A largo plazo, los precios globales del petróleo bajarán, tal vez en forma significativa. Nuevos y vastos hallazgos de crudo y gas natural alrededor del mundo auguran una reducción de los precios de los US$100 por barril actuales a US$75 por barril en los próximos cinco años.
Los cambios en la demanda también intensificarán la presión sobre la supremacía del petróleo. Por primera vez en sus 150 años de historia, el motor a combustión puede funcionar en forma eficiente con distintos combustibles, entre ellos el gas natural. Conforme estos combustibles alternativos empiezan a ser adoptados, el consumo global de crudo crecerá en forma más lenta y luego se estabilizará.
Edward Morse, jefe de investigación global de commodities de , opina que la combinación de un estancamiento en el consumo y una mayor producción provocará un precio promedio de US$75 con un máximo de US$90.
Las proyecciones marcan un enorme contraste con el paradigma dominante en los últimos 40 años, que postulaba que, por un lado, las economías en desarrollo se expandirían, incrementando la demanda y, por el otro, la producción global y el suministro caerían. En los últimos cinco años, por el contrario, se han descubierto fuentes no convencionales de crudo por un total de más de 1 billón (millón de millones) de barriles, equivalentes a más de 30 años de suministro adicional. La mayoría es recuperable a US$75 o menos, y gran parte de este crudo está siendo explotado.
Un alza en la producción de Estados Unidos debería convertir a ese país en un exportador neto en los próximos cinco años. «EE.UU. ya no tendrá que preocuparse de interrupciones en el suministro que podrían alterar su economía. Es por eso que lo llamamos la era de la independencia energética norteamericana», dice Morse.
Por el lado de la oferta, fuentes no convencionales de crudo están siendo explotadas en países como India, Bahréin y Uganda. Por el de la demanda, un tercio del parque automotor de Brasil ya no necesita gasolina para funcionar.
Amy Jaffe, directora ejecutiva de Energía y Sostenibilidad de la Universidad de California en Davis, predijo en un reciente trabajo con Mahmoud El-Gamal, profesor de la Universidad de Rice, que salvo que una guerra destruya las instalaciones físicas de producción y transporte de petróleo, su precio «caerá estrepitosamente a un plazo medio de tres a cinco años». Jaffe añade que el precio promedio del crudo podría caer por debajo de US$75, en parte debido a que los costos de producción no son fijos. A medida que los precios bajan, la demanda de plataformas de perforación y equipos relacionados cae, lo que reduce el costo de explotación, afirma.
En los próximos años, el auge global del crudo y gas podría ser una prueba de fuego para la economía rusa, que «depende enormemente de sus exportaciones de energía», según un estudio de la Oficina de Información Energética de EE.UU. Eso juega a su favor cuando los precios suben, pero la perjudica cuando caen.
Algunos analistas, como Philip Vergeler, sugirieron al gobierno de EE.UU. liberar los casi 700 millones de barriles de las reservas estratégicas de petróleo como forma de castigar a Rusia con una reducción forzada de los precios del crudo, la fuente de 70% de las exportaciones de ese país y más de la mitad de sus ingresos fiscales.
Rusia exporta más de siete millones de barriles de crudo al día, siendo superada sólo por Arabia Saudita. Una diferencia clave entre Rusia y el primer exportador del mundo es que más de 60% del petróleo de Rusia se produce en Siberia, donde los costos son mucho más altos. Una caída en el precio global del barril de petróleo de US$100 a US$75 tendría un impacto mucho mayor en los ingresos netos que Rusia percibe del petróleo que los que van a parar a las arcas sauditas.
El descenso del precio del crudo pondría también bajo presión a Venezuela. «La economía y el presupuesto de Venezuela son todavía más dependientes de las exportaciones de petróleo que Rusia», dice Jaffe. «El gobierno tomó préstamos de China por US$60.000 millones y ahora está recibiendo menos ingresos porque debe enviar a su acreedor una parte importante de sus exportaciones como pago de deuda. El gobierno venezolano tiene mucho menos efectivo que en la época de Chávez, cuando este disponía a la vez del dinero de los préstamos y de los pagos por el petróleo vendido a China». Venezuela ha pagado con petróleo entre un cuarto y un tercio de los créditos otorgados por China.
Asimismo, con la abundancia de gas natural en países desde Australia y Sudáfrica hasta Brasil y Argentina, en los próximos cinco años podría desarrollarse algo parecido a un mercado global de gas natural licuado. Eso acabaría con el monopolio interno de los rusos y permitiría a los europeos comprar de otras fuentes.
