Empresarios y Cía / Por Francisco Olivera
Domingo 22 de mayo de 2011 | Publicado en edición impresa
Por ahora son sólo intenciones. Enclavadas, en realidad, en una pelea cada vez más abarcadora y divisoria de bandos. En la corriente más ideologizada del Gobierno, aquella expresada en la generación relativamente joven, parecen decididos a seguir homenajeando a Roberto Feletti, el viceministro de Economía que provocó malestar en algunas áreas de la Casa Rosada con sus declaraciones sobre la necesidad de «profundizar el populismo» y «apropiarse de parte de la renta». El ojo, en los próximos meses, estará puesto en (¿cómo a nadie se le había ocurrido?) nada menos que YPF.
Puede que muchos empresarios no se hayan tomado en serio las negativas de los ministros Amado Boudou y Florencio Randazzo sobre el pensamiento económico de Feletti. Extraño con Boudou, a quien muchos de ellos -por ejemplo, los dirigentes de la Unión Industrial Argentina (UIA)- empiezan a ver como «el único que tiene el picaporte del despacho de la Presidenta». Son negocios, no amistades: nadie parece estar desgarrándose de tristeza en la despedida a Julio De Vido. La pérdida de poder del ministro de Planificación es una sinécdoque del actual escenario político: él no comparte el avance en las empresas ni tampoco, como impulsa Carlos Zannini, la idea de deshacerse de Hugo Moyano antes de las elecciones.
El secretario legal y técnico tiene una buena relación con Armando Cavalieri, del Sindicato de Empleados de Comercio, y exhibe internamente ese puntal para concretar la estrategia. Hay que aprovechar el mejor momento de Cristina, transmite Zannini a sus interlocutores. De Vido, en cambio, teme las represalias y coincide en desplazar al camionero, pero el año próximo y por causas naturales: las elecciones en la CGT.
El arquitecto no está ni en un buen momento ni en condiciones de salud. Ya Roberto Baratta, el subsecretario de Coordinación del Ministerio de Planificación y hombre de confianza del jefe, ha tenido que contestar a sondeos de pares y compañeros de área que le recuerdan que, sin De Vido, esa enorme cartera, ahora o después de ganar las elecciones, recaerá sobre él. A todos les dice que no, que jamás asumiría tal cosa.
Mal que les pese a las nuevas amistades de Boudou, las tribulaciones de De Vido podrían tener alcances insospechados para los empresarios. Un mal pensado diría que la idea que el kirchnerismo progresista tiene de YPF no difiere demasiado, en el fondo, de la del grupo Quebracho, que atacó el viernes la refinería de la petrolera en Ensenada. Pero sería como dar por cierto un rumor instalado entre hombres de negocios de buena relación con la Casa Rosada: el plan «YPF para Todos» habría estado a punto de encender sus primeras luces en estos días, con afiches injuriosos contra algunos de los directivos de la ex estatal. Fueron oportunamente guardados. ¿Quedará alguna copia en algún rincón?
Los Eskenazi, accionistas de la filial, tenían buen trato con Néstor Kirchner y lo tienen con De Vido. «El comprador ya está elegido», les contestó el ministro de Planificación en 2007, cada uno a su turno, a dos poderosos empresarios que proponían la misma idea: armar un pool de compañías para adquirir parte de la petrolera. Pero el kirchnerismo sin Kirchner parece ser, contra lo que se suponía, bastante más virulento. «Estos pibes quieren cargarse a todo el país», dijo a La Nacion un sindicalista en la noche del viernes. «Esto es peor que con Néstor», reforzó un dirigente empresarial.
Se trata, por lo pronto, de una facción que ha decidido derribar, por ejemplo, el último puente con el sindicalismo. Del lado más tradicional, el que encarnan De Vido, Aníbal Fernández y Carlos Tomada, impulsan contenciones silenciosas. Lo saben perfectamente los pocos petroleros que estuvieron, hace diez días, en el Ministerio de Trabajo durante los bloqueos a las refinerías, la escasez de combustibles y las colas frente a los surtidores. No estaba YPF, pero sí representantes de Esso, Shell, Dapsa, Refinor y CGC. Cuando todo parecía encaminarse en la negociación, la Federación Argentina Sindical de Petróleo, Gas y Biocombustibles exigió, además de un 24% de aumento salarial y pagos no remunerativos de 3000 pesos para cada trabajador en julio, un adicional del 2% para la mutual del gremio. Ese porcentaje equivalía a alrededor de 1,5 millones de dólares.
