La América Latina parece haber cometido un gigantesco error diplomático porque ha sido la única región que no ha estado presente en estos cinco días que han conmovido al mundo. Inexplicablemente, los gobiernos de una zona clave en la política mundial parecen vivir fuera de la realidad internacional.
Es cierto que los acontecimientos se han desarrollado a velocidad de vértigo. Un grave atentado, en el que se asesinaron a 10 periodistas de la revista satírica Charlie Hebdo y dos policías. Otro asesino terrorista mató a una mujer policía y a cuatro rehenes en negocio judío.
El impacto ha sido tremendo en Francia y en todo el mundo. Se produjo un movimiento extraordinario de repudio y solidaridad que culminó con la llegada de 50 jefes de Estado y gobierno, las más altas autoridades de la Unión Europea, y 450 personalidades políticas y diplomáticas de alto nivel.
París, capital del mundo. Casi, porque se produjo un fenómeno político inédito que será recordado históricamente y cuyos resultados serán profundos. El jefe del gobierno francés, Manuel Valls, captó la esencia de estos sorprendentes acontecimientos “porque habrá un antes y un después de estas 72 horas conmovedoras”. Ayer domingo, París se volcó a la Plaza de la República. La TV transmitió la recepción interminable de las delegaciones en un clima de gran emoción.
En la marcha, la primera línea la encabezaba François Hollande, y a su derecha, recibía saludos de la multitud el premier de Israel, Benjamin Netanyahu, una imagen imposible de imaginar. Para completar el asombro, dos metros a la izquierda de Hollande, también recibía aplausos y reconocimiento, el presidente de la Autoridad Palestina, Mahmud Abbas. Entre los dos adversarios en la crisis de Oriente Medio había solo cuatro metros y una marcha común. Increíble.
Este vértigo se llevó por delante el diagnóstico de las burocracias diplomáticas de América Latina. Aquí se cumplió con un leal repudio al terror y la reivindicación de la libertad de expresión por el salvaje ataque que mató a 4 de los mejores dibujantes satíricos de Francia.
No existe ningún contencioso grave entre los latinoamericanos y Francia. En el caso argentino, Hollande ha apoyado a la presidenta Cristina Fernández contra los fondos buitres y planea visitar nuestros país. Entonces, ¡qué misterio!
Porque la fraternidad en la decisión de quedar al margen más parece fruto de la coordinación diplomática que de la casualidad de una metida de pata colectiva. No hay explicaciones oficiales, tan necesarias. El único episodio positivo ha sido la breve presencia del canciller Héctor Timerman, que estaba en China, se bajó el avión y firmó el libro de condolencias: “Los argentinos nos unimos al pueblo francés en su momento de dolor”. Ni en esta nota, ni en la primera emitida hace unos días por la Cancillería, se condena el ataque a un medio de prensa. Es una lástima que Timerman no haya podido encabezar una delegación argentina a París porque tiene un apellido importante asociado a la lucha por la libertad de expresión.
En fin, lo dicho. Un error gigantesco que tendría que impulsar explicaciones racionales y no el habitual macaneo para ocultar la realidad.
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Es cierto que los acontecimientos se han desarrollado a velocidad de vértigo. Un grave atentado, en el que se asesinaron a 10 periodistas de la revista satírica Charlie Hebdo y dos policías. Otro asesino terrorista mató a una mujer policía y a cuatro rehenes en negocio judío.
El impacto ha sido tremendo en Francia y en todo el mundo. Se produjo un movimiento extraordinario de repudio y solidaridad que culminó con la llegada de 50 jefes de Estado y gobierno, las más altas autoridades de la Unión Europea, y 450 personalidades políticas y diplomáticas de alto nivel.
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