Cristina Kirchner, como tantos abogados, odia la economía. Sólo así se explican los maltratos que le inflige. Para ella, que ya venía negando la inflación, tampoco existe el cepo. Aun cuando Chaco haya iniciado una cadena de defaults de empresas y provincias que no pueden acceder a los dólares para saldar los compromisos en esa moneda.
La Presidenta no puede aumentar el sueldo a los gendarmes. Pero acaba de hacerse cargo del aumento de sueldos de varias energéticas privadas. A seis meses de haber confiscado YPF, y después de dos presentaciones en Estados Unidos, todavía no consiguió atraer a un gran inversor. De nuevo el cepo: todos quieren llevarse en algún momento los dólares que traen. Los especialistas supusieron durante un tiempo que las excentricidades del Gobierno no impedirían la recuperación. Los últimos datos obligan a revisar esa hipótesis.
El crédito al consumo, que venía creciendo 4000 millones de pesos por mes, aumentó en septiembre sólo la mitad. Las ventas de autos a concesionarias cayeron 22% respecto del mismo mes del año pasado. En septiembre fueron 10% menos que en agosto. Las ventas de motos se derrumbaron un 24% interanual. La recaudación se incrementa menos que los precios. Los expertos calculan que este desierto podría extenderse hasta abril, cuando comience a liquidarse la cosecha de soja.
A pesar del enfriamiento, la inflación se acelera. Por primera vez no bajó del 2 por ciento en tres meses seguidos.
Pero, si persiste la retracción, es difícil imaginar acuerdos salariales superiores al 25%. Y nada indica que Cristina Kirchner cambie de opinión sobre la inflación. El martes pasado, cuando recibió a la CGT-Balcarce, machacó con su tesis: «En los Estados Unidos tienen una tasa baja porque no incorporan en el cálculo lo que aumentan los alimentos ni los combustibles». Ningún colaborador de la Presidenta se arriesga a informarle que el Bureau of Labor Statistics estadounidense elabora un índice general y otro que excluye las variaciones de alimentos y energía; y que, en general, ambos coinciden. Prefieren mantenerla en la ignorancia antes que contradecirla.
La insistencia en que los que adulteran estadísticas son los otros confirma que la señora de Kirchner no está dispuesta a pensar un plan de estabilización. Por lo tanto, lo único que cabe esperar son controles más severos. Podría, por ejemplo, publicar listas de precios máximos, como sucedía en la segunda mitad de los 80. Esa estrategia, digna del canal Volver, fue la que adoptó Hugo Chávez para encarar las elecciones, como observa el economista Nicolás Dujovne: en un año redujo el índice de 28,5 a 20,4 por ciento.
Cristina Kirchner atribuye sus infortunios a que los poderosos castigan su heterodoxia. No a rasgos tan peculiares de su política económica como la visión fragmentaria de los problemas, la dificultad para conectar los efectos con las causas y, sobre todo, el arte para dañar a quienes la ejecutan.
A quien no reconoce la inflación le será difícil descubrir por qué los ahorristas se pasan de los pesos hacia el dólar. La Presidenta cree que es por una perversa tradición cultural, que ella aspira a revertir con las restricciones ortopédicas de Mercedes Marcó del Pont y Ricardo Echegaray.
¿Por qué esa pulsión idiosincrática no operaba cuando el peso todavía no había perdido su poder adquisitivo? La señora de Kirchner no se formula esa pregunta. Está satisfecha porque el cepo, que para ella no es un cepo, frenó el drenaje de divisas. Tampoco en este punto aparece el kamikaze que se atreva a mostrarle la cara oscura de la luna. Es verdad que se bloqueó la salida de dólares. Pero fue mediante restricciones que también desalentaron su ingreso: los vencimientos de deuda en dólares no se renuevan; los que prestaron en dólares exigen la inmediata devolución de sus créditos; nadie quiere endeudarse en esa moneda; y la inversión extranjera se derrumbó. Conclusión: a pesar del cepo, a la economía le siguen faltando dólares.