Los ejecutivos se negaban. Decían que esa mutual, aunque inscripta en la Inspección General de Justicia, no estaba operativa. Pero llegó Baratta al Ministerio. Y advirtió que, si no se pagaba el porcentaje a la mutual, la cartera de De Vido emitiría esa misma noche una resolución obligando al sector a hacerlo. Los ejecutivos, todos ellos integrantes de la Cámara de la Industria del Petróleo, se volvieron a negar. ¿Es la opinión de la cámara o de una sola empresa?, azuzó Baratta. Se le contestó que de todos y el funcionario se retiró sin decir nada.
Nunca hubo ninguna resolución. Pero sí, a las pocas horas, una segunda pretensión de los sindicalistas. Y bastante más cara: un pago por única vez de 5000 pesos por cada afiliado (son 4000) para el gremio en concepto de cuestiones contempladas en los artículos 41 y 58 del convenio colectivo: colaboraciones para «programas especiales, culturales, asistenciales y de capacitación profesional, laboral y
o gremial». Así, el monto que recibirían los amantes de la capacitación y la cultura llegaría a 5 millones de dólares (o 20 millones de pesos).
Los petroleros aceptaron. Los que no estaban muy seguros se convencieron ante una evidencia incontrastable trasmitida por sus pares: una refinería parada cuesta 4 millones de dólares por día. ¿Qué era más costoso? Adelante, entonces. Repartirían esos 5000 pesos por empleado para la federación en cuatro cuotas: $ 1500 (mayo), $ 1000 (agosto), $ 1000 (noviembre) y $ 1500 (febrero). Noemí Rial, la viceministra de Trabajo, iba y venía de las dos salas contiguas, nexo de ambas partes. Cuando los empresarios se aprestaban a firmar, alguien descubrió una picardía o un milagro: los 1500 pesos de la última cuota habían sido adelantados mágicamente a la segunda, de 1000, que quedaba entonces en último lugar. Observaron el error, que llevó a Rial a reírse de sí misma y bromear con que la condición de mensajera exprés la estaba exponiendo a las torpezas. Fue a corregirlo al búnker sindical, pero volvió en seguida: no era un error, había que firmarlo así. Los petroleros sonrieron y aceptaron.
Al salir, los dirigentes gremiales celebraron ante los periodistas haber logrado un aumento del 24% y los 3000 pesos no remunerativos para julio que recibirán todos los trabajadores. Como nadie se acordó de decirlo en público, sería bueno avisarles a los empleados petroleros por convenio que, seguramente, en adelante, se anunciarán suculentos programas culturales y de capacitación que, con encomiable tesón, han conseguido sus delegados. No sea cosa que se desaproveche lo que está pago.
folivera@lanacion.com.ar
Domingo 22 de mayo de 2011 | Publicado en edición impresa
Por ahora son sólo intenciones. Enclavadas, en realidad, en una pelea cada vez más abarcadora y divisoria de bandos. En la corriente más ideologizada del Gobierno, aquella expresada en la generación relativamente joven, parecen decididos a seguir homenajeando a Roberto Feletti, el viceministro de Economía que provocó malestar en algunas áreas de la Casa Rosada con sus declaraciones sobre la necesidad de «profundizar el populismo» y «apropiarse de parte de la renta». El ojo, en los próximos meses, estará puesto en (¿cómo a nadie se le había ocurrido?) nada menos que YPF.
Puede que muchos empresarios no se hayan tomado en serio las negativas de los ministros Amado Boudou y Florencio Randazzo sobre el pensamiento económico de Feletti. Extraño con Boudou, a quien muchos de ellos -por ejemplo, los dirigentes de la Unión Industrial Argentina (UIA)- empiezan a ver como «el único que tiene el picaporte del despacho de la Presidenta». Son negocios, no amistades: nadie parece estar desgarrándose de tristeza en la despedida a Julio De Vido. La pérdida de poder del ministro de Planificación es una sinécdoque del actual escenario político: él no comparte el avance en las empresas ni tampoco, como impulsa Carlos Zannini, la idea de deshacerse de Hugo Moyano antes de las elecciones.
El secretario legal y técnico tiene una buena relación con Armando Cavalieri, del Sindicato de Empleados de Comercio, y exhibe internamente ese puntal para concretar la estrategia. Hay que aprovechar el mejor momento de Cristina, transmite Zannini a sus interlocutores. De Vido, en cambio, teme las represalias y coincide en desplazar al camionero, pero el año próximo y por causas naturales: las elecciones en la CGT.
El arquitecto no está ni en un buen momento ni en condiciones de salud. Ya Roberto Baratta, el subsecretario de Coordinación del Ministerio de Planificación y hombre de confianza del jefe, ha tenido que contestar a sondeos de pares y compañeros de área que le recuerdan que, sin De Vido, esa enorme cartera, ahora o después de ganar las elecciones, recaerá sobre él. A todos les dice que no, que jamás asumiría tal cosa.
