Ante una sociedad indignada y asustada por los disturbios, ¿necesitamos ver al presidente enojado, dándonos una lección de economía y finanzas públicas como si nuestra ignorancia fuera el problema?
Luis Antonio Espino
La relación del presidente Peña Nieto con nosotros, sus gobernados, es como un matrimonio que va de mal en peor. Y como en esos casos, el reproche es un asunto cotidiano. “Ya sé que no aplauden”, “Ya chole con tus quejas”, “No me despierto pensando cómo joder a México”, y “Lo bueno no se cuenta, pero cuenta mucho” no son mensajes de un gobierno que quiere sumarnos a un proyecto de nación. Son reproches personales de alguien que se siente injustamente valorado.
Ese tono fue el que usó el presidente en su mensaje a la nación de ayer (5 de enero) en torno al aumento del precio de la gasolina. Ya expliqué aquí cuáles fueron los pecados capitales de la comunicación inicial del “gasolinazo”. Hoy, toca desmenuzar los más importantes errores del discurso con el que el presidente intentó defender esta decisión:
1. No tocar los dos temas que más le preocupan a la gente: ¿Habrá más disturbios? y ¿Cómo me va a afectar el “gasolinazo”? Los saqueos que se han vivido en varios puntos del país –señaladamente en la Ciudad de México– han venido acompañados de una campaña intencional de propaganda dirigida a generar miedo. Era fundamental que el presidente diera certidumbre con las medidas para detener esa campaña y la violencia de los saqueos. Por otro lado, lo que la gente quiere saber es si habrá más “gasolinazos” y qué va a pasar con los precios y con su bolsillo. Necesitaba saber si se tomará alguna acción concreta y entendible para proteger la economía familiar. En esos dos temas el presidente debió centrar la mayor parte de su mensaje.
2. El tono de confrontación. Ante una sociedad indignada y asustada por los disturbios, ¿necesitamos ver al presidente enojado, dándonos una lección de economía y finanzas públicas como si nuestra ignorancia fuera el problema?¿O necesitamos un mensaje de liderazgo y mesura? El presidente optó por lo primero, pero confrontar a una audiencia enojada no es la mejor manera de abrir sus oídos para escuchar argumentos.
3. Culpar a otros de las decisiones propias. El presidente se pregunta ¿por qué subió la gasolina? Y se contesta:
“Porque en el último año, en todo el mundo, el precio del petróleo aumentó cerca de 60 por ciento. […] En pocas palabras, se trata de un aumento que viene del exterior.”
Esto es muy malo, porque durante los últimos cuatro años el gobierno nos ha dicho que necesita cobrarnos más impuestos porque “cayó el precio del petróleo” y ahora nos cobran más la gasolina “porque subió el precio del petróleo”. Parece que el precio del petróleo nos odia, porque nunca tiene nada bueno para nosotros.
Más adelante, el presidente trata de culpar al gobierno de Felipe Calderón:
“En el pasado, otros gobiernos decidieron mantener artificialmente bajo el precio de la gasolina, para evitar costos políticos. […] tan sólo en el sexenio anterior, se perdieron casi un billón de pesos, es decir un millón de millones, subsidiando la gasolina. […] literalmente fue dinero que se quemó regalando gasolina…”
Sin detenernos a analizar la veracidad del argumento, aquí el presidente Peña Nieto se vuelve a meter en problemas. Querer que la audiencia se indigne con quien supuestamente “regalaba” la gasolina puede funcionar en el Congreso Nacional de Economistas Neoporfiristas, pero no ante un pueblo que cree que la gasolina debería ser barata, porque “somos un país petrolero”. En una crisis es fundamental hablarle a tu público de lo que le preocupa en términos que comparta y entienda, no justificarte con acciones de otros.
4. Creer que el problema es de desinformación y falta de datos y no de desconfianza. El mensaje del presidente debió contener acciones claras para atacar los dos problemas que más indignación generan: el dispendio gubernamental y la corrupción. Solo así podría tratar de legitimarse una acción como el “gasolinazo”. Pero para el presidente, el problema es que la gente “tiene dudas” y por eso nos recetó un caudal de cifras y comparaciones presupuestales que difícilmente su audiencia entenderá o recordará. Las protestas son por la injusticia y el abuso del gobierno, no porque no sepamos a cuántos años de presupuesto del IMSS equivale el subsidio al diesel.
5. “¿Qué hubieran hecho ustedes”?. Un erotema o pregunta retórica funciona cuando la respuesta es obvia para todos en la audiencia o cuando se ha construido un argumento tan sólido con evidencia tan clara, que la respuesta cae por su propio peso. Pero al rematar su argumentación con el ahora famoso “¿Qué hubieran hecho ustedes?” el presidente puso la mesa para el rechazo y el escarnio, porque es una frase bastante retadora. Basta echar un ojo a las redes sociales para ver como la gente ha respondido de una y mil maneras que harían todo lo contrario de lo que ha hecho este gobierno. La pregunta sólo abonó al descontento y se suma a las frases desafortunadas de nuestro malhadado presidente.
Concluyo citando algo muy bien dicho por Mario Riorda[1]:
“Si hay una expresión que sintetiza a un gobierno que tiene problemas es esta: gobierno bien, pero comunico mal. Y así, la política como entidad mayor, rectora de todo, se saca el lastre frente la opinión pública y le delega toda la responsabilidad a la comunicación. Le pide hacerse cargo de justificar lo que muchas veces es injustificable. […] La comunicación gubernamental tiene un objetivo: aportar a la construcción del consenso. Si no hay consenso, no es un problema comunicacional. Es un problema político. Punto.”
