América Latina, y Sudamérica en particular, han estado en crisis por varios años. Sin embargo, los capitales extranjeros, tanto de inversión directa como financieros, continúan llegando a la región. Este es un hecho sin precedentes.
En el pasado, las interrupciones bruscas del financiamiento externo han sido una característica esencial de las crisis latinoamericanas, como de las del resto del mundo en desarrollo. La crisis de la deuda de los años 1980 interrumpió dichos flujos por ocho años. La crisis asiática, que se desató a mediados de 1997 y se difundió posteriormente a las economías emergentes generó una sequía de financiamiento que duró seis años. La interrupción asociada a la Gran Depresión de los años 1930 duró varias décadas.
Esta dinámica parece estar cambiando. Después del colapso del banco de inversión norteamericano Lehman Brothers en 2008, los flujos se interrumpieron apenas por un año. De hecho, pese a la magnitud del choque inicial, los flujos y los márgenes de riesgos se normalizaron a fines de 2009, y entonces se inició un auge de emisión de bonos latinoamericanos, que triplicó los niveles que habían sido característicos antes de 2008.
Los choques que han tenido lugar desde entonces han tenido también un impacto reducido. En 2013, la Reserva Federal comenzó a desmontar su programa de compra de bonos, y los precios de productos básicos colapsaron a mediados de 2014. A fines de 2015 y comienzos de 2016 los mercados financieros del mundo se vieron perturbados por eventos que se originaron en China. Más recientemente, Donald Trump fue elegido Presidente de Estados Unidos la Reserva Federal llevó a cabo sus dos primeras alzas de la tasa de interés.
Sin embargo, el período más largo de interrupción del financiamiento externo, que tuvo lugar en el segundo semestre de 2015, duró apenas seis meses. La caída de precios de productos básicos de 2014 apenas generó un aumento de los márgenes de riesgo latinoamericanos de 1,5 puntos porcentuales, una tercera parte del impacto que tuvo el colapso de Lehman Brothers.
Aún más notorio, las alzas recientes de las tasas de interés de la Reserva Federal no han tenido un impacto perceptible sobre los márgenes de riesgo o los flujos financieros, aunque el aumento de las tasas de interés de los bonos del Tesoro se ha trasmitido a América Latina. La elección de Trump generó un aumento de los márgenes de riesgo de menos de un punto porcentual, pero ese efecto había desaparecido ya a fines del año.
Al mismo tiempo, todos los países latinoamericanos, con la excepción de Venezuela, han mantenido su acceso al financiamiento externo. Brasil lo tuvo aún en el peor momento de la crisis política del año pasado. En abril de 2016, Argentina hizo la emisión de bonos más grande de la historia latinoamericana, después del arreglo con los acreedores que no habían participado en las reestructuraciones de su deuda. Ecuador ha hecho varias emisiones de bonos. Y las emisiones de bonos latinoamericanos durante el primer trimestre de 2017 superaron en un 53% los niveles del mismo período en 2016, y se hicieron a costos más bajos.
México, que ha sido el objetivo más fuerte de la retórica proteccionista de Trump, no ha tenido un impacto significativo sobre su financiamiento externo. Su victoria electoral generó una depreciación del peso mexicano, pero la tasa de cambio se normalizó muy pronto y se encuentra ya en los niveles que prevalecieron antes de la elección.
¿Significa esto que las interrupciones súbitas y las reversiones del financiamiento externo durante las crisis se han terminado?
No exactamente. El éxito reciente de América Latina de evitar dichas interrupciones se debe a dos factores principales. El primero es regional: los países latinoamericanos experimentaron una fuerte reducción de sus niveles de endeudamiento externo entre 2003 y 2008. Con el auge de precios de productos básicos y la acumulación masiva de reservas internacionales, la deuda externa, neta de reservas, disminuyó de más del 30% del PIB a menos del 6%.
El segundo factor es global. Las tasas de interés de los países desarrollados se han mantenido en niveles muy bajos desde la crisis financiera de 2008, lo cual ha tornado dichos mercados menos atractivos para los inversionistas, los cuales han buscado mayores rendimientos en las economías emergentes.
La capacidad de América Latina de continuar evitando las interrupciones del financiamiento frente a nuevos choques depende de que estas condiciones se mantengan.
Los coeficientes de endeudamiento externo de la región están aumentando de nuevo, pero se mantienen todavía muy por debajo de los niveles de comienzos del siglo actual. Las políticas de ajuste han ayudado a ello, sin duda a costa de desaceleraciones económicas fuertes y algunas recesiones. Y aunque las tasas de interés de los países desarrollados continuarán aumentando hasta que se normalicen, este proceso se está dando en forma muy lenta, aún en Estados Unidos.
La capacidad de América Latina de evitar las interrupciones súbitas del financiamiento externo es una buena noticia, y puede durar. Esto le da a la región un espacio para evitar adoptar políticas macroeconómicas restrictivas y le permite participar en la recuperación global que se encuentra en curso.
