NEUQUÉN (AN).- Desde que dejó de ser una promesa para pasar a ser una realidad, Vaca Muerta trajo consigo un derroche de optimismo. Una lluvia de dólares, más puestos de trabajo, más desarrollo y millonarias obras son algunos de los augurios que provoca el desarrollo no convencional, la gran promesa económica de las próximas décadas.
Sin embargo, la fiebre petrolera ya empezó a mostrar su lado oscuro. Y no es que se trate de algo nuevo, hay sobradas experiencias en la historia de los beneficios pero también de los perjuicios que esta «marea negra» puede generar en las sociedades. En cualquier caso, todos estos efectos no deseados pueden ser evitados o al menos atenuados con políticas públicas activas. Pero el primer paso es hacer visible el otro costado del boom, y en Neuquén y parte de Río Negro hay al menos una decena de puntos para señalar.
1. Economía de enclave. Contra toda proclama, la economía regional sigue siendo cada vez más dependiente del gas y el petróleo. Esto no sólo obtura otras actividades productivas, sino que la deja invariablemente atada a la cotización del barril de crudo, que por estas horas muestra otra vez cómo en pocos meses puede perder un 50% de su valor y poner en vilo al mundo.
2. Desigualdad. Neuquén tiene los mejores indicadores en casi todas las estadísticas, menos en la que mide la distribución del ingreso. Según la Encuesta de Hogares Urbanos del Indec, para el segundo trimestre del 2013 (última fecha disponible) sólo cuatro provincias (Catamarca, Corrientes, Río Negro y Salta) tenían un reparto más desigual de la riqueza este distrito. El indicador que se utiliza para medir ese impacto es el Coeficiente de Gini, que compara la «distancia» que hay entre los más pobres y los más ricos. La señal es clara: Vaca Muerta genera una gran riqueza, pero el esperado «derrame» no alcanza a todos los sectores de la sociedad.
3. Diferencia de salarios. Los ingresos de los petroleros explican una buena parte del problema anterior. Según el Indec, un asalariado promedio del sector cobra 43.191 pesos, mientras que uno de comercio recibe 9.000 y uno de la administración pública nacional 13.000. Esa enorme diferencia genera una economía a dos tiempos: todo se mide con la «vara petrolera» y el resto de los sectores debe aguantar esas expectativas afrontando precios muy por encima de su poder adquisitivo.
4. Competencia laboral. Ese abismo entre el salario petrolero y el promedio del sector público y privado atenta contra otras actividades que no pueden seguir ese ritmo. Así lo advirtió -para citar un ejemplo- el empresario frutícola Jorge Cervi a «Río Negro» días atrás, cuando contó que los trabajadores más calificados dejan las chacras, los galpones y los frigoríficos para irse a los yacimientos, donde cobran mucho más.
5. Burbuja inmobiliaria. La presión que el desarrollo petrolero ejerce sobre el valor de la tierra es enorme. En Añelo se llegan a pedir entre 3 y 5 millones de pesos por un lote pequeño. Los alquileres en la capital de Vaca Muerta pueden superar los 15 mil pesos. Sus habitantes deben mudarse a localidades aledañas en busca de precios más bajos. La vivienda propia es un sueño muy lejano: con la excepción del Procrear, no existe crédito inmobiliario accesible. Los alquileres se llevan una parte cada vez mayor de los salarios. La mayor parte de la construcción en Neuquén es para buscar renta, alimentando una burbuja que en cualquier momento podría estallar.
6. Falta de infraestructura. Si, como dicen algunos estudios, Neuquén tendrá en 2018 100 ó 200.000 habitantes más, habrá que repensar las estructuras sanitarias y educativas. Y Añelo oficia por estas horas de globo de ensayo. Su único centro sanitario ya no da abasto para la demanda local y el nuevo hospital avanza a paso lento. Mientras tanto, localidades como Centenario -con uno de los crecimientos de población más dinámicos- padecen la falta de bancos en las escuelas. Ya no hay edificio que alcance.
7. Rutas saturadas. Unir Neuquén capital con Añelo es una odisea. Al tránsito infernal deben agregarse los innumerables pozos y tramos con banquinas destruidas. Según datos de Vialidad Nacional y Provincial, unos 3.000 camiones circulan por día en las rutas petroleras. Y eso tan sólo con un sólo yacimiento en marcha sobre Vaca Muerta: cuando sean cinco o seis, los caminos provinciales definitivamente no darán abasto para el movimiento.
8. Impacto ambiental. Sólo en Loma Campana YPF perforó casi 300 pozos en tres años. El nivel de actividad del shale es enorme y con él, son mucho mayores los riesgos ambientales de la actividad. Además, la técnica del fracking obliga a utilizar millones de litros de agua, algunos de los cuales vuelven contaminados a la superficie y deben ser tratados. Existen a su vez miles de kilómetros de cañerías de yacimientos viejos que deben ser cambiados, así como infraestructura cercana a zonas urbanas que deberá ser relocalizada.
9. Impacto social. Los mayores ingresos y la propia dinámica del sector petrolero hacen a sus trabajadores más vulnerables a las adicciones y al juego. Algunas empresas llegaron inclusive a aplicar controles en el campo. En localidades como Añelo, Rincón o Buta Ranquil florecen las salas de juego. El desarraigo y la mayor exposición a accidentes de tránsito es otro impacto que debe ser considerado.
