Miguel Catalá | Bío | Nació en Bouchardo (Córdoba), en 1961. Historiador, docente y escritor. Se desempeñó como delegado Itinerante de la Federación Agraria Argentina (FAA) hasta el año 2008. Es autor de varios ensayos sobre la problemática agropecuaria en general y en torno al movimiento agrarista de la Pampa Húmeda.
El 11 de marzo de 2008, tras la firma por el Poder Ejecutivo encabezado por Cristina Fernández de Kirchner de la Resolución 125, que fijaba retenciones móviles para las exportaciones de maíz, girasol y soja, se produjo el alumbramiento de la denominada mesa de enlace de entidades agropecuarias, conformada por la Sociedad Rural Argentina (SRA), las Confederaciones Rurales Argentinas (CRA), la Confederación Intercooperativa Agropecuaria Limitada (Coninagro) y la Federación Agraria Argentina (FAA), para oponerse frontalmente a esa medida.
Se inicia entonces un largo y encarnizado conflicto liderado por la mesa de enlace contra el gobierno kirchnerista, motivado en la disputa por la renta extraordinaria generada fundamentalmente en torno a la comercialización de soja, parte de la cual el gobierno pretendía redistribuir en favor de los sectores populares. Ese dura puja derivó en un prolongado lock-out patronal.
Como consecuencia de numerosos cortes de ruta en los principales centros sojeros de la Pampa Húmeda, hubo desabastecimiento de bienes de la canasta alimentaria en los centros urbanos, con la consiguiente escalada inflacionaria que afectó fundamentalmente a los sectores asalariados. Detrás de esta profunda zozobra social, fogoneada por los medios de comunicación concentrados, se evidenció una clara voluntad «destituyente» que dividió a la sociedad argentina. Convertida en proyecto de ley y tras un debate caliente en Diputados, la iniciativa fue derrotada en el Senado por la bancada opositora, que debió aguardar con gran ansiedad el desempate del entonces vicepresidente Julio Cobos. Este votó en contra del proyecto político que lo había encumbrado en la Cámara alta
El historiador Miguel Catalá, en esos días delegado itinerante de la FAA, hasta su alejamiento al final del conflicto, participó activamente de todo el proceso desde una posición crítica. Su experiencia en torno a este hecho crucial en la historia argentina fue volcado en su libro «125 preguntas y respuestas sobre el conflicto campo-gobierno», que acaba de publicar Manuel Suárez Editor.
En diálogo con La Capital, el ex dirigente federado aseguró que «la refundación de la Federación Agraria es algo factible y necesario».
—¿Cómo se explica la participación de la FAA en la mesa de enlace, siendo que representa a los pequeños y medianos productores, enfrentados históricamente a los grandes propietarios de la Pampa Húmeda, que se encuadran a su vez en la SRA y en las CRA?
—El mismo día en que se conoció la Resolución 125, en la FAA estábamos haciendo dos piquetes frente a las cerealeras Dreyfus y Cargill, en rechazo de la política oficial respecto de la comercialización del trigo. Se cuestionaban las decisiones en torno de los cupos de exportación y de abastecimiento del mercado interno, y la fijación de precios. Trabajosamente se había logrado reunir un puñado de productores en los dos piquetes. Al día siguiente de la 125, se instalan decenas de concurridos cortes de ruta en todo el país, con presencia de diversos sectores ligados a la producción agraria que golpeaban sus cacerolas a la vera de la ruta, interrumpiendo la circulación vehicular. Estas manifestaciones, al parecer espontáneas, habían sido en realidad fogoneadas mediante las redes sociales y los Blackberrys por los medianos productores, que se venían nucleando en los grupos CREA y en las reuniones de Aapresid. Luego comenzaron las reuniones entre los dirigentes de las distintas entidades del agro. CRA y FAA habían tenido un acercamiento, ocho meses antes, para tratar de evitar que siguiera entrando pulpa de cerdo importada desde Brasil. Habían realizado un «camionetazo» cerca de Venado Tuerto. Cuatro días después de la 125, se realizó un acto en San Pedro, con Mario Llambías (CRA) y Eduardo Buzzi (FAA) como principales oradores, ya con las cuatro entidades sobre el escenario. Ese fue el acta fundacional de la mesa de enlace. En realidad, es básicamente contradictorio que la FAA se junte con la entidad frente a la cual nació, en 1912, con el Grito de Alcorta, es decir la SRA. Precisamente la FAA nació «en conflicto» con la SRA.
