Publicado el 15/07/2012 – La historia política de la provincia de Buenos Aires, desde que existe el voto secreto y obligatorio, permite verificar que siempre -salvo en los dos años en los que gobernó Fernando de la Rúa, el gobernador compartió el signo político del presidente de la Nación, aunque no siempre esa relación fue todo lo buena que podría esperarse.
“La provincia de Buenos Aires, por voluntad de su electorado o del poder central, siempre compartió el signo del gobierno federal”. Fue radical bajo el radicalismo, conservadora bajo el justismo, peronista bajo el peronismo, frondicista bajo Frondizi, illista bajo Illia, y nuevamente peronista en 1973.
La nueva etapa iniciada en 1983 no se distigue demasiado en este sentido, aunque plantea una única excepción que comprende el período de la Alianza en el gobierno nacional y el justicialismo en la administración provincial”, destaca la politóloga María Matilde Ollier.
En su esencial libro “Atrapada sin Salida. Buenos Aires en la política nacional (1916-2007), la titular de la Escuela de Política y Gobierno de la Universidad Nacional de San Martín realiza un recorrido que permite echar algo más de luz al reciente conflicto político y económico entre la presidenta Cristina Kirchner y el gobernador Daniel Scioli.
Es que para Ollier, recurrentemente “la amenaza” de un “impacto provincializador en la política nacional, basada en su capacidad electoral, institucional y movilizadora, ha dado lugar al efectivo impacto nacionalizador, que implica la decisión del gobierno central de evitar su influencia y doblegar su autonomía, ya sea enviando interventores, o desconociendo resultados electorales en tiempo pasado, o nombrando candidatos a gobernador en todas las épocas”.
Ya en 1917, el presidente Hipólito Yrigoyen intervino la provincia, para cortar de cuajo las aspiraciones presidenciales del conservador Marcelino Ugarte.
Pero no sólo los ataques de Yrigoyen para “domar” políticamente a la Provincia se orientaron contra los conservadores: en 1921 el gobernador de su propio partido Camilo Crotto debió renunciar ante la amenaza de una intervención federal.
Con la “década infame”, el régimen surgido del golpe militar de 1930 interviene la provincia de Buenos Aires en 1931, luego de que se produjera un triunfo radical en las urnas.
A su vez, al comenzar la influencia de Juan Domingo Perón sobre la política argentina, también se registraron momentos de fuerte tensión entre la Casa Rosada y el gobernador con sede en La Plata.
Ollier contabiliza, desde el golpe militar de 1943 siete intervenciones del Gobierno nacional a la provincia, hasta el nombramiento de Juan Atilio Bramuglia en 1945.
Y otras seis más desde la salida de aquel gobernador, que contara con gran influencia en el movimiento obrero.
En 1946 asume como gobernador Domingo Mercante, quien ejercerá el cargo hasta 1952.
Mercante fue una figura notoria para ejemplificar los desencuentros entre gobiernos nacionales y provinciales: fue el más peronista de los peronistas, llegó a ser llamado “el corazón de Perón” por Eva Duarte, pero sus aspiraciones presidenciales le jugaron en contra.
Juan Domingo Perón impuso a la fórmula Carlos Aloé-Carlos A. Díaz para sucederlo en la Provincia y puso así fin a la carrera política de Mercante.
En el tercer gobierno de Perón, la caída de Oscar Bidegain, vinculado a la izquierda peronista, luego de duras críticas lanzadas por el entonces presidente fueron otro episodio de estas tensiones, recurrentes entre Nación y Provincia, aunque también al interior del PJ.
Con el retorno de la democracia en 1983, dos elementos de tensión pasarán al centro de la escena: uno es la lucha por el liderazgo “nacional” del peronismo, elemento en el que la dominación de la Provincia resulta esencial.
El otro comienzan a ser las modalidades de financiamiento de la Provincia en una época -los años 80 y 90- de recurrentes “problemas de caja” para el Estado.
