ECONOMIA › TEMAS DE DEBATE LA SITUACION ECONOMICA DEL PAIS VECINO Y SU IMPACTO SOBRE ARGENTINA
La crisis política en el principal país del Mercosur se aceleró debido a la aplicación de recetas de ajuste para congraciarse con los mercados, en un contexto internacional muy complejo. Cómo puede repercutir esta situación a nivel local.
Producción: Tomás Lukin
Por Eduardo Crespo *
Desde enero de 2015, cuando Dilma Rousseff inició su segundo mandato, la situación política y económica brasileña se fue tornando caótica. El año 2014 se había cerrado con una combinación explosiva de estancamiento económico y creciente polarización política. Frente a este escenario el gobierno del PT optó por la “austeridad”, consistente en una oleada interminable de aumentos de tarifas públicas y recortes del gasto estatal, especialmente de las erogaciones sociales y la inversión pública. El objetivo declarado era reducir el déficit fiscal y preservar las notas de calificación de riesgo de las agencias internacionales.
El “austericidio” provocó una caída de 3,8 por ciento del PBI durante el año pasado y se esperan números similares para 2016. El desempleo se disparó a la cifra record de 10,1 por ciento, unos 10,4 millones de trabajadores. La suma de recesión y elevadas tasas de interés (fijadas por el Banco Central) agravó el déficit fiscal. Las tasas elevadas implican mayores gastos del estado para el pago de la deuda pública, en tanto que la recesión reduce la recaudación fiscal, situación a la cual el gobierno responde con renovados recortes del gasto y suspensiones generalizadas de programas y servicios sociales, al tiempo que las agencias calificadoras reducen sus notas crediticias.
Las consecuencias políticas fueron aún peores. La pérdida de popularidad del gobierno del PT fue aprovechada por la oposición, sectores empresariales y medios de comunicación, para promover su caída a través de un absurdo juicio político bajo la acusación de ‘maquillar’ estadísticas fiscales, cosmética que todo gobierno repite desde la sanción de la absurda e incumplible ley de ‘responsabilidad fiscal’.
¿Cómo explicar tanta torpeza? Una posible interpretación es que la cúpula del PT, Luiz Inácio Lula da Silva incluido, haya buscado calmar los ánimos apelando a la formula aplicada durante 2003-2005. En ese entonces “el ajuste funcionó”, al menos como pantalla ideológica. Sorprendentemente los resultados fueron los que siempre se pronostican y nunca se observan: durante 2004 la economía creció a 5,7 por ciento, el desempleo se redujo y la inflación cedió. Los analistas festejaban la recuperación de la inversión por el “shock confianza” y se multiplicaban los panegíricos a la “credibilidad” transmitida a inversores internaciones. En ese contexto el gobierno pudo impulsar políticas sociales de amplio alcance, medidas que redujeron la pobreza y la indigencia, subieron los salarios, redujeron la desigualdad y promovieron un aumento inédito de los niveles de consumo. Lula parecía satisfacer a pobres y ricos por igual. Fue reelecto en 2006 y durante su segundo mandato Brasil superó la crisis internacional de 2008-2009 sin grandes sobresaltos, retirándose con niveles de aceptación cercanos al 80 por ciento.
¿Milagro Neoliberal? Los dos primeros mandatos del PT coincidieron con el fenómeno internacional que suele designarse como ‘viento de cola’. Los términos de intercambio de las exportaciones brasileñas se dispararon a partir de los años 2000, así como las cantidades vendidas al exterior. Las reducidas tasas de interés internacionales facilitaban las operaciones de arbitraje con las elevadas tasas brasileñas, lo que generó una inmensa entrada de capitales que incrementó el volumen de reservas y apreció el tipo de cambio, amortiguando las presiones inflacionarias. No fue milagro. Fue suerte. En 2015, cuando Dilma Rousseff buscó repetir la formula mágica, la situación internacional era completamente diferente, así como lo fueron los resultados.