Fuente: Project Syndicate
En el pasado, las interrupciones bruscas del financiamiento externo han sido una característica esencial de las crisis latinoamericanas, como de las del resto del mundo en desarrollo. La crisis de la deuda de los años 1980 interrumpió dichos flujos por ocho años. La crisis asiática, que se desató a mediados de 1997 y se difundió posteriormente a las economías emergentes generó una sequía de financiamiento que duró seis años. La interrupción asociada a la Gran Depresión de los años 1930 duró varias décadas.
Esta dinámica parece estar cambiando. Después del colapso del banco de inversión norteamericano Lehman Brothers en 2008, los flujos se interrumpieron apenas por un año. De hecho, pese a la magnitud del choque inicial, los flujos y los márgenes de riesgos se normalizaron a fines de 2009, y entonces se inició un auge de emisión de bonos latinoamericanos, que triplicó los niveles que habían sido característicos antes de 2008.
Los choques que han tenido lugar desde entonces han tenido también un impacto reducido. En 2013, la Reserva Federal comenzó a desmontar su programa de compra de bonos, y los precios de productos básicos colapsaron a mediados de 2014. A fines de 2015 y comienzos de 2016 los mercados financieros del mundo se vieron perturbados por eventos que se originaron en China. Más recientemente, Donald Trump fue elegido Presidente de Estados Unidos la Reserva Federal llevó a cabo sus dos primeras alzas de la tasa de interés.
Sin embargo, el período más largo de interrupción del financiamiento externo, que tuvo lugar en el segundo semestre de 2015, duró apenas seis meses. La caída de precios de productos básicos de 2014 apenas generó un aumento de los márgenes de riesgo latinoamericanos de 1,5 puntos porcentuales, una tercera parte del impacto que tuvo el colapso de Lehman Brothers.
Aún más notorio, las alzas recientes de las tasas de interés de la Reserva Federal no han tenido un impacto perceptible sobre los márgenes de riesgo o los flujos financieros, aunque el aumento de las tasas de interés de los bonos del Tesoro se ha trasmitido a América Latina. La elección de Trump generó un aumento de los márgenes de riesgo de menos de un punto porcentual, pero ese efecto había desaparecido ya a fines del año.
Al mismo tiempo, todos los países latinoamericanos, con la excepción de Venezuela, han mantenido su acceso al financiamiento externo. Brasil lo tuvo aún en el peor momento de la crisis política del año pasado. En abril de 2016, Argentina hizo la emisión de bonos más grande de la historia latinoamericana, después del arreglo con los acreedores que no habían participado en las reestructuraciones de su deuda. Ecuador ha hecho varias emisiones de bonos. Y las emisiones de bonos latinoamericanos durante el primer trimestre de 2017 superaron en un 53% los niveles del mismo período en 2016, y se hicieron a costos más bajos.
México, que ha sido el objetivo más fuerte de la retórica proteccionista de Trump, no ha tenido un impacto significativo sobre su financiamiento externo. Su victoria electoral generó una depreciación del peso mexicano, pero la tasa de cambio se normalizó muy pronto y se encuentra ya en los niveles que prevalecieron antes de la elección.
¿Significa esto que las interrupciones súbitas y las reversiones del financiamiento externo durante las crisis se han terminado?
No exactamente. El éxito reciente de América Latina de evitar dichas interrupciones se debe a dos factores principales. El primero es regional: los países latinoamericanos experimentaron una fuerte reducción de sus niveles de endeudamiento externo entre 2003 y 2008. Con el auge de precios de productos básicos y la acumulación masiva de reservas internacionales, la deuda externa, neta de reservas, disminuyó de más del 30% del PIB a menos del 6%.
El segundo factor es global. Las tasas de interés de los países desarrollados se han mantenido en niveles muy bajos desde la crisis financiera de 2008, lo cual ha tornado dichos mercados menos atractivos para los inversionistas, los cuales han buscado mayores rendimientos en las economías emergentes.
La capacidad de América Latina de continuar evitando las interrupciones del financiamiento frente a nuevos choques depende de que estas condiciones se mantengan.
Los coeficientes de endeudamiento externo de la región están aumentando de nuevo, pero se mantienen todavía muy por debajo de los niveles de comienzos del siglo actual. Las políticas de ajuste han ayudado a ello, sin duda a costa de desaceleraciones económicas fuertes y algunas recesiones. Y aunque las tasas de interés de los países desarrollados continuarán aumentando hasta que se normalicen, este proceso se está dando en forma muy lenta, aún en Estados Unidos.
La capacidad de América Latina de evitar las interrupciones súbitas del financiamiento externo es una buena noticia, y puede durar. Esto le da a la región un espacio para evitar adoptar políticas macroeconómicas restrictivas y le permite participar en la recuperación global que se encuentra en curso.
Fuente: Project Syndicate