Este sería un elemento clave captado por Eduardo Duhalde cuando acordó con Carlos Menem la creación del Fondo de Reparación Histórica del Conurbano.
Al inicio del período democrático, Herminio Iglesias se convirtió en el “mariscal de la derrota” electoral, apoyado por el líder de la UOM, Lorenzo Miguel.
La victoria electoral de Antonio Cafieo en 1985 lo llevó a un efímero liderazgo del peronismo provincial y también el nacional: pudo mantenerlo hasta que Carlos Menem lo derrotó en las internas partidarias de 1988.
Luego, Eduardo Duhalde y Carlos Menem protagonizarían un período de cooperación entre la Casa Rosada y La Plata.
Pero ya en 1994, Duhalde comenzó a “despegarse” de Menem, con la intención de sucederlo en la Presidencia: en aquel momento el entonces gobernador comenzó a agitar frases como “la hora de la estabilidad debe dejar paso a la hora del trabajo”.
Un enfrentamiento sin cuartel entre ambos, fue clave para dejar al peronismo fuera del gobierno en 1999, cuando -por única vez desde 1916- dirigentes de signos distintos ocuparon la Presidencia, con Fernando de la Rúa, y la gobernación, a través de Carlos Ruckauf.
La historia posterior es conocida: Eduardo Duhalde llegaría desde la Provincia a la Presidencia aunque sin el voto popular, sino luego de la crisis de 2001.
Y tras cooperar en las elecciones de 2003, “lo provincial” y “lo nacional” volverían a enfrentarse corporizados en Eduardo Duhalde y Néstor Kirchner en los comicios legislativos de 2005 y aún más allá.
La designación del porteño Daniel Scioli como candidato a gobernador bonaerense en 2007 sería, al principio, un nuevo rasgo de imposición de un peronista en la Casa Rosada al PJ bonaerense.
Esta tensión estructural entre un territorio que aporta la mayor cantidad de votos para la elección de un presidente y el ocupante del Ejecutivo nacional, con necesidades políticas que siempre van más allá de lo que ocurre en la mayor provincia del país, seguramente seguirá sucediéndose en nuestra historia.
“La provincia de Buenos Aires, por voluntad de su electorado o del poder central, siempre compartió el signo del gobierno federal”. Fue radical bajo el radicalismo, conservadora bajo el justismo, peronista bajo el peronismo, frondicista bajo Frondizi, illista bajo Illia, y nuevamente peronista en 1973.
La nueva etapa iniciada en 1983 no se distigue demasiado en este sentido, aunque plantea una única excepción que comprende el período de la Alianza en el gobierno nacional y el justicialismo en la administración provincial”, destaca la politóloga María Matilde Ollier.
En su esencial libro “Atrapada sin Salida. Buenos Aires en la política nacional (1916-2007), la titular de la Escuela de Política y Gobierno de la Universidad Nacional de San Martín realiza un recorrido que permite echar algo más de luz al reciente conflicto político y económico entre la presidenta Cristina Kirchner y el gobernador Daniel Scioli.
Es que para Ollier, recurrentemente “la amenaza” de un “impacto provincializador en la política nacional, basada en su capacidad electoral, institucional y movilizadora, ha dado lugar al efectivo impacto nacionalizador, que implica la decisión del gobierno central de evitar su influencia y doblegar su autonomía, ya sea enviando interventores, o desconociendo resultados electorales en tiempo pasado, o nombrando candidatos a gobernador en todas las épocas”.
Ya en 1917, el presidente Hipólito Yrigoyen intervino la provincia, para cortar de cuajo las aspiraciones presidenciales del conservador Marcelino Ugarte.
Pero no sólo los ataques de Yrigoyen para “domar” políticamente a la Provincia se orientaron contra los conservadores: en 1921 el gobernador de su propio partido Camilo Crotto debió renunciar ante la amenaza de una intervención federal.
