Lupi es el séptimo ministro que Dilma Rousseff pierde en menos de un año.
Carlos Lupi dimitió este domingo como titular de Trabajo de Brasil y se convirtió en el séptimo ministro que la presidenta Dilma Rousseff pierde desde enero y el sexto que lo hace bajo acusaciones de corrupción.
¿Pero qué significan estas dimisiones que se han producido cuando la mandataria no ha cumplido su primer año en el poder? Según analistas consultados por la BBC, estas renuncias reflejan las deficiencias del sistema político brasileño.
El último ministro en salir del gobierno de Rousseff, Carlos Lupi, lo ha hecho después ser recibir acusaciones en la prensa local de haber desviado dinero público del Ministerio de Trabajo hacia ONGs que tenían convenios con el gobierno.
En una audiencia en la Cámara de Diputados, Lupi negó tener alguna relación con las organizaciones en cuestión y aseguró que no conocía al dirigente de la ONG Pró-Cerrado, André Meira, y que nunca había estado en su jet privado.
Días después de hacer esas declaraciones, una página web publicó unas fotos de Lupi bajando de la aeronave y la oposición le acusó de «mentir al país». Luego, el ministro cambió su versión y negó haber dicho que no conociera a Meira.
A ese hecho se le sumaron las recientes denuncias de un diario que acusaba al ministro de haber sido «funcionario fantasma» de la Cámara de Diputados y que había acumulado cargos simultáneamente y de forma irregular como asesor parlamentario en diferentes organismos públicos.
Reparto de poder
Para el politólogo João Paulo Peixoto, de la UNB (Universidad de Brasilia), «la salida de Lupi es un episodio lamentable más que no tendrá grandes consecuencias para el gobierno».
El analista considera que esto no le supondrá castigos al partido de Lupi, el PDT (Partido Laborista Democrático), que tiene 26 diputados y cinco senadores.
«Hasta ahora, el gobierno se ha mantenido al margen de las dimisiones. La salida de los dos ministros no supuso grandes problemas en la relación del gobierno con sus bases», afirmó.
«Con este sistema, los gobiernos se ven forzados a buscar distintas alianzas con partidos con los que no se identifican en absoluto. Mientras continúe la política de distribución de cargos públicos, la corrupción seguirá existiendo»
João Paulo Peixoto, politólogo
Para Peixoto, «el problema estructural está en el presidencialismo de coalición». Este término creado por académicos brasileños define el «parcelamiento de ministerios» entre los partidos de la base del gobierno.
«Con este sistema, los gobiernos se ven forzados a buscar distintas alianzas con partidos con los que no se identifican en absoluto. Mientras continúe la política de distribución de cargos públicos, la corrupción seguirá existiendo», sostuvo.
El historiador Marco Antonio Villa, de la UFSCar (Universidad Federal de San Carlos), coincide en que el problema está en el presidencialismo de coalición, que él prefiere llamar «presidencialismo de transacción».
«A cambio del apoyo en el Congreso, el gobierno entrega los ministerios a los partidos. Este tipo de presidencialismo provoca crisis todas las semanas», opina.
Además de Lupi, tres de los siete ministros que dejaron el gobierno lo hicieron bajo sospechas de desvío de fondos públicos ligado a sus partidos y en ellos estaban involucradas ONGs.
Es el caso de Alfredo Nascimento, exministro de Transportes (del Partido de la República -PR-), del extitular de Agricultura Wagner Rossi (del PMDB) y del exministro de Deportes Orlando Silva (del Partido Comunista de Brasil).
Antonio Palocci, exjefe de gabinete fue el primero en alejarse del gobierno en junio de este año acusado de enriquecimiento ilícito. Pedro Novais, extitular de Turismo, del PMDB, fue acusado de usar recursos públicos en su beneficio.
El único que no salió bajo la sombra de la corrupción fue el exministro de Defensa Nelson Jobim.
Reforma ministerial
La imagen de Dilma Rousseff no ha resultado muy dañada de la dimisión en cadena de ministros.
La salida de Lupi no se produjo en una buena hora para el gobierno, que esperaba poder mantenerlo en el cargo hasta la reforma ministerial de enero, según apuntaron los analistas.
Y aunque Rousseff parece no haber perdido mucho apoyo popular por esta caída en serie de ministros bajo sospechas de corrupción, la llamada «limpieza» ha provocado parálisis en el gobierno.
En este sentido, Peixoto apunta que le gustaría ver una disminución en el número de ministerios y explica que algunos de ellos se podrían fusionar.
Además, recomienda la elección de perfiles más técnicos para quienes ocupen estos cargos para aumentar la eficiencia en la gestión de gobierno.
Por su parte, Villa es pesimista en cuanto a la prometida reforma ministerial de enero.
«La reforma estará determinada por las elecciones municipales de 2012, cuando debería estarlo por la eficiencia», sostiene.
«La parálisis del gobierno asusta», asegura Villa al referirse al incumplimiento de las metas de algunos programas públicos.
Además, indica que el gobierno debería replantearse la manera en la que otorga los gastos y su relación con las ONGs.
«También está el problema de la crisis internacional. Parece que sólo el ministro de Hacienda (Guido) Mantega se preocupa por la crisis y que el resto del gobierno la ignora», concluyó.
