La reforma tributaria es una de las principales asignaturas que el kirchnerismo dejará pendiente. Tras once años de gestión, la estructura de recaudación no ha registrado cambios significativos hacia una mayor progresividad, y nada indica que ello vaya a ocurrir a lo largo del último año de gobierno. La inequidad impositiva, y fundamentalmente la escasísima participación de los gravámenes al patrimonio, no son exclusividad del gobierno nacional, sino una característica común a todas las administraciones provinciales, incluyendo a la Provincia de Buenos Aires y a la Ciudad Autónoma bajo las administraciones de Daniel Scioli y Mauricio Macri.
Comparado con 2003, la recaudación nominal se multiplicó por 16. Sin embargo, la manera de recaudar no ha variado casi nada. Como se observa en el cuadro 1, la actual incidencia de los impuestos más importantes en el total de los ingresos de la AFIP es muy similar a la que tenían en el año 2003. El IVA continúa siendo la fuente principal, con una muy leve caída respecto al comienzo del kirchnerismo. Ganancias incrementó su participación ligeramente, pero, como ya fue mostrado en esta columna (Las Ganancias del Círculo Rojo, setiembre 2013), ha perdido mucho del efecto de progresividad por el achatamiento de su impacto efectivo. Las retenciones para sorpresa de muchos están aportando una proporción muy inferior a la de once años atrás. También perdió gravitación el mal llamado impuesto al cheque. Y el retroceso más pronunciado, y vergonzoso por lo conceptual y por lo que implica en pérdida potencial de recursos, es la merma del rendimiento de Bienes Personales, que cayó de un mísero 2,2% a casi la mitad.
Cuesta imaginar que el kirchnerismo modifique en el último tramo de su tercer gobierno lo que prometió desde un principio y no cumplió hasta ahora.
Peor aún es el deterioro en la composición de la recaudación de las provincias. Los cuadros 2 y 3 muestran que en la Ciudad Autónoma de Buenos Aires y en la provincia de Buenos Aires, Ingresos Brutos explica dos tercios de la recaudación total. A lo largo de la gestión sciolista, este impuesto indirecto que termina siendo pagado por el consumidor elevó en casi 10 puntos porcentuales su participación.
En ambos casos se verifica un menor peso de los impuestos al patrimonio. En la Capital Federal, la caída neta es consecuencia de una fuerte baja en Patentes, que más que compensa el aumento en el Inmobiliario. En la provincia es al revés: el brusco descenso en el Inmobiliario supera al alza en Patentes. En 2014 se llegó al absurdo que los bonaerenses abonaran más por los autos que por sus viviendas y tierras.
Una a favor de Buenos Aires. Es la única que grava a la transmisión gratuita, y en los primeros once meses de 2014 recaudó por este concepto $ 150 millones.
La fotografía del resto del país es aún más oscura. Tomando la totalidad de las provincias, sucede que desde 2003 hasta ahora Ingresos Brutos elevó su incidencia del 62 al 75%, mientras que la del Inmobiliario retrocedió del 15 al 8% y la de Patentes del 6 al 5. En las provincias del noroeste el Inmobiliario aporta sólo 6 por ciento y Patentes apenas 3.
Para peor, debido a las fallas de los sistemas catastrales, a las deficiencias en la valoración fiscal de las propiedades, al insuficiente escalonamiento en las alícuotas y, por supuesto, a la evasión, lo que efectivamente se recauda por Inmobiliario no tiene la composición de progresividad que debería.
El reconocimiento del tema llega al propio kirchnerismo. Por ejemplo, en el número de diciembre pasado de la revista Entrelíneas que edita el Centro de Investigación en Economía Política y Comunicación (Ciepyc) de la Universidad de La Plata, Alfredo Iñiguez escribió que «el sistema tributario requiere de una profunda reformulación y uno de los aspectos que se debería contemplar consiste en la ampliación de la imposición sobre la propiedad y los patrimonios».
Las tres fuerzas políticas que aparecen actualmente con chances de ganar la Presidencia no lucen antecedentes como para ser optimistas.
Comparado con 2003, la recaudación nominal se multiplicó por 16. Sin embargo, la manera de recaudar no ha variado casi nada. Como se observa en el cuadro 1, la actual incidencia de los impuestos más importantes en el total de los ingresos de la AFIP es muy similar a la que tenían en el año 2003. El IVA continúa siendo la fuente principal, con una muy leve caída respecto al comienzo del kirchnerismo. Ganancias incrementó su participación ligeramente, pero, como ya fue mostrado en esta columna (Las Ganancias del Círculo Rojo, setiembre 2013), ha perdido mucho del efecto de progresividad por el achatamiento de su impacto efectivo. Las retenciones para sorpresa de muchos están aportando una proporción muy inferior a la de once años atrás. También perdió gravitación el mal llamado impuesto al cheque. Y el retroceso más pronunciado, y vergonzoso por lo conceptual y por lo que implica en pérdida potencial de recursos, es la merma del rendimiento de Bienes Personales, que cayó de un mísero 2,2% a casi la mitad.
Cuesta imaginar que el kirchnerismo modifique en el último tramo de su tercer gobierno lo que prometió desde un principio y no cumplió hasta ahora.
Peor aún es el deterioro en la composición de la recaudación de las provincias. Los cuadros 2 y 3 muestran que en la Ciudad Autónoma de Buenos Aires y en la provincia de Buenos Aires, Ingresos Brutos explica dos tercios de la recaudación total. A lo largo de la gestión sciolista, este impuesto indirecto que termina siendo pagado por el consumidor elevó en casi 10 puntos porcentuales su participación.
En ambos casos se verifica un menor peso de los impuestos al patrimonio. En la Capital Federal, la caída neta es consecuencia de una fuerte baja en Patentes, que más que compensa el aumento en el Inmobiliario. En la provincia es al revés: el brusco descenso en el Inmobiliario supera al alza en Patentes. En 2014 se llegó al absurdo que los bonaerenses abonaran más por los autos que por sus viviendas y tierras.
Una a favor de Buenos Aires. Es la única que grava a la transmisión gratuita, y en los primeros once meses de 2014 recaudó por este concepto $ 150 millones.
La fotografía del resto del país es aún más oscura. Tomando la totalidad de las provincias, sucede que desde 2003 hasta ahora Ingresos Brutos elevó su incidencia del 62 al 75%, mientras que la del Inmobiliario retrocedió del 15 al 8% y la de Patentes del 6 al 5. En las provincias del noroeste el Inmobiliario aporta sólo 6 por ciento y Patentes apenas 3.
Para peor, debido a las fallas de los sistemas catastrales, a las deficiencias en la valoración fiscal de las propiedades, al insuficiente escalonamiento en las alícuotas y, por supuesto, a la evasión, lo que efectivamente se recauda por Inmobiliario no tiene la composición de progresividad que debería.
El reconocimiento del tema llega al propio kirchnerismo. Por ejemplo, en el número de diciembre pasado de la revista Entrelíneas que edita el Centro de Investigación en Economía Política y Comunicación (Ciepyc) de la Universidad de La Plata, Alfredo Iñiguez escribió que «el sistema tributario requiere de una profunda reformulación y uno de los aspectos que se debería contemplar consiste en la ampliación de la imposición sobre la propiedad y los patrimonios».
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