DIALOGOS › EZEQUIEL ADAMOVSKY, SERGIO VISACOVSKY Y PATRICIA VARGAS, NUEVOS ENFOQUES PARA ESTUDIAR LA SOCIEDAD
Adamovsky es historiador, Vargas es antropóloga social y Visacovsky, antropólogo cultural. Los tres integran un grupo de estudio que viene replanteando los modos de pensar las clases medias en la Argentina. Y lo hacen empezando incluso por preguntarse si ese sector social realmente existe como tal. Aquí, el debate.
Por Sonia Santoro
Consultoras, políticos y medios de comunicación hablan de la clase media. Todo el mundo parece saber qué es lo que quiere decir esa clase. Gran parte de la sociedad se reconoce como parte de ella, aun cuando pertenezca a distintas zonas, profesiones y tenga ideas políticas opuestas. ¿Puede ser posible que la clase media sea tan amplia y tan diversa? ¿O en realidad no existe la clase media como la imaginamos? Y en todo caso, si las clases medias son una ficción, ¿por qué la necesidad de su existencia y de sentirse parte? Estas son algunas preguntas que se hacen e intentan responder los investigadores Ezequiel Adamovsky, Sergio Visacovsky y Patricia Vargas en el libro que compilaron, Clases medias. Nuevos enfoques desde la sociología, la historia y la antropología, editado por Ariel.
–¿Existe la clase media?
Ezequiel Adamovsky: –La clase media existe, pero como identidad; no hay un grupo sociocultural concreto de la población que sea una clase como tal. Es una identidad que, sin embargo, no tiene por detrás una verdadera clase. Es un conjunto de ideas acerca de qué significa ser de clase media que mucha gente comparte; pero la gente que comparte esas ideas no necesariamente tiene mucho en común entre sí o lo suficiente en común para que la consideremos verdaderamente una clase social.
Sergio Visacovsky: –Habitualmente, por ejemplo, quienes miden ciertas propiedades en base a indicadores de una población, establecen a priori qué es lo que van a medir y determinan que eso que van a medir es precisamente una categoría que es la clase media. La confusión que suele resultar, en consecuencia, de estas mediciones es que esa medición resultante no necesariamente se traduce en comportamientos y creencias reales y efectivas. Esto se puede verificar fácilmente en cualquier investigación empírica de carácter histórico, de carácter etnográfico o sociológico. Ahora, por supuesto, las personas invocan una forma de adhesión a una suerte de identidad colectiva que se denomina clase media que no necesariamente tiene una relación con las categorías sociológicas o económicas. Dentro de esa población que habitualmente es homologada en esa categoría, puede existir una gran heterogeneidad, una gran diversidad. Y el problema justamente está en estudiar esa diversidad, pero al mismo tiempo entender por qué toda esa heterogeneidad adhiere a una misma categoría.
Patricia Vargas: –El desafío de la etnografía está precisamente en tratar de comprender de manera situada los procesos de autoadscripción y de actualización de los usos productivos que tiene esta categoría (clase media) como forma de clasificación en diferentes contextos: en procesos productivos, educativos, de consumo. ¿Cuál es el sentido de actualizar la categoría? ¿Para qué sirve? ¿Para demarcar fronteras sociales, para distinguirse, para acercarse a otros?
–Entonces, ¿por qué gran parte de la sociedad se reconoce como de clase media aunque, como ustedes dicen, si se toman ciertas variables, no lo serían? En un artículo lo explican a partir de una “performatividad ideológica” del concepto. ¿Qué quiere decir?
E. A.: –Esa noción de performatividad ideológica tiene que ver con el hecho de que la categoría de clase media no es meramente descriptiva de la realidad sino que produce una realidad, recorta un tercer espacio, una clase intermedia entre la clase alta y la clase baja. Es decir, es una categoría que dispara una imagen mental de que la sociedad se divide en un arriba, en un medio y en un abajo. Esto es puramente una imagen; la realidad no tiene un volumen en el cual uno pueda señalarlos. De modo que esa categoría recorta esa distinción en tres y además asocia el espacio intermedio con el espacio del equilibrio, del justo medio entre extremos. Y ese equilibrio es, por eso mismo, un lugar de baluarte de garantía moral. En ese sentido es que la propia categoría de clase media trafica sentidos ideológicos y políticos, y valoriza determinado conjunto de la población por encima de los demás.
