Hace menos de un año, hablando en una reunión de la Unión Industrial Argentina, Cristina Kirchner prescribió: «El que tenga algún problema y quiera resolverlo, que no lo plantee por los diarios». Fue una forma sutil de consagrar el delito de opinión. Desde hace 48 horas, uno de los líderes de esa cámara, Paolo Rocca, se convirtió en blanco de la retórica oficial por haber transgredido la instrucción. El lunes pasado, en la Academia de Ingeniería, el dueño de Techint sostuvo que la economía está mal administrada y presenta problemas de competitividad. El primero en refutarlo fue Julio De Vido. No esgrimió un argumento, sino una amenaza: «Por ser presidente de una empresa monopólica y protegida, Rocca debería ser más medido». Ayer la Presidenta continuó el tratamiento, acusando a Techint de ejercer una «posición dominante». Como si la hubiera comenzado a ejercer en el momento en que decidió hablar.
Lo curioso es que Rocca no decidió hablar. Sus palabras, al parecer, se le escaparon. Para ser más precisos: al disertar ante los académicos ignoraba que sus impresiones saldrían en un diario. También aquí hay una rareza. Porque Rocca dijo cosas tan remanidas que deberían formar parte del discurso habitual de cualquier empresario. Es obvio que la inflación afectó la competitividad de una economía que es gestionada por cuatro cabezas: Lorenzino, Kicillof, Moreno y Marcó del Pont. Por otra parte, Rocca se encargó de atenuar sus críticas con algunos matices. Explicó que este año está invirtiendo US$ 500 millones, que la mano de obra local es la mejor y que en el mediano plazo el país será un suceso.
Si se examinan las condiciones en las que hoy se desenvuelve la vida empresarial, el presidente de Techint fue bastante tímido. En actividades estratégicas, los precios ya no derivan de la oferta y la demanda, sino que son establecidos por funcionarios que deciden costos y remuneraciones. La importación de insumos está bloqueada, igual que la remisión de dividendos. La transferencia de tecnología tiene cada vez más dificultades por la imposibilidad de pagar patentes y royalties. Las regulaciones impositivas, financieras y fiscales son a menudo discrecionales, aun cuando el ascenso de Kicillof acotó esta desviación: él pone por escrito lo que el ágrafo Moreno indicaba por teléfono. Los balances no ajustan por inflación, lo que en algunos casos lleva la presión tributaria a niveles del 50%. La energía plantea una incógnita inquietante.
Estas incomodidades, a las que los hombres de negocios se refieren en privado todo el tiempo, están acentuadas en el caso de Techint. Algunos datos ayudan a entender por qué a Rocca «se le escapó» lo que dijo. La mano de obra siderúrgica argentina es la más cara de la región: US$ 34 la hora-hombre, contra 16 en Brasil y 10 en México. Es una consecuencia evidente de la diferencia entre la tasa de inflación y la tasa de devaluación que alienta el kirchnerismo. Como exportador, el grupo está también penalizado por la exigencia de ingresar los dólares de sus ventas en un plazo mucho más perentorio que el de sus competidores de otros países.
Rocca también tiene motivos para quejarse por su condición de empresario energético. Su grupo está integrado por Tenaris (tubos), Ternium (chapa y hierro) y una rama de ingeniería. Pero también controla Tecpetrol, extendida en todo el continente. Las decisiones que viene adoptando Kicillof han mortificado a todos los actores del sector.
Las inquietudes de Rocca se explican, además, observando su negocio a escala internacional. La acumulación de stock en China y la recesión europea -que están asociados- hicieron caer el precio del acero. Los números de Siderar hablan del problema. En 2010 el resultado fue de $ 1787 millones. En los últimos 12 meses es de $ 1341 millones. Es decir, un año y medio después, con una inflación acumulada del 40%, ha tenido una caída significativa, sobre todo porque las ventas subieron.
Techint está haciendo un esfuerzo publicitario para recordar su arraigo en la Argentina. Pero la Presidenta y De Vido respondieron a Rocca en italiano, insinuando una vendetta . El grupo tiene una posición cuasi monopólica y disfruta de protección, dictaminaron. Es cierto, y casi inevitable: las empresas de capital intensivo y gran porte, como Techint, suelen ser monoproductores, sobre todo en mercados medianos. Por otra parte, el rango arancelario de esta industria está entre 8 y 14%. El de las automotrices, que son las principales consumidoras de chapa, es del 35%.
