Otra vez el sindicalismo, en los días previos a la elección presidencial, asoma como el adversario más complicado y temido por Cristina Fernández y el kirchnerismo. Suceden dos cosas en forma simultánea: han vuelto los cruces públicos, con directas, entre Hugo Moyano, el secretario de la CGT y la Presidenta; los viejos caciques, conocidos como “los gordos”, y sectores gremiales independientes, comenzaron ayer a trazar un plan de acción para sustituir a Moyano al frente de la central obrera, algo que ocurriría entre marzo y julio próximo.
Entre las tensiones con el poder K y los enredos domésticos del sindicalismo pareciera claro que ese conflicto logrará dominar el primer tramo del segundo período que, salvo una magia, Cristina iniciará en diciembre.
Quizás el vaticinio del juez de la Corte, Raúl Zaffaroni, empiece entonces a hacerse realidad: “Si no hay oposición afuera surgirá desde adentro” , comentó hace semanas. La oposición política ajena al peronismo requerirá después del domingo, con certeza, un largo período de recomposición. El gremialismo ocupa un lugar significativo en ese conglomerado oficialista donde habitan el kirchnerismo, y PJ tradicional y organizaciones sociales.
El Gobierno sabe que Moyano tiene flancos que se hacen cada vez más vulnerables.
El político : su figura ha perdido peso y respeto en muchos gremios que conforman la CGT.
El judicial : quienes siguen los pasos y las investigaciones de Noberto Oyarbide, aseguran que el juez poseería elementos para complicar al líder camionero en la causa de la llamada mafia de los remedios. Pero Oyarbide privilegia en el caso Moyano similares intereses que en el escándalo de Sergio Schoklender: intenta siempre sintonizar con las necesidades de los K. El prólogo electoral no sería el momento adecuado para provocar sobresaltos.
Cristina sabe, como lo sabe su hijo Máximo, que cualquier apuro podría resultar contraproducente. El debilitamiento de Moyano no restaría aún capacidad de fuego al líder camionero. Sigue conduciendo férreamente el gremio más poderoso de la Argentina. La Presidenta aspira a iniciar su segundo mandato sin poner en riesgo la paz social . El modelo económico está tironeado ahora por tres factores: la inflación, la crisis internacional y la desconfianza social sobre el futuro, más allá del resultado cantado del domingo venidero.
La Presidenta enfrenta otro inconveniente.
Su plan maestro para desplazar a Moyano naufragó . Durante mucho tiempo pensó en Gerardo Martínez, el titular de la UOCRA. Pero ese pensamiento fue incinerado por las denuncias que embretaron al sindicalista con acciones, al parecer delatorias, en el Batallón 601 en épocas aciagas de la dictadura.
Postulantes, de todos modos, no faltarían aunque el Gobierno, tal vez, deba afinar su mira. Deberá dejar de pensar en los camioneros y afines y rastrear en otros gremios. La UOM de Antonio Caló, el SMATA que en diciembre tendrá un nuevo secretario general (Ricardo Pignanelli), o Héctor Daer, de Sanidad.
Algunos de esos gremios ayudarían, además, a darle al brazo sindical de los K un perfil más vinculados a la industrialización , como prédica el relato oficial, que a los servicios. Pignanelli reemplazará en SMATA a Mario Manrique, un dirigente que supo hacer buenas migas con Moyano. La industria automotriz es exhibida como uno de los pilares del modelo kirchnerista. Amado Boudou, el ministro de Economía, y Débora Giorgi, la ministra de Industria, son auspiciantes del futuro jefe de SMATA. Aunque el propio Pignanelli, alguna vez, se encargó de desnudar cierta endeblez de aquel pilar: “La industria automotriz tiene sólo entre un 17% y un 20% de autopartes nacionales” , confesó.
Pignanelli prefirió no estar cuando Moyano celebró en la sede de SMATA, el lunes, uno de los actos por el 17 de octubre. Tampoco habían estado en la CGT ni Caló ni Gerardo Martínez. Pero esas señales no alcanzan todavía para definir un futuro sindicalismo sin Moyano en el timón cegetista.
Los “gordos” y los independientes coinciden en las críticas a la conducción del líder camionero.
En haber privilegiado estos años a su gremio sobre el conjunto sindical . También vienen alertando que la CGT pareciera haber quedado huérfana de diálogo con el Gobierno. El vínculo de Moyano con Cristina es menos que frágil. Y los ministros que hacen la interlocución –Julio De Vido y Carlos Tomada– tienen escasísima llegada a la Presidenta.
“Con Néstor (Kirchner) había intercambio. Bueno o no tan bueno. Pero había. Ahora no hay nada” , comentó uno de los sindicalistas que promueve la salida de Moyano.
La transición no es sencilla –de hecho los “gordos” e independientes dejaron trunca la reunión de ayer– porque moyanistas y antimoyanistas, al fin, suelen estar invadidos por una misma duda : cuál será el rumbo que tomará Cristina después de diciembre; cuál será el reordenamiento económico frente a la crisis. Moyano y sus rivales, en oposición a los K, suponen que esa crisis golpeará a la Argentina.