P. V.: –Estaba pensando en el caso que trabajé para la tesis doctoral sobre diseñadores. Y ahí la clase media ayuda a pensar esta dimensión moral en términos nativos para distinguirse de otras personas respecto de los procesos productivos y de consumo. Para distinguirse de los empresarios y de los comerciantes, por ejemplo. Y para reafirmarse como emprendedores en términos morales, que en principio puede parecer una categoría económica pero que, sin embargo, atiende a un modo de relacionarse con los trabajadores, a un modo de producción.
–Muy interesante el hallazgo de su investigación: dos hermanos, uno artesano y otro diseñador, vendiendo los mismos bolsos, a distintos precios…
P. V.: –Y de la circulación de los objetos y cómo también esto performa el sentido o no que tiene un objeto como diseño o como artesanía, y la circulación y la biografía de estos sujetos.
S. V.: –Quiero agregar dos cosas. Por un lado, yo no diría que hay una suerte de confusión, por ejemplo, cuando sectores muy empobrecidos de la población adhieren a una identidad de clase media. En realidad esto se podría entender mejor por el lugar que ha tenido precisamente esta identidad y una serie de relatos constitutivos de esta identidad dentro de la sociedad argentina. Es decir, por un lado tenemos que hablar de una categoría sociológica que tiene ciertas características universales vinculadas con el de-sarrollo del capitalismo. Pero por otro lado hay una especificidad que podríamos definir histórica y cultural propia del desarrollo argentino en relación con qué se entiende por clase media en la Argentina. Eso está vinculado con cuestiones muy centrales, por ejemplo, al origen y desarrollo de la Nación, al papel de la inmigración y particularmente de esta inmigración europea a la cual se le atribuyen ciertos valores morales de superioridad respecto de otros contingentes poblacionales; valores centrados en el esfuerzo, el sacrificio, etcétera. Muy vinculado todo esto con todo el relato de la movilidad social ascendente, que ha sido tan capital. Uno puede hacer estudios concretos que muestren qué está haciendo la gente concreta con esta categoría, porque hay sentidos muy diversos. Está la narrativa positiva, centrada en la movilidad social. Y hay también un contra-relato de la clase media…
–Lo podemos ver en la crisis de 2001…
S. V.: –Yo estudié el modo en que los medios de comunicación definieron y caracterizaron las movilizaciones urbanas, sobre todo en la Ciudad de Buenos Aires y el Gran Buenos Aires. Y las cualidades que les atribuían por ser de clase media eran increíblemente convergentes. Todo el arco ideológico de los medios de comunicación coincidía en definir precisamente esas movilizaciones como de clase media. Y, al mismo tiempo, surgió casi paralelamente un debate en torno a si la clase media había cambiado definitivamente, si se había por fin dado cuenta de que su lugar estaba en la calle, en la movilización, junto al pueblo, junto a los desposeídos, o si esto era algo completamente coyuntural, que tenía que ver básicamente con que le habían tocado el bolsillo. Lo que estaba en juego ahí eran esos dos sentidos, asociados a un relato positivo y a un relato negativo o contra-relato sobre la clase media, que son también constitutivos de esta fuerza, que es de algún modo constitutiva de la idea de nación.
–En estos momentos en que tenemos un gobierno que se plantea popular, ¿qué pasa con la clase media y sus manifestaciones?
E. A.: –A pesar de que tanto los grupos de oposición como el Gobierno coinciden en que la clase media está detrás de las manifestaciones de rechazo al Gobierno, uno no puede hablar en estos años de la clase media como sujeto político que esté actuando en bloque con tal o cual identidad. Lo que muestran los estudios de sociología electoral, por ejemplo, es que una buena parte de los sectores medios ha votado a Cristina Fernández en las elecciones, de modo que no es correcto decir que “la clase media” en su conjunto esté actuando de tal o cual manera. De alguna manera, por motivos diferentes, a todos los sectores políticos del momento les conviene presentar una imagen según la clase media, sí es un sujeto político y actúa de tal manera. A los opositores, porque de alguna forma reclaman para sí la representación de la clase media como fuerza moral de la Nación y esta idea está muy presente en los discursos de varios de los políticos, particularmente en los de Elisa Carrió. Y desde los sectores afines al Gobierno porque, por un lado, permite situarse a sí mismos como los representantes de lo popular, del pueblo; y por otra parte, utilizar un discurso denigratorio de la clase media, que en la Argentina es muy efectivo, que es el que comentaba Sergio de la clase media como un grupo que no comprende las necesidades del país, que está siempre dispuesto a identificarse con los reclamos de las clases altas, que desprecia a lo popular y demás. Este es un discurso muy particular de la Argentina.
