Año 5. Edición número 222. Domingo 19 de agosto de 2012
Por Fancisco Balázs y Gabriel Bencivengo
Importaciones. “La economía debía cerrarse. Hay que pasar de ese nivel bastante indiscriminado a un esquema más sofisticado.”
Entrevista. Héctor Valle. Titular de FIDE. El economista destacó la importancia del mercado interno, relativizó las críticas de la ortodoxia, subrayó el rol indelegable del Estado, y enfatizó la necesidad de planificar y comunicar los grandes objetivos del Gobierno. Sin duda no se va a cumplir la pauta presupuestaria, la economía no va a crecer un cinco por ciento, pero no ha ocurrido ninguna de las catástrofes que se anunciaban”, señala Héctor Valle. Según su visión, el desequilibrio fiscal que registran las cuentas públicas es muy manejable. En este sentido, su análisis destaca que el país ha atendido sus deudas y lo seguirá haciendo. Un panorama que en el plano externo no duda en calificar como “muy alentador hacia el futuro” y que se completa con “la importancia y el efecto dinamizador de la demanda interna”. La visión, sin embargo, está lejos de caer en ingenuidades y trasciende las fronteras para colocar al país en el contexto global: “La crisis en la cual está metido el sistema capitalista, tal y como lo conocimos hasta ahora, es sistémica. No es una crisis que se resuelva modificando algunas regulaciones. No le encuentran la vuelta. Ya se está hablando de una desaceleración fuerte de Alemania, y el impacto sobre China es inevitable. Pretender que la Argentina esté ajena sería demasiado sesgado”
–¿Cómo juega la relación comercial con Brasil?
–Si uno toma los últimos datos, todos los actores, excluyendo el automotriz y sus vinculados, dieron positivo. El mercado interno se sostiene. Sería una buena oportunidad para revisar el indicador que mide la evolución de la industria…
–¿Por qué?
–Porque el sector automotor tiene una ponderación muy alta en el indicador sobre el nivel de actividad industrial. Habría que analizar cuál es el peso real del sector automotor. Si uno mira por el lado del empleo, de las ventas, de la recaudación, por el lado que uno mire, la economía no está en recesión. Ahora, claro, si uno sólo mira el indicador industrial, la influencia de lo que pasa con Brasil es decisiva.
–¿De cualquier manera, hay un problema en la relación con Brasil?
–Más allá de que las dos presidentas tengan una excelente relación, las conductas de ambos países en materia de política económica son absolutamente asimétricas. Brasil optó por una política de metas de inflación que subordina el crecimiento a la contención de la inflación por la vía de la tasa de interés y el tipo de cambio. Lo que pasa con la producción es una derivada.
–¿Y en nuestro país…?
–El crecimiento es la variable central. Las otras se van acomodando con mayor o menor fortuna. Ahora bien, todo esto se cruza con otro problema que está por arriba de los dos Estados: la estrategia de las multinacionales automotrices, que están en una situación crítica y que no tienen por qué coincidir con los intereses nacionales. Sin duda, si se recompone la relación dentro del acuerdo automotor, el indicador industrial cambiará. Es una buena ocasión para discutir mano a mano con Brasil una estrategia conjunta respecto a las automotrices.
–Este año, Brasil, en el mejor de los casos, crecerá muy poco. ¿Está pagando el precio de recibir capitales especulativos?
–En los años noventa se caracterizó por un masivo ingreso del capital extranjero. Ese capital desplazó a mucha industria local. Eso se está sintiendo. La actual capacidad de defensa o de agresión que tenía la burguesía paulista disminuyó. Por otro lado, el Bandes se está comportando con criterios afines a la política del Banco Central brasileño. Por cierto, han controlado la inflación, pero a un costo alto.
–Es la receta que pide la ortodoxia local…
–La Argentina no tiene esa prioridad, más allá de la inflación, que es un problema innegable. En este sentido es necesario recuperar la credibilidad de los índices oficiales. Eso cambiaría el escenario, porque el debate sobre los precios se ha convertido en un instrumento que juega en contra. Nos guste o no. Hay que asumirlo. Hoy, cualquier pelagatos manda dos chicas al supermercado a levantar datos y hace una encuesta propia.
