Martín Guzman es investigador asociado de la Escuela de Negocios de Columbia University en Nueva York y profesor de la UNLP y la UBA. Doctor en economía de la Brown University, sus investigaciones se enfocan en temas de macroeconomía, deuda y desarrollo económico. Junto con el premio Nóbel Joseph Stiglitz, codirige un equipo de trabajo sobre «crisis de deuda soberana y reestructuración» en el Initiative for Policy Dialogue (IPD), un instituto creado por el premio Nóbel con el objetivo de ofrecer una visión distinta de aquella promovida por el FMI y el Banco Mundial durante el auge del llamado ‘Consenso de Washington’. Es también co-editor del Journal of Globalization and Development, una de las referencias académicas de mayor prestigio internacional en el campo de la interacción entre la globalización y el desarrollo.
Guzman accedió a hablar con LPO sobre la difícil coyuntura que aguarda al Gobierno y el país, luego de la corrida cambiaria que desembocó en la búsqueda de un acuerdo con el FMI.
Dado que la Argentina tiene un déficit de cuenta corriente mayor a 30.000 millones de dólares y que los mercados de financiamiento externo están prácticamente cerrados, ¿cree que el monto que preste el FMI alcanzará a cubrir este número?
La dinámica que venía experimentando Argentina era insostenible. Que el déficit de cuenta corriente del país crezca tan rápido quiere decir que está aumentando rápidamente el endeudamiento del país con el resto del mundo.
Había dos formas de que baje el déficit, una feliz y otra infeliz. La feliz era que se diese un aumento de la producción de lo que se le vende al mundo. La infeliz es la que ocurrirá: el ajuste se terminará dando por una desaceleración del crecimiento de lo que se le compra al mundo, por la contracción de importaciones, que la caída del salario real generará.
En parte lo que busca el gobierno, es que el acuerdo con el FMI reacomode la posibilidad de conseguir financiamiento privado. Pero lo realmente importante pasa por lo que significa haber llegado a este punto y las implicancias que tiene para el futuro de Argentina.
¿Qué implicancias destacaría?
La principal es una pérdida de autonomía. No hay vuelta con esto: Argentina tendrá que moverse de ahora en más bajo las reglas de las finanzas internacionales.
Está claro que había profundos desequilibrios macroeconómicos cuando comienza a gobernar la actual Administración, pero la dependencia del sistema financiero internacional llega como consecuencia de las políticas de este gobierno.
Había dos formas que baje el déficit, una feliz y otra infeliz. La feliz era que se diese un aumento de lo que se vende al mundo. La infeliz es la que ocurrirá.
La secuencia fue la siguiente. Tenías que resolver un conjunto de desequilibrios macroeconómicos, para darle continuidad a cualquier programa de desarrollo. La estrategia tuvo dos pilares: buscar una reducción gradual del déficit primario, y una política monetaria de metas de inflación que apuntaba a bajarla a un dígito en tres años. Lo que decían es: Ahora vinimos nosotros, tomamos medidas que van a generar confianza, va a haber una lluvia de inversiones de un mundo que está encantado con nosotros y creceremos de manera sostenible. En esa historia todo cerraba: si crecía tu producción de exportables, resolvías el desequilibrio externo. Si eso pasaba también aumentaba la demanda por pesos y rescatabas las Lebacs sin generar efectos inflacionarios. Y en ese mundo color de rosas, aumentaba la recaudación por el crecimiento.
Bueno, nada de eso pasó. Lo que se atrajo fue inversión especulativa, no inversión real. La recuperación de 2017 no fue sostenible, estuvo basada en el endeudamiento. Y lo que pasó este mes es que los mercados revisaron drásticamente sus expectativas sobre la Argentina. Ya no se cree que la estrategia del gobierno pueda aumentar la producción de exportables como prometía. En mayo te dijeron que con los precios relativos que tenía Argentina y las expectativas de productividad, no había forma de sostener el déficit de cuenta corriente, que quiere decir que no hay forma de sostener el valor del peso. Y así muchos de los que tenían posiciones en pesos se fueron al dólar, lo que llevó a la crisis cambiaria.
¿En este giro que ensayó el gobierno de Macri, la economía de Argentina está mejor o peor que cuando recibió el gobierno?
