En un marco de creciente incertidumbre respecto del rumbo de sus acciones, distintas mediciones de opinión pública señalan que en los últimos meses existe una pérdida de legitimidad del gobierno
“A mi entender, el realismo capitalista no puede limitarse al arte o al modo casi propagandístico en el que funciona la publicidad. Es algo más parecido a una atmósfera general que condiciona no solo la producción de cultura, sino también la regulación del trabajo y la educación, y que actúa como una barrera invisible que impide el pensamiento y la acción genuinos”. Mark Fisher, Realismo Capitalista ¿No hay alternativa?
I.
Surgido de las urnas con grandes expectativas de cambio para sectores importantes de la sociedad, las metas con las cuales el gobierno de Cambiemos fundó la razón de su triunfo se vienen desvaneciendo. A más de dos años de haber asumido el poder del gobierno no es sencillo vislumbrar qué políticas han repercutido de un modo beneficioso para el conjunto de la población y cuáles políticas son viables para un desarrollo económico y social del país. Pero, para que ello fuera posible, el gobierno debería realizar acciones de planificación, coordinar actores sociales y económicos y definir objetivos estratégicos, en un contexto del capitalismo donde los Estados nacionales toman cada vez más recaudos proteccionistas.
En un marco de creciente incertidumbre respecto del rumbo de sus acciones, distintas mediciones de opinión pública señalan que en los últimos meses existe una pérdida de legitimidad del gobierno. Vale recordar que un punto de inflexión se dio en torno a las reformas aplicadas al sistema previsional y votadas finalmente en el congreso, durante último el diciembre. Ese hecho, que se transformó rápidamente en un elemento de conflicto debido a la masiva oposición que obtuvo por su impopularidad, aceleró uno de los modos privilegiados sobre los que Cambiemos afirma sin pausa su identidad política de clase: el aumento de la represión de los conflictos sociales como un mecanismo de control sobre una sociedad civil movilizada. La asunción de ese núcleo identitario aleja al gobierno de Cambiemos de algunos apresurados diagnósticos que habían deseado inscribirlo como un gobierno perteneciente a la derecha moderna. Sin convalidar estas interpretaciones que intentaban describirlo, el gobierno se siente cada vez más cómodo en el paradigma de la seguridad y del control, y se aleja de políticas asociadas al bienestar, la libertad o la igualdad, valoradas positivamente por amplias capas de la población.
II.
En esta dirección, los principales objetivos sobre los que se había articulado su discurso de campaña quedan cada vez más borroneados. Unir a los argentinos y alcanzar una sociedad sin pobreza parecen, a esta altura, jeroglíficos solamente descifrables por la intelligentsia de Cambiemos. Si se lo observa a partir del ideal que el gobierno comunica, de que la política significa únicamente la posibilidad de alcanzar el consenso, se verá que esa retórica no es contradictoria sino que es consustancial con ese ideal político que persigue. En efecto, este pareciera consistir en una tendencia hacia la anulación de cualquier manifestación de disenso en la sociedad. Además, la ideología de la anulación del conflicto en pos de un consenso absoluto hace de Cambiemos un gobierno que hace política con discursos antipolíticos. Para ser más claros: una sociedad en la que todos sus miembros tuvieran que someterse a un único tipo de práctica y pensamiento para lograr ese consenso ideal no sería una sociedad democrática, sino autoritaria y proclive a asumir modos de ser autoritarios. No es, por lo tanto, ilógico que el gobierno y sus referentes sigan esta idea con tanto fervor.
III.
El epígrafe que encabeza esta nota sintetiza el clima de época con el cual Cambiemos se siente cómodo. En el contexto de un capitalismo de fuerzas desdemocratizadoras, según ha escrito Wendy Brown, Cambiemos encarna la tarea de una re-jerarquización de las relaciones sociales. En diferentes latitudes –el caso más importante y cercano es la degradación de la esfera pública brasilera y sus consecuencias en un sistema político desquiciado-, esas ideas buscan consensos subjetivos que permitan redefinir los parámetros democráticos hasta entonces conocidos. Por ejemplo, antes que un gesto republicano, la cruzada contra el así llamado populismo es un modo de redefinir la relación del Estado con la sociedad, un trazado fundamental para la creación de ese nuevo consenso. Pero en los lineamientos económicos a tono con el capital financiero que el gobierno viene desarrollando y que los funcionarios del gobierno ven como un orden natural al cual se debe adscribir, comienzan a encontrarse los límites de sus aspiraciones hegemónicas.
La articulación del ministerio de finanzas con ese sector de las clases dominantes –de mayor autonomía que otros sectores del capital en su relación con el Estado- torna burlesca cualquier apuesta hacia un desarrollo virtuoso de la economía interna del país, que el gobierno pretende representar con la figura del emprendedor individual. Pero, así como el discurso del gobierno hace uso de esas ideas también lo hace de otras, acaso de mayor densidad histórica, como desarrollo o modernización. Y sin embargo, el accionar de sus políticas choca con el contenido de esas mismas ideas escogidas, produciendo en consecuencia condiciones sociales cada vez más complejas de cara a este largo año, que recién comienza.