¿Qué cabe esperar si, como se espera, en las próximas semanas Dilma es reemplazada por su vicepresidente Michel Temer? Algunos analistas vaticinan políticas neoliberales aún más agresivas con calamitosas consecuencias sociales. Antes de aventurar diagnósticos apocalípticos, no obstante, deben tomarse en cuenta algunos rasgos políticos esenciales. El PMDB de donde proviene Temer, no es una agrupación de tecnócratas adoctrinados en la ortodoxia macroeconómica, ni una agrupación de sectores de clase media con prejuicios antipopulares. Nació como el partido de la oposición durante la dictadura militar y formó parte de todos los gobiernos brasileños desde el retorno de la democracia. Es un partido conservador moderado, con una fuerte base territorial, con numerosos gobernadores, intendentes, senadores, diputados y concejales obsesionados por perpetuarse en sus cargos. Es el partido del orden, no el del caos neoliberal de consecuencias imprevisibles. Para situar al lector argentino, Temer y el PMDB se parecen más a Duhalde y los gobernadores e intendentes conservadores del PJ que a la cúpula de extremistas ajustadores que integran el gobierno Macri. Dadas las circunstancias, no es improbable que busquen estabilizar el cuadro institucional con una política macroeconómica más razonable y prudente que la impulsada por el PT desde 2015.
* Licenciado en Ciencia Política y en Economía de la UBA y profesor de la Universidad Federal Fluminense de Río de Janeiro, Brasil.
Vulnerabilidad excesiva
Por Magalí Brosio * y María Florencia Asef Horno **
La relación entre Argentina y Brasil ha estado en el centro de las discusiones en torno a nuestra política comercial por mucho tiempo. Sin embargo, los interrogantes continúan y se reformulan una y otra vez, sin ser abordados con la profundidad que requieren. El contexto actual en el país vecino parece haber circunscripto todo análisis exclusivamente al plano político y, en la vorágine, a menudo se olvida que la situación excede por mucho a esta esfera y tiene implicancias sobre nuestra economía.
Si bien los recientes acontecimientos políticos de Brasil resultaron tan novedosos como preocupantes para el resto de las democracias latinoamericanas, el complicado contexto macroeconómico brasileño no representa ninguna sorpresa. Ya desde 2012 se observaba una desaceleración en el crecimiento que continuó hasta 2014, para culminar finalmente en 2015 en una recesión. Paralelamente, se observó una depreciación del real que se intensificó desde mediados del 2014. En línea con esta evolución, las perspectivas para 2016 no resultan muy alentadoras: se prevé que el PBI brasileño caiga un 3,5 por ciento y la industria brasileña un 4,7 por ciento.
En estas circunstancias, cabe preguntarnos qué implicancias tienen estas proyecciones en nuestra economía. Afortunadamente, ya no prevalece en Argentina una visión de rivalidad y competencia con Brasil. Hemos logrado comprender –parcialmente– la potencialidad conjunta que existe entre ambas economías así como también el rol clave del país vecino en nuestra matriz exportadora. Esto fue sustentado por la evolución del intercambio bilateral de la década del 2000: las exportaciones argentinas con destino a Brasil aumentaron de 4666 millones de dólares en 2003 a 17.317 millones de dólares en 2011 e incrementaron su participación sobre las exportaciones totales de 15,6 a 20,9 por ciento. Simultáneamente, se generó una transformación en el patrón de comercio existiendo una mayor participación de bienes industriales de alto valor agregado y tecnología media y alta, concentrados específicamente en el sector automotriz.
Sin embargo, este camino lo hemos transitado parcialmente, manteniendo una relación comercial asimétrica y excesivamente dependiente para Argentina y sin avanzar de manera significativa en una verdadera integración productiva o una estrategia comercial común que permita aprovechar las potencialidades conjuntas de ambas economías (como por ejemplo en lo que refiere a la producción de soja y sus derivados). De esta manera, la estructura comercial actual vuelve a nuestro país completamente vulnerable a lo que sucede en Brasil.