Pasados dos años y medio de este gobierno, los desequilibrios macroeconómicos son aún más profundos que cuando comenzaron. Y la sociedad queda expuesta a más riesgo de acá en adelante. Sigue habiendo mucha deuda del BCRA, que irá venciendo, y en cada vencimiento el país será rehén del humor de los mercados y sus expectativas sobre el país. De modo que habrá momentos en que se podrá renovar tranquilamente, y otros en los que habrá tensiones cambiarias.
Y la forma en que se salió de la crisis cambiaria profundiza los problemas. El BCRA sigue arriesgando al disparar una bola de nieve de Lebacs, que deja a la economía más vulnerable a futuro, en lugar de tomar una actitud más prudente que entienda que la velocidad de la desinflación no puede exceder a la velocidad con la que se resuelvan los otros desequilibrios. Ese empecinamiento es el causante de la profundización de los desequilibrios externos y de la dependencia de las finanzas internacionales.
¿Podría explicar un poco más porqué la solución que se buscó a la corrida es negativa?
El combo tuvo principalmente tres elementos: uno, se vendió una cantidad sustancial de reservas, que es convalidar el endeudamiento externo del sector público, ya que esas reservas provenían de la deuda externa que había tomado el gobierno; dos, se usaron los instrumentos para asegurar la renovación del 100 por ciento de las Lebacs que vencían, y a pesar de que se terminó haciendo a una tasa de interés anual del 40 por ciento, se vendió eso como un triunfo. Claro, ganaste un poco de aire ahora, pero aumentaste en 40 por ciento tus pasivos futuros sobre el monto que renovaste. Y encima mostraste que no vas a modificar ni un poco el esquema de política monetaria que ha venido profundizando los desequilibrios externos. Tres, anunciaste un acuerdo con el FMI, con todo lo que ello conlleva.
¿En ese sentido, qué quiere decir que el país pase a depender de las reglas que impone el sistema financiero internacional?
Empecemos por aclarar algo sobre el rol del FMI. Hay una historia de buenos y malos, que el gobierno alimenta, según la cual antes el FMI era malo pero ahora cambió, es más sensible socialmente y aprendió de sus errores. Pero el mundo no funciona así. ¿De verdad alguien puede creer el cuento de que cuando un consejo directivo toma decisiones lo va a hacer en función de lo que es lo mejor para la gente, aún si eso va en contra de los intereses que ese consejo representa?
Para entender qué posición tomará el FMI, hay que entender los intereses de quienes dirigen al FMI. Y para entender esos intereses, hay que mirar la distribución de poder entre países y quienes son los que ejercen efectivamente el poder de voto de esos países.
La realidad es que la posición del FMI está determinada por las economías avanzadas, y dentro de ellas principalmente por Estados Unidos, que es el único que tiene poder de veto sobre las decisiones del consejo directivo. Y a su vez, y acá está el meollo de la cuestión, lo que decide Estados Unidos está enormemente influenciado por el lobby de su sistema financiero.
El FMI no es un simple prestamista. No da préstamos sino programas de préstamo, que no es lo mismo. Esos programas están alineados con los intereses de los que aportan la masa más importante de dólares. De modo que el programa económico que siga nuestro país no estará en línea con un modelo de desarrollo acorde nuestras necesidades, sino con un modelo acorde con los intereses de quienes le prestaron o le prestarán al país. Eso es lo que quiere decir tener que jugar con las reglas de las finanzas internacionales.
¿Qué tan parecidas serán las medidas que recomiende el fondo respecto a las que ya vivimos en la década del 90′? ¿Serán medidas recesivas?
La situación actual es muy diferente a la del 2001. La crisis cambiaria que acaba de vivir el país no es la gran crisis de 2001. No es una crisis que haya venido acompañada de un colapso de la estructura de contratos. El problema es lo que esta crisis revela y lo que la forma en que se la atacó te deja para el futuro.
La situación actual es muy diferente a la del 2001. La crisis cambiaria que vivimos no es la gran crisis del 2001 que vino acompañada de un colapso de los contratos.
De modo que no son las condicionalidades que imponga el FMI ahora las que deben generar mayor preocupación. Las que realmente preocupan son aquellas que aparecen cuando hay problemas de sostenibilidad de la deuda, que son las más dañinas porque se prioriza su pago aunque empeore la actividad y genere problemas sociales. Y este es un escenario que en Argentina puede llegar en algunos años, si no hay una corrección del rumbo.
Y ojalá no nos pase, pero es un evento probable y es poco prudente exponer a la sociedad argentina a los riesgos que conlleva acordar un programa de préstamos con el FMI.