Con la “década infame”, el régimen surgido del golpe militar de 1930 interviene la provincia de Buenos Aires en 1931, luego de que se produjera un triunfo radical en las urnas.
A su vez, al comenzar la influencia de Juan Domingo Perón sobre la política argentina, también se registraron momentos de fuerte tensión entre la Casa Rosada y el gobernador con sede en La Plata.
Ollier contabiliza, desde el golpe militar de 1943 siete intervenciones del Gobierno nacional a la provincia, hasta el nombramiento de Juan Atilio Bramuglia en 1945.
Y otras seis más desde la salida de aquel gobernador, que contara con gran influencia en el movimiento obrero.
En 1946 asume como gobernador Domingo Mercante, quien ejercerá el cargo hasta 1952.
Mercante fue una figura notoria para ejemplificar los desencuentros entre gobiernos nacionales y provinciales: fue el más peronista de los peronistas, llegó a ser llamado “el corazón de Perón” por Eva Duarte, pero sus aspiraciones presidenciales le jugaron en contra.
Juan Domingo Perón impuso a la fórmula Carlos Aloé-Carlos A. Díaz para sucederlo en la Provincia y puso así fin a la carrera política de Mercante.
En el tercer gobierno de Perón, la caída de Oscar Bidegain, vinculado a la izquierda peronista, luego de duras críticas lanzadas por el entonces presidente fueron otro episodio de estas tensiones, recurrentes entre Nación y Provincia, aunque también al interior del PJ.
Con el retorno de la democracia en 1983, dos elementos de tensión pasarán al centro de la escena: uno es la lucha por el liderazgo “nacional” del peronismo, elemento en el que la dominación de la Provincia resulta esencial.
El otro comienzan a ser las modalidades de financiamiento de la Provincia en una época -los años 80 y 90- de recurrentes “problemas de caja” para el Estado.
Este sería un elemento clave captado por Eduardo Duhalde cuando acordó con Carlos Menem la creación del Fondo de Reparación Histórica del Conurbano.
Al inicio del período democrático, Herminio Iglesias se convirtió en el “mariscal de la derrota” electoral, apoyado por el líder de la UOM, Lorenzo Miguel.
La victoria electoral de Antonio Cafieo en 1985 lo llevó a un efímero liderazgo del peronismo provincial y también el nacional: pudo mantenerlo hasta que Carlos Menem lo derrotó en las internas partidarias de 1988.
Luego, Eduardo Duhalde y Carlos Menem protagonizarían un período de cooperación entre la Casa Rosada y La Plata.
Pero ya en 1994, Duhalde comenzó a “despegarse” de Menem, con la intención de sucederlo en la Presidencia: en aquel momento el entonces gobernador comenzó a agitar frases como “la hora de la estabilidad debe dejar paso a la hora del trabajo”.
Un enfrentamiento sin cuartel entre ambos, fue clave para dejar al peronismo fuera del gobierno en 1999, cuando -por única vez desde 1916- dirigentes de signos distintos ocuparon la Presidencia, con Fernando de la Rúa, y la gobernación, a través de Carlos Ruckauf.
La historia posterior es conocida: Eduardo Duhalde llegaría desde la Provincia a la Presidencia aunque sin el voto popular, sino luego de la crisis de 2001.
Y tras cooperar en las elecciones de 2003, “lo provincial” y “lo nacional” volverían a enfrentarse corporizados en Eduardo Duhalde y Néstor Kirchner en los comicios legislativos de 2005 y aún más allá.
La designación del porteño Daniel Scioli como candidato a gobernador bonaerense en 2007 sería, al principio, un nuevo rasgo de imposición de un peronista en la Casa Rosada al PJ bonaerense.
Esta tensión estructural entre un territorio que aporta la mayor cantidad de votos para la elección de un presidente y el ocupante del Ejecutivo nacional, con necesidades políticas que siempre van más allá de lo que ocurre en la mayor provincia del país, seguramente seguirá sucediéndose en nuestra historia.