En un acto el miércoles pasado en Tecnópolis, la presidenta Cristina Kirchner sorprendió al descalificar como «suplentes» a los dirigentes políticos que la «ponen en las listas» y exigió debatir con la Unión Industrial Argentina (UIA), los bancos y los sindicatos, «verdaderos actores económicos». Si bien desacreditar a quienes los ciudadanos eligieron es desacreditar al votante, una invitación al debate siempre debe ser correspondida, máxime cuando a menudo, y con razón, se ha criticado al gobierno kirchnerista por la falta de diálogo.
Como vicepresidente de un banco, puedo proponer entonces algunos temas para la agenda de discusión, por lo menos los tópicos que afectan nuestra actividad.
Esperamos del gobierno nacional un plan para recuperar a la brevedad un sistema estadístico veraz y confiable. La falta de datos ciertos convierte cualquier debate en un esfuerzo inútil, donde sólo pueden prevalecer los eslóganes y los prejuicios.
También necesitamos los bancos una moneda estable que sirva de unidad de cuenta para hacer operaciones a largo plazo. Hoy se hace muy difícil, con una inflación de alrededor de 25%, prestar a 20 o 30 años a quien quiere comprar una casa. Las tasas de interés elevadas hacen inaccesible el crédito para la mayoría de la población y, a su vez, prestar a largo plazo a tasas bajas compromete la solvencia de la mayoría de los bancos. Mientras se resuelve el problema inflacionario, como medida transitoria se podría permitir que los bancos prestaran en unidades indexadas, como hacen Chile, México y otros países de la región desde que sus niveles de inflación eran elevados como el nuestro.
Si pudiéramos indexar préstamos de largo plazo, también podríamos tomar depósitos a esa tasa indexada y de esa forma podríamos competir contra la fuga hacia otras monedas. Si pudiéramos crear un activo que nos guarezca de la inflación, habría ahorristas dispuestos a dejar sus pesos en los bancos, dándonos músculo para prestar más a las empresas y a las familias. Si nuestra actividad crece en volumen, también podremos bajar los costos reales.
Es preciso clarificar que es falso el latiguillo de que los bancos están ganando muchísima plata. Según los datos del Banco Central, los bancos ganaron en los últimos 12 meses $ 33.150 millones (37% de su patrimonio neto), lo que sin duda es un dineral. Pero el impuesto a las ganancias se lleva $ 11.369 millones de ese importe, con lo que el resultado neto de los bancos fue de $ 21.781 millones, una tasa de retorno del 24% sobre el patrimonio neto.
Eso quiere decir que, una vez deducido el impuesto a las ganancias, los bancos sólo le empatan a la inflación; luego de trabajar todo un año, las entidades sólo mantienen el valor real de su capital inicial. Y esto, sin tener en cuenta las medidas que se vienen tomando en los últimos meses que golpean la rentabilidad del sector, como los topes a las comisiones y a las tasas para ciertos préstamos, cupos para préstamos promocionados, entre otras.
Lo que ocurre es que los bancos tienen una actividad que no puede cubrirse de la inflación, porque la mayoría de sus activos son financieros y no físicos (como lo son petróleo, hacienda o inmuebles). Y como, además, el impuesto a las ganancias se aplica sobre las ganancias nominales, gran parte de la ganancia real se la lleva la Administración Federal de Ingresos Públicos (AFIP).
Debe tenerse presente que hoy el sistema financiero argentino es minúsculo. El crédito al sector privado representa sólo un 18% del PBI, mientras que en Brasil el guarismo trepa al 68%, en Chile al 73% y en Estados Unidos al 194 por ciento. La Bolsa argentina representa sólo el 4% del tamaño de la Bolsa de San Pablo. Si queremos que nuestros bancos y nuestra bolsa sean más importantes, hay que resolver los problemas concretos que desalientan la actividad.
Otros problemas más generales que nos aquejan como actores de esta economía también tienen que ser discutidos. Es necesario resolver el atraso cambiario, que no permite ser competitivos a muchos sectores, como es el caso de las economías regionales. Hay que volver a un esquema donde quien quiera pueda comprar o vender monedas, que el que tenga ganancias genuinas pueda decidir si las reinvierte o las retira. Pero para eso hay que volver a tener superávits gemelos, volver a crecer, a acceder al financiamiento internacional para que la industria invierta y el Estado y el sector privado desarrollen la infraestructura necesaria.
Por último, encuentro incoherente que un gobierno que ha tratado de establecer una épica en el enfrentamiento al poder de las corporaciones termine invitando solamente a éstas al debate de las ideas parta construir un mejor país. La economía necesita reglas de juego claras y un marco jurídico estable.