–Volvamos a Brasil…
–Muchos señalan que lo que está haciendo Brasil es lo que hacía Cavallo con los planes de competitividad y los incentivos fiscales puntuales. Pero esta estrategia no resuelve un problema de la importancia como el que afrontan nuestras economías. Otra cosa que debemos repensar es que, tradicionalmente, la relación con Brasil se pensó como una relación comercial. Hay que replantearla en términos de una integración productiva. La otra cuestión importante es que Brasil debe entender que su problema fundamental es China, no la Argentina. Es un momento de luces y sombras. Lo que está pasando está severamente condicionado por factores externos.
–Usted señaló que debemos asumir el problema de la inflación. ¿Dónde está el origen del problema?
–En que no se consigue traducir en el comercio minorista los precios del Mercado Central. El menemismo nos dejó una estructura oligopolizada. En este contexto, cuando los trabajadores reciben un aumento que les compensa la inflación, eso convalida la suba de los precios. No quiero decir que no haya que aumentar los salarios. Peor es lo que ocurre con los servicios. Digo esto porque la mitad del índice de precios al consumidor son bienes y la otra mitad son servicios consumidos, centralmente, por la clase media. Por eso es importante profundizar los esfuerzos para revisar la canasta de consumos. Ahí está incluido el colegio de los chicos, la medicina prepaga, el gasto del consorcio…. Con este modelo, las clases media y alta, que tanto desprecio exhiben hacia el Gobierno, han sido las más beneficiadas y son, a la vez, las que con su poder adquisitivo convalidan cualquier aumento de precios. La cadena de comercialización y la estructura oligopólica son determinantes. Ahí tenemos un problema severo.
–Faltan estructuras burocráticas capaces de fiscalizar y corregir estas desviaciones…
–Y falta aumentar la oferta interna. En otra época se podía hacer por la vía de las importaciones. Eso, ahora, no se va a hacer. Por ejemplo, si uno habla con los que fabrican las bolsitas de los supermercados, que son una infinidad de pymes, están muy agarrados por Dow Chemical, una compañía que, además de ser fruto de una privatización, recibe gas subsidiado de Loma La Lata. Este esquema les genera a muchas empresas un plus de rentabilidad que no se reinvierte en el país. Un plus hecho gracias al subsidio de los insumos y a la condición monopólica que ostentan.
–Esos sectores están presionando para obtener una tasa de rentabilidad en dólares que el Gobierno no está dispuesto a convalidar.
–El Gobierno no puede convalidar todas las aspiraciones individuales del sector empresario. En comparación con la situación en que está el mundo, les está yendo más que bien. Ahí aparece el tema del tipo de cambio. Para los productores de soja, o para las empresas transnacionales, el actual tipo de cambio es recontrasuficiente. En el caso de las pymes y de las economías regionales, otro es el cantar. Este tipo de cambio no les alcanza para exportar y para protegerse de las importaciones. Necesitan un tipo de cambio real más alto.
–¿Cómo se logra?
–Es necesario que la devolución de impuestos por exportaciones se haga en tiempo y forma.
–Muchos pretenden tomar como referencia el dólar paralelo.
–Ese mercado negro tiene un volumen poco significativo. En segundo lugar, significaría una traslación de ingresos brutal hacia los sectores concentrados. Además, el Gobierno recauda pesos, y con pesos adquiere los dólares para pagar la deuda externa. Si el Gobierno produjera una devaluación, habría que endeudarse. Es una calesita donde no nos vamos a subir.
–¿Cuál es la herramienta para compensar a las pymes?
–La política de reintegros y de incentivos fiscales. En la práctica, significaría un tipo de cambio diferencial. Tengo la sensación de que la última parte del año, y sobre todo el año que viene, vamos a tener un superávit comercial fuerte, un mejor nivel de reservas y menos deuda que pagar. La cuestión es llegar a ese punto. Estamos cerca. Los esfuerzos que se están haciendo en materia petrolera también ayudan a sustituir importaciones. El año que viene será mucho mejor.
–Las restricciones a las importaciones están afectando la importación de bienes intermedios, especialmente las de bienes de capital.
