Las turbulencias financieras de las últimas semanas han atraído la atención tanto del país como de una parte importante de la prensa financiera internacional. Los motivos que originaron estas tensiones fueron múltiples. Si bien el aumento en las tasas de interés en Estados Unidos fue un factor importante, existieron otros fenómenos adicionales que complicaron más la situación de la Argentina, ya que los efectos sobre nuestro país resultaron mucho más fuertes que en otras economías (aumentos en los tipos de cambio y en las primas de riesgo).
Los factores internos que potenciaron las turbulencias internacionales fueron varios. El primero está dado por el hecho de que nuestro país es altamente dependiente de los fondos externos, ya que los necesita para poder financiar el exceso de gasto que presenta la economía (en la Argentina, el déficit de cuenta corriente es tres veces mayor que el de América Latina). La menor cantidad de fondos disponibles para mercados emergentes repercute más fuerte en las economías más necesitadas de financiamiento, como la argentina.
El alto grado de dependencia de los fondos externos estuvo acompañado por otros factores, como la aceleración de la inflación en los últimos meses, la disputa entre la Jefatura de Gabinete y el Banco Central (que debilitó la independencia de este organismo), la entrada en vigencia del impuesto a los tenedores extranjeros de Lebac, las menores divisas esperadas del agro y la importante oposición (incluso dentro del partido oficialista) al último ajuste realizado en las tarifas públicas (corazón del problema fiscal).
Todos estos hechos coincidieron en una especie de tormenta perfecta y desataron fuertes tensiones en el mercado financiero y cambiario.
Las acciones implementadas no llegaron todas juntas, pero fueron complementarias. Por un lado, algunas de ellas apuntaron a mejorar la oferta de dólares en el corto plazo y a reducir su demanda. Por otro, se tomaron medidas tendientes a reducir el desequilibrio de las cuentas públicas y asegurar la cobertura de las necesidades financieras del Gobierno.
Para dinamizar la oferta de dólares de corto plazo, se redujeron los límites a las tenencias de moneda extranjera por parte de los bancos, al tiempo que se aumentó fuertemente la tasa de interés de política monetaria para contener la demanda de divisas en el corto plazo.
A efectos de reducir la magnitud de los desequilibrios fiscales, se anunció una aceleración en la reducción de la meta del déficit primario para este año, así como que el país comenzaría a negociar una línea de crédito con el FMI , a fin de respaldar la total cobertura de las necesidades financieras del sector público.
¿Cómo sigue la historia?
Si bien aún es muy prematuro para determinar cómo quedará finalmente la economía después de estas turbulencias, es muy probable que el financiamiento externo se reduzca.
Este nuevo escenario de menor financiamiento puede traer aparejado importantes cambios para la dinámica macroeconómica del país, más allá de los montos y condicionalidades que tenga el crédito solicitado al FMI.
En primer lugar, el menor financiamiento externo implica un nivel más elevado del tipo de cambio real de equilibrio de la economía (poder adquisitivo del dólar), lo que implica una devaluación.
En segundo lugar, un menor grado de financiamiento externo necesariamente reduce la magnitud del exceso de gasto de la economía. Los canales por los cuales puede materializarse esta caída del gasto probablemente sean varios. El canal de ajuste del gasto público ya fue adelantado por el propio Gobierno, y es el de reducir principalmente la obra pública. No obstante, de las condicionalidades del préstamo del FMI pueden surgir otras variantes complementarias y/o adicionales.
Con respecto al gasto privado, tanto el gasto en inversión como en consumo es probable que también se desaceleren. El fuerte aumento en la prima de riesgo país juega en contra del flujo de inversiones. Respecto del consumo, diversos factores también podrían acentuar la desaceleración de sus motores, ya evidenciada en el primer trimestre del año. El aumento de la incertidumbre derivada de las turbulencias probablemente afecte negativamente la confianza de los consumidores y la dinámica de los préstamos para consumo, que a su vez también se verán alterados por el aumento en las tasas de interés.
Por otro lado, el aumento del dólar durante las últimas semanas seguramente se traducirá en una nueva aceleración (probablemente transitoria) de la inflación núcleo, como sucedió durante los primeros meses del año. Esta situación jugará claramente en contra de una rápida recuperación del poder adquisitivo de los salarios.
En un escenario donde las tasas de interés en el mundo comienzan a subir, la necesidad de financiar un importante desequilibrio en la cuenta corriente (explicado en gran medida por el déficit fiscal) representa un claro riesgo para la economía. Las actuales turbulencias están relacionadas con este riesgo. La flexibilidad cambiaria, la posibilidad de que el Banco Central ejerza su rol de prestamista de última instancia del sistema financiero y algunas normas prudenciales imperantes en este último, han permitido que estas turbulencias no se trasladen al sistema bancario como ha ocurrido en otras ocasiones. No obstante, como se analizó anteriormente, el menor financiamiento con que cuenta la economía del país seguramente repercutirá en forma negativa sobre las perspectivas de crecimiento económico.