El último efecto de ese corsé es la pesificación de las deudas en moneda extranjera colocadas en el mercado local. Sólo los inversores que residan fuera del país cobrarán en dólares. La novedad irrumpió en el Chaco, pero afecta el financiamiento de otras provincias, empresas y bancos. Es sencillo: como se prohibió el atesoramiento de dólares, es imposible acceder al mercado de cambios para saldar las deudas contraídas en esa moneda. Sólo podrán hacerlo los que hayan acumulado esos dólares con anterioridad. Los demás tendrán que pagar en pesos, como Jorge Capitanich. Es decir, defaultear. Los mercados miran hacia Neuquén, que en estos días debe pagar un título.
Entre las numerosas víctimas de estos desbarajustes está la Anses, que perdió varios millones en un día por la caída en el precio de los bonos, derivada de la crisis chaqueña.
También YPF descendió unos escalones, ya que deberá pagar una tasa más cara por el título que está a punto de colocar. Desde que se estatizó, el riesgo de la empresa es el riego del Estado.
¿Se podrían evitar estas tormentas? Tal vez no. La Presidenta, que no puede dialogar con sus críticos, tampoco lo hace con sus adherentes. Los gobernadores que la visitan deben contentarse con escucharla recitar el credo oficial. Imposible discutir un problema. Lo describe uno de ellos: «Cristina hace las preguntas y se las contesta. Y para introducir un tema nuevo hay que comunicarlo con anticipación, para que ella pueda preparar una contestación».
La aceptación de la política económica no es unánime dentro del Gobierno. Guillermo Moreno, enfrentado a Mercedes Marcó del Pont y Ricardo Echegaray, confiesa sus tribulaciones ante sus amigos. Cree que el cepo es un error importante, que Marcó y Echegaray agravan con nuevas restricciones «para halagar a la Presidenta». No se dan cuenta, piensa Moreno, de que el 40% de la economía está en negro y fija los precios mirando al dólar paralelo. Es posible que esta visión esté influida por la esposa del secretario. La escribana Marta Cascales despotrica. Antes hacía 20 escrituras por mes, pero desde que el cepo congeló el mercado inmobiliario debe pensar en jubilarse.
Para el kirchnerismo la incompetencia no tiene secretos. Sólo una estrategia muy sistemática de malentendidos podía lograr que se instalara una duda sobre el pago de la deuda de los paladines del desendeudamiento. Lo consiguió el mismo equipo que hizo colapsar el aparato de seguridad por no saber liquidar los sueldos, que homenajea a Eva Perón con billetes que no entran en los cajeros y que, al cabo de tres años, no pudo otorgar siquiera una licencia con la nueva ley de medios.
El sector energético es el que mejor refleja los resultados de este método. La intervención sobre los precios obliga a descomunales importaciones de combustibles, que están en la raíz de la crisis del dólar. Asfixiadas por esa política, las distribuidoras de electricidad han dejado de pagar el 50% de la energía que contratan con Cammesa. La otra mitad la paga el Estado. Axel Kicillof promete corregir el problema cuando termine de estudiar el balance de las empresas. Es el problema de su matriz insumo-producto: lleva tiempo. Mientras tanto, en un paso insólito, el martes pasado aceptó la propuesta de Oscar Lescano para que el Tesoro se haga cargo de los aumentos salariales de esas compañías. Julio De Vido, que presidió la reunión, se regodeó viendo cómo su amigo, el «Negro» Lescano, se tragaba al candoroso Kicillof. Fue un choque de civilizaciones.
No fue el traspié más importante del viceministro de Economía. Entre agosto y septiembre modificó dos veces la alícuota de las retenciones a las exportaciones de biodiésel. Ningún abogado le avisó que el 24 de agosto de 2010 el Congreso recuperó las facultades delegadas en el Poder Ejecutivo, entre ellas la de modificar los derechos de exportación. Corolario: hoy las retenciones al biodiésel son ilegales.
¿Estos desaguisados se explican sólo por la incompetencia de los funcionarios? En el corazón del kirchnerismo sugieren otro factor: el Gobierno padece, además, un déficit de conducción por la débil vocación de Cristina Kirchner para atender el endiablado enjambre de problemas que presenta a diario la gestión del Estado. De la intimidad de Olivos trascienden algunas impresiones que hay que tomar como eso, impresiones. Hablan de una presidenta agobiada, a pesar de su temperamento combativo. Aseguran que no quiere continuar en el poder más allá de 2015. Y que sólo dos objetivos consiguen motivarla: la destrucción del grupo Clarín y la construcción de un par de gigantes represas en Santa Cruz. Son emprendimientos engañosos. No se trata de actos de gobierno. Son homenajes a su esposo..