La reacción de Cristina Kirchner y sus funcionarios refleja su creencia principal: los conflictos jamás se explican por desequilibrios impersonales, sino porque hay alguien maquinando un complot. Los directivos de Techint venían teniendo una relación estable con el Gobierno desde que se allanaron al ingreso de Kicillof en la empresa como director por la Anses. Rocca tuvo una reunión cordial con la señora de Kirchner hace cuatro meses. Pero es posible que con sus opiniones este empresario haya comenzado a alimentar, otra vez, alguna fantasía conspirativa. Sobre todo porque fueron publicadas por Clarín. Dos días antes de que el industrialista Lavagna, amigo de Scioli, lanzara su candidatura. Y con la luna en cuarto menguante. Todo muy sospechoso.
Si se dejan de lado estas intrigas, la conducta de la Presidenta se vuelve todavía más peculiar. Eligió el Día de la Industria para hacer una defensa del retraso cambiario. Rocca no estuvo en Tecnópolis, pero José Ignacio de Mendiguren agradeció con una sonrisa la explicación de que así se favorecía a los que, como él, se quejaban por las dificultades para importar. Las consecuencias que esta ecuación tiene para los exportadores no aparecen en la imagen que ella tiene del problema.
En ese tramo del mensaje, la cámara de TV tuvo la imprudencia de pasar sobre el rostro de Kicillof, que esta vez no aprobaba con la cabeza. Es lógico: desde la gestión de «Joe» Martínez de Hoz no aparecía alguien que, como la señora de Kirchner, se entusiasme tanto con el dólar barato.
Que entredichos como el de Rocca sean inusuales es extraño. Llama la atención que la Presidenta lleve adelante un cambio de régimen económico sobre pautas cada vez más estatistas y que pretenda que los empresarios no se quejen. Y llama todavía más la atención que esos empresarios le obedezcan. Acaso deban releer los reproches de Churchill al acuerdismo de Chamberlain: «Por no tener la guerra, elegimos la humillación. Pero al final tuvimos la humillación y la guerra».
Paolo Rocca
Dueño de Techint
«A partir de 2008 el Gobierno perdió el rumbo, no sabe dónde va y la competitividad empezó a caer»
Cristina Kirchner
Presidenta de la Nación
«Quieren discutir competitividad, vamos a hacerlo, pero también de posición dominante y de subsidios».
Lo curioso es que Rocca no decidió hablar. Sus palabras, al parecer, se le escaparon. Para ser más precisos: al disertar ante los académicos ignoraba que sus impresiones saldrían en un diario. También aquí hay una rareza. Porque Rocca dijo cosas tan remanidas que deberían formar parte del discurso habitual de cualquier empresario. Es obvio que la inflación afectó la competitividad de una economía que es gestionada por cuatro cabezas: Lorenzino, Kicillof, Moreno y Marcó del Pont. Por otra parte, Rocca se encargó de atenuar sus críticas con algunos matices. Explicó que este año está invirtiendo US$ 500 millones, que la mano de obra local es la mejor y que en el mediano plazo el país será un suceso.
Si se examinan las condiciones en las que hoy se desenvuelve la vida empresarial, el presidente de Techint fue bastante tímido. En actividades estratégicas, los precios ya no derivan de la oferta y la demanda, sino que son establecidos por funcionarios que deciden costos y remuneraciones. La importación de insumos está bloqueada, igual que la remisión de dividendos. La transferencia de tecnología tiene cada vez más dificultades por la imposibilidad de pagar patentes y royalties. Las regulaciones impositivas, financieras y fiscales son a menudo discrecionales, aun cuando el ascenso de Kicillof acotó esta desviación: él pone por escrito lo que el ágrafo Moreno indicaba por teléfono. Los balances no ajustan por inflación, lo que en algunos casos lleva la presión tributaria a niveles del 50%. La energía plantea una incógnita inquietante.