La evidencia empírica da indicios de la magnitud de esta dependencia. Desde que Brasil enfrenta una situación económica adversa, las relaciones comerciales bilaterales se han deteriorado: el volumen de comercio se contrajo un 41 por ciento entre 2011 y 2015, y las exportaciones a este destino se retrotrajeron en 2015 a valores similares a los observados en 2007 con una pérdida de 6376 millones de dólares. Particularmente, las ventas argentinas externas de manufacturas de origen industrial registraron un retroceso del 21 por ciento en 2015, explicado prácticamente por Brasil (destino del 40% de estos productos). Esto sin dudas influyó en la caída del 0,8 por ciento que registró el sector manufacturero argentino.
En ese sentido, las perspectivas a 2016 preocupan en términos de actividad y empleo para nuestro país: de acuerdo a estimaciones propias, si se cumple la caída prevista en la industria brasileña, esto podría repercutir en una baja del 24 por ciento en las exportaciones manufactureras argentinas y un 20 por ciento en el total de las ventas al exterior. A su vez, la recesión existente en Brasil es también un riesgo en el sentido inverso: la contracción de su mercado interno sumada al nuevo esquema institucional argentino que regula el comercio, genera el riesgo latente de que entren masivamente productos brasileños desplazando así la producción doméstica y erosionando los saldos comerciales. Este riesgo se presenta en una categoría de bienes en los que históricamente han existido medidas de regulación al comercio.
Es evidente que existe una vulnerabilidad excesiva con respecto a los ciclos económicos brasileños y que por tanto la relación comercial que prevalece en la actualidad con Brasil debe cambiar. Esto de ninguna manera implica renunciar a los esfuerzos de larga data que se han hecho hacia la consolidación de un bloque regional, sino que deben reconfigurarse los esquemas actuales vía una mayor coordinación bilateral para avanzar hacia una integración más armoniosa que permita a ambos negociar de manera más provechosa en un mundo cada vez más complejo para los países del sur.
* Lic. en Economía y M. Sc. en Economía Laboral Aplicada – @magabrosio.
** Lic. en Economía de la Universidad Nacional de Córdoba.
La crisis política en el principal país del Mercosur se aceleró debido a la aplicación de recetas de ajuste para congraciarse con los mercados, en un contexto internacional muy complejo. Cómo puede repercutir esta situación a nivel local.
Producción: Tomás Lukin
Por Eduardo Crespo *
Desde enero de 2015, cuando Dilma Rousseff inició su segundo mandato, la situación política y económica brasileña se fue tornando caótica. El año 2014 se había cerrado con una combinación explosiva de estancamiento económico y creciente polarización política. Frente a este escenario el gobierno del PT optó por la “austeridad”, consistente en una oleada interminable de aumentos de tarifas públicas y recortes del gasto estatal, especialmente de las erogaciones sociales y la inversión pública. El objetivo declarado era reducir el déficit fiscal y preservar las notas de calificación de riesgo de las agencias internacionales.
El “austericidio” provocó una caída de 3,8 por ciento del PBI durante el año pasado y se esperan números similares para 2016. El desempleo se disparó a la cifra record de 10,1 por ciento, unos 10,4 millones de trabajadores. La suma de recesión y elevadas tasas de interés (fijadas por el Banco Central) agravó el déficit fiscal. Las tasas elevadas implican mayores gastos del estado para el pago de la deuda pública, en tanto que la recesión reduce la recaudación fiscal, situación a la cual el gobierno responde con renovados recortes del gasto y suspensiones generalizadas de programas y servicios sociales, al tiempo que las agencias calificadoras reducen sus notas crediticias.
Las consecuencias políticas fueron aún peores. La pérdida de popularidad del gobierno del PT fue aprovechada por la oposición, sectores empresariales y medios de comunicación, para promover su caída a través de un absurdo juicio político bajo la acusación de ‘maquillar’ estadísticas fiscales, cosmética que todo gobierno repite desde la sanción de la absurda e incumplible ley de ‘responsabilidad fiscal’.