La convergencia les atiza otro temor. La posibilidad de que, frente a una emergencia financiera, Cristina recurra a la abundante caja de las Obras Sociales Sindicales ($ 22 mil millones). Como hizo con la ANSeS. Esa presunción abroquela a los dirigentes gremiales y relega el reemplazo de Moyano a un segundo plano.
Entre las tensiones con el poder K y los enredos domésticos del sindicalismo pareciera claro que ese conflicto logrará dominar el primer tramo del segundo período que, salvo una magia, Cristina iniciará en diciembre.
Quizás el vaticinio del juez de la Corte, Raúl Zaffaroni, empiece entonces a hacerse realidad: “Si no hay oposición afuera surgirá desde adentro” , comentó hace semanas. La oposición política ajena al peronismo requerirá después del domingo, con certeza, un largo período de recomposición. El gremialismo ocupa un lugar significativo en ese conglomerado oficialista donde habitan el kirchnerismo, y PJ tradicional y organizaciones sociales.
El Gobierno sabe que Moyano tiene flancos que se hacen cada vez más vulnerables.
El político : su figura ha perdido peso y respeto en muchos gremios que conforman la CGT.
El judicial : quienes siguen los pasos y las investigaciones de Noberto Oyarbide, aseguran que el juez poseería elementos para complicar al líder camionero en la causa de la llamada mafia de los remedios. Pero Oyarbide privilegia en el caso Moyano similares intereses que en el escándalo de Sergio Schoklender: intenta siempre sintonizar con las necesidades de los K. El prólogo electoral no sería el momento adecuado para provocar sobresaltos.
Cristina sabe, como lo sabe su hijo Máximo, que cualquier apuro podría resultar contraproducente. El debilitamiento de Moyano no restaría aún capacidad de fuego al líder camionero. Sigue conduciendo férreamente el gremio más poderoso de la Argentina. La Presidenta aspira a iniciar su segundo mandato sin poner en riesgo la paz social . El modelo económico está tironeado ahora por tres factores: la inflación, la crisis internacional y la desconfianza social sobre el futuro, más allá del resultado cantado del domingo venidero.
La Presidenta enfrenta otro inconveniente.
Su plan maestro para desplazar a Moyano naufragó . Durante mucho tiempo pensó en Gerardo Martínez, el titular de la UOCRA. Pero ese pensamiento fue incinerado por las denuncias que embretaron al sindicalista con acciones, al parecer delatorias, en el Batallón 601 en épocas aciagas de la dictadura.
Postulantes, de todos modos, no faltarían aunque el Gobierno, tal vez, deba afinar su mira. Deberá dejar de pensar en los camioneros y afines y rastrear en otros gremios. La UOM de Antonio Caló, el SMATA que en diciembre tendrá un nuevo secretario general (Ricardo Pignanelli), o Héctor Daer, de Sanidad.
Algunos de esos gremios ayudarían, además, a darle al brazo sindical de los K un perfil más vinculados a la industrialización , como prédica el relato oficial, que a los servicios. Pignanelli reemplazará en SMATA a Mario Manrique, un dirigente que supo hacer buenas migas con Moyano. La industria automotriz es exhibida como uno de los pilares del modelo kirchnerista. Amado Boudou, el ministro de Economía, y Débora Giorgi, la ministra de Industria, son auspiciantes del futuro jefe de SMATA. Aunque el propio Pignanelli, alguna vez, se encargó de desnudar cierta endeblez de aquel pilar: “La industria automotriz tiene sólo entre un 17% y un 20% de autopartes nacionales” , confesó.
Pignanelli prefirió no estar cuando Moyano celebró en la sede de SMATA, el lunes, uno de los actos por el 17 de octubre. Tampoco habían estado en la CGT ni Caló ni Gerardo Martínez. Pero esas señales no alcanzan todavía para definir un futuro sindicalismo sin Moyano en el timón cegetista.
Los “gordos” y los independientes coinciden en las críticas a la conducción del líder camionero.
En haber privilegiado estos años a su gremio sobre el conjunto sindical . También vienen alertando que la CGT pareciera haber quedado huérfana de diálogo con el Gobierno. El vínculo de Moyano con Cristina es menos que frágil. Y los ministros que hacen la interlocución –Julio De Vido y Carlos Tomada– tienen escasísima llegada a la Presidenta.
“Con Néstor (Kirchner) había intercambio. Bueno o no tan bueno. Pero había. Ahora no hay nada” , comentó uno de los sindicalistas que promueve la salida de Moyano.
La transición no es sencilla –de hecho los “gordos” e independientes dejaron trunca la reunión de ayer– porque moyanistas y antimoyanistas, al fin, suelen estar invadidos por una misma duda : cuál será el rumbo que tomará Cristina después de diciembre; cuál será el reordenamiento económico frente a la crisis. Moyano y sus rivales, en oposición a los K, suponen que esa crisis golpeará a la Argentina.
La convergencia les atiza otro temor. La posibilidad de que, frente a una emergencia financiera, Cristina recurra a la abundante caja de las Obras Sociales Sindicales ($ 22 mil millones). Como hizo con la ANSeS. Esa presunción abroquela a los dirigentes gremiales y relega el reemplazo de Moyano a un segundo plano.