MOAÑA, España-Una mañana de agosto, Eugenio Núñez Cobás irrumpió en una sucursal de un banco en esta ciudad costera con otros 30 clientes gritando «¡Ladrones! ¡Ladrones! ¡Ladrones!» A continuación, salieron a la calle y tiraron huevos contra la fachada, obligando a la sucursal a cerrar por el resto del día.
Núñez ha estado viniendo a la filial de Novagalicia Banco SA durante los últimos ocho meses con una pancarta que dice: «Tengo todos mis ahorros metidos en Caja Novagalicia Banco hasta 2999». El jubilado de 70 años afirma que «en realidad, tendría que estar en casa jugando con mis nietos. En cambio, estoy aquí todas las semanas, peleando por mis ahorros».
Núñez fue uno de los más de 700.000 depositantes españoles que invirtieron dinero -en algunos casos la totalidad de sus ahorros- en acciones preferentes de alto rendimiento y bonos subordinados emitidos por sus bancos. Cuando estalló la crisis económica, los valores se desplomaron, lo que hizo que se volvieran casi imposibles de revender.
Muchos clientes ahora dicen que fueron estafados, que los bancos les garantizaron que estos complejos instrumentos financieros eran tan seguros como los depósitos. Algunas entidades ofrecían la opción de cambiar acciones preferentes por depósitos o bonos comunes, pero la Unión Europea, que está prestando dinero a España para apuntalar la banca, prohibió que los bancos rescatados por el gobierno, entre los que figura Novagalicia, realicen estos acuerdos. Novagalicia se disculpó públicamente y accedió a arbitrar los miles de reclamos de los afectados.
El ministro de Economía, Luis de Guindos, describió recientemente estos valores ante el Parlamento como «un complejo instrumento para inversores institucionales. El problema no es el instrumento en sí. Si la gente lo entiende, no hay problema. El problema es que se colocó entre gente que no entendió estos productos». El gobierno español, añadió, colabora con la UE «para intentar encontrar la mejor solución posible para estos ahorradores».
Esta embarazosa confrontación entre bancos y depositantes contribuye a la erosión de la confianza en un sistema financiero que ya sufre el impacto de las fugas de capital y enormes pérdidas ligadas al colapso del mercado inmobiliario. El sector financiero se ha vuelto cada vez más dependiente de los préstamos de emergencia del Banco Central Europeo. Hasta fines de agosto, los bancos españoles recibieron 412.600 millones de euros (US$538.000 millones) del BCE, en torno a un tercio de los fondos del banco central para prestamistas de la zona euro. «Mientras persista la desconfianza en el sistema bancario, seguirá habiendo fuga de capitales», dijo Domingo Bello, profesor de derecho de la Universidad de La Coruña.
Misiones de sabotaje como la que protagonizó Núñez en Moaña ocurren prácticamente a diario. Una noche del mes pasado, los manifestantes en la región norteña de Cantabria organizaron ataques coordinados en 50 sucursales de Caja Cantabria. En Cataluña, decenas de clientes enojados han obstruido a los cajeros haciendo depósitos de 50 centavos para luego volver a colocarse en la cola y retirar la misma cantidad.
En algunas comunidades pequeñas, los directores de las sucursales bancarias, que en su día ejercían como fuentes de asesoría financiera, se han convertido en parias. Los clientes han amenazado con propinar palizas a empleados bancarios y han rajado los neumáticos de sus autos. Novagalicia ha trasladado a 25 de sus empleados este año por las amenazas, asegura un vocero.
En Moaña, una ciudad pesquera de 18.000 habitantes en el noroeste de España, las pérdidas provocadas por las inversiones han agravado los problemas económicos. «La pequeña empresa sufre y esos pequeños trabajos de mantenimiento que la gente hacía en sus casas, ya no los hacen», dijo el alcalde José Fervenza Costas.