¿Cómo explicar tanta torpeza? Una posible interpretación es que la cúpula del PT, Luiz Inácio Lula da Silva incluido, haya buscado calmar los ánimos apelando a la formula aplicada durante 2003-2005. En ese entonces “el ajuste funcionó”, al menos como pantalla ideológica. Sorprendentemente los resultados fueron los que siempre se pronostican y nunca se observan: durante 2004 la economía creció a 5,7 por ciento, el desempleo se redujo y la inflación cedió. Los analistas festejaban la recuperación de la inversión por el “shock confianza” y se multiplicaban los panegíricos a la “credibilidad” transmitida a inversores internaciones. En ese contexto el gobierno pudo impulsar políticas sociales de amplio alcance, medidas que redujeron la pobreza y la indigencia, subieron los salarios, redujeron la desigualdad y promovieron un aumento inédito de los niveles de consumo. Lula parecía satisfacer a pobres y ricos por igual. Fue reelecto en 2006 y durante su segundo mandato Brasil superó la crisis internacional de 2008-2009 sin grandes sobresaltos, retirándose con niveles de aceptación cercanos al 80 por ciento.
¿Milagro Neoliberal? Los dos primeros mandatos del PT coincidieron con el fenómeno internacional que suele designarse como ‘viento de cola’. Los términos de intercambio de las exportaciones brasileñas se dispararon a partir de los años 2000, así como las cantidades vendidas al exterior. Las reducidas tasas de interés internacionales facilitaban las operaciones de arbitraje con las elevadas tasas brasileñas, lo que generó una inmensa entrada de capitales que incrementó el volumen de reservas y apreció el tipo de cambio, amortiguando las presiones inflacionarias. No fue milagro. Fue suerte. En 2015, cuando Dilma Rousseff buscó repetir la formula mágica, la situación internacional era completamente diferente, así como lo fueron los resultados.
¿Qué cabe esperar si, como se espera, en las próximas semanas Dilma es reemplazada por su vicepresidente Michel Temer? Algunos analistas vaticinan políticas neoliberales aún más agresivas con calamitosas consecuencias sociales. Antes de aventurar diagnósticos apocalípticos, no obstante, deben tomarse en cuenta algunos rasgos políticos esenciales. El PMDB de donde proviene Temer, no es una agrupación de tecnócratas adoctrinados en la ortodoxia macroeconómica, ni una agrupación de sectores de clase media con prejuicios antipopulares. Nació como el partido de la oposición durante la dictadura militar y formó parte de todos los gobiernos brasileños desde el retorno de la democracia. Es un partido conservador moderado, con una fuerte base territorial, con numerosos gobernadores, intendentes, senadores, diputados y concejales obsesionados por perpetuarse en sus cargos. Es el partido del orden, no el del caos neoliberal de consecuencias imprevisibles. Para situar al lector argentino, Temer y el PMDB se parecen más a Duhalde y los gobernadores e intendentes conservadores del PJ que a la cúpula de extremistas ajustadores que integran el gobierno Macri. Dadas las circunstancias, no es improbable que busquen estabilizar el cuadro institucional con una política macroeconómica más razonable y prudente que la impulsada por el PT desde 2015.
* Licenciado en Ciencia Política y en Economía de la UBA y profesor de la Universidad Federal Fluminense de Río de Janeiro, Brasil.
Vulnerabilidad excesiva
Por Magalí Brosio * y María Florencia Asef Horno **
La relación entre Argentina y Brasil ha estado en el centro de las discusiones en torno a nuestra política comercial por mucho tiempo. Sin embargo, los interrogantes continúan y se reformulan una y otra vez, sin ser abordados con la profundidad que requieren. El contexto actual en el país vecino parece haber circunscripto todo análisis exclusivamente al plano político y, en la vorágine, a menudo se olvida que la situación excede por mucho a esta esfera y tiene implicancias sobre nuestra economía.