Carlos Lupi dimitió este domingo como titular de Trabajo de Brasil y se convirtió en el séptimo ministro que la presidenta Dilma Rousseff pierde desde enero y el sexto que lo hace bajo acusaciones de corrupción.
¿Pero qué significan estas dimisiones que se han producido cuando la mandataria no ha cumplido su primer año en el poder? Según analistas consultados por la BBC, estas renuncias reflejan las deficiencias del sistema político brasileño.
El último ministro en salir del gobierno de Rousseff, Carlos Lupi, lo ha hecho después ser recibir acusaciones en la prensa local de haber desviado dinero público del Ministerio de Trabajo hacia ONGs que tenían convenios con el gobierno.
En una audiencia en la Cámara de Diputados, Lupi negó tener alguna relación con las organizaciones en cuestión y aseguró que no conocía al dirigente de la ONG Pró-Cerrado, André Meira, y que nunca había estado en su jet privado.
Días después de hacer esas declaraciones, una página web publicó unas fotos de Lupi bajando de la aeronave y la oposición le acusó de «mentir al país». Luego, el ministro cambió su versión y negó haber dicho que no conociera a Meira.
A ese hecho se le sumaron las recientes denuncias de un diario que acusaba al ministro de haber sido «funcionario fantasma» de la Cámara de Diputados y que había acumulado cargos simultáneamente y de forma irregular como asesor parlamentario en diferentes organismos públicos.
Reparto de poder
Para el politólogo João Paulo Peixoto, de la UNB (Universidad de Brasilia), «la salida de Lupi es un episodio lamentable más que no tendrá grandes consecuencias para el gobierno».
El analista considera que esto no le supondrá castigos al partido de Lupi, el PDT (Partido Laborista Democrático), que tiene 26 diputados y cinco senadores.
«Hasta ahora, el gobierno se ha mantenido al margen de las dimisiones. La salida de los dos ministros no supuso grandes problemas en la relación del gobierno con sus bases», afirmó.
«Con este sistema, los gobiernos se ven forzados a buscar distintas alianzas con partidos con los que no se identifican en absoluto. Mientras continúe la política de distribución de cargos públicos, la corrupción seguirá existiendo»
João Paulo Peixoto, politólogo
Para Peixoto, «el problema estructural está en el presidencialismo de coalición». Este término creado por académicos brasileños define el «parcelamiento de ministerios» entre los partidos de la base del gobierno.
«Con este sistema, los gobiernos se ven forzados a buscar distintas alianzas con partidos con los que no se identifican en absoluto. Mientras continúe la política de distribución de cargos públicos, la corrupción seguirá existiendo», sostuvo.
El historiador Marco Antonio Villa, de la UFSCar (Universidad Federal de San Carlos), coincide en que el problema está en el presidencialismo de coalición, que él prefiere llamar «presidencialismo de transacción».
«A cambio del apoyo en el Congreso, el gobierno entrega los ministerios a los partidos. Este tipo de presidencialismo provoca crisis todas las semanas», opina.
Además de Lupi, tres de los siete ministros que dejaron el gobierno lo hicieron bajo sospechas de desvío de fondos públicos ligado a sus partidos y en ellos estaban involucradas ONGs.
Es el caso de Alfredo Nascimento, exministro de Transportes (del Partido de la República -PR-), del extitular de Agricultura Wagner Rossi (del PMDB) y del exministro de Deportes Orlando Silva (del Partido Comunista de Brasil).
Antonio Palocci, exjefe de gabinete fue el primero en alejarse del gobierno en junio de este año acusado de enriquecimiento ilícito. Pedro Novais, extitular de Turismo, del PMDB, fue acusado de usar recursos públicos en su beneficio.
El único que no salió bajo la sombra de la corrupción fue el exministro de Defensa Nelson Jobim.
Reforma ministerial
La imagen de Dilma Rousseff no ha resultado muy dañada de la dimisión en cadena de ministros.
La salida de Lupi no se produjo en una buena hora para el gobierno, que esperaba poder mantenerlo en el cargo hasta la reforma ministerial de enero, según apuntaron los analistas.
Y aunque Rousseff parece no haber perdido mucho apoyo popular por esta caída en serie de ministros bajo sospechas de corrupción, la llamada «limpieza» ha provocado parálisis en el gobierno.
En este sentido, Peixoto apunta que le gustaría ver una disminución en el número de ministerios y explica que algunos de ellos se podrían fusionar.
Además, recomienda la elección de perfiles más técnicos para quienes ocupen estos cargos para aumentar la eficiencia en la gestión de gobierno.
Por su parte, Villa es pesimista en cuanto a la prometida reforma ministerial de enero.
«La reforma estará determinada por las elecciones municipales de 2012, cuando debería estarlo por la eficiencia», sostiene.
«La parálisis del gobierno asusta», asegura Villa al referirse al incumplimiento de las metas de algunos programas públicos.
Además, indica que el gobierno debería replantearse la manera en la que otorga los gastos y su relación con las ONGs.
«También está el problema de la crisis internacional. Parece que sólo el ministro de Hacienda (Guido) Mantega se preocupa por la crisis y que el resto del gobierno la ignora», concluyó.