Lunes 01 de agosto de 2011 | 01:45 (actualizado a las 01:44)
La victoria previsible de Mauricio Macri va a circular -también previsiblemente- en la tarifa interpretativa de la coyuntura. Es natural, válido y necesario que así sea, más cuando vivimos momentos de constante puja posicional que algunos autores denominan «democracia de campaña permanente».
Pero también late de fondo la irresuelta identidad de la Ciudad de Buenos Aires, el formato de sus autoridades, sus alcances y límites, y, por lo mismo, su relación con el resto del país, con la región y el mundo.
Las campañas publicitarias de Macri y de Filmus fueron, a este respecto, bastante nítidas. El distrito electoral más joven en elegir sus autoridades es hijo jurídico del Pacto de Olivos, que derivó en la reforma constitucional de 1994, aún cuando, en las elecciones para convencionales constituyentes, la propia Capital Federal fue uno de los pocos distritos que votaron contra ese pacto (el otro fue Neuquén).
La disposición y contornos borrosos de la autonomía porteña es el resultado de relaciones de fuerza entre regiones y provincias, y un modelo de país propio de los años 90. Por supuesto, los moldes jurídicos de las instituciones son dinámicos y no siempre efectivizan lo que propenden. Aunque a los efectos de un análisis más profundo, la figura de la jefatura de gobierno no deja claro ese intersticio entre las responsabilidades de un intendente y las de un gobernador. En ese sentido, Daniel Filmus propuso un compendio que se parece más a los planteos propios de un gobernador: formar parte de un proyecto político nacional, insertar la CABA en una problemática que abarque otros distritos, el financiamiento para obras públicas de gran envergadura y resolución de temas complejos (que exceden cualquier intendencia, menos aún la metropolitana) y de tiempos administrativos largos o de mediano plazo.
Mauricio Macri, con sus apelaciones vagas a bienvenir, a seguir juntos y a conversar con vecinos más que con ciudadanos proponía un modelo de jefatura de gobierno propio de una intendencia. Y ese acento fue premiado por la mayoría de los porteños.
Y explica, además, la imposibilidad del Pro en constituirse como proyecto político, dejando un reemplazo como candidato porteño y Macri jugando en el orden nacional o la necesidad táctica de esconder de inmediato a Miguel Del Sel, no tanto porque dijo que iba a votar por Duhalde, sino porque cometió el grosero error político, cuando aún no estaba resuelta la reelección para intendente de Macri, de postularlo para presidente.en el 2015!
Obviamente, los fundamentos sociales sobre el voto entrañan mayor análisis de coyuntura: deseos, luchas, emociones, aspiraciones y vivencias que muchas veces son pasajeras y otras más o menos estables.
Sin embargo, la audaz premisa de que el país es algo concluido y sólo resta administrarlo, a veces imposibilita entender esta decisión puramente racional del electorado porteño. Traducirla a significaciones sociales complejas, necesarias a la hora de interpretar un resultado electoral, la visión del pasado que consigna y la esperanza de futuro que engloba, es una tarea arriesgada y plena de dificultades, pero necesaria y en cierto modo, inevitable.
Mientras tanto, la anécdota y el cotillón interesado dominará (y está bien que así sea) las interpretaciones de este triunfo de Macri. Pero comprender el voto segmentado, el voto cruzado y los comportamientos sociales por debajo de la algarabía de las pasiones tácticas, permite discernir quizás hacia dónde la soberanía popular quiere ir conduciendo los destinos complejos de nuestro país. Y de su capital federal.
Porque cualquier elección en la CABA tiene su lectura nacional, aún cuando, el acento de la mayoría de los porteños, como en esta jornada electoral, esté puesto en acentuar la autonomía. O fundamentalmente cuando eso pasa, la lectura nacional de los comicios es más urgente e importante.
El autor es periodista, responsable del blog República Unida de la Soja
La victoria previsible de Mauricio Macri va a circular -también previsiblemente- en la tarifa interpretativa de la coyuntura. Es natural, válido y necesario que así sea, más cuando vivimos momentos de constante puja posicional que algunos autores denominan «democracia de campaña permanente».
Pero también late de fondo la irresuelta identidad de la Ciudad de Buenos Aires, el formato de sus autoridades, sus alcances y límites, y, por lo mismo, su relación con el resto del país, con la región y el mundo.
Las campañas publicitarias de Macri y de Filmus fueron, a este respecto, bastante nítidas. El distrito electoral más joven en elegir sus autoridades es hijo jurídico del Pacto de Olivos, que derivó en la reforma constitucional de 1994, aún cuando, en las elecciones para convencionales constituyentes, la propia Capital Federal fue uno de los pocos distritos que votaron contra ese pacto (el otro fue Neuquén).