Los factores que están cambiando las reglas del juego por el lado de la oferta son los tres nuevos tipos de producción: petróleo de aguas profundas, de esquisto y de arenas bituminosas. Cada una de estas fuentes podría traducirse en más de 300.000 millones de barriles de crudo, para sumar más de 1 billón de barriles. Se trata de una incorporación enorme a las reservas que antes se estimaban en 1,5 billones de barriles.
La firma noruega Rystad Source estima que hay unos 317.000 millones de barriles de petróleo en aguas profundas, y que de ese total, unos 75.000 millones serían recuperables en las costas de Norteamérica. La actividad exploratoria en aguas profundas también está en marcha al este de África —donde se podrían aprovechar 63.000 millones de barriles— y en Asia-Pacífico —donde habría otros 32.000 millones.
El gobierno de EE.UU. estima que el crudo de esquisto, que se extrae principalmente a través de la fracturación hidráulica, representaría reservas equivalentes a 345.000 millones de barriles, de los cuales 58.000 millones serían recuperables en EE.UU.
Las arenas bituminosas, según un informe de BP, se encuentran sólo en Canadá, con 167.800 millones de barriles, y en Venezuela, 220.000 millones. Sin embargo, no está claro si esta producción será viable a US$75 el barril de crudo. Según Eric Lee, analista de Citigroup, una buena porción del billón extra de barriles podría ser recuperable a US$75 por barril o menos, debido a que los costos de producción de esquisto y en aguas profundas podrían seguir bajando.
Aunque Jaffe dice que un descenso de precios puede complicar la explotación de los yacimientos offshore de Brasil en los campos llamado pre sal (que están por debajo de la capa de sal del lecho marino), Lee señala que «Brasil tiene varios proyectos hasta 2020 con costos estimados por barril de entre US$40 y US$70».
El fuerte de Argentina, indica, está en los proyectos de esquisto de la cuenca neuquina, en el sur del país. «Hay un proceso de aprendizaje en marcha, y puede que allí haga falta nueva infraestructura, pero sus costos pueden estar también en el rango de los US$40 a US$80 por barril», afirma. «La geología argentina ha ayudado a estos proyectos hasta ahora. La pregunta es cuándo se llevarán a cabo».
Lee dice que los proyectos de arenas bituminosas de Venezuela, como los de Junín, también podrían desarrollarse a un costo del orden de los US$70 por barril, «pero allí las cosas dependen mucho más de la política y de la participación de las empresas extranjeras antes que de la geología».
Según David Vaucher, gerente sénior del equipo de investigación en costos de exploración y producción en IHS, los yacimientos que requieren tecnología más intensiva, como los de aguas profundas y arenas bituminosas, se mantendrían económicamente viables mientras el precio del barril del petróleo de referencia WTI (West Texas Intermediate) oscile entre US$45 y US$95.
Joseph Stanislaw, fundador y presidente de The JAStanislaw Group, una consultora de energía de Boston, no considera que el barril pueda llegar en el corto plazo a US$75, pero si eso ocurriera, obligaría a proyectos como los de arenas bituminosas a esperar. «Desarrollar un nuevo campo de arenas bituminosas se justifica con un barril a entre US$80 y US$90», dijo.
En EE.UU., donde nuevas tecnologías han reducido constantemente los costos en los últimos años, poner en producción un campo de esquisto supone un costo que oscila entre US$65 a US$90 el barril. «En definitiva, depende del estado de desarrollo de un campo», explica Stanislaw. Si el campo está en producción, el precio por barril tendría que cubrir por lo menos el costo operativo. Pero si hay que empezar de cero, un hipotético precio de US$75 por barril obligaría a demorar algunos proyectos».
Por el lado de la demanda, el monopolio del crudo sobre el mercado del transporte también enfrenta el desafío de la abundancia de gas natural de esquisto. Según estimaciones de Advanced Resources International, los recursos de gas de esquisto de EE.UU. alcanzarían 1.161 billones de pies cúbicos sobre un total global de 7.795 billones de pies cúbicos.
En un estudio con otros analistas, Morse, de Citigroup, calculó que hay un enorme potencial de ahorros si los camiones, autobuses, barcos y vehículos de pasajeros empiezan a usar gas natural en lugar de combustibles petroleros. El transporte representa casi la mitad del crudo que el mundo consume cada año, y sólo los camiones usan casi uno de cada nueve barriles que se consumen.
«La historia de la humanidad», dice Morse, «al menos desde la invención de la rueda, es una historia de energía cada vez más barata. La civilización moderna sería imposible sin energía barata. Creo que estamos entrando en otro período de energía más barata que debería durar 50 años o más».
