Daniel Scioli y Gabriel Mariotto.
Uno de los signos del cambio de época en que ha ingresado la economía es la crisis fiscal en la que, una vez más, está atrapada la provincia de Buenos Aires. Esa perturbación se proyecta sobre el resto del país porque la caja bonaerense suele anticipar las dificultades del Tesoro nacional. Además, la disputa sucesoria del peronismo, que tiene en Daniel Scioli a uno de sus actores, está determinada por el desequilibrio de esas cuentas.
Aun cuando el impuestazo que discute la Legislatura sea aprobado, el mes que viene Scioli estará en problemas para pagar al mismo tiempo los salarios y el medio aguinaldo de los empleados públicos. Es posible que ese sueldo complementario se fraccione. En los últimos meses, el gobernador tuvo que recurrir al Banco Provincia para cubrir las remuneraciones. Casi todos los demás gastos están suspendidos. La obra social IOMA, por ejemplo, recibe sólo 300 de los 400 millones de pesos que le corresponden mes tras mes. Ese déficit se sentirá en la cadena de prestadores: médicos, clínicas, laboratorios y farmacias. Frente a estos infortunios, Cristina Kirchner se muestra indiferente. En abril, Scioli le solicitó asistencia por 1300 millones de pesos. Le envió 200 millones. Ella quiere que el gobernador pague los costos del ajuste. Es lógico: las encuestas dicen que las dificultades de la economía vienen afectando su propia imagen mucho más que la de Scioli.
La rivalidad electoral de 2015 es un combustible para la crisis fiscal. Scioli relevó que sueña con suceder a la señora de Kirchner siempre que ella no se postule para la reelección. Para una lectora suspicaz como la Presidenta, Scioli anunció así que no trabajará por la reforma constitucional.
Pero Scioli todavía no dio ese paso. Antes de desnudar sus aspiraciones acudió a un consultor de los Estados Unidos para obtener una tomografía de su situación política. El king maker le preguntó: «¿Usted cree que existe la posibilidad de que la Presidenta lo seleccione como el candidato oficial para 2015?» La respuesta fue «no». Y este fue el diagnóstico: «Entonces, usted debe renunciar a la gobernación y presentarse a los comicios de 2013 como primer diputado de una fuerza opositora al gobierno nacional. La polarización opacaría al propio Macri». Scioli, aterrado, musitó sus objeciones: «No creo que sea el único camino. Tal vez ella no consigue la reforma y está obligada a elegirme. O la consigue y yo también habilito la reelección en la provincia y me vuelvo a postular como gobernador». «En ese caso -dictaminó el oráculo-, usted saldría derrotado. La gobernación será cada día una mochila más pesada.»
En el ajedrez de Scioli hay una jugada paradójica. Los ultrakirchneristas que quieren desplazarlo de la carrera presidencial también pretenden que abandone el gobierno de la provincia y se postule como candidato a diputado en 2013. Pero lo quieren en sus propias filas.
Por lo visto el desprecio no es tan grande. Los talibanes del gobernador, al frente de los cuales se encuentran Alberto Pérez y el senador Baldomero «Cacho» Alvarez, resisten ese destino. Preferirían enfrentar la lista de diputados del oficialismo en una interna abierta. ¿Karina Rabolini vs. Alicia Kirchner? De telenovela.
El país asiste otra vez a un duelo peronista entre un presidente y el gobernador de Buenos Aires. Un habitué de Olivos lo sintetiza en esta fórmula: «Con Scioli no habrá tregua hasta que diga «Clarín miente»».
No en vano Cristina Kirchner le puso como vicegobernador al autor de la ley de medios, y el pedido de informes legislativo que desató la guerra actual se refiere a la publicidad oficial.
El antecedente más cercano es la saga Menem-Duhalde. Pero la historia nunca se repite. A diferencia de Duhalde con su Fondo del Conurbano, Scioli no se aseguró un blindaje antes de aceptar la candidatura a gobernador.
Aunque la mayor divergencia con aquel antecedente es otra: apenas llegó a la Casa Rosada, Néstor Kirchner se lanzó a la captura de la provincia de Buenos Aires. La completó en 2005, con la victoria de su esposa sobre la de Duhalde. Hoy la jefatura del distrito está en poder de Cristina Kirchner. Scioli no puede pensar objetivos más ambiciosos sin antes conquistar su propio feudo.
Este encuadre aproxima a Scioli, mutatis mutandi , con Oscar Bidegain, gobernador al que, en enero de 1974, Juan Domingo Perón reemplazó por Victorio Calabró, el Gabriel Mariotto de aquella época. El serrucho de Mariotto se hace oír día y noche. Tampoco se detuvo durante la gestión del impuestazo de Scioli en la Legislatura.
La impopularidad de esa medida amalgamó a los diputados de la oposición. Los más duros son los disidentes del PJ y los macristas, coordinados por Gonzalo Atanasoff. En cambio, el Frente Amplio Progresista, la UCR y ARI negociaron un ajuste escalonado. Se entiende: los seguidores de Hermes Binner deben contemplar las dificultades de Antonio Bonfatti con su propia reforma tributaria, en una legislatura de Santa Fe dominada por el peronismo.