La disposición y contornos borrosos de la autonomía porteña es el resultado de relaciones de fuerza entre regiones y provincias, y un modelo de país propio de los años 90. Por supuesto, los moldes jurídicos de las instituciones son dinámicos y no siempre efectivizan lo que propenden. Aunque a los efectos de un análisis más profundo, la figura de la jefatura de gobierno no deja claro ese intersticio entre las responsabilidades de un intendente y las de un gobernador. En ese sentido, Daniel Filmus propuso un compendio que se parece más a los planteos propios de un gobernador: formar parte de un proyecto político nacional, insertar la CABA en una problemática que abarque otros distritos, el financiamiento para obras públicas de gran envergadura y resolución de temas complejos (que exceden cualquier intendencia, menos aún la metropolitana) y de tiempos administrativos largos o de mediano plazo.
Mauricio Macri, con sus apelaciones vagas a bienvenir, a seguir juntos y a conversar con vecinos más que con ciudadanos proponía un modelo de jefatura de gobierno propio de una intendencia. Y ese acento fue premiado por la mayoría de los porteños.
Y explica, además, la imposibilidad del Pro en constituirse como proyecto político, dejando un reemplazo como candidato porteño y Macri jugando en el orden nacional o la necesidad táctica de esconder de inmediato a Miguel Del Sel, no tanto porque dijo que iba a votar por Duhalde, sino porque cometió el grosero error político, cuando aún no estaba resuelta la reelección para intendente de Macri, de postularlo para presidente.en el 2015!
Obviamente, los fundamentos sociales sobre el voto entrañan mayor análisis de coyuntura: deseos, luchas, emociones, aspiraciones y vivencias que muchas veces son pasajeras y otras más o menos estables.
Sin embargo, la audaz premisa de que el país es algo concluido y sólo resta administrarlo, a veces imposibilita entender esta decisión puramente racional del electorado porteño. Traducirla a significaciones sociales complejas, necesarias a la hora de interpretar un resultado electoral, la visión del pasado que consigna y la esperanza de futuro que engloba, es una tarea arriesgada y plena de dificultades, pero necesaria y en cierto modo, inevitable.
Mientras tanto, la anécdota y el cotillón interesado dominará (y está bien que así sea) las interpretaciones de este triunfo de Macri. Pero comprender el voto segmentado, el voto cruzado y los comportamientos sociales por debajo de la algarabía de las pasiones tácticas, permite discernir quizás hacia dónde la soberanía popular quiere ir conduciendo los destinos complejos de nuestro país. Y de su capital federal.
Porque cualquier elección en la CABA tiene su lectura nacional, aún cuando, el acento de la mayoría de los porteños, como en esta jornada electoral, esté puesto en acentuar la autonomía. O fundamentalmente cuando eso pasa, la lectura nacional de los comicios es más urgente e importante.
El autor es periodista, responsable del blog República Unida de la Soja
Un día, hace bastante, viendo el programa de Leuco (que veía siempre hasta entonces), advertí con sorpresa un giro de 180º en su discurso, repentinamente anti-K cuando hasta entonces no lo era. «¿Qué pasa, se dio vuelta?» —pensé—. Ese mismo día leí el primer artículo de Leuco para La Nación, y entendí que «por plata baila el mono». Hoy, con la misma sorpresa y desagrado, leo a un Lucas Carrasco soso como nunca antes. ¿Seguirá el mismo camino? Bueno, si 6-7-8 necesita opositores que acepten concurrir, quizá en él, su bloguero hasta ahora (incomprensiblemente) favorito, tengan uno.
a vos te parece que Carrasco giro 180 grados?
cuantos mas papistas que el papa que hay en el Kirchnerismo
Dije LEUCO, NO Carrasco. ¿Pero no tengo razón para alarmarme al verlo escribiendo por primera vez en La Nación? ¿Se puede trabajar ahí manteniendo verdadera independencia? Podrá elogiar algo K si lo siente o se le canta?
Lo que sí dije de Carrasco es que al menos éste, su primer nota en ese medio, es —muy distinto a su habitual estilo—, soso de toda sosedad, y eso parece algo significativo.
sera soso porque no puede petardear en La Nación, no se lo publicaran.
no s epuede ser independiente, pero dudo muchisimo que Carrasco vaya a escribir contra Cristina, le habran ofrecido el trabajo sabiendo eso.
y deben pagar todos los meses, no como Pagina, asi que que Carrasco haga lo quiera.
tenemos que pasarlo a la lista de sospechosos de anti-k, traidores y gorilaceos ¡como va a escribir para la Nación!
eespecto a la autonomia porteña,es muy interesante reistrar el aporte del articulo de F.Bernal ayer en Tiempo argentino haciendo historia sobre el tema,ya que tal autonomia es un viejo»anhelo del conservadorismo argentino»,que tiende a desnacionalizar a la ciudad de BS.AS.y que procura(atiendase bien)a convertirla en unica dueña y explotadora del mayor puerto del pais…