Si bien los recientes acontecimientos políticos de Brasil resultaron tan novedosos como preocupantes para el resto de las democracias latinoamericanas, el complicado contexto macroeconómico brasileño no representa ninguna sorpresa. Ya desde 2012 se observaba una desaceleración en el crecimiento que continuó hasta 2014, para culminar finalmente en 2015 en una recesión. Paralelamente, se observó una depreciación del real que se intensificó desde mediados del 2014. En línea con esta evolución, las perspectivas para 2016 no resultan muy alentadoras: se prevé que el PBI brasileño caiga un 3,5 por ciento y la industria brasileña un 4,7 por ciento.
En estas circunstancias, cabe preguntarnos qué implicancias tienen estas proyecciones en nuestra economía. Afortunadamente, ya no prevalece en Argentina una visión de rivalidad y competencia con Brasil. Hemos logrado comprender –parcialmente– la potencialidad conjunta que existe entre ambas economías así como también el rol clave del país vecino en nuestra matriz exportadora. Esto fue sustentado por la evolución del intercambio bilateral de la década del 2000: las exportaciones argentinas con destino a Brasil aumentaron de 4666 millones de dólares en 2003 a 17.317 millones de dólares en 2011 e incrementaron su participación sobre las exportaciones totales de 15,6 a 20,9 por ciento. Simultáneamente, se generó una transformación en el patrón de comercio existiendo una mayor participación de bienes industriales de alto valor agregado y tecnología media y alta, concentrados específicamente en el sector automotriz.
Sin embargo, este camino lo hemos transitado parcialmente, manteniendo una relación comercial asimétrica y excesivamente dependiente para Argentina y sin avanzar de manera significativa en una verdadera integración productiva o una estrategia comercial común que permita aprovechar las potencialidades conjuntas de ambas economías (como por ejemplo en lo que refiere a la producción de soja y sus derivados). De esta manera, la estructura comercial actual vuelve a nuestro país completamente vulnerable a lo que sucede en Brasil.
La evidencia empírica da indicios de la magnitud de esta dependencia. Desde que Brasil enfrenta una situación económica adversa, las relaciones comerciales bilaterales se han deteriorado: el volumen de comercio se contrajo un 41 por ciento entre 2011 y 2015, y las exportaciones a este destino se retrotrajeron en 2015 a valores similares a los observados en 2007 con una pérdida de 6376 millones de dólares. Particularmente, las ventas argentinas externas de manufacturas de origen industrial registraron un retroceso del 21 por ciento en 2015, explicado prácticamente por Brasil (destino del 40% de estos productos). Esto sin dudas influyó en la caída del 0,8 por ciento que registró el sector manufacturero argentino.
En ese sentido, las perspectivas a 2016 preocupan en términos de actividad y empleo para nuestro país: de acuerdo a estimaciones propias, si se cumple la caída prevista en la industria brasileña, esto podría repercutir en una baja del 24 por ciento en las exportaciones manufactureras argentinas y un 20 por ciento en el total de las ventas al exterior. A su vez, la recesión existente en Brasil es también un riesgo en el sentido inverso: la contracción de su mercado interno sumada al nuevo esquema institucional argentino que regula el comercio, genera el riesgo latente de que entren masivamente productos brasileños desplazando así la producción doméstica y erosionando los saldos comerciales. Este riesgo se presenta en una categoría de bienes en los que históricamente han existido medidas de regulación al comercio.
Es evidente que existe una vulnerabilidad excesiva con respecto a los ciclos económicos brasileños y que por tanto la relación comercial que prevalece en la actualidad con Brasil debe cambiar. Esto de ninguna manera implica renunciar a los esfuerzos de larga data que se han hecho hacia la consolidación de un bloque regional, sino que deben reconfigurarse los esquemas actuales vía una mayor coordinación bilateral para avanzar hacia una integración más armoniosa que permita a ambos negociar de manera más provechosa en un mundo cada vez más complejo para los países del sur.
* Lic. en Economía y M. Sc. en Economía Laboral Aplicada – @magabrosio.
** Lic. en Economía de la Universidad Nacional de Córdoba.