Con tal de verlo dar malas noticias, el kirchnerismo se solidarizó con Scioli. Cristina Kirchner siguió las negociaciones a través de José Ottavis, su representante en la Cámara de Diputados provincial, y hasta se le atribuye alguna brumosa gestión con Binner.
Aun así, los kirchneristas no pudieron dejar de clavar su aguijón sobre el gobernador. El ministro de Economía, Hernán Lorenzino, emergió por un minuto de las sombras para aclarar que Scioli podía disponer el revalúo por decreto. Es decir: indicó a los opositores que no hacía falta acuerdo alguno.
Mariotto ofreció el auxilio que faltaba, ufanándose de haber desterrado del Senado las valijas que van y vienen para aprobar las leyes. Fue un cargo gravísimo contra su antecesor Alberto Balestrini, quien, internado en un centro de rehabilitación neurológica, no puede defenderse.
Pero Mariotto también abortó la oscura operación que, según fuentes confiables, habrían impulsado los hombres de Scioli para que diputados de la oposición dieran quórum a cambio de 500.000 pesos. Esas versiones circularon cuando Ricardo Lissalde, de Saladillo, y Ramiro Gutiérrez, de Dolores, discutían con el oficialismo una salida acordada. Según las mismas fuentes, colegas de ambos alertaron a los dirigentes rurales de sus localidades para que presionaran sobre sus familias, frustrando el experimento.
Para el kirchnerismo cualquier escenario es promisorio. Si Scioli saca de los bolsillos de los bonaerenses los 2500 millones de pesos que pretende, aplaudirá. Pero, si no lo consigue, también festejará que el gobernador siga tan encadenado como ahora al capricho presidencial.
La algarabía de la Casa Rosada revela una gran frivolidad. La tenaza fiscal que hoy tritura los sueños de Scioli aprieta a la Nación.
Según Rogelio Frigerio, en la primera quincena de este mes la coparticipación cayó un 8% nominal respecto del mismo lapso del año pasado. Son 450 millones de pesos menos.
Sólo cuatro distritos muestran hoy sus cuentas equilibradas (Capital Federal, San Juan, San Luis y La Pampa). El resto busca tomar deuda, con una desventaja: la estatización de YPF aumentó muchísimo el costo del dinero.
Las dificultades que hoy la enfrentan con Scioli, mañana pueden enemistar a Cristina Kirchner con los demás gobernadores del peronismo. Aun con los que, disciplinados, repiten «Clarín miente»..
Uno de los signos del cambio de época en que ha ingresado la economía es la crisis fiscal en la que, una vez más, está atrapada la provincia de Buenos Aires. Esa perturbación se proyecta sobre el resto del país porque la caja bonaerense suele anticipar las dificultades del Tesoro nacional. Además, la disputa sucesoria del peronismo, que tiene en Daniel Scioli a uno de sus actores, está determinada por el desequilibrio de esas cuentas.
Aun cuando el impuestazo que discute la Legislatura sea aprobado, el mes que viene Scioli estará en problemas para pagar al mismo tiempo los salarios y el medio aguinaldo de los empleados públicos. Es posible que ese sueldo complementario se fraccione. En los últimos meses, el gobernador tuvo que recurrir al Banco Provincia para cubrir las remuneraciones. Casi todos los demás gastos están suspendidos. La obra social IOMA, por ejemplo, recibe sólo 300 de los 400 millones de pesos que le corresponden mes tras mes. Ese déficit se sentirá en la cadena de prestadores: médicos, clínicas, laboratorios y farmacias. Frente a estos infortunios, Cristina Kirchner se muestra indiferente. En abril, Scioli le solicitó asistencia por 1300 millones de pesos. Le envió 200 millones. Ella quiere que el gobernador pague los costos del ajuste. Es lógico: las encuestas dicen que las dificultades de la economía vienen afectando su propia imagen mucho más que la de Scioli.
La rivalidad electoral de 2015 es un combustible para la crisis fiscal. Scioli relevó que sueña con suceder a la señora de Kirchner siempre que ella no se postule para la reelección. Para una lectora suspicaz como la Presidenta, Scioli anunció así que no trabajará por la reforma constitucional.
Pero Scioli todavía no dio ese paso. Antes de desnudar sus aspiraciones acudió a un consultor de los Estados Unidos para obtener una tomografía de su situación política. El king maker le preguntó: «¿Usted cree que existe la posibilidad de que la Presidenta lo seleccione como el candidato oficial para 2015?» La respuesta fue «no». Y este fue el diagnóstico: «Entonces, usted debe renunciar a la gobernación y presentarse a los comicios de 2013 como primer diputado de una fuerza opositora al gobierno nacional. La polarización opacaría al propio Macri». Scioli, aterrado, musitó sus objeciones: «No creo que sea el único camino. Tal vez ella no consigue la reforma y está obligada a elegirme. O la consigue y yo también habilito la reelección en la provincia y me vuelvo a postular como gobernador». «En ese caso -dictaminó el oráculo-, usted saldría derrotado. La gobernación será cada día una mochila más pesada.»