Mal que les pese a las nuevas amistades de Boudou, las tribulaciones de De Vido podrían tener alcances insospechados para los empresarios. Un mal pensado diría que la idea que el kirchnerismo progresista tiene de YPF no difiere demasiado, en el fondo, de la del grupo Quebracho, que atacó el viernes la refinería de la petrolera en Ensenada. Pero sería como dar por cierto un rumor instalado entre hombres de negocios de buena relación con la Casa Rosada: el plan «YPF para Todos» habría estado a punto de encender sus primeras luces en estos días, con afiches injuriosos contra algunos de los directivos de la ex estatal. Fueron oportunamente guardados. ¿Quedará alguna copia en algún rincón?
Los Eskenazi, accionistas de la filial, tenían buen trato con Néstor Kirchner y lo tienen con De Vido. «El comprador ya está elegido», les contestó el ministro de Planificación en 2007, cada uno a su turno, a dos poderosos empresarios que proponían la misma idea: armar un pool de compañías para adquirir parte de la petrolera. Pero el kirchnerismo sin Kirchner parece ser, contra lo que se suponía, bastante más virulento. «Estos pibes quieren cargarse a todo el país», dijo a La Nacion un sindicalista en la noche del viernes. «Esto es peor que con Néstor», reforzó un dirigente empresarial.
Se trata, por lo pronto, de una facción que ha decidido derribar, por ejemplo, el último puente con el sindicalismo. Del lado más tradicional, el que encarnan De Vido, Aníbal Fernández y Carlos Tomada, impulsan contenciones silenciosas. Lo saben perfectamente los pocos petroleros que estuvieron, hace diez días, en el Ministerio de Trabajo durante los bloqueos a las refinerías, la escasez de combustibles y las colas frente a los surtidores. No estaba YPF, pero sí representantes de Esso, Shell, Dapsa, Refinor y CGC. Cuando todo parecía encaminarse en la negociación, la Federación Argentina Sindical de Petróleo, Gas y Biocombustibles exigió, además de un 24% de aumento salarial y pagos no remunerativos de 3000 pesos para cada trabajador en julio, un adicional del 2% para la mutual del gremio. Ese porcentaje equivalía a alrededor de 1,5 millones de dólares.
Los ejecutivos se negaban. Decían que esa mutual, aunque inscripta en la Inspección General de Justicia, no estaba operativa. Pero llegó Baratta al Ministerio. Y advirtió que, si no se pagaba el porcentaje a la mutual, la cartera de De Vido emitiría esa misma noche una resolución obligando al sector a hacerlo. Los ejecutivos, todos ellos integrantes de la Cámara de la Industria del Petróleo, se volvieron a negar. ¿Es la opinión de la cámara o de una sola empresa?, azuzó Baratta. Se le contestó que de todos y el funcionario se retiró sin decir nada.
Nunca hubo ninguna resolución. Pero sí, a las pocas horas, una segunda pretensión de los sindicalistas. Y bastante más cara: un pago por única vez de 5000 pesos por cada afiliado (son 4000) para el gremio en concepto de cuestiones contempladas en los artículos 41 y 58 del convenio colectivo: colaboraciones para «programas especiales, culturales, asistenciales y de capacitación profesional, laboral y
o gremial». Así, el monto que recibirían los amantes de la capacitación y la cultura llegaría a 5 millones de dólares (o 20 millones de pesos).
Los petroleros aceptaron. Los que no estaban muy seguros se convencieron ante una evidencia incontrastable trasmitida por sus pares: una refinería parada cuesta 4 millones de dólares por día. ¿Qué era más costoso? Adelante, entonces. Repartirían esos 5000 pesos por empleado para la federación en cuatro cuotas: $ 1500 (mayo), $ 1000 (agosto), $ 1000 (noviembre) y $ 1500 (febrero). Noemí Rial, la viceministra de Trabajo, iba y venía de las dos salas contiguas, nexo de ambas partes. Cuando los empresarios se aprestaban a firmar, alguien descubrió una picardía o un milagro: los 1500 pesos de la última cuota habían sido adelantados mágicamente a la segunda, de 1000, que quedaba entonces en último lugar. Observaron el error, que llevó a Rial a reírse de sí misma y bromear con que la condición de mensajera exprés la estaba exponiendo a las torpezas. Fue a corregirlo al búnker sindical, pero volvió en seguida: no era un error, había que firmarlo así. Los petroleros sonrieron y aceptaron.
Al salir, los dirigentes gremiales celebraron ante los periodistas haber logrado un aumento del 24% y los 3000 pesos no remunerativos para julio que recibirán todos los trabajadores. Como nadie se acordó de decirlo en público, sería bueno avisarles a los empleados petroleros por convenio que, seguramente, en adelante, se anunciarán suculentos programas culturales y de capacitación que, con encomiable tesón, han conseguido sus delegados. No sea cosa que se desaproveche lo que está pago.
folivera@lanacion.com.ar