Los errores de Cristina y la falta de política explican la crisis de los K

Quizá Cristina Fernández y el kirchnerismo no deberían dejarse obnubilar por la paliza que Mauricio Macri les propinó en la primera vuelta en Capital. Quizá, tampoco, debieran quedar sumidos en la desesperación si, como indican las encuestas, su candidato en Santa Fe, el diputado Agustín Rossi, suma otra derrota en las elecciones para gobernador del domingo que viene. Esos dos traspiés – y el que augura el balotaje porteño– no son todavía huellas firmes de que el escenario nacional podría sufrir, en las internas abiertas de agosto y en las presidenciales de octubre, una vuelta de campana.
Dejar que Capital y Santa Fe se conviertan en un velo podría resultar, sin embargo, muy peligroso para la Presidenta . Si no descorriera con presteza aquel velo tal vez no alcanzaría a descubrir la magnitud del problema que enfrenta cuando el tránsito electoral en la Argentina empieza a entrar en un tiempo crucial.
¿Cuál sería el verdadero problema? El aislamiento de un Gobierno que suma a las objetivas dificultades de gestión, errores de diagnóstico y mala praxis política.
Esa percepción viene de más lejos –incluso desde antes de la muerte de Néstor Kirchner– pero el caso de Capital y el que se avecina en Santa Fe lograron afianzarla y agrandarla.
El poder de Cristina refleja hoy la geografía más pequeña y morosa para la toma de decisiones. Las usinas del pensamiento K son, por otra parte, lineales y sectarias.
Por ese motivo llamó la atención la autocrítica detonada en Carta Abierta, el foro de pensadores K que alumbró al influjo del conflicto con el campo, en el 2008.
Horacio González, el titular de la Biblioteca Nacional, y Ricardo Forster fueron dos de los motores de esa autocrítica. Un interrogante perdura: saber si el mea culpa nació de un convencimiento o sólo de la conmoción que causó el fracaso electoral en Capital.
Entre una y otra cosa podría encerrarse la auténtica capacidad y voluntad de corrección del grupo de pensadores. También podría ocurrir que sólo se pretendiera endilgar el fracaso a Daniel Filmus, para que en adelante nada cambie. Como si el candidato fuera el problema excluyente.
Repasando a Forster es posible descubrir una suma curiosa de evaluaciones equivocadas . Cuando Filmus y Carlos Tomada fueron ungidos por Cristina, el filósofo K elogió su “agudeza e inteligencia política” y la decisión de haberse convertido “en el gran árbitro de la interna”. (Revista Veintitrés del 26 de mayo). La primera vuelta en Capital habría demostrado exactamente lo contrario.
Forster mencionó también la “renovación fundamental en el interior del propio peronismo”. Se refirió a Capital y al encumbramiento de Rossi en la interna del PJ en Santa Fe.
Un vaticinio naufragó y el otro flota con dificultad . La renovación porteña fue un fiasco, sobre todo porque su emblema, el legislador de La Cámpora, Juan Cabandié, logró la mitad de los votos de Filmus. Rossi pareciera no estar peleando ya contra el socialista Antonio Bonfatti: lidia para que Miguel Del Sel, pollo de Macri, no le arrebate el domingo venidero, al menos, el segundo lugar .
Forster terminó de desbarrarse cuando responsabilizó a una oposición imprecisa de pretender que la hipotética victoria de Cristina en octubre se apuntale en Daniel Scioli o en Juan Manuel Urtubey, el mandatario salteño, en lugar de Filmus y Rossi. Pues bien: Urtubey ganó la reelección y se apuntó ya para el 2015; Scioli tiene, a priori, en Buenos Aires, más votos que la Presidenta.
La recorrida política y electoral con Forster sería apenas un símbolo del desnorte con que el kirchnerismo otea la realidad. No cabría un calificativo muy distinto para Cristina y su círculo del poder.
Esas gruesas fallas de apreciación son las que luego se plasmarían en equivocaciones cuando se debe ejecutar. Cristina dejó solo a Filmus en la campaña porteña de la primera vuelta cuando, tal vez, más hubiera hecho falta su aporte. Su conjetural presencia para el balotaje no modificaría el cuadro.
La Presidenta, en cambio, estuvo ayer en Santa Fe para darle un apoyo, quizás tardío , a Rossi. Cuando el candidato, con anterioridad, lo había reclamado, se lo retaceó. Esa soledad fue incubando un fenómeno: el de la posible diseminación del voto peronista en la provincia, uno de cuyos destinatarios podría ser Del Sel.
Hubo una expresión pública, en ese sentido, sintomática. Luego de otro larguísimo ciclo de silencio, Carlos Reutemann volvió a escena: “Siempre fui peronista; nunca kirchnerista” , declaró. Y desechó la invitación K para sumarse al acto en Puerto General San Martín. Del Sel hace dos días que es un hombre feliz.
La suma de desaciertos de Cristina y el kirchnerismo no concluyeron allí. ¿Alguien le habrá informado a la Presidenta el efecto negativo que tuvo en Rosario –el corazón electoral de la provincia– su presencia el 20 de Junio? Ese día convirtió la celebración del Día de la Bandera en un acto ultra K, que inhibió incluso el discurso previsto del gobernador Hermes Binner.
Diez días después de ese episodio se conocieron números desconocidos: por primera vez el socialista aparece en Santa Fe por encima de Cristina, ajustadamente, en los sondeos para las presidenciales de octubre.
Ayer Cristina no se privó de reprimir ninguna de sus ínfulas. Respetó el carácter institucional del acto pero le reprochó a Binner que, según sus datos, la economía de Santa Fe creció en estos años por debajo de la media nacional. Hace una semana, Amado Boudou había dicho lo mismo en un acto de respaldo a Rossi. Ya se sabe de dónde saca letra el ministro de Economía y candidato a la vicepresidencia.
Nadie sabe si el rumbo de campaña de Cristina variará. Nadie sabe si desembarcará en Capital, como lo hizo en Santa Fe. Las incógnitas y los errores van, por ahora, de la mano.

Acerca de Nicolás Tereschuk (Escriba)

"Escriba" es Nicolás Tereschuk. Politólogo (UBA), Maestría en Sociologìa Económica (IDAES-UNSAM). Me interesa la política y la forma en que la política moldea lo económico (¿o era al revés?).

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