Muchachos, lo único que les pido es que las pelotas que se van afuera de nuestro arco no las metan adentro…”. La frase célebre la dijo Alfredo Di Stéfano, un futbolista argentino que brilló hace cincuenta años en el Real Madrid con hazañas parecidas a las de Lionel Messi pero sin el glamour de ESPN y TyC Sports o la reproducción infinita de youtube. Era una forma irónica de pedirle a los futbolistas que no beneficiaran a los rivales con errores propios. Y viene al caso porque en estas horas la repetía un alto funcionario del Gobierno al recorrer algunas de las iniciativas oficiales que, más allá de los argumentos filosóficos razonables, terminaron complicando a Mauricio Macri. Los aumentos tarifarios del gas y la electricidad sin audiencias públicas previas; los inconvenientes cortocircuitos entre los ministros económicos y el sorprendente anuncio de que no habrá rebaja total del impuesto a las Ganancias el año próximo están en la línea del daño auto infligido al que se refería la saeta rubia, Di Stéfano, en su arenga futbolera. Son todos episodios que debieron contabilizarse entre los éxitos de la gestión Macri y, sin embargo, arrastran más costos políticos.
El paso en falso del tarifazo en las facturas de gas y electricidad obligó a hacer las audiencias públicas luego de que un fallo de la Corte Suprema de Justicia frenara los aumentos y exigiera el trámite que figura en la ley. Ayer comenzaron los encuentros en varias ciudades del país y ocurrió lo previsible. La oposición a Macri copó los lugares donde se hacía con la intención de provocar un fenómeno político. Sólo en la convocatoria porteña, que se desarrolló sin mayores complicaciones en la muy macrista Usina del Arte, se movilizaron grupos kirchneristas camuflados como movimientos sociales, sectores de la izquierda y están anotados como oradores desde el gobernador de Río Negro, Alberto Weretilneck, al ex ministro de Cristina, Axel Kicilloff. “Si hubiéramos hecho las audiencias en enero o febrero pasado no habría ido nadie”, mascullan en la Casa Rosada. Pero es tarde para lágrimas y el asunto audiencias es uno de los que hitos de la tesis Di Stéfano.
También resulta llamativo el anuncio anticlimático que hizo Alfonso Prat-Gay en el Congreso, anticipando que la baja en el impuesto a las Ganancias va a ser tibia el año próximo y que se va a seguir pagando ese tributo antipático para los sectores medios de la sociedad hasta 2019. Es extraño lo que le sucede al Gobierno con este impuesto. Una de las principales promesas de Macri en la campaña electoral fue eliminarlo pero las necesidades fiscales del Gobierno lo obligaron a postergar esa decisión. La Argentina redujo sus ingresos en 50.000 millones de pesos este año y se privará de otros 22.000 millones el año próximo. Sin embargo, la mayoría de quienes pagan Ganancias y fueron beneficiados por esta rebaja lo viven como una frustración porque la promesa electoral era que iban a dejar de pagarlo. Sobre ese desencuentro golpea cada vez que puede Sergio Massa, quien hizo promesas parecidas a las de Mauricio pero ahora disfruta la libertad sin mayores responsabilidades de ser oposición.
¿Tiene Prat-Gay otra manera de solucionar el conflicto por el impuesto a las Ganancias? ¿Existe un camino alternativo para acelerar su reducción y achicar el impacto que produce en un sector de la población? El ministro está negociando con los gobernadores (también beneficiarios de esos ingresos por coparticipación) y recién a fin de año se sabrá si hay algún cambio o si queda firme lo que el jueves anticipó en el Congreso, como parte del informe del Presupuesto 2017. En el área política del Gobierno se preocupan porque creen que la continuidad del pago por Ganancias puede generar en la población el mismo tipo de pesimismo que se produjo cuando los aumentos del gas y la electricidad empezaron a llegar a los hogares. “El año que viene tiene que ser de buenas noticias porque en octubre nos jugamos a fondo en las elecciones y la verdad es que estas noticias no ayudan nada”, razonan, mientras miran encuestas y hacen proyecciones.
Prat Gay, como Federico Sturzenegger, Rogelio Frigerio, Francisco Cabrera y buena parte del Gobierno tuvieron su baño de optimismo en esta semana en las tribunas amables del Foro de Inversiones y Negocios que se celebró en el CCK. Un evento que costó cerca de cuatro millones de dólares, y que fueron financiados con el abundante esponsoreo de stands y paneles ad hoc. Allí recogieron interminables señales simpáticas por parte de los empresarios nacionales y (sobre todo) de los ejecutivos internacionales. Y esperan consolidar lo más pronto posible los 42.800 millones de dólares en anuncios de inversión que la gestión Macri cosechó desde el 10 de diciembre pero que todavía están bastante lejos de impactar en la economía real de los argentinos.
“Fue un gran evento, el de mayor magnitud que tuvo la Argentina”, explicaba entusiasmado Cabrera, quien no paró de mantener reuniones con posibles inversores durante los tres días del foro. Pero el mismo ministro de Producción reconoce que estos encuentros “sirven realmente si impulsan la generación de empleo”. En las promesas de inversión suelen figurar en letra gigante los millones de la apuesta pero en letra minúscula la cantidad de puestos de trabajo que generan. De todos modos, el macrismo sigue mirando el futuro con optimismo mientras el presente, hasta ahora, es apenas una fotografía congelada de la recesión que heredó del kirchnerismo.