En este sentido, sería un avance institucional que las propuestas de los distintos sectores terminen siendo discutidas en el Congreso de la Nación por los diputados y senadores elegidos por el pueblo. .
Como vicepresidente de un banco, puedo proponer entonces algunos temas para la agenda de discusión, por lo menos los tópicos que afectan nuestra actividad.
Esperamos del gobierno nacional un plan para recuperar a la brevedad un sistema estadístico veraz y confiable. La falta de datos ciertos convierte cualquier debate en un esfuerzo inútil, donde sólo pueden prevalecer los eslóganes y los prejuicios.
También necesitamos los bancos una moneda estable que sirva de unidad de cuenta para hacer operaciones a largo plazo. Hoy se hace muy difícil, con una inflación de alrededor de 25%, prestar a 20 o 30 años a quien quiere comprar una casa. Las tasas de interés elevadas hacen inaccesible el crédito para la mayoría de la población y, a su vez, prestar a largo plazo a tasas bajas compromete la solvencia de la mayoría de los bancos. Mientras se resuelve el problema inflacionario, como medida transitoria se podría permitir que los bancos prestaran en unidades indexadas, como hacen Chile, México y otros países de la región desde que sus niveles de inflación eran elevados como el nuestro.
Si pudiéramos indexar préstamos de largo plazo, también podríamos tomar depósitos a esa tasa indexada y de esa forma podríamos competir contra la fuga hacia otras monedas. Si pudiéramos crear un activo que nos guarezca de la inflación, habría ahorristas dispuestos a dejar sus pesos en los bancos, dándonos músculo para prestar más a las empresas y a las familias. Si nuestra actividad crece en volumen, también podremos bajar los costos reales.
Es preciso clarificar que es falso el latiguillo de que los bancos están ganando muchísima plata. Según los datos del Banco Central, los bancos ganaron en los últimos 12 meses $ 33.150 millones (37% de su patrimonio neto), lo que sin duda es un dineral. Pero el impuesto a las ganancias se lleva $ 11.369 millones de ese importe, con lo que el resultado neto de los bancos fue de $ 21.781 millones, una tasa de retorno del 24% sobre el patrimonio neto.
Eso quiere decir que, una vez deducido el impuesto a las ganancias, los bancos sólo le empatan a la inflación; luego de trabajar todo un año, las entidades sólo mantienen el valor real de su capital inicial. Y esto, sin tener en cuenta las medidas que se vienen tomando en los últimos meses que golpean la rentabilidad del sector, como los topes a las comisiones y a las tasas para ciertos préstamos, cupos para préstamos promocionados, entre otras.
Lo que ocurre es que los bancos tienen una actividad que no puede cubrirse de la inflación, porque la mayoría de sus activos son financieros y no físicos (como lo son petróleo, hacienda o inmuebles). Y como, además, el impuesto a las ganancias se aplica sobre las ganancias nominales, gran parte de la ganancia real se la lleva la Administración Federal de Ingresos Públicos (AFIP).
Debe tenerse presente que hoy el sistema financiero argentino es minúsculo. El crédito al sector privado representa sólo un 18% del PBI, mientras que en Brasil el guarismo trepa al 68%, en Chile al 73% y en Estados Unidos al 194 por ciento. La Bolsa argentina representa sólo el 4% del tamaño de la Bolsa de San Pablo. Si queremos que nuestros bancos y nuestra bolsa sean más importantes, hay que resolver los problemas concretos que desalientan la actividad.
Otros problemas más generales que nos aquejan como actores de esta economía también tienen que ser discutidos. Es necesario resolver el atraso cambiario, que no permite ser competitivos a muchos sectores, como es el caso de las economías regionales. Hay que volver a un esquema donde quien quiera pueda comprar o vender monedas, que el que tenga ganancias genuinas pueda decidir si las reinvierte o las retira. Pero para eso hay que volver a tener superávits gemelos, volver a crecer, a acceder al financiamiento internacional para que la industria invierta y el Estado y el sector privado desarrollen la infraestructura necesaria.
Por último, encuentro incoherente que un gobierno que ha tratado de establecer una épica en el enfrentamiento al poder de las corporaciones termine invitando solamente a éstas al debate de las ideas parta construir un mejor país. La economía necesita reglas de juego claras y un marco jurídico estable.
En este sentido, sería un avance institucional que las propuestas de los distintos sectores terminen siendo discutidas en el Congreso de la Nación por los diputados y senadores elegidos por el pueblo. .