—¿Existe una crisis de representación?
—Sí. Hay una transformación del sujeto agrario en la Pampa Húmeda. El chacarero arrendatario (base social de la FAA) dejó de existir en la década del 60. Muchos pequeños propietarios se alejaron de la FAA en los ’90, cuando quebró su compañía de seguros. Desde la refundación del 2000 en adelante, la FAA miraba más bien al movimiento campesino del interior profundo, en la zona no pampeana. Se realizaban congresos en el Patio de la Madera con entre 15 y 20 colectivos provenientes de Cuyo, la Patagonia, el NOA y el NEA. El pequeño y mediano productor, convertido en sembrador-contratista rural, que conservó su maquinaria y pudo «tomar» el campo del vecino para trabajarlo, estaba carente de representación gremial y se referenciaba en organizaciones del avance tecnológico, como los grupos CREA y Aapresid. Este grupo se volcó a las rutas, se nucleó bajo el sello de los «autoconvocados» y como tal tuvo un acercamiento a la FAA, pero con su mirada puesta en los arquetipos ruralistas que ofrecen CRA y la SRA. Los «autoconvocados» fueron los principales actores sociales durante los cortes de ruta, pero estaban ideológicamente cooptados por CRA y la SRA. Tras haber impulsado actos de protesta contra Monsanto por la apropiación y el uso de las licencias en el comercio de las semillas, luego de haber integrado el Frente Nacional contra la Pobreza (Frenapo), que marcó el camino que desembocó en la Asignación Universal por Hijo, tras haber cuestionado públicamente el crecimiento indiscriminado de los pools de siembra e integrar el Foro Nacional de la Agricultura Familiar (Fonaf), la FAA terminó adhiriendo al proyecto de los propietarios más concentrados de la Pampa Húmeda.
—¿Qué papel jugaron los medios hegemónicos durante el lock-out?
—Fue fundamental para visibilizar socialmente el conflicto y propiciar la adhesión de las capas medias urbanas detrás de los intereses sectoriales del denominado «campo argentino». El fenómeno mediático se irradió fundamentalmente por TN desde el corte de Gualeguaychú, férreamente liderado por Alfredo De Angeli, una figura de FAA mediática y «dura». Su posición influía notablemente en las asambleas de los distintos cortes.
—¿Por qué no cambió su posición la FAA cuando durante el tratamiento de la 125 en Diputados se introdujo la segmentación, que favorecía a los pequeños productores?
—Hubo desconfianza respecto de la eficacia de la Oficina Nacional de Control Comercial Agropecuario (Oncca), que iba a ser la encargada de reintegrar a los pequeños productores o agricultores (de acuerdo a la segmentación) lo que se les había retenido por el total bruto exportado. Además, habían estado sometidos durante el prolongado conflicto, con sus largos días y noches, a la prédica implacable y disolvente de los desestabilizadores, de los que hacían asambleas en los cortes cuando tenían los votos asegurados e incluso obligaban a sus peones a oficiar de «levantamanos» en las votaciones.
—¿Cuál es el estado de situación de la FAA, luego de la crisis de legitimidad e identidad ideológica que derivó tras el lock-out patronal de 2008?
—Los pequeños agricultores de la Pampa Húmeda y los campesinos de todo el país, sobre todo del interior profundo, en algún momento van a volver a refundar una FAA que los represente. Que tal vez tenga este nombre u otro. Dependerá de los actores. Si ciertos personajes que hoy conducen la entidad la siguen manteniendo «pegada» a los grandes intereses que defiende la mesa de enlace, entonces se refundará por fuera de la actual estructura. Pero la refundación de la Federación Agraria es algo factible y necesario.