–¿Sólo de la Argentina?
E. A.: –Sí, con el nivel de fuerza que tiene. No conozco otros casos de un país, por ejemplo, donde un político que pretende ganar elecciones se permita públicamente denigrar a la clase media, contando con que esa idea es compartida con una parte importante del electorado de clase media justamente. El discurso crítico de la clase media, por supuesto, existe en la subcultura de izquierda en todas partes, pero que tenga esa presencia mediática y pública entre los partidos mayoritarios es algo muy notable del caso nuestro. Así que no creo que uno pueda hacer afirmaciones de cómo actúa o deja de actuar la clase media, porque no creo que sea un sujeto político como tal.
S. V.: –Si uno analiza la exposición de Néstor Kirchner en la Asamblea Legislativa cuando asume la presidencia y varias intervenciones públicas hasta el año 2006 aproximadamente, en el lugar modelo de país que tiene presente, la clase media ocupa un lugar central. Eso es fantástico, porque el proceso después fue transformándose. Entonces uno puede pensar qué fue lo que se transformó. ¿Se transformó la relación de una supuesta clase media con el gobierno nacional? ¿Se fue transformando el discurso del gobierno nacional? Yo creo que es difícil pensar en una transformación de la clase media en la medida en que es complejo hablar de una clase media. No hay un sujeto con capacidad de decisión y homogeneidad que pueda ser caracterizado de ese modo. Desde un punto de vista socioeconómico, sectores que pueden ser catalogados como de clase media pueden encontrarse con adhesiones políticas muy diversas, por lo tanto es bastante errático ese camino.
–Se dice que la Argentina es el país con mayor clase media en relación con países de la región. ¿Qué hay de cierto en eso? ¿Cambió en los últimos años?
P. V.: –Eso está vinculado con las narrativas de origen que siguen teniendo mucha eficacia con esta cuestión de lo migratorio y las narrativas de movilidad ascendente que siguen funcionando como procesos de legitimación social para poder hacer un uso productivo de estas adscripciones a la clase, de invocar a la clase para cuestiones diversas.
Sergio ha trabajado mucho el tema del sacrificio como categoría de apelación, que ha permitido pensar en tres generaciones la cuestión de la clase. Y lo que estamos observando con otros colegas es una coexistencia que aparece con mucha fuerza –sobre todo después de la crisis, que para algunos constituyó una oportunidad–, de la idea del esfuerzo con placer, el trabajo duro y la realización personal que atiende a unas categorías del capitalismo, que tiene que ver con una idea de persona más holística y que permite otro tipo de articulación. Entonces, uno encuentra entre los estudiantes de la (Universidad) Jauretche, por ejemplo, que ellos también invocan para dejar la facultad, o no, una cuestión de realización personal; y esto habilita también una posibilidad de pensarse entre la primera generación de estudiantes universitarios más ligados en términos de valores a lo que podría ser la clase media y actualizarse también de esa manera.
S. V.: –Hay dos lecturas de la pregunta. La primera tiene que ver con una escala de medición que permite, por ejemplo, entender en qué medida una sociedad está dejando de ser más pobre o menos pobre (si uno se atiene a los informes del Banco Mundial, utiliza este tipo de escala para ver por ejemplo qué está pasando en la región). En la medida en que a partir de la caracterización de uno de los estratos –la clase media– sobre la base de alcanzar cierto nivel de ingresos, ocupación, nivel educativo, etc., se puede hablar de procesos de inclusión de sectores que han estado decididamente excluidos durante buena parte de los años 90, uno puede decir entonces que la clase media desde el punto de vista de esa escala ha recuperado un nivel histórico, siempre comparado con algún momento. Ahora, volviendo a la cuestión inicial, no hay que confundir esa escala con la forma en que la clase media existe socialmente. Es decir, la forma en que la categoría es interpelada, usada en una realidad social concreta. El otro aspecto es el lugar que tiene esta apelación de clase media en la Argentina. Y ahí la cuestión es más difícil de asir porque faltan muchos más estudios.