La realidad que administra el Gobierno es todavía demasiado negra como para agregarle el costo extra de los errores no forzados. Pero el tarifazo en los servicios públicos, la demora en la rebaja del impuesto a las Ganancias, las internas de gabinete que eclipsaron el hallazgo de diez barriles con efedrina en la Aduana de Ezeiza o el intercambio de contrapuntos sutiles que domina el día a día de los ministros económicos orbitan en la galaxia de la tesis de Di Stéfano. Si es tan difícil mantener la valla oficial invicta en estos tiempos, para qué agrandar a los rivales metiéndose tantos goles en contra.
El paso en falso del tarifazo en las facturas de gas y electricidad obligó a hacer las audiencias públicas luego de que un fallo de la Corte Suprema de Justicia frenara los aumentos y exigiera el trámite que figura en la ley. Ayer comenzaron los encuentros en varias ciudades del país y ocurrió lo previsible. La oposición a Macri copó los lugares donde se hacía con la intención de provocar un fenómeno político. Sólo en la convocatoria porteña, que se desarrolló sin mayores complicaciones en la muy macrista Usina del Arte, se movilizaron grupos kirchneristas camuflados como movimientos sociales, sectores de la izquierda y están anotados como oradores desde el gobernador de Río Negro, Alberto Weretilneck, al ex ministro de Cristina, Axel Kicilloff. “Si hubiéramos hecho las audiencias en enero o febrero pasado no habría ido nadie”, mascullan en la Casa Rosada. Pero es tarde para lágrimas y el asunto audiencias es uno de los que hitos de la tesis Di Stéfano.
También resulta llamativo el anuncio anticlimático que hizo Alfonso Prat-Gay en el Congreso, anticipando que la baja en el impuesto a las Ganancias va a ser tibia el año próximo y que se va a seguir pagando ese tributo antipático para los sectores medios de la sociedad hasta 2019. Es extraño lo que le sucede al Gobierno con este impuesto. Una de las principales promesas de Macri en la campaña electoral fue eliminarlo pero las necesidades fiscales del Gobierno lo obligaron a postergar esa decisión. La Argentina redujo sus ingresos en 50.000 millones de pesos este año y se privará de otros 22.000 millones el año próximo. Sin embargo, la mayoría de quienes pagan Ganancias y fueron beneficiados por esta rebaja lo viven como una frustración porque la promesa electoral era que iban a dejar de pagarlo. Sobre ese desencuentro golpea cada vez que puede Sergio Massa, quien hizo promesas parecidas a las de Mauricio pero ahora disfruta la libertad sin mayores responsabilidades de ser oposición.
¿Tiene Prat-Gay otra manera de solucionar el conflicto por el impuesto a las Ganancias? ¿Existe un camino alternativo para acelerar su reducción y achicar el impacto que produce en un sector de la población? El ministro está negociando con los gobernadores (también beneficiarios de esos ingresos por coparticipación) y recién a fin de año se sabrá si hay algún cambio o si queda firme lo que el jueves anticipó en el Congreso, como parte del informe del Presupuesto 2017. En el área política del Gobierno se preocupan porque creen que la continuidad del pago por Ganancias puede generar en la población el mismo tipo de pesimismo que se produjo cuando los aumentos del gas y la electricidad empezaron a llegar a los hogares. “El año que viene tiene que ser de buenas noticias porque en octubre nos jugamos a fondo en las elecciones y la verdad es que estas noticias no ayudan nada”, razonan, mientras miran encuestas y hacen proyecciones.
Prat Gay, como Federico Sturzenegger, Rogelio Frigerio, Francisco Cabrera y buena parte del Gobierno tuvieron su baño de optimismo en esta semana en las tribunas amables del Foro de Inversiones y Negocios que se celebró en el CCK. Un evento que costó cerca de cuatro millones de dólares, y que fueron financiados con el abundante esponsoreo de stands y paneles ad hoc. Allí recogieron interminables señales simpáticas por parte de los empresarios nacionales y (sobre todo) de los ejecutivos internacionales. Y esperan consolidar lo más pronto posible los 42.800 millones de dólares en anuncios de inversión que la gestión Macri cosechó desde el 10 de diciembre pero que todavía están bastante lejos de impactar en la economía real de los argentinos.
“Fue un gran evento, el de mayor magnitud que tuvo la Argentina”, explicaba entusiasmado Cabrera, quien no paró de mantener reuniones con posibles inversores durante los tres días del foro. Pero el mismo ministro de Producción reconoce que estos encuentros “sirven realmente si impulsan la generación de empleo”. En las promesas de inversión suelen figurar en letra gigante los millones de la apuesta pero en letra minúscula la cantidad de puestos de trabajo que generan. De todos modos, el macrismo sigue mirando el futuro con optimismo mientras el presente, hasta ahora, es apenas una fotografía congelada de la recesión que heredó del kirchnerismo.
La realidad que administra el Gobierno es todavía demasiado negra como para agregarle el costo extra de los errores no forzados. Pero el tarifazo en los servicios públicos, la demora en la rebaja del impuesto a las Ganancias, las internas de gabinete que eclipsaron el hallazgo de diez barriles con efedrina en la Aduana de Ezeiza o el intercambio de contrapuntos sutiles que domina el día a día de los ministros económicos orbitan en la galaxia de la tesis de Di Stéfano. Si es tan difícil mantener la valla oficial invicta en estos tiempos, para qué agrandar a los rivales metiéndose tantos goles en contra.