El 11 de marzo de 2008, tras la firma por el Poder Ejecutivo encabezado por Cristina Fernández de Kirchner de la Resolución 125, que fijaba retenciones móviles para las exportaciones de maíz, girasol y soja, se produjo el alumbramiento de la denominada mesa de enlace de entidades agropecuarias, conformada por la Sociedad Rural Argentina (SRA), las Confederaciones Rurales Argentinas (CRA), la Confederación Intercooperativa Agropecuaria Limitada (Coninagro) y la Federación Agraria Argentina (FAA), para oponerse frontalmente a esa medida.
Se inicia entonces un largo y encarnizado conflicto liderado por la mesa de enlace contra el gobierno kirchnerista, motivado en la disputa por la renta extraordinaria generada fundamentalmente en torno a la comercialización de soja, parte de la cual el gobierno pretendía redistribuir en favor de los sectores populares. Ese dura puja derivó en un prolongado lock-out patronal.
Como consecuencia de numerosos cortes de ruta en los principales centros sojeros de la Pampa Húmeda, hubo desabastecimiento de bienes de la canasta alimentaria en los centros urbanos, con la consiguiente escalada inflacionaria que afectó fundamentalmente a los sectores asalariados. Detrás de esta profunda zozobra social, fogoneada por los medios de comunicación concentrados, se evidenció una clara voluntad «destituyente» que dividió a la sociedad argentina. Convertida en proyecto de ley y tras un debate caliente en Diputados, la iniciativa fue derrotada en el Senado por la bancada opositora, que debió aguardar con gran ansiedad el desempate del entonces vicepresidente Julio Cobos. Este votó en contra del proyecto político que lo había encumbrado en la Cámara alta
El historiador Miguel Catalá, en esos días delegado itinerante de la FAA, hasta su alejamiento al final del conflicto, participó activamente de todo el proceso desde una posición crítica. Su experiencia en torno a este hecho crucial en la historia argentina fue volcado en su libro «125 preguntas y respuestas sobre el conflicto campo-gobierno», que acaba de publicar Manuel Suárez Editor.
En diálogo con La Capital, el ex dirigente federado aseguró que «la refundación de la Federación Agraria es algo factible y necesario».
—¿Cómo se explica la participación de la FAA en la mesa de enlace, siendo que representa a los pequeños y medianos productores, enfrentados históricamente a los grandes propietarios de la Pampa Húmeda, que se encuadran a su vez en la SRA y en las CRA?
—El mismo día en que se conoció la Resolución 125, en la FAA estábamos haciendo dos piquetes frente a las cerealeras Dreyfus y Cargill, en rechazo de la política oficial respecto de la comercialización del trigo. Se cuestionaban las decisiones en torno de los cupos de exportación y de abastecimiento del mercado interno, y la fijación de precios. Trabajosamente se había logrado reunir un puñado de productores en los dos piquetes. Al día siguiente de la 125, se instalan decenas de concurridos cortes de ruta en todo el país, con presencia de diversos sectores ligados a la producción agraria que golpeaban sus cacerolas a la vera de la ruta, interrumpiendo la circulación vehicular. Estas manifestaciones, al parecer espontáneas, habían sido en realidad fogoneadas mediante las redes sociales y los Blackberrys por los medianos productores, que se venían nucleando en los grupos CREA y en las reuniones de Aapresid. Luego comenzaron las reuniones entre los dirigentes de las distintas entidades del agro. CRA y FAA habían tenido un acercamiento, ocho meses antes, para tratar de evitar que siguiera entrando pulpa de cerdo importada desde Brasil. Habían realizado un «camionetazo» cerca de Venado Tuerto. Cuatro días después de la 125, se realizó un acto en San Pedro, con Mario Llambías (CRA) y Eduardo Buzzi (FAA) como principales oradores, ya con las cuatro entidades sobre el escenario. Ese fue el acta fundacional de la mesa de enlace. En realidad, es básicamente contradictorio que la FAA se junte con la entidad frente a la cual nació, en 1912, con el Grito de Alcorta, es decir la SRA. Precisamente la FAA nació «en conflicto» con la SRA.