*Doctor en Ciencias Sociales, docente universitario y miembro del Centro de Estudios Metropolitanos. Twitter: @NFreibrun
“A mi entender, el realismo capitalista no puede limitarse al arte o al modo casi propagandístico en el que funciona la publicidad. Es algo más parecido a una atmósfera general que condiciona no solo la producción de cultura, sino también la regulación del trabajo y la educación, y que actúa como una barrera invisible que impide el pensamiento y la acción genuinos”. Mark Fisher, Realismo Capitalista ¿No hay alternativa?
I.
Surgido de las urnas con grandes expectativas de cambio para sectores importantes de la sociedad, las metas con las cuales el gobierno de Cambiemos fundó la razón de su triunfo se vienen desvaneciendo. A más de dos años de haber asumido el poder del gobierno no es sencillo vislumbrar qué políticas han repercutido de un modo beneficioso para el conjunto de la población y cuáles políticas son viables para un desarrollo económico y social del país. Pero, para que ello fuera posible, el gobierno debería realizar acciones de planificación, coordinar actores sociales y económicos y definir objetivos estratégicos, en un contexto del capitalismo donde los Estados nacionales toman cada vez más recaudos proteccionistas.
En un marco de creciente incertidumbre respecto del rumbo de sus acciones, distintas mediciones de opinión pública señalan que en los últimos meses existe una pérdida de legitimidad del gobierno. Vale recordar que un punto de inflexión se dio en torno a las reformas aplicadas al sistema previsional y votadas finalmente en el congreso, durante último el diciembre. Ese hecho, que se transformó rápidamente en un elemento de conflicto debido a la masiva oposición que obtuvo por su impopularidad, aceleró uno de los modos privilegiados sobre los que Cambiemos afirma sin pausa su identidad política de clase: el aumento de la represión de los conflictos sociales como un mecanismo de control sobre una sociedad civil movilizada. La asunción de ese núcleo identitario aleja al gobierno de Cambiemos de algunos apresurados diagnósticos que habían deseado inscribirlo como un gobierno perteneciente a la derecha moderna. Sin convalidar estas interpretaciones que intentaban describirlo, el gobierno se siente cada vez más cómodo en el paradigma de la seguridad y del control, y se aleja de políticas asociadas al bienestar, la libertad o la igualdad, valoradas positivamente por amplias capas de la población.
II.
En esta dirección, los principales objetivos sobre los que se había articulado su discurso de campaña quedan cada vez más borroneados. Unir a los argentinos y alcanzar una sociedad sin pobreza parecen, a esta altura, jeroglíficos solamente descifrables por la intelligentsia de Cambiemos. Si se lo observa a partir del ideal que el gobierno comunica, de que la política significa únicamente la posibilidad de alcanzar el consenso, se verá que esa retórica no es contradictoria sino que es consustancial con ese ideal político que persigue. En efecto, este pareciera consistir en una tendencia hacia la anulación de cualquier manifestación de disenso en la sociedad. Además, la ideología de la anulación del conflicto en pos de un consenso absoluto hace de Cambiemos un gobierno que hace política con discursos antipolíticos. Para ser más claros: una sociedad en la que todos sus miembros tuvieran que someterse a un único tipo de práctica y pensamiento para lograr ese consenso ideal no sería una sociedad democrática, sino autoritaria y proclive a asumir modos de ser autoritarios. No es, por lo tanto, ilógico que el gobierno y sus referentes sigan esta idea con tanto fervor.
III.
El epígrafe que encabeza esta nota sintetiza el clima de época con el cual Cambiemos se siente cómodo. En el contexto de un capitalismo de fuerzas desdemocratizadoras, según ha escrito Wendy Brown, Cambiemos encarna la tarea de una re-jerarquización de las relaciones sociales. En diferentes latitudes –el caso más importante y cercano es la degradación de la esfera pública brasilera y sus consecuencias en un sistema político desquiciado-, esas ideas buscan consensos subjetivos que permitan redefinir los parámetros democráticos hasta entonces conocidos. Por ejemplo, antes que un gesto republicano, la cruzada contra el así llamado populismo es un modo de redefinir la relación del Estado con la sociedad, un trazado fundamental para la creación de ese nuevo consenso. Pero en los lineamientos económicos a tono con el capital financiero que el gobierno viene desarrollando y que los funcionarios del gobierno ven como un orden natural al cual se debe adscribir, comienzan a encontrarse los límites de sus aspiraciones hegemónicas.
La articulación del ministerio de finanzas con ese sector de las clases dominantes –de mayor autonomía que otros sectores del capital en su relación con el Estado- torna burlesca cualquier apuesta hacia un desarrollo virtuoso de la economía interna del país, que el gobierno pretende representar con la figura del emprendedor individual. Pero, así como el discurso del gobierno hace uso de esas ideas también lo hace de otras, acaso de mayor densidad histórica, como desarrollo o modernización. Y sin embargo, el accionar de sus políticas choca con el contenido de esas mismas ideas escogidas, produciendo en consecuencia condiciones sociales cada vez más complejas de cara a este largo año, que recién comienza.
*Doctor en Ciencias Sociales, docente universitario y miembro del Centro de Estudios Metropolitanos. Twitter: @NFreibrun