La debacle de las acciones preferentes se remonta a los primeros días de la crisis financiera. Los bancos españoles necesitaban capital tras el estallido de la burbuja inmobiliaria y el aumento de la cartera incobrable. Los inversionistas internacionales, preocupados por las pérdidas ligadas a las hipotecas, se mostraron reacios a comprar valores bancarios españoles. Por eso, las mayores entidades del país recurrieron a su amplia red de sucursales para promocionar las nuevas acciones preferentes.
Las acciones preferentes a menudo prometían tasas de interés más altas que los depósitos comunes y corrientes. A mediados de 2009, Caixa Galicia -que luego fue absorbida por Novagalicia- ofrecía acciones preferentes con un interés de 7,5%, comparado con el 4,05% de los depósitos a 18 meses.
Los bancos rápidamente aumentaron sus niveles de capital, vendiendo 11.400 millones de euros en acciones preferentes en 2009. En total, se vendieron 22.000 millones de euros de esos valores.
«Si un cliente quería vender, cinco más esperaban para comprar», señala Pedro Alberto San Millán, director de una sucursal de Novagalicia en el pueblo de Cangas.
Pero en 2010, cuando los bancos españoles empezaron a inundarse de pérdidas, el número de clientes dispuestos a comprar acciones preferentes se redujo. Algunas entidades, incluida Novagalicia, vendieron los valores a clientes de larga data. «Los reguladores miraban hacia otro lado y los bancos se aprovecharon», dice Francisco López Lubián, un profesor de finanzas de la escuela de negocios Instituto de Empresa. «El español medio que confió sus ahorros a su banquero, fue engañado. Eso está claro», añade.
El regulador español de valores anunció hace unos meses que investiga irregularidades potenciales en 11 de los 19 prestamistas que vendieron acciones preferentes.
La nueva cúpula ejecutiva de Novagalicia emitió en julio una guía de 10 principios, uno de los cuales estipula que el banco sólo ofrecerá productos claros, sencillos y fáciles de entender.
En Moaña, Núñez ganó el 21 de septiembre su caso de arbitraje contra Novagalicia. Su cuenta de ahorros ha sido reembolsada con los 60.000 euros que tenía colocados en bonos subordinados. El dinero no estará ahí mucho tiempo, insiste Núñez. «Lo voy a sacar», promete. «Me dijeron que habían cambiado, pero después de esto, ya no me puedo fiar de ellos»..
Núñez ha estado viniendo a la filial de Novagalicia Banco SA durante los últimos ocho meses con una pancarta que dice: «Tengo todos mis ahorros metidos en Caja Novagalicia Banco hasta 2999». El jubilado de 70 años afirma que «en realidad, tendría que estar en casa jugando con mis nietos. En cambio, estoy aquí todas las semanas, peleando por mis ahorros».
Núñez fue uno de los más de 700.000 depositantes españoles que invirtieron dinero -en algunos casos la totalidad de sus ahorros- en acciones preferentes de alto rendimiento y bonos subordinados emitidos por sus bancos. Cuando estalló la crisis económica, los valores se desplomaron, lo que hizo que se volvieran casi imposibles de revender.
Muchos clientes ahora dicen que fueron estafados, que los bancos les garantizaron que estos complejos instrumentos financieros eran tan seguros como los depósitos. Algunas entidades ofrecían la opción de cambiar acciones preferentes por depósitos o bonos comunes, pero la Unión Europea, que está prestando dinero a España para apuntalar la banca, prohibió que los bancos rescatados por el gobierno, entre los que figura Novagalicia, realicen estos acuerdos. Novagalicia se disculpó públicamente y accedió a arbitrar los miles de reclamos de los afectados.
El ministro de Economía, Luis de Guindos, describió recientemente estos valores ante el Parlamento como «un complejo instrumento para inversores institucionales. El problema no es el instrumento en sí. Si la gente lo entiende, no hay problema. El problema es que se colocó entre gente que no entendió estos productos». El gobierno español, añadió, colabora con la UE «para intentar encontrar la mejor solución posible para estos ahorradores».