¿Por qué entonces el mercado reacciona positivamente frente al tutelaje de este organismo?
Justamente porque la agenda que promueve el FMI es la que dictan los intereses financieros. No es necesario que a un país le vaya mejor todo el tiempo para que a sus acreedores les vaya mejor.
Aunque el FMI tiene una particularidad: no solo es una herramienta para un grupo de acreedores, sino que también es un acreedor en sí mismo. Y es el acreedor que está primero en la fila para cobrar. Esto, en situaciones límite genera conflictos con los otros acreedores. Si a un país le va demasiado mal, tal que se pone en duda la capacidad de pagarle al propio FMI, ahí sí el Fondo apoya una reestructuración de deuda que le permita recuperarse. Eso es lo que está ocurriendo en Grecia, en donde llegó un punto, luego de varios años de crisis, en que el FMI dijo no va más, hay que reestructurar las deudas y que la quita caiga sobre los demás, o si no nos devolverán lo que prestamos. Pero hay un largo trecho antes de llegar a ese punto, y durante ese trecho, al mercado le gusta el tutelaje del organismo.
¿Cuál es el principal problema que ve en la economía local?
Que no se sabe hacia dónde va, no hay programa económico.
¿Cambiemos priorizó lo electoral por sobre la búsqueda de soluciones de fondo?
En los años que vienen, la dinámica económica no será marcada por un conjunto de políticas en pos del desarrollo, sino por el ciclo político. La urgencia va a seguir siendo como acomodar las cosas para que te vaya mejor cuando te acercas a las elecciones. Viene pasando desde 2011, crecés más en los años que hay elecciones. Con Cambiemos no cambió nada en ese sentido: caíste en 2016, te levantaste en 2017 por el impulso del endeudamiento; 2018 volverá a ser peor que 2017 y en 2019 posiblemente vuelvan a usar el espacio fiscal que queda para acelerar la obra pública, posiblemente también en el contexto de un nuevo ciclo de apreciación, que los ayude a ganar la elección.
Y así vas subiendo y bajando, sin resolver prácticamente ninguno de los problemas estructurales del país, que tienen que ver con su estructura productiva que deja a muchos afuera. Una estructura que te hace imposible escapar de la concepción de un Estado que tiene que gastar mucho en «defenderse», que es todo el gasto social que necesitás porque no tenés forma de que tu estructura productiva le genere condiciones adecuadas a mucha de la gent. Y en este ciclo de subas y bajas, que alimenta un círculo vicioso de la persistencia de la exclusión y de la polarización, hay una cosa que sigue subiendo sin parar: la deuda.
Guzman accedió a hablar con LPO sobre la difícil coyuntura que aguarda al Gobierno y el país, luego de la corrida cambiaria que desembocó en la búsqueda de un acuerdo con el FMI.
Dado que la Argentina tiene un déficit de cuenta corriente mayor a 30.000 millones de dólares y que los mercados de financiamiento externo están prácticamente cerrados, ¿cree que el monto que preste el FMI alcanzará a cubrir este número?
La dinámica que venía experimentando Argentina era insostenible. Que el déficit de cuenta corriente del país crezca tan rápido quiere decir que está aumentando rápidamente el endeudamiento del país con el resto del mundo.
Había dos formas de que baje el déficit, una feliz y otra infeliz. La feliz era que se diese un aumento de la producción de lo que se le vende al mundo. La infeliz es la que ocurrirá: el ajuste se terminará dando por una desaceleración del crecimiento de lo que se le compra al mundo, por la contracción de importaciones, que la caída del salario real generará.
En parte lo que busca el gobierno, es que el acuerdo con el FMI reacomode la posibilidad de conseguir financiamiento privado. Pero lo realmente importante pasa por lo que significa haber llegado a este punto y las implicancias que tiene para el futuro de Argentina.
¿Qué implicancias destacaría?
La principal es una pérdida de autonomía. No hay vuelta con esto: Argentina tendrá que moverse de ahora en más bajo las reglas de las finanzas internacionales.
Está claro que había profundos desequilibrios macroeconómicos cuando comienza a gobernar la actual Administración, pero la dependencia del sistema financiero internacional llega como consecuencia de las políticas de este gobierno.
Había dos formas que baje el déficit, una feliz y otra infeliz. La feliz era que se diese un aumento de lo que se vende al mundo. La infeliz es la que ocurrirá.