La Presidenta no puede aumentar el sueldo a los gendarmes. Pero acaba de hacerse cargo del aumento de sueldos de varias energéticas privadas. A seis meses de haber confiscado YPF, y después de dos presentaciones en Estados Unidos, todavía no consiguió atraer a un gran inversor. De nuevo el cepo: todos quieren llevarse en algún momento los dólares que traen. Los especialistas supusieron durante un tiempo que las excentricidades del Gobierno no impedirían la recuperación. Los últimos datos obligan a revisar esa hipótesis.
El crédito al consumo, que venía creciendo 4000 millones de pesos por mes, aumentó en septiembre sólo la mitad. Las ventas de autos a concesionarias cayeron 22% respecto del mismo mes del año pasado. En septiembre fueron 10% menos que en agosto. Las ventas de motos se derrumbaron un 24% interanual. La recaudación se incrementa menos que los precios. Los expertos calculan que este desierto podría extenderse hasta abril, cuando comience a liquidarse la cosecha de soja.
A pesar del enfriamiento, la inflación se acelera. Por primera vez no bajó del 2 por ciento en tres meses seguidos.
Pero, si persiste la retracción, es difícil imaginar acuerdos salariales superiores al 25%. Y nada indica que Cristina Kirchner cambie de opinión sobre la inflación. El martes pasado, cuando recibió a la CGT-Balcarce, machacó con su tesis: «En los Estados Unidos tienen una tasa baja porque no incorporan en el cálculo lo que aumentan los alimentos ni los combustibles». Ningún colaborador de la Presidenta se arriesga a informarle que el Bureau of Labor Statistics estadounidense elabora un índice general y otro que excluye las variaciones de alimentos y energía; y que, en general, ambos coinciden. Prefieren mantenerla en la ignorancia antes que contradecirla.
La insistencia en que los que adulteran estadísticas son los otros confirma que la señora de Kirchner no está dispuesta a pensar un plan de estabilización. Por lo tanto, lo único que cabe esperar son controles más severos. Podría, por ejemplo, publicar listas de precios máximos, como sucedía en la segunda mitad de los 80. Esa estrategia, digna del canal Volver, fue la que adoptó Hugo Chávez para encarar las elecciones, como observa el economista Nicolás Dujovne: en un año redujo el índice de 28,5 a 20,4 por ciento.
Cristina Kirchner atribuye sus infortunios a que los poderosos castigan su heterodoxia. No a rasgos tan peculiares de su política económica como la visión fragmentaria de los problemas, la dificultad para conectar los efectos con las causas y, sobre todo, el arte para dañar a quienes la ejecutan.
A quien no reconoce la inflación le será difícil descubrir por qué los ahorristas se pasan de los pesos hacia el dólar. La Presidenta cree que es por una perversa tradición cultural, que ella aspira a revertir con las restricciones ortopédicas de Mercedes Marcó del Pont y Ricardo Echegaray.
¿Por qué esa pulsión idiosincrática no operaba cuando el peso todavía no había perdido su poder adquisitivo? La señora de Kirchner no se formula esa pregunta. Está satisfecha porque el cepo, que para ella no es un cepo, frenó el drenaje de divisas. Tampoco en este punto aparece el kamikaze que se atreva a mostrarle la cara oscura de la luna. Es verdad que se bloqueó la salida de dólares. Pero fue mediante restricciones que también desalentaron su ingreso: los vencimientos de deuda en dólares no se renuevan; los que prestaron en dólares exigen la inmediata devolución de sus créditos; nadie quiere endeudarse en esa moneda; y la inversión extranjera se derrumbó. Conclusión: a pesar del cepo, a la economía le siguen faltando dólares.
El último efecto de ese corsé es la pesificación de las deudas en moneda extranjera colocadas en el mercado local. Sólo los inversores que residan fuera del país cobrarán en dólares. La novedad irrumpió en el Chaco, pero afecta el financiamiento de otras provincias, empresas y bancos. Es sencillo: como se prohibió el atesoramiento de dólares, es imposible acceder al mercado de cambios para saldar las deudas contraídas en esa moneda. Sólo podrán hacerlo los que hayan acumulado esos dólares con anterioridad. Los demás tendrán que pagar en pesos, como Jorge Capitanich. Es decir, defaultear. Los mercados miran hacia Neuquén, que en estos días debe pagar un título.