E. A.: –En la comparación a nivel latinoamericano uno puede afirmar que es cierto que la argentina ha sido históricamente durante mucho tiempo una sociedad más igualitaria que el promedio de la región. Que es algo muy distinto a decir que haya tenido una clase media más importante, son dos cosas diferentes. Hay dos formas de explicar el mismo fenómeno; uno podría decir que la argentina ha sido una sociedad más igualitaria porque tuvo una clase media, que es la explicación más estándar y difundida. Pero con los mismos datos en verdad uno podría afirmar otra cosa, que en verdad un rasgo característico de la Argentina en comparación con la región ha sido la presencia de las clases populares en la política desde muy temprano. Entonces la capacidad de los sectores populares de articular alianzas amplias, que incluyen a los sectores medios, ha sido una constante desde el siglo XIX en la Argentina. Y a lo mejor el igualitarismo tiene menos que ver con la presencia de esta supuesta clase media que con la capacidad en verdad de articular movimientos políticos amplios desde lo popular.
–En un artículo hablan de las fisuras que hay en la definición. Puntualmente mencionan la situación de las mujeres y de las minorías étnicas como sectores para los que sería más difícil incluirse dentro de esta clase.
E. A.: –Tradicionalmente, uno de los modos de decidir qué tipo de ocupaciones son de clase media y qué tipo de ocupaciones no, ha sido considerar de clase media a aquellas que permiten un canal de ascenso social; por ejemplo, ocupaciones de trabajo no manual, administrativo, que permiten una carrera de ascenso desde puestos más bajos hasta puestos gerenciales. Y parte de la justificación de por qué un empleo de baja categoría, en el que a lo mejor se gana menos que con un trabajo manual, sin embargo corresponde considerarlo de clase media, porque permite el ascenso. Lo que muestran las investigaciones empíricas es que efectivamente ese tipo de empleo puede permitir canales de ascenso, pero no para cualquier persona sino para determinadas personas. En el caso de las mujeres, es mucho menos frecuente que una mujer pueda ascender desde un puesto administrativo bajo hasta un puesto gerencial alto, y lo mismo vale para grupos de minorías étnicas. Entonces ese tipo de investigación muestra los sesgos de género y étnicos en la propia definición de la categoría de clase media, que implícitamente está apuntando a una categoría de clase media que es masculina y blanca.
P. V.: –La primera investigación que hice para mi tesis de maestría fue sobre la adscripción étnico-nacional entre trabajadores de la industria de la construcción: bolivianos, paraguayos y argentinos. Y ahí lo que apareció fuertemente fueron dos cuestiones: una, entre las motivaciones para migrar, la idea de progreso ligada a venir a civilizarse, que tiene como una connotación muy fuerte relacionada con el aprendizaje del trabajo, pero con la idea de poder ascender en un oficio en un rubro que lo permite. Y, por otro lado, la adscripción étnico-nacional a partir del paisanaje ligado a la nacionalidad –ser paraguayo, boliviano o argentino–- como una forma de poder articular la posibilidad de ascenso, de pasar de medio oficial a oficial en términos de esta adscripción. Esto un poco para discutir en su momento la idea de que los migrantes ocupaban los peores lugares. Sin embargo, este trabajo les permite pensarse a sí mismos como contratistas. E incluso algunos, diez años después de esa investigación, como inversores y dueños de esas constructoras.
–En general aparecen las primeras migraciones europeas ligadas a la clase media. No sé si para el común de la gente se relacionan las migraciones de los países limítrofes con esta clase.