10. Trata de personas. La economista de la UNC Adriana Giuliani advirtió en reiteradas oportunidades desde sus columnas en este medio sobre el florecimiento de redes de trata en la región a partir de la actividad petrolera. En el último tiempo hubo varios procedimientos en Añelo e inclusive hace algunos años se rescató a dos mujeres obligadas a prostituirse.
Sin embargo, la fiebre petrolera ya empezó a mostrar su lado oscuro. Y no es que se trate de algo nuevo, hay sobradas experiencias en la historia de los beneficios pero también de los perjuicios que esta «marea negra» puede generar en las sociedades. En cualquier caso, todos estos efectos no deseados pueden ser evitados o al menos atenuados con políticas públicas activas. Pero el primer paso es hacer visible el otro costado del boom, y en Neuquén y parte de Río Negro hay al menos una decena de puntos para señalar.
1. Economía de enclave. Contra toda proclama, la economía regional sigue siendo cada vez más dependiente del gas y el petróleo. Esto no sólo obtura otras actividades productivas, sino que la deja invariablemente atada a la cotización del barril de crudo, que por estas horas muestra otra vez cómo en pocos meses puede perder un 50% de su valor y poner en vilo al mundo.
2. Desigualdad. Neuquén tiene los mejores indicadores en casi todas las estadísticas, menos en la que mide la distribución del ingreso. Según la Encuesta de Hogares Urbanos del Indec, para el segundo trimestre del 2013 (última fecha disponible) sólo cuatro provincias (Catamarca, Corrientes, Río Negro y Salta) tenían un reparto más desigual de la riqueza este distrito. El indicador que se utiliza para medir ese impacto es el Coeficiente de Gini, que compara la «distancia» que hay entre los más pobres y los más ricos. La señal es clara: Vaca Muerta genera una gran riqueza, pero el esperado «derrame» no alcanza a todos los sectores de la sociedad.
3. Diferencia de salarios. Los ingresos de los petroleros explican una buena parte del problema anterior. Según el Indec, un asalariado promedio del sector cobra 43.191 pesos, mientras que uno de comercio recibe 9.000 y uno de la administración pública nacional 13.000. Esa enorme diferencia genera una economía a dos tiempos: todo se mide con la «vara petrolera» y el resto de los sectores debe aguantar esas expectativas afrontando precios muy por encima de su poder adquisitivo.
4. Competencia laboral. Ese abismo entre el salario petrolero y el promedio del sector público y privado atenta contra otras actividades que no pueden seguir ese ritmo. Así lo advirtió -para citar un ejemplo- el empresario frutícola Jorge Cervi a «Río Negro» días atrás, cuando contó que los trabajadores más calificados dejan las chacras, los galpones y los frigoríficos para irse a los yacimientos, donde cobran mucho más.
5. Burbuja inmobiliaria. La presión que el desarrollo petrolero ejerce sobre el valor de la tierra es enorme. En Añelo se llegan a pedir entre 3 y 5 millones de pesos por un lote pequeño. Los alquileres en la capital de Vaca Muerta pueden superar los 15 mil pesos. Sus habitantes deben mudarse a localidades aledañas en busca de precios más bajos. La vivienda propia es un sueño muy lejano: con la excepción del Procrear, no existe crédito inmobiliario accesible. Los alquileres se llevan una parte cada vez mayor de los salarios. La mayor parte de la construcción en Neuquén es para buscar renta, alimentando una burbuja que en cualquier momento podría estallar.
6. Falta de infraestructura. Si, como dicen algunos estudios, Neuquén tendrá en 2018 100 ó 200.000 habitantes más, habrá que repensar las estructuras sanitarias y educativas. Y Añelo oficia por estas horas de globo de ensayo. Su único centro sanitario ya no da abasto para la demanda local y el nuevo hospital avanza a paso lento. Mientras tanto, localidades como Centenario -con uno de los crecimientos de población más dinámicos- padecen la falta de bancos en las escuelas. Ya no hay edificio que alcance.
7. Rutas saturadas. Unir Neuquén capital con Añelo es una odisea. Al tránsito infernal deben agregarse los innumerables pozos y tramos con banquinas destruidas. Según datos de Vialidad Nacional y Provincial, unos 3.000 camiones circulan por día en las rutas petroleras. Y eso tan sólo con un sólo yacimiento en marcha sobre Vaca Muerta: cuando sean cinco o seis, los caminos provinciales definitivamente no darán abasto para el movimiento.
8. Impacto ambiental. Sólo en Loma Campana YPF perforó casi 300 pozos en tres años. El nivel de actividad del shale es enorme y con él, son mucho mayores los riesgos ambientales de la actividad. Además, la técnica del fracking obliga a utilizar millones de litros de agua, algunos de los cuales vuelven contaminados a la superficie y deben ser tratados. Existen a su vez miles de kilómetros de cañerías de yacimientos viejos que deben ser cambiados, así como infraestructura cercana a zonas urbanas que deberá ser relocalizada.
9. Impacto social. Los mayores ingresos y la propia dinámica del sector petrolero hacen a sus trabajadores más vulnerables a las adicciones y al juego. Algunas empresas llegaron inclusive a aplicar controles en el campo. En localidades como Añelo, Rincón o Buta Ranquil florecen las salas de juego. El desarraigo y la mayor exposición a accidentes de tránsito es otro impacto que debe ser considerado.
10. Trata de personas. La economista de la UNC Adriana Giuliani advirtió en reiteradas oportunidades desde sus columnas en este medio sobre el florecimiento de redes de trata en la región a partir de la actividad petrolera. En el último tiempo hubo varios procedimientos en Añelo e inclusive hace algunos años se rescató a dos mujeres obligadas a prostituirse.