Entre las numerosas víctimas de estos desbarajustes está la Anses, que perdió varios millones en un día por la caída en el precio de los bonos, derivada de la crisis chaqueña.
También YPF descendió unos escalones, ya que deberá pagar una tasa más cara por el título que está a punto de colocar. Desde que se estatizó, el riesgo de la empresa es el riego del Estado.
¿Se podrían evitar estas tormentas? Tal vez no. La Presidenta, que no puede dialogar con sus críticos, tampoco lo hace con sus adherentes. Los gobernadores que la visitan deben contentarse con escucharla recitar el credo oficial. Imposible discutir un problema. Lo describe uno de ellos: «Cristina hace las preguntas y se las contesta. Y para introducir un tema nuevo hay que comunicarlo con anticipación, para que ella pueda preparar una contestación».
La aceptación de la política económica no es unánime dentro del Gobierno. Guillermo Moreno, enfrentado a Mercedes Marcó del Pont y Ricardo Echegaray, confiesa sus tribulaciones ante sus amigos. Cree que el cepo es un error importante, que Marcó y Echegaray agravan con nuevas restricciones «para halagar a la Presidenta». No se dan cuenta, piensa Moreno, de que el 40% de la economía está en negro y fija los precios mirando al dólar paralelo. Es posible que esta visión esté influida por la esposa del secretario. La escribana Marta Cascales despotrica. Antes hacía 20 escrituras por mes, pero desde que el cepo congeló el mercado inmobiliario debe pensar en jubilarse.
Para el kirchnerismo la incompetencia no tiene secretos. Sólo una estrategia muy sistemática de malentendidos podía lograr que se instalara una duda sobre el pago de la deuda de los paladines del desendeudamiento. Lo consiguió el mismo equipo que hizo colapsar el aparato de seguridad por no saber liquidar los sueldos, que homenajea a Eva Perón con billetes que no entran en los cajeros y que, al cabo de tres años, no pudo otorgar siquiera una licencia con la nueva ley de medios.
El sector energético es el que mejor refleja los resultados de este método. La intervención sobre los precios obliga a descomunales importaciones de combustibles, que están en la raíz de la crisis del dólar. Asfixiadas por esa política, las distribuidoras de electricidad han dejado de pagar el 50% de la energía que contratan con Cammesa. La otra mitad la paga el Estado. Axel Kicillof promete corregir el problema cuando termine de estudiar el balance de las empresas. Es el problema de su matriz insumo-producto: lleva tiempo. Mientras tanto, en un paso insólito, el martes pasado aceptó la propuesta de Oscar Lescano para que el Tesoro se haga cargo de los aumentos salariales de esas compañías. Julio De Vido, que presidió la reunión, se regodeó viendo cómo su amigo, el «Negro» Lescano, se tragaba al candoroso Kicillof. Fue un choque de civilizaciones.
No fue el traspié más importante del viceministro de Economía. Entre agosto y septiembre modificó dos veces la alícuota de las retenciones a las exportaciones de biodiésel. Ningún abogado le avisó que el 24 de agosto de 2010 el Congreso recuperó las facultades delegadas en el Poder Ejecutivo, entre ellas la de modificar los derechos de exportación. Corolario: hoy las retenciones al biodiésel son ilegales.
¿Estos desaguisados se explican sólo por la incompetencia de los funcionarios? En el corazón del kirchnerismo sugieren otro factor: el Gobierno padece, además, un déficit de conducción por la débil vocación de Cristina Kirchner para atender el endiablado enjambre de problemas que presenta a diario la gestión del Estado. De la intimidad de Olivos trascienden algunas impresiones que hay que tomar como eso, impresiones. Hablan de una presidenta agobiada, a pesar de su temperamento combativo. Aseguran que no quiere continuar en el poder más allá de 2015. Y que sólo dos objetivos consiguen motivarla: la destrucción del grupo Clarín y la construcción de un par de gigantes represas en Santa Cruz. Son emprendimientos engañosos. No se trata de actos de gobierno. Son homenajes a su esposo..