—Rubén Correa contribuyó a este artículo.
Los cambios en la demanda también intensificarán la presión sobre la supremacía del petróleo. Por primera vez en sus 150 años de historia, el motor a combustión puede funcionar en forma eficiente con distintos combustibles, entre ellos el gas natural. Conforme estos combustibles alternativos empiezan a ser adoptados, el consumo global de crudo crecerá en forma más lenta y luego se estabilizará.
Edward Morse, jefe de investigación global de commodities de , opina que la combinación de un estancamiento en el consumo y una mayor producción provocará un precio promedio de US$75 con un máximo de US$90.
Las proyecciones marcan un enorme contraste con el paradigma dominante en los últimos 40 años, que postulaba que, por un lado, las economías en desarrollo se expandirían, incrementando la demanda y, por el otro, la producción global y el suministro caerían. En los últimos cinco años, por el contrario, se han descubierto fuentes no convencionales de crudo por un total de más de 1 billón (millón de millones) de barriles, equivalentes a más de 30 años de suministro adicional. La mayoría es recuperable a US$75 o menos, y gran parte de este crudo está siendo explotado.
Un alza en la producción de Estados Unidos debería convertir a ese país en un exportador neto en los próximos cinco años. «EE.UU. ya no tendrá que preocuparse de interrupciones en el suministro que podrían alterar su economía. Es por eso que lo llamamos la era de la independencia energética norteamericana», dice Morse.
Por el lado de la oferta, fuentes no convencionales de crudo están siendo explotadas en países como India, Bahréin y Uganda. Por el de la demanda, un tercio del parque automotor de Brasil ya no necesita gasolina para funcionar.
Amy Jaffe, directora ejecutiva de Energía y Sostenibilidad de la Universidad de California en Davis, predijo en un reciente trabajo con Mahmoud El-Gamal, profesor de la Universidad de Rice, que salvo que una guerra destruya las instalaciones físicas de producción y transporte de petróleo, su precio «caerá estrepitosamente a un plazo medio de tres a cinco años». Jaffe añade que el precio promedio del crudo podría caer por debajo de US$75, en parte debido a que los costos de producción no son fijos. A medida que los precios bajan, la demanda de plataformas de perforación y equipos relacionados cae, lo que reduce el costo de explotación, afirma.
En los próximos años, el auge global del crudo y gas podría ser una prueba de fuego para la economía rusa, que «depende enormemente de sus exportaciones de energía», según un estudio de la Oficina de Información Energética de EE.UU. Eso juega a su favor cuando los precios suben, pero la perjudica cuando caen.
Algunos analistas, como Philip Vergeler, sugirieron al gobierno de EE.UU. liberar los casi 700 millones de barriles de las reservas estratégicas de petróleo como forma de castigar a Rusia con una reducción forzada de los precios del crudo, la fuente de 70% de las exportaciones de ese país y más de la mitad de sus ingresos fiscales.
Rusia exporta más de siete millones de barriles de crudo al día, siendo superada sólo por Arabia Saudita. Una diferencia clave entre Rusia y el primer exportador del mundo es que más de 60% del petróleo de Rusia se produce en Siberia, donde los costos son mucho más altos. Una caída en el precio global del barril de petróleo de US$100 a US$75 tendría un impacto mucho mayor en los ingresos netos que Rusia percibe del petróleo que los que van a parar a las arcas sauditas.
El descenso del precio del crudo pondría también bajo presión a Venezuela. «La economía y el presupuesto de Venezuela son todavía más dependientes de las exportaciones de petróleo que Rusia», dice Jaffe. «El gobierno tomó préstamos de China por US$60.000 millones y ahora está recibiendo menos ingresos porque debe enviar a su acreedor una parte importante de sus exportaciones como pago de deuda. El gobierno venezolano tiene mucho menos efectivo que en la época de Chávez, cuando este disponía a la vez del dinero de los préstamos y de los pagos por el petróleo vendido a China». Venezuela ha pagado con petróleo entre un cuarto y un tercio de los créditos otorgados por China.
Asimismo, con la abundancia de gas natural en países desde Australia y Sudáfrica hasta Brasil y Argentina, en los próximos cinco años podría desarrollarse algo parecido a un mercado global de gas natural licuado. Eso acabaría con el monopolio interno de los rusos y permitiría a los europeos comprar de otras fuentes.
