Por Alejandro Bercovich
La oferta para Sergio Massa se mantuvo en pie durante enero, febrero y marzo. El encargado inicial de convencerlo era Diego Santilli, su antiguo compañero del comando de campaña “Palito ‘99”, aquel semillero donde también militaban Daniel Scioli y Horacio Rodríguez Larreta. Cuando el jefe renovador dejó de atenderle el teléfono al Colorado, el PRO apeló a canales más heterodoxos para sugerirle que acompañara a Mauricio Macri como candidato a gobernador. El mensaje le llegó a través del dueño del Macro, Jorge Brito, pero la íntima relación entre el banquero y el exjefe de Gabinete tampoco logró torcer su negativa. Cuando Massa se decidió finalmente a aceptar, tras el derrumbe en las encuestas al que lo empujó la polarización de los últimos dos meses, el ofrecimiento ya había perdido vigencia.
El vuelco en el discurso renovador tras el cierre de listas del sábado, cuando sus referentes empezaron a fustigar al macrismo con un encono que hasta entonces reservaban exclusivamente para Scioli y Cristina Kirchner, obedece por partes iguales al comprensible enojo que generó el retiro de esa oferta y al diálogo reabierto entre el comando tigrense y la Casa Rosada. En el mundo de los negocios, donde muchos todavía lamentan que no haya tomado forma una gran coalición opositora, todos se preguntan quién financiará el oneroso lance de Massa que implica disputar unas PASO en todo el país aunque las encuestas le asignen menos del 15% de la intención de voto. Algunos se responden solos: será el Gobierno.
Mal podría la mesa política del PRO quejarse de esa estratagema divisionista, calcada de la que aplicó en su principal bastión para que Rodríguez Larreta se impusiera en la interna a Gabriela Michetti. En la primera vuelta porteña, según confiesan dirigentes de la más estrecha confianza de Macri, Martín Lousteau recibió ayuda económica y logística de la tropa larretista. Cada voto que ganó el autor de la malhadada resolución 125 fue uno menos para Michetti, quien debió archivar sus deseos sucesorios y terminó por aceptar acompañar a su jefe en la boleta “pura” que recomendó el gurú ecuatoriano Jaime Durán Barba.
La situación cambió mucho desde entonces. La pobre performance de Mariano Recalde en las PASO, que reivindicó postreramente a un Daniel Filmus despreciado tantas veces por el electorado capitalino, inclinó a buena parte de la oposición al macrismo en la Ciudad hacia el candidato de ECO. Ahora el PRO, lejos de colaborar con el economista que contará como un aliado nacional apenas un mes después de los comicios porteños, lo combate tenazmente para no exponerse a perder de local. Santilli, por caso, tomó nota del escándalo que estalló en la UBA a raíz de la difusión en el canal de noticias C5N de los vínculos comerciales existentes entre la universidad y las empresas controladas por presuntos testaferros de algunos de sus principales directivos. Uno de ellos es su secretario de Hacienda nosiglista, Emiliano Yacobitti, tan estrechamente ligado a Lousteau como para haberlo acompañado al debate que mantuvo esta semana con sus rivales del 5 de julio.
Globos de acero
Apenas se supo que Carlos Zannini acompañaría a Scioli en la boleta presidencial oficialista, Macri entendió que Florencio Randazzo era historia antigua y que el pacto Scioli-Cristina para saltear las internas podía tener como consecuencia que su boleta reciba muchos menos votos el 9 de agosto que la del gobernador, incluso aunque su frente se imponga al Frente para la Victoria. A diferencia de él, que ganará cómodo la postulación por Cambiemos pero dividirá sufragios con Ernesto Sanz y Elisa Carrió, Scioli contendrá a todos los simpatizantes suyos y a los que le preste Cristina, justo en su mejor momento político desde el 54% de 2011.
Macri lanzó entonces un último y desesperado intento para que los radicales y Carrió retiraran sus candidaturas en las internas, a cambio del puesto de vice para Sanz. Igual que con Massa, apeló a un mensajero del círculo rojo: Luis Betnaza, director corporativo de Techint y promotor en jefe de la candidatura del senador mendocino. El sueño duró poco, según una inmejorable fuente del PRO: “Luis estaba de acuerdo con que era lo mejor, pero los radicales ya habían tomado la decisión en Gualeguaychú de competir en internas y no hubo caso”, confió.
Betnaza, de todos modos, está convencido de que gana Macri. Lo comenta ante quien le pregunte y guarda total coherencia con lo que sostiene desde hace dos años: que incluso aunque consiguiera alzarse con la postulación única que finalmente conquistó, Scioli correría la misma suerte de Eduardo Angeloz en 1989. Una derrota lastimosa, más como castigo a su antecesor que por rechazo al propio candidato. Ni en el gabinete porteño se consigue tanto optimismo como en el despacho del lobbista siderúrgico.