La secuencia fue la siguiente. Tenías que resolver un conjunto de desequilibrios macroeconómicos, para darle continuidad a cualquier programa de desarrollo. La estrategia tuvo dos pilares: buscar una reducción gradual del déficit primario, y una política monetaria de metas de inflación que apuntaba a bajarla a un dígito en tres años. Lo que decían es: Ahora vinimos nosotros, tomamos medidas que van a generar confianza, va a haber una lluvia de inversiones de un mundo que está encantado con nosotros y creceremos de manera sostenible. En esa historia todo cerraba: si crecía tu producción de exportables, resolvías el desequilibrio externo. Si eso pasaba también aumentaba la demanda por pesos y rescatabas las Lebacs sin generar efectos inflacionarios. Y en ese mundo color de rosas, aumentaba la recaudación por el crecimiento.
Bueno, nada de eso pasó. Lo que se atrajo fue inversión especulativa, no inversión real. La recuperación de 2017 no fue sostenible, estuvo basada en el endeudamiento. Y lo que pasó este mes es que los mercados revisaron drásticamente sus expectativas sobre la Argentina. Ya no se cree que la estrategia del gobierno pueda aumentar la producción de exportables como prometía. En mayo te dijeron que con los precios relativos que tenía Argentina y las expectativas de productividad, no había forma de sostener el déficit de cuenta corriente, que quiere decir que no hay forma de sostener el valor del peso. Y así muchos de los que tenían posiciones en pesos se fueron al dólar, lo que llevó a la crisis cambiaria.
¿En este giro que ensayó el gobierno de Macri, la economía de Argentina está mejor o peor que cuando recibió el gobierno?
Pasados dos años y medio de este gobierno, los desequilibrios macroeconómicos son aún más profundos que cuando comenzaron. Y la sociedad queda expuesta a más riesgo de acá en adelante. Sigue habiendo mucha deuda del BCRA, que irá venciendo, y en cada vencimiento el país será rehén del humor de los mercados y sus expectativas sobre el país. De modo que habrá momentos en que se podrá renovar tranquilamente, y otros en los que habrá tensiones cambiarias.
Y la forma en que se salió de la crisis cambiaria profundiza los problemas. El BCRA sigue arriesgando al disparar una bola de nieve de Lebacs, que deja a la economía más vulnerable a futuro, en lugar de tomar una actitud más prudente que entienda que la velocidad de la desinflación no puede exceder a la velocidad con la que se resuelvan los otros desequilibrios. Ese empecinamiento es el causante de la profundización de los desequilibrios externos y de la dependencia de las finanzas internacionales.
¿Podría explicar un poco más porqué la solución que se buscó a la corrida es negativa?
El combo tuvo principalmente tres elementos: uno, se vendió una cantidad sustancial de reservas, que es convalidar el endeudamiento externo del sector público, ya que esas reservas provenían de la deuda externa que había tomado el gobierno; dos, se usaron los instrumentos para asegurar la renovación del 100 por ciento de las Lebacs que vencían, y a pesar de que se terminó haciendo a una tasa de interés anual del 40 por ciento, se vendió eso como un triunfo. Claro, ganaste un poco de aire ahora, pero aumentaste en 40 por ciento tus pasivos futuros sobre el monto que renovaste. Y encima mostraste que no vas a modificar ni un poco el esquema de política monetaria que ha venido profundizando los desequilibrios externos. Tres, anunciaste un acuerdo con el FMI, con todo lo que ello conlleva.
¿En ese sentido, qué quiere decir que el país pase a depender de las reglas que impone el sistema financiero internacional?
Empecemos por aclarar algo sobre el rol del FMI. Hay una historia de buenos y malos, que el gobierno alimenta, según la cual antes el FMI era malo pero ahora cambió, es más sensible socialmente y aprendió de sus errores. Pero el mundo no funciona así. ¿De verdad alguien puede creer el cuento de que cuando un consejo directivo toma decisiones lo va a hacer en función de lo que es lo mejor para la gente, aún si eso va en contra de los intereses que ese consejo representa?
Para entender qué posición tomará el FMI, hay que entender los intereses de quienes dirigen al FMI. Y para entender esos intereses, hay que mirar la distribución de poder entre países y quienes son los que ejercen efectivamente el poder de voto de esos países.