–La economía debía cerrarse. Hay que pasar de ese nivel bastante indiscriminado a un esquema más sofisticado. En la última parte del año habrá una flexibilización porque, efectivamente, en muchos casos se afecta el nivel de inversión y faltan insumos. Es necesaria una modificación en la medida en que estamos registrando una tendencia hacia un superávit comercial por encima de los 11 mil millones de dólares. Carece de sentido seguir manteniendo cerrada la canilla.
–El Estado se ha convertido durante los últimos años en el principal factor de inversión. ¿Hasta cuándo se puede sostener esta situación?
–Actualmente, representa entre el 6 y el 7 por ciento del Producto. Es mucho. Sin embargo, durante bastante tiempo la inversión pública será un factor dinámico. A decir verdad, tengo una visión muy crítica de la burguesía industrial argentina. No es una burguesía schumpeteriana. Tiene un enorme temor a la inversión. Entonces, hay roles que los tiene que ocupar el Estado. Probablemente reasignando partidas, dejando de hacer algunas cosas. Hay cosas que si no se hacen con inversión pública no se hacen. Un ejemplo es el rechazo de la banca privada a participar de proyectos de inversión, aun cuando exhiben una rentabilidad del 35 por ciento. Tiene que haber una estrategia muy planificada. Si vamos a hacer un esfuerzo de inversión pública equivalente a 7 u 8 puntos del Producto, debe estar apoyado en prioridades.
–Es el gran desafío en el mediano y largo plazo…
–El país requiere de un esfuerzo de inversión muy importante. No vamos a crecer durante los próximos cinco años como lo hicimos en la última década. El contexto internacional cambió. Además, las inversiones necesitan plazos de maduración. Nos guste o no, el Estado siempre estuvo presente. El Estado hizo Somisa, YPF, Gas del Estado…. No creo que convenga abrirse a las exigencias que plantea un inversor externo que pide que los conflictos legales se diluciden en el exterior, que no haya reglamentaciones laborales que los afecte, que pueda retener totalmente las utilidades y que, incluso, pide financiamiento y avales del Estado.
–¿Qué aspectos de la gestión del Gobierno Nacional no están los suficientemente bien comunicados?
–El Gobierno tiene cosas muy positivas para exhibir que deberían exponerse como un conjunto de prioridades que existen, pero que no siempre están explicitadas. Hay que decir con claridad las razones por las cuales este Gobierno no se va a endeudar con el exterior; se trata de explicar para qué se busca un superávit comercial y de explicitar las prioridades en materia de energía. Debemos dejar bien en claro que hay prioridades en materia de integración, educación, ciencia y técnica. Sería bueno hacer un esfuerzo para ordenar en términos de comunicación los objetivos y las decisiones.
–¿Qué piensa de las políticas implementadas desde el Estado en materia de ciencia y tecnología?
–Es una de las mejoras cosas que tiene el Gobierno para exhibir. El aporte que se está haciendo en ciencia y técnica será valorado con el tiempo. El esfuerzo de industrialización de los años sesenta hubiera sido imposible sin la Universidad de Buenos Aires de Risieri Frondizi que formó los primeros ingenieros electrónicos, los primeros ingenieros en química industrial. Eso permitió una ventaja competitiva muy fuerte. Esa experiencia exitosa se está repitiendo con mucha más conciencia que entonces. Las universidades que se crearon en los últimos años constituyen una ventaja competitiva espectacular. Son gratuitas y de excelencia. No las tienen los chilenos ni los brasileños.
–¿Todo este esfuerzo debería acompañarse con una revisión del diseño de la política de sustitución de importaciones heredado de la Segunda Guerra Mundial?