El autor es economista jefe del Ieral
Los factores internos que potenciaron las turbulencias internacionales fueron varios. El primero está dado por el hecho de que nuestro país es altamente dependiente de los fondos externos, ya que los necesita para poder financiar el exceso de gasto que presenta la economía (en la Argentina, el déficit de cuenta corriente es tres veces mayor que el de América Latina). La menor cantidad de fondos disponibles para mercados emergentes repercute más fuerte en las economías más necesitadas de financiamiento, como la argentina.
El alto grado de dependencia de los fondos externos estuvo acompañado por otros factores, como la aceleración de la inflación en los últimos meses, la disputa entre la Jefatura de Gabinete y el Banco Central (que debilitó la independencia de este organismo), la entrada en vigencia del impuesto a los tenedores extranjeros de Lebac, las menores divisas esperadas del agro y la importante oposición (incluso dentro del partido oficialista) al último ajuste realizado en las tarifas públicas (corazón del problema fiscal).
Todos estos hechos coincidieron en una especie de tormenta perfecta y desataron fuertes tensiones en el mercado financiero y cambiario.
Las acciones implementadas no llegaron todas juntas, pero fueron complementarias. Por un lado, algunas de ellas apuntaron a mejorar la oferta de dólares en el corto plazo y a reducir su demanda. Por otro, se tomaron medidas tendientes a reducir el desequilibrio de las cuentas públicas y asegurar la cobertura de las necesidades financieras del Gobierno.
Para dinamizar la oferta de dólares de corto plazo, se redujeron los límites a las tenencias de moneda extranjera por parte de los bancos, al tiempo que se aumentó fuertemente la tasa de interés de política monetaria para contener la demanda de divisas en el corto plazo.
A efectos de reducir la magnitud de los desequilibrios fiscales, se anunció una aceleración en la reducción de la meta del déficit primario para este año, así como que el país comenzaría a negociar una línea de crédito con el FMI , a fin de respaldar la total cobertura de las necesidades financieras del sector público.
¿Cómo sigue la historia?
Si bien aún es muy prematuro para determinar cómo quedará finalmente la economía después de estas turbulencias, es muy probable que el financiamiento externo se reduzca.
Este nuevo escenario de menor financiamiento puede traer aparejado importantes cambios para la dinámica macroeconómica del país, más allá de los montos y condicionalidades que tenga el crédito solicitado al FMI.
En primer lugar, el menor financiamiento externo implica un nivel más elevado del tipo de cambio real de equilibrio de la economía (poder adquisitivo del dólar), lo que implica una devaluación.
En segundo lugar, un menor grado de financiamiento externo necesariamente reduce la magnitud del exceso de gasto de la economía. Los canales por los cuales puede materializarse esta caída del gasto probablemente sean varios. El canal de ajuste del gasto público ya fue adelantado por el propio Gobierno, y es el de reducir principalmente la obra pública. No obstante, de las condicionalidades del préstamo del FMI pueden surgir otras variantes complementarias y/o adicionales.
Con respecto al gasto privado, tanto el gasto en inversión como en consumo es probable que también se desaceleren. El fuerte aumento en la prima de riesgo país juega en contra del flujo de inversiones. Respecto del consumo, diversos factores también podrían acentuar la desaceleración de sus motores, ya evidenciada en el primer trimestre del año. El aumento de la incertidumbre derivada de las turbulencias probablemente afecte negativamente la confianza de los consumidores y la dinámica de los préstamos para consumo, que a su vez también se verán alterados por el aumento en las tasas de interés.
Por otro lado, el aumento del dólar durante las últimas semanas seguramente se traducirá en una nueva aceleración (probablemente transitoria) de la inflación núcleo, como sucedió durante los primeros meses del año. Esta situación jugará claramente en contra de una rápida recuperación del poder adquisitivo de los salarios.
En un escenario donde las tasas de interés en el mundo comienzan a subir, la necesidad de financiar un importante desequilibrio en la cuenta corriente (explicado en gran medida por el déficit fiscal) representa un claro riesgo para la economía. Las actuales turbulencias están relacionadas con este riesgo. La flexibilidad cambiaria, la posibilidad de que el Banco Central ejerza su rol de prestamista de última instancia del sistema financiero y algunas normas prudenciales imperantes en este último, han permitido que estas turbulencias no se trasladen al sistema bancario como ha ocurrido en otras ocasiones. No obstante, como se analizó anteriormente, el menor financiamiento con que cuenta la economía del país seguramente repercutirá en forma negativa sobre las perspectivas de crecimiento económico.
El autor es economista jefe del Ieral