El duro y escandaloso debate por la reforma previsionalabrió una fuerte grieta en el gobierno nacional. Con una alegoría de cuentos: los orcos y los ‘si pasa,pasa’. En otras palabras, los diputados de Cambiemos versus el tridente de gestión que comanda el jefe de Gabinete, Marcos Peña, mostraron sus discrepancias sobre el tratamiento del tema y su impacto político, social y mediático.
La compleja aritmética que puso en riesgo, durante toda la jornada del lunes, el quórum y la mayoría para aprobar la reforma previsional pusieron de relieve a los dos “bandos” dentro del Gobierno.
Con la aprobación de la norma, entre sus íntimos, Peña no ensayó autocrítica alguna. Tampoco lo hizo sus vicejefe, Mario Quintana, uno de los creadores de la polémica reforma. Es más: quienes estuvieron cerca de ellos en el primer piso de la Casa Rosada escucharon que fue un triunfo en el camino “correcto”.
“Siempre creemos que las cosas van a pasar. El lema parecería ser ‘si pasa, pasa, hagámonos los boludos’. Es un esquema de razonamiento permanente”, se queja, de manera poco elegante, uno de los diputados que sufrió el escarmiento del Ejecutivo por los problemas para avanzar con la ley.
“Con esa lógica después nos sale todo peor. Si dejamos el tema porque creemos que no se va a instalar, después, cuando salimos, ya está instalado y para el orto”, se queja un funcionario que prefiere el anonimato. Otro punto de desacuerdo: por qué no se planteó, antes de comenzar el debate, el bono compensador. “Nos largaron a una negociación sin nada”, se quejaban en Cambiemos.
Entre ambos grupos subyace el ministro del Interior, Rogelio Frigerio. Equilibrista, el ministro político de la Casa Rosada tiene un acuerdo con Monzó (de hecho el viceministro del Interior, Sebastián García de Luca, es del riñón del titular de Diputados) y, a la vez, armó un vínculo cercano con Peña, con quien trabajó para que salga la reforma junto a los gobernadores del PJ.
Pero el Presidente intentó imprimir un clima de concordia y cierto triunfalismo ayer, en un almuerzo informal con parte de su gabinete en Casa Rosada. Allí sorprendió: “No acostumbro a felicitar a nadie porque creo que la gente siempre puede dar más de lo que da, pero quiero felicitar a Marcos (Peña), a Rogelio, a Nicolás (Dujovne, de Hacienda) a Mario y a Gustavo”. Aún, entre risas, en el gabinete nadie entiende qué hizo Lopetegui para merecer el elogio. Siquiera participó del debate con la oposición.
Ahora bien, ¿qué piensa Macri de este debate interno? Las fuentes coinciden en que sigue embelesado por el tridente hiperoptimista que anima Peña, pero también escucha a los “orcos”. De hecho, casi no durmió en la madrugada del martes durante la sesión e insistía con llamar a gobernadores o diputados si era necesario. De eso se ocupó el “ala política”, mientras Peña seguía la sesión con María Eugenia Vidal y Horacio Rodríguez Larreta en el despacho de Monzó, a metros del recinto. Los tres se quedaron hasta las siete de la mañana cuando se sancionó la ley.
Pero el jueves anterior todo se había complicado: se llenó de reproches la Casa Rosada. Los afectados: “los orcos” y Frigerio. “Lo vamos a sacar, pero paren un poco”, se lo escuchó refunfuñar a Frigerio ante los pedidos de explicaciones. Y se frenó el DNU que planearon sacar.
De esto habló el presidente, Mauricio Macri, con varios diputados el fin de semana pasado. Entre ellos, Emilio Monzó, titular de la Cámara de Diputados, y Nicolás Massot, jefe del bloque del PRO. También se sumó Mario Negri, radical y jefe del interbloque de Cambiemos en la Cámara baja. Este grupo, al que se suman los diputados que responden a Elisa Carrió, se autodenominaron “los orcos”, los monstruos del Señor de los Anillos. Mercenarios. Soldados secuaces de los villanos. O, en el léxico macrista, el ala política, la vieja política, los acuerdistas con el PJ.
Otra historia había ocurrido en el Senado, con Frigerio y, ahora, Humberto Schiavoni (PRO) y Luis Naidenoff (UCR) a la cabeza, y donde se logró consenso para la reforma. Pero en Diputados el rompecabezas es distinto, apuntan en el oficialismo: el epicentro del escándalo es que hay muchas divisiones y pequeños bloques, sumado a legisladores que de-soyen los pedidos de sus gobernadores. Existe otra lógica.