–Aquel esquema, en algún momento, se lo consideró agotado. Los que veníamos con esas ideas pasamos a ser como cachivaches, anticuados… A los que nos criticaban no le interesaba ni el acero, ni la petroquímica. Decían que había especializarse, integrarse a la economía mundial. Era la tesis de Guido Di Tella que nace con la crisis del petróleo, cuando el modelo sustitutivo basado en la energía barata se derrumbaba. Ese proceso de posmodernidad, que duró veinte años, se ha estrellado. Ahora, vuelve a aparecer la necesidad de aquellas viejas estructuras. Si quiero que la economía sea más productiva, cada peso que tengo: ¿lo invierto en producir bienes de consumo o en invertir tecnología de punta? Obviamente, lo voy a invertir en bienes de capital; pero también preciso una infraestructura que me sostenga. En este esquema, complejos como el siderúrgico y el pretroquímico vuelven a aparecer como prioridades. Con un carácter distinto al que tenían, pero lo que interesa es la concepción ideológica. Hay que volver a pensar, primero, en protegemos y, después, en desenvolver las redes de industrialización que el país precisa. La receta no cambió mucho.“Es necesario plantear cómo resolver el tema del Indec”Creo que sería necesario plantear “cómo vamos a resolver el tema del Indec? Lo vamos a dejar así, lo vamos a modificar, qué vamos a rescatar”. Todo el mundo habla del costo de vida, pero hay otras cosas del Indec que hay que actualizar, por ejemplo el índice de comercio exterior. No se puede tener el mismo comunicado de comercio exterior de la época que teníamos un superávit externo de mil millones de dólares, o déficit, e importábamos 5 mil millones y exportábamos 6 mil, que ahora que es 70 a 68. Y como eso, otros indicadores. Hay que sacarle mucho más jugo a la Encuesta de Hogares, hay que avanzar en otras áreas que no están tan bien, mejorar la cuenta del producto de inversión, hay un montón de cosas para hacer con un pensamiento positivo, no para demostrar, que entonces el Indec no sirve. Lo que pasa es que como se lo aborda con enorme ignorancia, se identifica al Indec exclusivamente con IPC. Es un disparate. Y convalidar eso es muy malo, porque el Indec tiene un montón de funciones, entre otras tiene que hacer los censos, de población, el agropecuario, el industrial, el de comercio. Tiene que actualizar una gran variedad de tareas que hacer, y tiene con qué hacerlas, porque hay pocos equipos como los del Indec. Pero así, un poco, se le está haciendo el juego a la oposición. Vuelvo a repetir, con lo del IPC, si sale bien esa encuesta , puede ser la base para una recuperación del organismo. Por otro lado, no sé si el organismo tiene que estar en la órbita de Economía. Yo me fui del Indec cuando Cavallo lo absorbió. Hasta entonces estábamos en la Secretaría de Presidencia, aún con Menem teníamos bastante independencia. El Indec había sido siempre una institución fuera del Ministerio de Economía. Cuando la pusieron bajo su órbita, empezaron los líos. Me parece que el Indec debería tener autonomía, obviamente no anárquica, podría tener una comisión bicameral que lo supervisara, que no implica ningún problema, y revisar todo lo que hay que revisar, con espíritu constructivo.Renta agraria
Provincias en rojo y el lobby sojero–¿Cómo analiza el sistema tributario de provincias de la importancia de Buenos Aires, Córdoba y Santa Fe?
Ahí la cosa está complicada, porque el problema que tenemos es que a las provincias de la zona sojera les cuesta mucho establecer un impuesto inmobiliario acorde con la rentabilidad que tienen, y son muy vulnerables al lobby del sector agropecuario. Entonces, si las provincias no reforman su estructura impositiva, es difícil que puedan solucionar sus cuentas. Y el otro problema es que hay provincias en las cuales, sacando el empleo público, no hay otra fuente de empleo. No es fácil de resolverlo. Me parece que primero está el problema del empleo público como fuente principal de trabajo; está el problema de la renuencia de adecuar la estructura impositiva a la realidad, y después, responsabilidad nuestra (en el sentido del Estado central), que hay que plantearse ciertas reformas imprescindibles: herencia, sistema financiero, juego, tres fuentes de recursos que hay que aprovechar. Y es muy difícil pensar en modificar la coparticipación, porque si ésta se modifica de acuerdo con los niveles de empleo y necesidades básicas insatisfechas, que es el criterio, se lleva toda la coparticipación la provincia de Buenos Aires. Además, para modificar la coparticipación, tienen que ponerse de acuerdo las 24 provincias, cosa complicadísima. Creo que habría que hacer un doble juego entre un compromiso de las provincias de avanzar hacia los nichos de alta rentabilidad, que hay sobre todo en el impuesto inmobiliario. Tenemos que la hectárea vale 15 mil dólares, y están pagando cinco mil pesos por año de impuestos. Bueno, alguien le tiene que poner el cascabel al gato. Si los gobernadores no se animan, tienen que llegar a un acuerdo con la nación en esta materia.