S. V.: –En realidad hay dos cuestiones. Por un lado, una lectura objetiva en términos de contingentes poblacionales que migran de Europa a la Argentina, y que en la segunda o tercera generación se produce una movilidad social ascendente. Ese movimiento es lo que de algún modo hacen emerger y crecer los segmentos de clase media en la Argentina. Esta es una versión estándar, tradicional. Es el relato de origen de la clase media, y es más interesante aún que no solamente uno la puede encontrar en textos académicos sino en las historias de vida de descendientes de inmigrantes europeos. Lo cual muestra que tiene una vigencia y una fuerza que es cultural, en la medida en que permite una forma de identificación, por un lado, con determinados orígenes y con determinados modos de ascender socialmente y no otros. Por ejemplo, aquellos que recorren el camino de la privación, del esfuerzo. Ahora, ¿qué es lo que se dice habitualmente? Que esto no es algo que solamente es defendido o es un valor enarbolado por aquellos que se dicen pertenecer a la clase media. Siempre pongo el ejemplo de Diego Maradona, contando cómo su mamá decía a la hora de comer que le dolía el estómago; entonces la comida quedaba para sus hijos. El dice: “Mucho tiempo después descubrí que lo que mi mamá estaba haciendo era sacrificarse para que nosotros pudiésemos comer”, y en definitiva progresar. Entonces, más allá de la realidad, de la adecuación empírica del relato, lo que muestra es la fuerza, la vigencia que tiene, el papel que juega. Y es algo que se extiende mucho más allá de sectores que tengan determinado capital económico o cultural. El problema, y es lo que es más interesante de estudiar en términos empíricos, es cómo no cualquier forma de esfuerzo o de sacrificio tiene el mismo valor. Esto es lo crucial. Y en boca de quién. O sea que ascender se puede ascender a través de medios considerados lícitos para este relato, pero para este otro relato no todo es legítimo. Y evidentemente el corte de carácter racial parece ser definitivo.
–Ahí estaría la diferencia entre los inmigrantes europeos y los latinoamericanos…
S. V.: –Claro. Porque no se puede hablar de una clase media universal precisamente por estos aspectos que tienen que ver con la historicidad, con la dimensión propiamente cultural. No quiere decir que sean únicos de la Argentina, porque hay estudios para Brasil que muestran que el tema del color en términos raciales también es significativo desde el punto de vista de las clasificaciones socio-económicas. Pero, al revés, hay que enfatizar que cuando uno estudia cómo funciona esto desde el punto de vista social, cuando uno estudia prácticas concretas, evidentemente no puede decir que las invocaciones al color, a que hay colores buenos y malos, colores moralmente superiores y colores inferiores, sean un elemento accesorio o puramente accidental, o que se resuelve simplemente cuestionando el racismo, sino que hay una relación constitutiva entre lo que uno podría definir entre las ideas o las narrativas de clase media en la Argentina y estas cualidades propiamente étnico-raciales. Como decía al comienzo, esto necesita todavía mucho más trabajo e investigación.
Adamovsky es historiador, Vargas es antropóloga social y Visacovsky, antropólogo cultural. Los tres integran un grupo de estudio que viene replanteando los modos de pensar las clases medias en la Argentina. Y lo hacen empezando incluso por preguntarse si ese sector social realmente existe como tal. Aquí, el debate.
Por Sonia Santoro
Consultoras, políticos y medios de comunicación hablan de la clase media. Todo el mundo parece saber qué es lo que quiere decir esa clase. Gran parte de la sociedad se reconoce como parte de ella, aun cuando pertenezca a distintas zonas, profesiones y tenga ideas políticas opuestas. ¿Puede ser posible que la clase media sea tan amplia y tan diversa? ¿O en realidad no existe la clase media como la imaginamos? Y en todo caso, si las clases medias son una ficción, ¿por qué la necesidad de su existencia y de sentirse parte? Estas son algunas preguntas que se hacen e intentan responder los investigadores Ezequiel Adamovsky, Sergio Visacovsky y Patricia Vargas en el libro que compilaron, Clases medias. Nuevos enfoques desde la sociología, la historia y la antropología, editado por Ariel.
–¿Existe la clase media?
Ezequiel Adamovsky: –La clase media existe, pero como identidad; no hay un grupo sociocultural concreto de la población que sea una clase como tal. Es una identidad que, sin embargo, no tiene por detrás una verdadera clase. Es un conjunto de ideas acerca de qué significa ser de clase media que mucha gente comparte; pero la gente que comparte esas ideas no necesariamente tiene mucho en común entre sí o lo suficiente en común para que la consideremos verdaderamente una clase social.
Sergio Visacovsky: –Habitualmente, por ejemplo, quienes miden ciertas propiedades en base a indicadores de una población, establecen a priori qué es lo que van a medir y determinan que eso que van a medir es precisamente una categoría que es la clase media. La confusión que suele resultar, en consecuencia, de estas mediciones es que esa medición resultante no necesariamente se traduce en comportamientos y creencias reales y efectivas. Esto se puede verificar fácilmente en cualquier investigación empírica de carácter histórico, de carácter etnográfico o sociológico. Ahora, por supuesto, las personas invocan una forma de adhesión a una suerte de identidad colectiva que se denomina clase media que no necesariamente tiene una relación con las categorías sociológicas o económicas. Dentro de esa población que habitualmente es homologada en esa categoría, puede existir una gran heterogeneidad, una gran diversidad. Y el problema justamente está en estudiar esa diversidad, pero al mismo tiempo entender por qué toda esa heterogeneidad adhiere a una misma categoría.
