho, uno de los apoderados del FPV es el camporista Mauro Riano.
Temerosos del futuro, a punto de empezar a negociar nombres en las listas locales y provinciales, los jefes comunales decodifican cada señal a los jóvenes como la indeseada intromisión en los dominios que consideran propios. «La Cámpora no tiene referentes, no tiene desarrollo. Si quieren espacios, tendrán que demostrar qué pueden dar. Pero no pueden desconocer que el intendente es el que manda», argumentó tajante, ante La Nacion, Luis Acuña, intendente de Hurlingham.
El hombre todavía está herido porque hace un mes, por orden del Gobierno, desplazaron a su hijo Fabrizio de la jefatura local de la Anses para colocar allí un dirigente camporista. Ese organismo cobija a militantes jóvenes del interior con puestos en las denominadas UDAI (Unidad de Atención Integral y Oficinas), centros con estructura decisiva para construir redes políticas. Cada designación es vista, en última instancia, por Cristina Kirchner.
«En mi distrito, la lista la armo yo. Si alguno quiere lugares, que juegue la interna. Y si no, que pidan espacio en las listas de Sabbatella», ironizó ante La Nacion un influyente intendente del sur del conurbano. El hombre fuerte de Merlo, Raúl Othacehé, dijo a La Nacion que tiene «buena relación» con los jóvenes, pero pidió «consenso». Otros tres jefes comunales, dos del oeste y uno del sur del Gran Buenos Aires, aseguraron que las intromisiones «pueden lesionar el armado territorial lógico». Ninguno quiere en sus listas a La Cámpora.
Algunos, incluso, piden que Scioli se haga cargo. Pretenden que el gobernador se plante, por lo menos, para el armado de las nóminas provinciales, vitales para solidificar el poder en la Legislatura. «Si aceptó las colectoras, podría pedir que las listas las arme el PJ bonaerense», sugieren. En algunos distritos, hay disputas inocultables. En Mercedes, el intendente K Carlos Selva dice sentirse «incómodo» por el desfile de funcionarios en su ciudad para apoyar a Juan Ignacio Ustarroz, un joven apadrinado por Eduardo «Wado» De Pedro, miembro de la mesa nacional de La Cámpora. Lo mismo ocurre, entre otros lugares, en Pilar, San Andrés de Giles y La Plata.
Aun cuando coquetea en público con bajar su candidatura, Cristina Kirchner se encamina a jugar una carta clave: buscar un recambio generacional, principalmente en el PJ, que ya genera resistencia en los sectores más tradicionales del partido. La Presidenta comunicó esa intención a sus más íntimos colaboradores, dio señales concretas en el armado de listas en el interior y envía a sus ministros a dar apoyo explícito a los candidatos de La Cámpora.
La batalla asoma dura en la estratégica provincia de Buenos Aires, donde el peronismo ortodoxo y la mayoría de los intendentes -según confiaron a La Nacion- temen la avanzada de la agrupación que hoy reúne a diversas vertientes de la juventud K. «Tienen miedo porque buscan mantener el statu quo para su provecho. Vamos a ir contra eso», adelantó a La Nacion un joven funcionario de diálogo directo con la Presidenta.
El plan de renovación no implicará una ruptura total con la añeja estructura: apuntará, para este turno electoral, a colocar referentes del «cristinismo» en la confección de listas seccionales y limitar así los poderes locales. «El peronismo será kirchnerista o no será», despachó José Ottavis, de la mesa chica de La Cámpora y jefe de la JP bonaerense, quien también elogió a Daniel Scioli por su «lealtad». A su lado, el gobernador mostró satisfacción. Esas definiciones, que reflejan el pensamiento de Olivos, fueron pronunciadas el mismo día en que la Presidenta embistió contra la «corporación sindical» y pidió un encolumnamiento sin condiciones.
El PJ observa el giro. El cierre de listas en Mendoza sentó precedentes: al filo de la inscripción, Cristina rearmó la lista y exigió que los dos primeros lugares para las diputaciones provinciales fueran para Lucas Ilardo y Marina Femenía, de La Cámpora. También ocurrió en Tierra del Fuego, donde el candidato a vicegobernador, Martín Pérez, tuvo el aval final de la Casa Rosada. Tiene 31 años, trabaja en la Jefatura de Gabinete y su nombramiento despertó la furia del aparato partidario fueguino. En la Capital, el propio Zannini ya avisó que habrá lugares para los sub 35 y, de hecho, uno de los apoderados del FPV es el camporista Mauro Riano.
Temerosos del futuro, a punto de empezar a negociar nombres en las listas locales y provinciales, los jefes comunales decodifican cada señal a los jóvenes como la indeseada intromisión en los dominios que consideran propios. «La Cámpora no tiene referentes, no tiene desarrollo. Si quieren espacios, tendrán que demostrar qué pueden dar. Pero no pueden desconocer que el intendente es el que manda», argumentó tajante, ante La Nacion, Luis Acuña, intendente de Hurlingham.
El hombre todavía está herido porque hace un mes, por orden del Gobierno, desplazaron a su hijo Fabrizio de la jefatura local de la Anses para colocar allí un dirigente camporista. Ese organismo cobija a militantes jóvenes del interior con puestos en las denominadas UDAI (Unidad de Atención Integral y Oficinas), centros con estructura decisiva para construir redes políticas. Cada designación es vista, en última instancia, por Cristina Kirchner.
«En mi distrito, la lista la armo yo. Si alguno quiere lugares, que juegue la interna. Y si no, que pidan espacio en las listas de Sabbatella», ironizó ante La Nacion un influyente intendente del sur del conurbano. El hombre fuerte de Merlo, Raúl Othacehé, dijo a La Nacion que tiene «buena relación» con los jóvenes, pero pidió «consenso». Otros tres jefes comunales, dos del oeste y uno del sur del Gran Buenos Aires, aseguraron que las intromisiones «pueden lesionar el armado territorial lógico». Ninguno quiere en sus listas a La Cámpora.
Algunos, incluso, piden que Scioli se haga cargo. Pretenden que el gobernador se plante, por lo menos, para el armado de las nóminas provinciales, vitales para solidificar el poder en la Legislatura. «Si aceptó las colectoras, podría pedir que las listas las arme el PJ bonaerense», sugieren. En algunos distritos, hay disputas inocultables. En Mercedes, el intendente K Carlos Selva dice sentirse «incómodo» por el desfile de funcionarios en su ciudad para apoyar a Juan Ignacio Ustarroz, un joven apadrinado por Eduardo «Wado» De Pedro, miembro de la mesa nacional de La Cámpora. Lo mismo ocurre, entre otros lugares, en Pilar, San Andrés de Giles y La Plata.