Tribuna soviética
Macri irá el martes por la mañana a visitar al Comité Ejecutivo de la UIA, como hicieron semanas atrás Scioli y Massa. Los popes de la central fabril que lo recibirán, algunos de los cuales se sentaron anoche en las mesas principales del acto con 1500 empresarios pyme que organizó en Parque Norte la mesa “Scioli 2015”, bromeaban anoche con su pedido de que la cita sea a las 8:45. “No sabía que se levantaba tan temprano”, dijo risueño a este diario uno de ellos. Con las destacables excepciones de Betnaza y Cristiano Rattazzi (Fiat), la mayoría de los industriales no disimula su desprecio hacia el expresidente de Sevel.
Cuando pasó por ese mismo edificio de Avenida de Mayo y Lima, casi un mes antes del cierre de listas, Scioli les dejó a los industriales un mensaje críptico: que el próximo gobierno no se podía dar el lujo de perder a un hombre como Axel Kicillof y que él lo tenía “muy en cuenta” para su gabinete en caso de resultar electo. Anteayer el propio ministro dio por tierra con esa posibilidad, que se barajó seriamente en las semanas previas al 20 de junio. Es un dato del cual tomó nota rápidamente el mundillo empresarial, obsesionado por discernir cuánto de cambio y cuánto de continuidad tendrá un eventual gobierno sciolista.
Después del 9 de agosto, Scioli se esforzará por dejar en claro algo que ahora no le conviene decir: que el 10 de diciembre empieza un nuevo gobierno, incluso aunque resulte reelecto el frente gobernante. Dentro de ese esquema, que no es el mismo de un mes atrás, Kicillof prefiere la humilde banca en la Cámara baja que le garantiza su primer lugar en la lista porteña a un despacho ministerial donde sabe que puede ser marginado, igual que muchos ministros actuales sin su influencia sobre la Presidenta.
En Diputados, desde el 10 de diciembre, Kicillof compartirá bloque con figuras del gabinete que le lanzaron sin éxito mil zancadillas internas en los últimos dos años, como Julio De Vido y Diego Bossio. El jefe de la ANSES se ilusionaba con ser gobernador por el FpV, pero Cristina lo bañó de humildad antes que al resto de los postulantes oficialistas. Al hacerlo, le echó en cara algo que bien puede haberle soplado al oído el ministro de Economía: que en su Tandil natal, Bossio entregó más créditos ProCreAr que en las localidades de San Nicolás o Zárate (más pobladas) o que en provincias enteras como Santa Cruz, Santiago del Estero, La Rioja o Formosa.
La oferta para Sergio Massa se mantuvo en pie durante enero, febrero y marzo. El encargado inicial de convencerlo era Diego Santilli, su antiguo compañero del comando de campaña “Palito ‘99”, aquel semillero donde también militaban Daniel Scioli y Horacio Rodríguez Larreta. Cuando el jefe renovador dejó de atenderle el teléfono al Colorado, el PRO apeló a canales más heterodoxos para sugerirle que acompañara a Mauricio Macri como candidato a gobernador. El mensaje le llegó a través del dueño del Macro, Jorge Brito, pero la íntima relación entre el banquero y el exjefe de Gabinete tampoco logró torcer su negativa. Cuando Massa se decidió finalmente a aceptar, tras el derrumbe en las encuestas al que lo empujó la polarización de los últimos dos meses, el ofrecimiento ya había perdido vigencia.
El vuelco en el discurso renovador tras el cierre de listas del sábado, cuando sus referentes empezaron a fustigar al macrismo con un encono que hasta entonces reservaban exclusivamente para Scioli y Cristina Kirchner, obedece por partes iguales al comprensible enojo que generó el retiro de esa oferta y al diálogo reabierto entre el comando tigrense y la Casa Rosada. En el mundo de los negocios, donde muchos todavía lamentan que no haya tomado forma una gran coalición opositora, todos se preguntan quién financiará el oneroso lance de Massa que implica disputar unas PASO en todo el país aunque las encuestas le asignen menos del 15% de la intención de voto. Algunos se responden solos: será el Gobierno.
Mal podría la mesa política del PRO quejarse de esa estratagema divisionista, calcada de la que aplicó en su principal bastión para que Rodríguez Larreta se impusiera en la interna a Gabriela Michetti. En la primera vuelta porteña, según confiesan dirigentes de la más estrecha confianza de Macri, Martín Lousteau recibió ayuda económica y logística de la tropa larretista. Cada voto que ganó el autor de la malhadada resolución 125 fue uno menos para Michetti, quien debió archivar sus deseos sucesorios y terminó por aceptar acompañar a su jefe en la boleta “pura” que recomendó el gurú ecuatoriano Jaime Durán Barba.
