Marcelo Zlotogwiazda, Economista y periodista
El peor dato macroeconómico del año pasado, y por lo tanto el principal desafío para el 2013, es el de la inversión. Por la sencilla razón de que si no aumenta la inversión no hay posibilidad alguna de crecimiento sostenido, que es algo en lo que coinciden libremercadistas ortodoxos, estructuralistas, keynesianos o marxistas, simpaticen o no con el gobierno.
Los resultados en materia de inversión del 2012 fueron muy malos. Según el Indec, tras un primer trimestre modestísimo, los dos siguientes registraron caídas interanuales del 15 y del 3,5 por ciento respectivamente, conformadas por disminuciones tanto en construcción (3 y 5,1, respectivamente) como en equipo durable de producción (26,5 y 2,1). Y los datos del estudio de Orlando Ferreres revelan que la tendencia descendente se mantuvo hasta fin de año, acumulando hasta noviembre una caída del 6,6 por ciento en la inversión bruta fija, con parciales negativos de 1,7 en construcción y 7,8 en equipo durable.
Cristina había dicho en mayo pasado que ahora viene la etapa de la inversión. Argumentó que estamos absolutamente convencidos de que así como hemos venido sosteniendo la demanda agregada como uno de los impulsores del crecimiento, hoy tenemos que apuntalar la inversión, que es la clave de los tiempos que vienen. Y agregó, por si quedaban dudas: Sostener la inversión es tan importante como sostener la demanda agregada; esas son las claves de la política que vamos a llevar adelante a rajatabla.
Dejando de lado la confusión de separar la inversión de la demanda agregada, quedaba claro el lugar prioritario que la acumulación de capital ocupaba en sus preocupaciones y proyecciones. Pero a juzgar por los fríos números, lo que hicieron no funcionó. Al menos hasta ahora.
La explicación predominante entre los economistas oficialistas es que existe reticencia inversora, para usar el término acuñado por los economistas de Flacso Daniel Azpiazu y Pablo Manzanelli en un imperdible ensayo sobre el comportamiento de las 500 grandes empresas en la postconvertibilidad. Por dar sólo un ejemplo, el informe de cierre de 2012 del Observatorio de Coyuntura Económica de la Universidad Nacional de Tres de Febrero (Untref) que dirige el diputado y ex viceministro Roberto Feletti, señala que se ha alcanzado una etapa del actual modelo en que los agentes económicos prefieren priorizar su tasa de ahorro antes que reinvertir los excedentes que obtienen.
Esa visión parte de la base que la Argentina genera excedentes suficientes como para autofinanciar el proceso de acumulación. En el último número de la revista Entrelíneas que edita el Centro de Investigaciones en Economía Política y Comunicación (Ciepyc), Gerardo De Santis y Julián Barberis reseñan algunas estimaciones del excedente producido por sobre el denominado Costo de Reproducción de la Población, y en todos los casos supera el 50 por ciento del Producto Bruto Interno. Más que suficiente como para cubrir una tasa de inversión mucho mayor al actual 22 por ciento del PBI.
El problema, razonan, es que buen parte del excedente se pierde por la mencionada reticencia inversora, por la fuga de capitales y por niveles de consumo muy elevados en las clases altas. Respecto a esto último, De Santis y Barberis citan a Raúl Prebisch: La transformación del sistema exige, ineludiblemente, elevar el ritmo de acumulación del capital reproductivo sobre todo a expensas del consumo de los estratos superiores. (Capitalismo periférico, crisis y transformación)
Frente a ese problema, la estrategia elegida por el gobierno no pasa por seducir al capital sino por una batería de medidas orientadas a que el excedente económico se destine a la inversión. Hacia ahí apuntan, entre otras, la prohibición a la compra de dólares para atesoramiento, la restricción al giro de utilidades por parte de multinacionales, la renovada obligatoriedad que tienen los bancos de prestar un 5 por ciento adicional a proyectos productivos (la mitad a pymes) a baja tasa, una regla similar para las compañías de seguro, etc.; a lo que se agregan todos los programas ejecutados directamente desde el Estado, como los créditos del Bicentenario con fondos del Banco Central, Procrear, y la inversión pública en general. En cambio nada han hecho hasta ahora para restringir el consumo de los estratos superiores.
El informe de la Untref recomienda mantener los estímulos fiscales y monetarios para estimular la demanda, y también las restricciones al ahorro en moneda dura, para que la combinación de un mercado sostenible a mediano plazo y ausencia de opciones de rentabilidad, vuelquen el excedente a la inversión; aunque advierte que ese esquema macro está en una etapa de fuerte tensión con quienes toman decisiones relevantes en el sector privado pero que por ahora no destinan, en magnitud deseable, sus ganancias a ampliar la oferta de bienes.
Esto último es un reconocimiento de que, hasta el momento, la receta no da resultados, tal como quedó en evidencia con los datos oficiales y privados de inversión. Mermó la dolarización y fuga, aumentaron mucho los depósitos a plazo fijo (más del 50 por ciento el año pasado), los bancos cumplieron con los préstamos adicionales, avanza Procrear, funciona el programa del Bicentenario à pero la inversión cae.