Los factores que están cambiando las reglas del juego por el lado de la oferta son los tres nuevos tipos de producción: petróleo de aguas profundas, de esquisto y de arenas bituminosas. Cada una de estas fuentes podría traducirse en más de 300.000 millones de barriles de crudo, para sumar más de 1 billón de barriles. Se trata de una incorporación enorme a las reservas que antes se estimaban en 1,5 billones de barriles.
La firma noruega Rystad Source estima que hay unos 317.000 millones de barriles de petróleo en aguas profundas, y que de ese total, unos 75.000 millones serían recuperables en las costas de Norteamérica. La actividad exploratoria en aguas profundas también está en marcha al este de África —donde se podrían aprovechar 63.000 millones de barriles— y en Asia-Pacífico —donde habría otros 32.000 millones.
El gobierno de EE.UU. estima que el crudo de esquisto, que se extrae principalmente a través de la fracturación hidráulica, representaría reservas equivalentes a 345.000 millones de barriles, de los cuales 58.000 millones serían recuperables en EE.UU.
Las arenas bituminosas, según un informe de BP, se encuentran sólo en Canadá, con 167.800 millones de barriles, y en Venezuela, 220.000 millones. Sin embargo, no está claro si esta producción será viable a US$75 el barril de crudo. Según Eric Lee, analista de Citigroup, una buena porción del billón extra de barriles podría ser recuperable a US$75 por barril o menos, debido a que los costos de producción de esquisto y en aguas profundas podrían seguir bajando.
Aunque Jaffe dice que un descenso de precios puede complicar la explotación de los yacimientos offshore de Brasil en los campos llamado pre sal (que están por debajo de la capa de sal del lecho marino), Lee señala que «Brasil tiene varios proyectos hasta 2020 con costos estimados por barril de entre US$40 y US$70».
El fuerte de Argentina, indica, está en los proyectos de esquisto de la cuenca neuquina, en el sur del país. «Hay un proceso de aprendizaje en marcha, y puede que allí haga falta nueva infraestructura, pero sus costos pueden estar también en el rango de los US$40 a US$80 por barril», afirma. «La geología argentina ha ayudado a estos proyectos hasta ahora. La pregunta es cuándo se llevarán a cabo».
Lee dice que los proyectos de arenas bituminosas de Venezuela, como los de Junín, también podrían desarrollarse a un costo del orden de los US$70 por barril, «pero allí las cosas dependen mucho más de la política y de la participación de las empresas extranjeras antes que de la geología».
Según David Vaucher, gerente sénior del equipo de investigación en costos de exploración y producción en IHS, los yacimientos que requieren tecnología más intensiva, como los de aguas profundas y arenas bituminosas, se mantendrían económicamente viables mientras el precio del barril del petróleo de referencia WTI (West Texas Intermediate) oscile entre US$45 y US$95.
Joseph Stanislaw, fundador y presidente de The JAStanislaw Group, una consultora de energía de Boston, no considera que el barril pueda llegar en el corto plazo a US$75, pero si eso ocurriera, obligaría a proyectos como los de arenas bituminosas a esperar. «Desarrollar un nuevo campo de arenas bituminosas se justifica con un barril a entre US$80 y US$90», dijo.
En EE.UU., donde nuevas tecnologías han reducido constantemente los costos en los últimos años, poner en producción un campo de esquisto supone un costo que oscila entre US$65 a US$90 el barril. «En definitiva, depende del estado de desarrollo de un campo», explica Stanislaw. Si el campo está en producción, el precio por barril tendría que cubrir por lo menos el costo operativo. Pero si hay que empezar de cero, un hipotético precio de US$75 por barril obligaría a demorar algunos proyectos».
Por el lado de la demanda, el monopolio del crudo sobre el mercado del transporte también enfrenta el desafío de la abundancia de gas natural de esquisto. Según estimaciones de Advanced Resources International, los recursos de gas de esquisto de EE.UU. alcanzarían 1.161 billones de pies cúbicos sobre un total global de 7.795 billones de pies cúbicos.
En un estudio con otros analistas, Morse, de Citigroup, calculó que hay un enorme potencial de ahorros si los camiones, autobuses, barcos y vehículos de pasajeros empiezan a usar gas natural en lugar de combustibles petroleros. El transporte representa casi la mitad del crudo que el mundo consume cada año, y sólo los camiones usan casi uno de cada nueve barriles que se consumen.
«La historia de la humanidad», dice Morse, «al menos desde la invención de la rueda, es una historia de energía cada vez más barata. La civilización moderna sería imposible sin energía barata. Creo que estamos entrando en otro período de energía más barata que debería durar 50 años o más».
—Rubén Correa contribuyó a este artículo.