Al otro día, con la reforma caída, la residencia de Olivos fue el escenario de la última reunión del gabinete económico. Con Luis Caputo (Finanzas) y Francisco “Pancho” Cabrera (Producción) como invitados especiales. Despidieron el año con festejo. Cabrera suele ser adepto a los cocktails como ningún otro ministro. La pelea interna no lo rozaba.
La compleja aritmética que puso en riesgo, durante toda la jornada del lunes, el quórum y la mayoría para aprobar la reforma previsional pusieron de relieve a los dos “bandos” dentro del Gobierno.
Con la aprobación de la norma, entre sus íntimos, Peña no ensayó autocrítica alguna. Tampoco lo hizo sus vicejefe, Mario Quintana, uno de los creadores de la polémica reforma. Es más: quienes estuvieron cerca de ellos en el primer piso de la Casa Rosada escucharon que fue un triunfo en el camino “correcto”.
“Siempre creemos que las cosas van a pasar. El lema parecería ser ‘si pasa, pasa, hagámonos los boludos’. Es un esquema de razonamiento permanente”, se queja, de manera poco elegante, uno de los diputados que sufrió el escarmiento del Ejecutivo por los problemas para avanzar con la ley.
“Con esa lógica después nos sale todo peor. Si dejamos el tema porque creemos que no se va a instalar, después, cuando salimos, ya está instalado y para el orto”, se queja un funcionario que prefiere el anonimato. Otro punto de desacuerdo: por qué no se planteó, antes de comenzar el debate, el bono compensador. “Nos largaron a una negociación sin nada”, se quejaban en Cambiemos.
Entre ambos grupos subyace el ministro del Interior, Rogelio Frigerio. Equilibrista, el ministro político de la Casa Rosada tiene un acuerdo con Monzó (de hecho el viceministro del Interior, Sebastián García de Luca, es del riñón del titular de Diputados) y, a la vez, armó un vínculo cercano con Peña, con quien trabajó para que salga la reforma junto a los gobernadores del PJ.
Pero el Presidente intentó imprimir un clima de concordia y cierto triunfalismo ayer, en un almuerzo informal con parte de su gabinete en Casa Rosada. Allí sorprendió: “No acostumbro a felicitar a nadie porque creo que la gente siempre puede dar más de lo que da, pero quiero felicitar a Marcos (Peña), a Rogelio, a Nicolás (Dujovne, de Hacienda) a Mario y a Gustavo”. Aún, entre risas, en el gabinete nadie entiende qué hizo Lopetegui para merecer el elogio. Siquiera participó del debate con la oposición.
Ahora bien, ¿qué piensa Macri de este debate interno? Las fuentes coinciden en que sigue embelesado por el tridente hiperoptimista que anima Peña, pero también escucha a los “orcos”. De hecho, casi no durmió en la madrugada del martes durante la sesión e insistía con llamar a gobernadores o diputados si era necesario. De eso se ocupó el “ala política”, mientras Peña seguía la sesión con María Eugenia Vidal y Horacio Rodríguez Larreta en el despacho de Monzó, a metros del recinto. Los tres se quedaron hasta las siete de la mañana cuando se sancionó la ley.
Pero el jueves anterior todo se había complicado: se llenó de reproches la Casa Rosada. Los afectados: “los orcos” y Frigerio. “Lo vamos a sacar, pero paren un poco”, se lo escuchó refunfuñar a Frigerio ante los pedidos de explicaciones. Y se frenó el DNU que planearon sacar.
De esto habló el presidente, Mauricio Macri, con varios diputados el fin de semana pasado. Entre ellos, Emilio Monzó, titular de la Cámara de Diputados, y Nicolás Massot, jefe del bloque del PRO. También se sumó Mario Negri, radical y jefe del interbloque de Cambiemos en la Cámara baja. Este grupo, al que se suman los diputados que responden a Elisa Carrió, se autodenominaron “los orcos”, los monstruos del Señor de los Anillos. Mercenarios. Soldados secuaces de los villanos. O, en el léxico macrista, el ala política, la vieja política, los acuerdistas con el PJ.
Otra historia había ocurrido en el Senado, con Frigerio y, ahora, Humberto Schiavoni (PRO) y Luis Naidenoff (UCR) a la cabeza, y donde se logró consenso para la reforma. Pero en Diputados el rompecabezas es distinto, apuntan en el oficialismo: el epicentro del escándalo es que hay muchas divisiones y pequeños bloques, sumado a legisladores que de-soyen los pedidos de sus gobernadores. Existe otra lógica.
Al otro día, con la reforma caída, la residencia de Olivos fue el escenario de la última reunión del gabinete económico. Con Luis Caputo (Finanzas) y Francisco “Pancho” Cabrera (Producción) como invitados especiales. Despidieron el año con festejo. Cabrera suele ser adepto a los cocktails como ningún otro ministro. La pelea interna no lo rozaba.