La situación cambió mucho desde entonces. La pobre performance de Mariano Recalde en las PASO, que reivindicó postreramente a un Daniel Filmus despreciado tantas veces por el electorado capitalino, inclinó a buena parte de la oposición al macrismo en la Ciudad hacia el candidato de ECO. Ahora el PRO, lejos de colaborar con el economista que contará como un aliado nacional apenas un mes después de los comicios porteños, lo combate tenazmente para no exponerse a perder de local. Santilli, por caso, tomó nota del escándalo que estalló en la UBA a raíz de la difusión en el canal de noticias C5N de los vínculos comerciales existentes entre la universidad y las empresas controladas por presuntos testaferros de algunos de sus principales directivos. Uno de ellos es su secretario de Hacienda nosiglista, Emiliano Yacobitti, tan estrechamente ligado a Lousteau como para haberlo acompañado al debate que mantuvo esta semana con sus rivales del 5 de julio.
Globos de acero
Apenas se supo que Carlos Zannini acompañaría a Scioli en la boleta presidencial oficialista, Macri entendió que Florencio Randazzo era historia antigua y que el pacto Scioli-Cristina para saltear las internas podía tener como consecuencia que su boleta reciba muchos menos votos el 9 de agosto que la del gobernador, incluso aunque su frente se imponga al Frente para la Victoria. A diferencia de él, que ganará cómodo la postulación por Cambiemos pero dividirá sufragios con Ernesto Sanz y Elisa Carrió, Scioli contendrá a todos los simpatizantes suyos y a los que le preste Cristina, justo en su mejor momento político desde el 54% de 2011.
Macri lanzó entonces un último y desesperado intento para que los radicales y Carrió retiraran sus candidaturas en las internas, a cambio del puesto de vice para Sanz. Igual que con Massa, apeló a un mensajero del círculo rojo: Luis Betnaza, director corporativo de Techint y promotor en jefe de la candidatura del senador mendocino. El sueño duró poco, según una inmejorable fuente del PRO: “Luis estaba de acuerdo con que era lo mejor, pero los radicales ya habían tomado la decisión en Gualeguaychú de competir en internas y no hubo caso”, confió.
Betnaza, de todos modos, está convencido de que gana Macri. Lo comenta ante quien le pregunte y guarda total coherencia con lo que sostiene desde hace dos años: que incluso aunque consiguiera alzarse con la postulación única que finalmente conquistó, Scioli correría la misma suerte de Eduardo Angeloz en 1989. Una derrota lastimosa, más como castigo a su antecesor que por rechazo al propio candidato. Ni en el gabinete porteño se consigue tanto optimismo como en el despacho del lobbista siderúrgico.
Tribuna soviética
Macri irá el martes por la mañana a visitar al Comité Ejecutivo de la UIA, como hicieron semanas atrás Scioli y Massa. Los popes de la central fabril que lo recibirán, algunos de los cuales se sentaron anoche en las mesas principales del acto con 1500 empresarios pyme que organizó en Parque Norte la mesa “Scioli 2015”, bromeaban anoche con su pedido de que la cita sea a las 8:45. “No sabía que se levantaba tan temprano”, dijo risueño a este diario uno de ellos. Con las destacables excepciones de Betnaza y Cristiano Rattazzi (Fiat), la mayoría de los industriales no disimula su desprecio hacia el expresidente de Sevel.
Cuando pasó por ese mismo edificio de Avenida de Mayo y Lima, casi un mes antes del cierre de listas, Scioli les dejó a los industriales un mensaje críptico: que el próximo gobierno no se podía dar el lujo de perder a un hombre como Axel Kicillof y que él lo tenía “muy en cuenta” para su gabinete en caso de resultar electo. Anteayer el propio ministro dio por tierra con esa posibilidad, que se barajó seriamente en las semanas previas al 20 de junio. Es un dato del cual tomó nota rápidamente el mundillo empresarial, obsesionado por discernir cuánto de cambio y cuánto de continuidad tendrá un eventual gobierno sciolista.
Después del 9 de agosto, Scioli se esforzará por dejar en claro algo que ahora no le conviene decir: que el 10 de diciembre empieza un nuevo gobierno, incluso aunque resulte reelecto el frente gobernante. Dentro de ese esquema, que no es el mismo de un mes atrás, Kicillof prefiere la humilde banca en la Cámara baja que le garantiza su primer lugar en la lista porteña a un despacho ministerial donde sabe que puede ser marginado, igual que muchos ministros actuales sin su influencia sobre la Presidenta.
En Diputados, desde el 10 de diciembre, Kicillof compartirá bloque con figuras del gabinete que le lanzaron sin éxito mil zancadillas internas en los últimos dos años, como Julio De Vido y Diego Bossio. El jefe de la ANSES se ilusionaba con ser gobernador por el FpV, pero Cristina lo bañó de humildad antes que al resto de los postulantes oficialistas. Al hacerlo, le echó en cara algo que bien puede haberle soplado al oído el ministro de Economía: que en su Tandil natal, Bossio entregó más créditos ProCreAr que en las localidades de San Nicolás o Zárate (más pobladas) o que en provincias enteras como Santa Cruz, Santiago del Estero, La Rioja o Formosa.
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