En el ajedrez de Scioli hay una jugada paradójica. Los ultrakirchneristas que quieren desplazarlo de la carrera presidencial también pretenden que abandone el gobierno de la provincia y se postule como candidato a diputado en 2013. Pero lo quieren en sus propias filas.
Por lo visto el desprecio no es tan grande. Los talibanes del gobernador, al frente de los cuales se encuentran Alberto Pérez y el senador Baldomero «Cacho» Alvarez, resisten ese destino. Preferirían enfrentar la lista de diputados del oficialismo en una interna abierta. ¿Karina Rabolini vs. Alicia Kirchner? De telenovela.
El país asiste otra vez a un duelo peronista entre un presidente y el gobernador de Buenos Aires. Un habitué de Olivos lo sintetiza en esta fórmula: «Con Scioli no habrá tregua hasta que diga «Clarín miente»».
No en vano Cristina Kirchner le puso como vicegobernador al autor de la ley de medios, y el pedido de informes legislativo que desató la guerra actual se refiere a la publicidad oficial.
El antecedente más cercano es la saga Menem-Duhalde. Pero la historia nunca se repite. A diferencia de Duhalde con su Fondo del Conurbano, Scioli no se aseguró un blindaje antes de aceptar la candidatura a gobernador.
Aunque la mayor divergencia con aquel antecedente es otra: apenas llegó a la Casa Rosada, Néstor Kirchner se lanzó a la captura de la provincia de Buenos Aires. La completó en 2005, con la victoria de su esposa sobre la de Duhalde. Hoy la jefatura del distrito está en poder de Cristina Kirchner. Scioli no puede pensar objetivos más ambiciosos sin antes conquistar su propio feudo.
Este encuadre aproxima a Scioli, mutatis mutandi , con Oscar Bidegain, gobernador al que, en enero de 1974, Juan Domingo Perón reemplazó por Victorio Calabró, el Gabriel Mariotto de aquella época. El serrucho de Mariotto se hace oír día y noche. Tampoco se detuvo durante la gestión del impuestazo de Scioli en la Legislatura.
La impopularidad de esa medida amalgamó a los diputados de la oposición. Los más duros son los disidentes del PJ y los macristas, coordinados por Gonzalo Atanasoff. En cambio, el Frente Amplio Progresista, la UCR y ARI negociaron un ajuste escalonado. Se entiende: los seguidores de Hermes Binner deben contemplar las dificultades de Antonio Bonfatti con su propia reforma tributaria, en una legislatura de Santa Fe dominada por el peronismo.
Con tal de verlo dar malas noticias, el kirchnerismo se solidarizó con Scioli. Cristina Kirchner siguió las negociaciones a través de José Ottavis, su representante en la Cámara de Diputados provincial, y hasta se le atribuye alguna brumosa gestión con Binner.
Aun así, los kirchneristas no pudieron dejar de clavar su aguijón sobre el gobernador. El ministro de Economía, Hernán Lorenzino, emergió por un minuto de las sombras para aclarar que Scioli podía disponer el revalúo por decreto. Es decir: indicó a los opositores que no hacía falta acuerdo alguno.
Mariotto ofreció el auxilio que faltaba, ufanándose de haber desterrado del Senado las valijas que van y vienen para aprobar las leyes. Fue un cargo gravísimo contra su antecesor Alberto Balestrini, quien, internado en un centro de rehabilitación neurológica, no puede defenderse.
Pero Mariotto también abortó la oscura operación que, según fuentes confiables, habrían impulsado los hombres de Scioli para que diputados de la oposición dieran quórum a cambio de 500.000 pesos. Esas versiones circularon cuando Ricardo Lissalde, de Saladillo, y Ramiro Gutiérrez, de Dolores, discutían con el oficialismo una salida acordada. Según las mismas fuentes, colegas de ambos alertaron a los dirigentes rurales de sus localidades para que presionaran sobre sus familias, frustrando el experimento.
Para el kirchnerismo cualquier escenario es promisorio. Si Scioli saca de los bolsillos de los bonaerenses los 2500 millones de pesos que pretende, aplaudirá. Pero, si no lo consigue, también festejará que el gobernador siga tan encadenado como ahora al capricho presidencial.
La algarabía de la Casa Rosada revela una gran frivolidad. La tenaza fiscal que hoy tritura los sueños de Scioli aprieta a la Nación.
Según Rogelio Frigerio, en la primera quincena de este mes la coparticipación cayó un 8% nominal respecto del mismo lapso del año pasado. Son 450 millones de pesos menos.
Sólo cuatro distritos muestran hoy sus cuentas equilibradas (Capital Federal, San Juan, San Luis y La Pampa). El resto busca tomar deuda, con una desventaja: la estatización de YPF aumentó muchísimo el costo del dinero.
Las dificultades que hoy la enfrentan con Scioli, mañana pueden enemistar a Cristina Kirchner con los demás gobernadores del peronismo. Aun con los que, disciplinados, repiten «Clarín miente»..