Estas incomodidades, a las que los hombres de negocios se refieren en privado todo el tiempo, están acentuadas en el caso de Techint. Algunos datos ayudan a entender por qué a Rocca «se le escapó» lo que dijo. La mano de obra siderúrgica argentina es la más cara de la región: US$ 34 la hora-hombre, contra 16 en Brasil y 10 en México. Es una consecuencia evidente de la diferencia entre la tasa de inflación y la tasa de devaluación que alienta el kirchnerismo. Como exportador, el grupo está también penalizado por la exigencia de ingresar los dólares de sus ventas en un plazo mucho más perentorio que el de sus competidores de otros países.
Rocca también tiene motivos para quejarse por su condición de empresario energético. Su grupo está integrado por Tenaris (tubos), Ternium (chapa y hierro) y una rama de ingeniería. Pero también controla Tecpetrol, extendida en todo el continente. Las decisiones que viene adoptando Kicillof han mortificado a todos los actores del sector.
Las inquietudes de Rocca se explican, además, observando su negocio a escala internacional. La acumulación de stock en China y la recesión europea -que están asociados- hicieron caer el precio del acero. Los números de Siderar hablan del problema. En 2010 el resultado fue de $ 1787 millones. En los últimos 12 meses es de $ 1341 millones. Es decir, un año y medio después, con una inflación acumulada del 40%, ha tenido una caída significativa, sobre todo porque las ventas subieron.
Techint está haciendo un esfuerzo publicitario para recordar su arraigo en la Argentina. Pero la Presidenta y De Vido respondieron a Rocca en italiano, insinuando una vendetta . El grupo tiene una posición cuasi monopólica y disfruta de protección, dictaminaron. Es cierto, y casi inevitable: las empresas de capital intensivo y gran porte, como Techint, suelen ser monoproductores, sobre todo en mercados medianos. Por otra parte, el rango arancelario de esta industria está entre 8 y 14%. El de las automotrices, que son las principales consumidoras de chapa, es del 35%.
La reacción de Cristina Kirchner y sus funcionarios refleja su creencia principal: los conflictos jamás se explican por desequilibrios impersonales, sino porque hay alguien maquinando un complot. Los directivos de Techint venían teniendo una relación estable con el Gobierno desde que se allanaron al ingreso de Kicillof en la empresa como director por la Anses. Rocca tuvo una reunión cordial con la señora de Kirchner hace cuatro meses. Pero es posible que con sus opiniones este empresario haya comenzado a alimentar, otra vez, alguna fantasía conspirativa. Sobre todo porque fueron publicadas por Clarín. Dos días antes de que el industrialista Lavagna, amigo de Scioli, lanzara su candidatura. Y con la luna en cuarto menguante. Todo muy sospechoso.
Si se dejan de lado estas intrigas, la conducta de la Presidenta se vuelve todavía más peculiar. Eligió el Día de la Industria para hacer una defensa del retraso cambiario. Rocca no estuvo en Tecnópolis, pero José Ignacio de Mendiguren agradeció con una sonrisa la explicación de que así se favorecía a los que, como él, se quejaban por las dificultades para importar. Las consecuencias que esta ecuación tiene para los exportadores no aparecen en la imagen que ella tiene del problema.
En ese tramo del mensaje, la cámara de TV tuvo la imprudencia de pasar sobre el rostro de Kicillof, que esta vez no aprobaba con la cabeza. Es lógico: desde la gestión de «Joe» Martínez de Hoz no aparecía alguien que, como la señora de Kirchner, se entusiasme tanto con el dólar barato.
Que entredichos como el de Rocca sean inusuales es extraño. Llama la atención que la Presidenta lleve adelante un cambio de régimen económico sobre pautas cada vez más estatistas y que pretenda que los empresarios no se quejen. Y llama todavía más la atención que esos empresarios le obedezcan. Acaso deban releer los reproches de Churchill al acuerdismo de Chamberlain: «Por no tener la guerra, elegimos la humillación. Pero al final tuvimos la humillación y la guerra».
Paolo Rocca
Dueño de Techint
«A partir de 2008 el Gobierno perdió el rumbo, no sabe dónde va y la competitividad empezó a caer»
Cristina Kirchner
Presidenta de la Nación
«Quieren discutir competitividad, vamos a hacerlo, pero también de posición dominante y de subsidios».