[1] Riorda, Mario (2016) “Cambiando. El eterno comienzo de la Argentina”. Buenos Aires. Planeta.
Luis Antonio Espino
La relación del presidente Peña Nieto con nosotros, sus gobernados, es como un matrimonio que va de mal en peor. Y como en esos casos, el reproche es un asunto cotidiano. “Ya sé que no aplauden”, “Ya chole con tus quejas”, “No me despierto pensando cómo joder a México”, y “Lo bueno no se cuenta, pero cuenta mucho” no son mensajes de un gobierno que quiere sumarnos a un proyecto de nación. Son reproches personales de alguien que se siente injustamente valorado.
Ese tono fue el que usó el presidente en su mensaje a la nación de ayer (5 de enero) en torno al aumento del precio de la gasolina. Ya expliqué aquí cuáles fueron los pecados capitales de la comunicación inicial del “gasolinazo”. Hoy, toca desmenuzar los más importantes errores del discurso con el que el presidente intentó defender esta decisión:
1. No tocar los dos temas que más le preocupan a la gente: ¿Habrá más disturbios? y ¿Cómo me va a afectar el “gasolinazo”? Los saqueos que se han vivido en varios puntos del país –señaladamente en la Ciudad de México– han venido acompañados de una campaña intencional de propaganda dirigida a generar miedo. Era fundamental que el presidente diera certidumbre con las medidas para detener esa campaña y la violencia de los saqueos. Por otro lado, lo que la gente quiere saber es si habrá más “gasolinazos” y qué va a pasar con los precios y con su bolsillo. Necesitaba saber si se tomará alguna acción concreta y entendible para proteger la economía familiar. En esos dos temas el presidente debió centrar la mayor parte de su mensaje.
2. El tono de confrontación. Ante una sociedad indignada y asustada por los disturbios, ¿necesitamos ver al presidente enojado, dándonos una lección de economía y finanzas públicas como si nuestra ignorancia fuera el problema?¿O necesitamos un mensaje de liderazgo y mesura? El presidente optó por lo primero, pero confrontar a una audiencia enojada no es la mejor manera de abrir sus oídos para escuchar argumentos.
3. Culpar a otros de las decisiones propias. El presidente se pregunta ¿por qué subió la gasolina? Y se contesta:
“Porque en el último año, en todo el mundo, el precio del petróleo aumentó cerca de 60 por ciento. […] En pocas palabras, se trata de un aumento que viene del exterior.”
Esto es muy malo, porque durante los últimos cuatro años el gobierno nos ha dicho que necesita cobrarnos más impuestos porque “cayó el precio del petróleo” y ahora nos cobran más la gasolina “porque subió el precio del petróleo”. Parece que el precio del petróleo nos odia, porque nunca tiene nada bueno para nosotros.
Más adelante, el presidente trata de culpar al gobierno de Felipe Calderón:
“En el pasado, otros gobiernos decidieron mantener artificialmente bajo el precio de la gasolina, para evitar costos políticos. […] tan sólo en el sexenio anterior, se perdieron casi un billón de pesos, es decir un millón de millones, subsidiando la gasolina. […] literalmente fue dinero que se quemó regalando gasolina…”
Sin detenernos a analizar la veracidad del argumento, aquí el presidente Peña Nieto se vuelve a meter en problemas. Querer que la audiencia se indigne con quien supuestamente “regalaba” la gasolina puede funcionar en el Congreso Nacional de Economistas Neoporfiristas, pero no ante un pueblo que cree que la gasolina debería ser barata, porque “somos un país petrolero”. En una crisis es fundamental hablarle a tu público de lo que le preocupa en términos que comparta y entienda, no justificarte con acciones de otros.
4. Creer que el problema es de desinformación y falta de datos y no de desconfianza. El mensaje del presidente debió contener acciones claras para atacar los dos problemas que más indignación generan: el dispendio gubernamental y la corrupción. Solo así podría tratar de legitimarse una acción como el “gasolinazo”. Pero para el presidente, el problema es que la gente “tiene dudas” y por eso nos recetó un caudal de cifras y comparaciones presupuestales que difícilmente su audiencia entenderá o recordará. Las protestas son por la injusticia y el abuso del gobierno, no porque no sepamos a cuántos años de presupuesto del IMSS equivale el subsidio al diesel.
5. “¿Qué hubieran hecho ustedes”?. Un erotema o pregunta retórica funciona cuando la respuesta es obvia para todos en la audiencia o cuando se ha construido un argumento tan sólido con evidencia tan clara, que la respuesta cae por su propio peso. Pero al rematar su argumentación con el ahora famoso “¿Qué hubieran hecho ustedes?” el presidente puso la mesa para el rechazo y el escarnio, porque es una frase bastante retadora. Basta echar un ojo a las redes sociales para ver como la gente ha respondido de una y mil maneras que harían todo lo contrario de lo que ha hecho este gobierno. La pregunta sólo abonó al descontento y se suma a las frases desafortunadas de nuestro malhadado presidente.
Concluyo citando algo muy bien dicho por Mario Riorda[1]:
“Si hay una expresión que sintetiza a un gobierno que tiene problemas es esta: gobierno bien, pero comunico mal. Y así, la política como entidad mayor, rectora de todo, se saca el lastre frente la opinión pública y le delega toda la responsabilidad a la comunicación. Le pide hacerse cargo de justificar lo que muchas veces es injustificable. […] La comunicación gubernamental tiene un objetivo: aportar a la construcción del consenso. Si no hay consenso, no es un problema comunicacional. Es un problema político. Punto.”
[1] Riorda, Mario (2016) “Cambiando. El eterno comienzo de la Argentina”. Buenos Aires. Planeta.