—¿Existe una crisis de representación?
—Sí. Hay una transformación del sujeto agrario en la Pampa Húmeda. El chacarero arrendatario (base social de la FAA) dejó de existir en la década del 60. Muchos pequeños propietarios se alejaron de la FAA en los ’90, cuando quebró su compañía de seguros. Desde la refundación del 2000 en adelante, la FAA miraba más bien al movimiento campesino del interior profundo, en la zona no pampeana. Se realizaban congresos en el Patio de la Madera con entre 15 y 20 colectivos provenientes de Cuyo, la Patagonia, el NOA y el NEA. El pequeño y mediano productor, convertido en sembrador-contratista rural, que conservó su maquinaria y pudo «tomar» el campo del vecino para trabajarlo, estaba carente de representación gremial y se referenciaba en organizaciones del avance tecnológico, como los grupos CREA y Aapresid. Este grupo se volcó a las rutas, se nucleó bajo el sello de los «autoconvocados» y como tal tuvo un acercamiento a la FAA, pero con su mirada puesta en los arquetipos ruralistas que ofrecen CRA y la SRA. Los «autoconvocados» fueron los principales actores sociales durante los cortes de ruta, pero estaban ideológicamente cooptados por CRA y la SRA. Tras haber impulsado actos de protesta contra Monsanto por la apropiación y el uso de las licencias en el comercio de las semillas, luego de haber integrado el Frente Nacional contra la Pobreza (Frenapo), que marcó el camino que desembocó en la Asignación Universal por Hijo, tras haber cuestionado públicamente el crecimiento indiscriminado de los pools de siembra e integrar el Foro Nacional de la Agricultura Familiar (Fonaf), la FAA terminó adhiriendo al proyecto de los propietarios más concentrados de la Pampa Húmeda.
—¿Qué papel jugaron los medios hegemónicos durante el lock-out?
—Fue fundamental para visibilizar socialmente el conflicto y propiciar la adhesión de las capas medias urbanas detrás de los intereses sectoriales del denominado «campo argentino». El fenómeno mediático se irradió fundamentalmente por TN desde el corte de Gualeguaychú, férreamente liderado por Alfredo De Angeli, una figura de FAA mediática y «dura». Su posición influía notablemente en las asambleas de los distintos cortes.
—¿Por qué no cambió su posición la FAA cuando durante el tratamiento de la 125 en Diputados se introdujo la segmentación, que favorecía a los pequeños productores?
—Hubo desconfianza respecto de la eficacia de la Oficina Nacional de Control Comercial Agropecuario (Oncca), que iba a ser la encargada de reintegrar a los pequeños productores o agricultores (de acuerdo a la segmentación) lo que se les había retenido por el total bruto exportado. Además, habían estado sometidos durante el prolongado conflicto, con sus largos días y noches, a la prédica implacable y disolvente de los desestabilizadores, de los que hacían asambleas en los cortes cuando tenían los votos asegurados e incluso obligaban a sus peones a oficiar de «levantamanos» en las votaciones.
—¿Cuál es el estado de situación de la FAA, luego de la crisis de legitimidad e identidad ideológica que derivó tras el lock-out patronal de 2008?
—Los pequeños agricultores de la Pampa Húmeda y los campesinos de todo el país, sobre todo del interior profundo, en algún momento van a volver a refundar una FAA que los represente. Que tal vez tenga este nombre u otro. Dependerá de los actores. Si ciertos personajes que hoy conducen la entidad la siguen manteniendo «pegada» a los grandes intereses que defiende la mesa de enlace, entonces se refundará por fuera de la actual estructura. Pero la refundación de la Federación Agraria es algo factible y necesario.
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Es historiador, no productor de cosas como trigo, soja, maíz, papas, vacas o chanchos.
El problema de la FAA antes del conflicto.
Es interesante si se crea alguna asociación de pequeños productores de subsistencia o autoconsumo. Pero no es la FAA, que siempre nucleó productores comerciales. Los de menor tamaño, con predominio de arrendatarios, pero nunca fue un gremio de «campesinos».