La realidad es que la posición del FMI está determinada por las economías avanzadas, y dentro de ellas principalmente por Estados Unidos, que es el único que tiene poder de veto sobre las decisiones del consejo directivo. Y a su vez, y acá está el meollo de la cuestión, lo que decide Estados Unidos está enormemente influenciado por el lobby de su sistema financiero.
El FMI no es un simple prestamista. No da préstamos sino programas de préstamo, que no es lo mismo. Esos programas están alineados con los intereses de los que aportan la masa más importante de dólares. De modo que el programa económico que siga nuestro país no estará en línea con un modelo de desarrollo acorde nuestras necesidades, sino con un modelo acorde con los intereses de quienes le prestaron o le prestarán al país. Eso es lo que quiere decir tener que jugar con las reglas de las finanzas internacionales.
¿Qué tan parecidas serán las medidas que recomiende el fondo respecto a las que ya vivimos en la década del 90′? ¿Serán medidas recesivas?
La situación actual es muy diferente a la del 2001. La crisis cambiaria que acaba de vivir el país no es la gran crisis de 2001. No es una crisis que haya venido acompañada de un colapso de la estructura de contratos. El problema es lo que esta crisis revela y lo que la forma en que se la atacó te deja para el futuro.
La situación actual es muy diferente a la del 2001. La crisis cambiaria que vivimos no es la gran crisis del 2001 que vino acompañada de un colapso de los contratos.
De modo que no son las condicionalidades que imponga el FMI ahora las que deben generar mayor preocupación. Las que realmente preocupan son aquellas que aparecen cuando hay problemas de sostenibilidad de la deuda, que son las más dañinas porque se prioriza su pago aunque empeore la actividad y genere problemas sociales. Y este es un escenario que en Argentina puede llegar en algunos años, si no hay una corrección del rumbo.
Y ojalá no nos pase, pero es un evento probable y es poco prudente exponer a la sociedad argentina a los riesgos que conlleva acordar un programa de préstamos con el FMI.
¿Por qué entonces el mercado reacciona positivamente frente al tutelaje de este organismo?
Justamente porque la agenda que promueve el FMI es la que dictan los intereses financieros. No es necesario que a un país le vaya mejor todo el tiempo para que a sus acreedores les vaya mejor.
Aunque el FMI tiene una particularidad: no solo es una herramienta para un grupo de acreedores, sino que también es un acreedor en sí mismo. Y es el acreedor que está primero en la fila para cobrar. Esto, en situaciones límite genera conflictos con los otros acreedores. Si a un país le va demasiado mal, tal que se pone en duda la capacidad de pagarle al propio FMI, ahí sí el Fondo apoya una reestructuración de deuda que le permita recuperarse. Eso es lo que está ocurriendo en Grecia, en donde llegó un punto, luego de varios años de crisis, en que el FMI dijo no va más, hay que reestructurar las deudas y que la quita caiga sobre los demás, o si no nos devolverán lo que prestamos. Pero hay un largo trecho antes de llegar a ese punto, y durante ese trecho, al mercado le gusta el tutelaje del organismo.
¿Cuál es el principal problema que ve en la economía local?
Que no se sabe hacia dónde va, no hay programa económico.
¿Cambiemos priorizó lo electoral por sobre la búsqueda de soluciones de fondo?
En los años que vienen, la dinámica económica no será marcada por un conjunto de políticas en pos del desarrollo, sino por el ciclo político. La urgencia va a seguir siendo como acomodar las cosas para que te vaya mejor cuando te acercas a las elecciones. Viene pasando desde 2011, crecés más en los años que hay elecciones. Con Cambiemos no cambió nada en ese sentido: caíste en 2016, te levantaste en 2017 por el impulso del endeudamiento; 2018 volverá a ser peor que 2017 y en 2019 posiblemente vuelvan a usar el espacio fiscal que queda para acelerar la obra pública, posiblemente también en el contexto de un nuevo ciclo de apreciación, que los ayude a ganar la elección.
Y así vas subiendo y bajando, sin resolver prácticamente ninguno de los problemas estructurales del país, que tienen que ver con su estructura productiva que deja a muchos afuera. Una estructura que te hace imposible escapar de la concepción de un Estado que tiene que gastar mucho en «defenderse», que es todo el gasto social que necesitás porque no tenés forma de que tu estructura productiva le genere condiciones adecuadas a mucha de la gent. Y en este ciclo de subas y bajas, que alimenta un círculo vicioso de la persistencia de la exclusión y de la polarización, hay una cosa que sigue subiendo sin parar: la deuda.