No cae en toda la economía. Se espera para este año otro boom de inversiones en minería por 20.000 millones de pesos, según pronosticó Julio De Vido. Un sector que ya aporta cerca del 10 por ciento de las exportaciones totales, y que se ve estimulado por una tasa de ganancia sensacional y un régimen fiscal muy generoso.
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Los resultados en materia de inversión del 2012 fueron muy malos. Según el Indec, tras un primer trimestre modestísimo, los dos siguientes registraron caídas interanuales del 15 y del 3,5 por ciento respectivamente, conformadas por disminuciones tanto en construcción (3 y 5,1, respectivamente) como en equipo durable de producción (26,5 y 2,1). Y los datos del estudio de Orlando Ferreres revelan que la tendencia descendente se mantuvo hasta fin de año, acumulando hasta noviembre una caída del 6,6 por ciento en la inversión bruta fija, con parciales negativos de 1,7 en construcción y 7,8 en equipo durable.
Cristina había dicho en mayo pasado que ahora viene la etapa de la inversión. Argumentó que estamos absolutamente convencidos de que así como hemos venido sosteniendo la demanda agregada como uno de los impulsores del crecimiento, hoy tenemos que apuntalar la inversión, que es la clave de los tiempos que vienen. Y agregó, por si quedaban dudas: Sostener la inversión es tan importante como sostener la demanda agregada; esas son las claves de la política que vamos a llevar adelante a rajatabla.
Dejando de lado la confusión de separar la inversión de la demanda agregada, quedaba claro el lugar prioritario que la acumulación de capital ocupaba en sus preocupaciones y proyecciones. Pero a juzgar por los fríos números, lo que hicieron no funcionó. Al menos hasta ahora.
La explicación predominante entre los economistas oficialistas es que existe reticencia inversora, para usar el término acuñado por los economistas de Flacso Daniel Azpiazu y Pablo Manzanelli en un imperdible ensayo sobre el comportamiento de las 500 grandes empresas en la postconvertibilidad. Por dar sólo un ejemplo, el informe de cierre de 2012 del Observatorio de Coyuntura Económica de la Universidad Nacional de Tres de Febrero (Untref) que dirige el diputado y ex viceministro Roberto Feletti, señala que se ha alcanzado una etapa del actual modelo en que los agentes económicos prefieren priorizar su tasa de ahorro antes que reinvertir los excedentes que obtienen.
Esa visión parte de la base que la Argentina genera excedentes suficientes como para autofinanciar el proceso de acumulación. En el último número de la revista Entrelíneas que edita el Centro de Investigaciones en Economía Política y Comunicación (Ciepyc), Gerardo De Santis y Julián Barberis reseñan algunas estimaciones del excedente producido por sobre el denominado Costo de Reproducción de la Población, y en todos los casos supera el 50 por ciento del Producto Bruto Interno. Más que suficiente como para cubrir una tasa de inversión mucho mayor al actual 22 por ciento del PBI.
El problema, razonan, es que buen parte del excedente se pierde por la mencionada reticencia inversora, por la fuga de capitales y por niveles de consumo muy elevados en las clases altas. Respecto a esto último, De Santis y Barberis citan a Raúl Prebisch: La transformación del sistema exige, ineludiblemente, elevar el ritmo de acumulación del capital reproductivo sobre todo a expensas del consumo de los estratos superiores. (Capitalismo periférico, crisis y transformación)
Frente a ese problema, la estrategia elegida por el gobierno no pasa por seducir al capital sino por una batería de medidas orientadas a que el excedente económico se destine a la inversión. Hacia ahí apuntan, entre otras, la prohibición a la compra de dólares para atesoramiento, la restricción al giro de utilidades por parte de multinacionales, la renovada obligatoriedad que tienen los bancos de prestar un 5 por ciento adicional a proyectos productivos (la mitad a pymes) a baja tasa, una regla similar para las compañías de seguro, etc.; a lo que se agregan todos los programas ejecutados directamente desde el Estado, como los créditos del Bicentenario con fondos del Banco Central, Procrear, y la inversión pública en general. En cambio nada han hecho hasta ahora para restringir el consumo de los estratos superiores.
El informe de la Untref recomienda mantener los estímulos fiscales y monetarios para estimular la demanda, y también las restricciones al ahorro en moneda dura, para que la combinación de un mercado sostenible a mediano plazo y ausencia de opciones de rentabilidad, vuelquen el excedente a la inversión; aunque advierte que ese esquema macro está en una etapa de fuerte tensión con quienes toman decisiones relevantes en el sector privado pero que por ahora no destinan, en magnitud deseable, sus ganancias a ampliar la oferta de bienes.
Esto último es un reconocimiento de que, hasta el momento, la receta no da resultados, tal como quedó en evidencia con los datos oficiales y privados de inversión. Mermó la dolarización y fuga, aumentaron mucho los depósitos a plazo fijo (más del 50 por ciento el año pasado), los bancos cumplieron con los préstamos adicionales, avanza Procrear, funciona el programa del Bicentenario à pero la inversión cae.
No cae en toda la economía. Se espera para este año otro boom de inversiones en minería por 20.000 millones de pesos, según pronosticó Julio De Vido. Un sector que ya aporta cerca del 10 por ciento de las exportaciones totales, y que se ve estimulado por una tasa de ganancia sensacional y un régimen fiscal muy generoso.
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