Argentina
La sintonía fina
El análisis de Sergio De Piero, politólogo UBA/Flacso
La palabra mandato suena contundente. Y creo que está bien que se utilice para reflejar lo que implican las elecciones de autoridades políticas: en general se hace mención a la extensión de un mandato, pero menos al contenido, que suele ser más complejo de definir. ¿Quién podría decir con exactitud lo que ese heterogéneo 54% de apoyo al Gobierno está aguardando? Desde luego quien tiene que dar esa respuesta es la Presidenta de la Nación y allí entra en juego nuevamente la capacidad de leer lo que la sociedad, de manera a veces imprecisa, está demandado.
Cristina Fernández ha dicho esta semana que llegó el momento de la sintonía fina en la gestión de gobierno e indicó algunas áreas a priorizar: inflación, subsidios, rentabilidad y salarios. El primer paso fue dado al anunciar el recorte del subsidio al consumo de energía eléctrica, gas y agua, que afectará a empresas y particulares del Área Metropolitana de Buenos Aires. Esta política pone en juego la capacidad operativa del Gobierno para no afectar a los sectores con menores ingresos. Una muestra para poner en práctica esa sintonía fina se dio también esta misma semana al anunciarse que 600.000 hogares seguirán recibiendo el beneficio, sobre la base a un estudio que cruzaba ingresos con hogares, que ya tenía realizado el Ministerio de Infraestructura, y le permitía saber cuáles eran específicamente los que se encuentran en situaciones más precarias. Este caso presenta claramente la importancia de contar con información bien recolectada, para que las políticas públicas no sólo sean eficaces y eficientes es decir alcancen sus objetivos con el uso más eficiente de los recursos, sino que las mismas tiendan a establecer mecanismos de justicia. Y me parece que una dosis de la sintonía fina, puede también encarrilarse en esa dimensión. Digo esto porque no faltaron los que afirmaran, temerarios, que en realidad lo necesario es la sintonía gruesa ante una situación económica que poco menos está por estallar (no olvidemos que esta predicción cumple ya varios años, cuando se anunciaba el fin de “rebote de la economía” y el inicio de ajustes; esa profecía ya recorría los días del año 2003).
¿Qué puede ser entonces la sintonía fina? Los gobiernos de Néstor y Cristina Kirchner se han caracterizado por importantes avances en lo que hace a legislación. Por caso se han sancionado las leyes de servicios audiovisuales, de salud mental, de derechos de niñas y niños, de glaciares, de matrimonio igualitario, una nueva ley de educación y una particular de educación técnica, fin del modelo previsional por capitalización, se está discutiendo la ley de tierras. La lista es bastante larga. Contra cierto discurso del “decretismo” estas gestiones han sido prolíficas en leyes nodales. Sin duda quedan materias pendientes (acaso convertir la AUH en una ley, modificar la de entidades financieras) pero han sido replanteados numerosos campos de lo social. Hoy algunos de ellos demandan el trabajo de sintonía fina, de profundizar su aplicación, porque transformaron realidades institucionales muy antiguas como hizo la ley de niñas y niños, respecto del patronato, y no siempre es fácil traducir las normas de una ley, en políticas efectivas y exitosas. Y este desafío no se vincula exclusivamente al mandato que recibe la Presidenta, sino a las capacidades estatales de gestión. Durante años escuchamos hablar de la necesidad de achicar el Estado. Hoy sabemos que necesitamos uno que cuente con la fortaleza y las capacidades necesarias para que todo aquello que las leyes enuncian, se transforme en políticas que garanticen los principios de las leyes y profundicen la justicia en la distribución del ingreso y oportunidades.
La sintonía fina
El análisis de Sergio De Piero, politólogo UBA/Flacso
La palabra mandato suena contundente. Y creo que está bien que se utilice para reflejar lo que implican las elecciones de autoridades políticas: en general se hace mención a la extensión de un mandato, pero menos al contenido, que suele ser más complejo de definir. ¿Quién podría decir con exactitud lo que ese heterogéneo 54% de apoyo al Gobierno está aguardando? Desde luego quien tiene que dar esa respuesta es la Presidenta de la Nación y allí entra en juego nuevamente la capacidad de leer lo que la sociedad, de manera a veces imprecisa, está demandado.
Cristina Fernández ha dicho esta semana que llegó el momento de la sintonía fina en la gestión de gobierno e indicó algunas áreas a priorizar: inflación, subsidios, rentabilidad y salarios. El primer paso fue dado al anunciar el recorte del subsidio al consumo de energía eléctrica, gas y agua, que afectará a empresas y particulares del Área Metropolitana de Buenos Aires. Esta política pone en juego la capacidad operativa del Gobierno para no afectar a los sectores con menores ingresos. Una muestra para poner en práctica esa sintonía fina se dio también esta misma semana al anunciarse que 600.000 hogares seguirán recibiendo el beneficio, sobre la base a un estudio que cruzaba ingresos con hogares, que ya tenía realizado el Ministerio de Infraestructura, y le permitía saber cuáles eran específicamente los que se encuentran en situaciones más precarias. Este caso presenta claramente la importancia de contar con información bien recolectada, para que las políticas públicas no sólo sean eficaces y eficientes es decir alcancen sus objetivos con el uso más eficiente de los recursos, sino que las mismas tiendan a establecer mecanismos de justicia. Y me parece que una dosis de la sintonía fina, puede también encarrilarse en esa dimensión. Digo esto porque no faltaron los que afirmaran, temerarios, que en realidad lo necesario es la sintonía gruesa ante una situación económica que poco menos está por estallar (no olvidemos que esta predicción cumple ya varios años, cuando se anunciaba el fin de “rebote de la economía” y el inicio de ajustes; esa profecía ya recorría los días del año 2003).
¿Qué puede ser entonces la sintonía fina? Los gobiernos de Néstor y Cristina Kirchner se han caracterizado por importantes avances en lo que hace a legislación. Por caso se han sancionado las leyes de servicios audiovisuales, de salud mental, de derechos de niñas y niños, de glaciares, de matrimonio igualitario, una nueva ley de educación y una particular de educación técnica, fin del modelo previsional por capitalización, se está discutiendo la ley de tierras. La lista es bastante larga. Contra cierto discurso del “decretismo” estas gestiones han sido prolíficas en leyes nodales. Sin duda quedan materias pendientes (acaso convertir la AUH en una ley, modificar la de entidades financieras) pero han sido replanteados numerosos campos de lo social. Hoy algunos de ellos demandan el trabajo de sintonía fina, de profundizar su aplicación, porque transformaron realidades institucionales muy antiguas como hizo la ley de niñas y niños, respecto del patronato, y no siempre es fácil traducir las normas de una ley, en políticas efectivas y exitosas. Y este desafío no se vincula exclusivamente al mandato que recibe la Presidenta, sino a las capacidades estatales de gestión. Durante años escuchamos hablar de la necesidad de achicar el Estado. Hoy sabemos que necesitamos uno que cuente con la fortaleza y las capacidades necesarias para que todo aquello que las leyes enuncian, se transforme en políticas que garanticen los principios de las leyes y profundicen la justicia en la distribución del ingreso y oportunidades.