Esta embarazosa confrontación entre bancos y depositantes contribuye a la erosión de la confianza en un sistema financiero que ya sufre el impacto de las fugas de capital y enormes pérdidas ligadas al colapso del mercado inmobiliario. El sector financiero se ha vuelto cada vez más dependiente de los préstamos de emergencia del Banco Central Europeo. Hasta fines de agosto, los bancos españoles recibieron 412.600 millones de euros (US$538.000 millones) del BCE, en torno a un tercio de los fondos del banco central para prestamistas de la zona euro. «Mientras persista la desconfianza en el sistema bancario, seguirá habiendo fuga de capitales», dijo Domingo Bello, profesor de derecho de la Universidad de La Coruña.
Misiones de sabotaje como la que protagonizó Núñez en Moaña ocurren prácticamente a diario. Una noche del mes pasado, los manifestantes en la región norteña de Cantabria organizaron ataques coordinados en 50 sucursales de Caja Cantabria. En Cataluña, decenas de clientes enojados han obstruido a los cajeros haciendo depósitos de 50 centavos para luego volver a colocarse en la cola y retirar la misma cantidad.
En algunas comunidades pequeñas, los directores de las sucursales bancarias, que en su día ejercían como fuentes de asesoría financiera, se han convertido en parias. Los clientes han amenazado con propinar palizas a empleados bancarios y han rajado los neumáticos de sus autos. Novagalicia ha trasladado a 25 de sus empleados este año por las amenazas, asegura un vocero.
En Moaña, una ciudad pesquera de 18.000 habitantes en el noroeste de España, las pérdidas provocadas por las inversiones han agravado los problemas económicos. «La pequeña empresa sufre y esos pequeños trabajos de mantenimiento que la gente hacía en sus casas, ya no los hacen», dijo el alcalde José Fervenza Costas.
La debacle de las acciones preferentes se remonta a los primeros días de la crisis financiera. Los bancos españoles necesitaban capital tras el estallido de la burbuja inmobiliaria y el aumento de la cartera incobrable. Los inversionistas internacionales, preocupados por las pérdidas ligadas a las hipotecas, se mostraron reacios a comprar valores bancarios españoles. Por eso, las mayores entidades del país recurrieron a su amplia red de sucursales para promocionar las nuevas acciones preferentes.
Las acciones preferentes a menudo prometían tasas de interés más altas que los depósitos comunes y corrientes. A mediados de 2009, Caixa Galicia -que luego fue absorbida por Novagalicia- ofrecía acciones preferentes con un interés de 7,5%, comparado con el 4,05% de los depósitos a 18 meses.
Los bancos rápidamente aumentaron sus niveles de capital, vendiendo 11.400 millones de euros en acciones preferentes en 2009. En total, se vendieron 22.000 millones de euros de esos valores.
«Si un cliente quería vender, cinco más esperaban para comprar», señala Pedro Alberto San Millán, director de una sucursal de Novagalicia en el pueblo de Cangas.
Pero en 2010, cuando los bancos españoles empezaron a inundarse de pérdidas, el número de clientes dispuestos a comprar acciones preferentes se redujo. Algunas entidades, incluida Novagalicia, vendieron los valores a clientes de larga data. «Los reguladores miraban hacia otro lado y los bancos se aprovecharon», dice Francisco López Lubián, un profesor de finanzas de la escuela de negocios Instituto de Empresa. «El español medio que confió sus ahorros a su banquero, fue engañado. Eso está claro», añade.
El regulador español de valores anunció hace unos meses que investiga irregularidades potenciales en 11 de los 19 prestamistas que vendieron acciones preferentes.
La nueva cúpula ejecutiva de Novagalicia emitió en julio una guía de 10 principios, uno de los cuales estipula que el banco sólo ofrecerá productos claros, sencillos y fáciles de entender.
En Moaña, Núñez ganó el 21 de septiembre su caso de arbitraje contra Novagalicia. Su cuenta de ahorros ha sido reembolsada con los 60.000 euros que tenía colocados en bonos subordinados. El dinero no estará ahí mucho tiempo, insiste Núñez. «Lo voy a sacar», promete. «Me dijeron que habían cambiado, pero después de esto, ya no me puedo fiar de ellos»..