Patricia Vargas: –El desafío de la etnografía está precisamente en tratar de comprender de manera situada los procesos de autoadscripción y de actualización de los usos productivos que tiene esta categoría (clase media) como forma de clasificación en diferentes contextos: en procesos productivos, educativos, de consumo. ¿Cuál es el sentido de actualizar la categoría? ¿Para qué sirve? ¿Para demarcar fronteras sociales, para distinguirse, para acercarse a otros?
–Entonces, ¿por qué gran parte de la sociedad se reconoce como de clase media aunque, como ustedes dicen, si se toman ciertas variables, no lo serían? En un artículo lo explican a partir de una “performatividad ideológica” del concepto. ¿Qué quiere decir?
E. A.: –Esa noción de performatividad ideológica tiene que ver con el hecho de que la categoría de clase media no es meramente descriptiva de la realidad sino que produce una realidad, recorta un tercer espacio, una clase intermedia entre la clase alta y la clase baja. Es decir, es una categoría que dispara una imagen mental de que la sociedad se divide en un arriba, en un medio y en un abajo. Esto es puramente una imagen; la realidad no tiene un volumen en el cual uno pueda señalarlos. De modo que esa categoría recorta esa distinción en tres y además asocia el espacio intermedio con el espacio del equilibrio, del justo medio entre extremos. Y ese equilibrio es, por eso mismo, un lugar de baluarte de garantía moral. En ese sentido es que la propia categoría de clase media trafica sentidos ideológicos y políticos, y valoriza determinado conjunto de la población por encima de los demás.
P. V.: –Estaba pensando en el caso que trabajé para la tesis doctoral sobre diseñadores. Y ahí la clase media ayuda a pensar esta dimensión moral en términos nativos para distinguirse de otras personas respecto de los procesos productivos y de consumo. Para distinguirse de los empresarios y de los comerciantes, por ejemplo. Y para reafirmarse como emprendedores en términos morales, que en principio puede parecer una categoría económica pero que, sin embargo, atiende a un modo de relacionarse con los trabajadores, a un modo de producción.
–Muy interesante el hallazgo de su investigación: dos hermanos, uno artesano y otro diseñador, vendiendo los mismos bolsos, a distintos precios…
P. V.: –Y de la circulación de los objetos y cómo también esto performa el sentido o no que tiene un objeto como diseño o como artesanía, y la circulación y la biografía de estos sujetos.
S. V.: –Quiero agregar dos cosas. Por un lado, yo no diría que hay una suerte de confusión, por ejemplo, cuando sectores muy empobrecidos de la población adhieren a una identidad de clase media. En realidad esto se podría entender mejor por el lugar que ha tenido precisamente esta identidad y una serie de relatos constitutivos de esta identidad dentro de la sociedad argentina. Es decir, por un lado tenemos que hablar de una categoría sociológica que tiene ciertas características universales vinculadas con el de-sarrollo del capitalismo. Pero por otro lado hay una especificidad que podríamos definir histórica y cultural propia del desarrollo argentino en relación con qué se entiende por clase media en la Argentina. Eso está vinculado con cuestiones muy centrales, por ejemplo, al origen y desarrollo de la Nación, al papel de la inmigración y particularmente de esta inmigración europea a la cual se le atribuyen ciertos valores morales de superioridad respecto de otros contingentes poblacionales; valores centrados en el esfuerzo, el sacrificio, etcétera. Muy vinculado todo esto con todo el relato de la movilidad social ascendente, que ha sido tan capital. Uno puede hacer estudios concretos que muestren qué está haciendo la gente concreta con esta categoría, porque hay sentidos muy diversos. Está la narrativa positiva, centrada en la movilidad social. Y hay también un contra-relato de la clase media…
–Lo podemos ver en la crisis de 2001…
S. V.: –Yo estudié el modo en que los medios de comunicación definieron y caracterizaron las movilizaciones urbanas, sobre todo en la Ciudad de Buenos Aires y el Gran Buenos Aires. Y las cualidades que les atribuían por ser de clase media eran increíblemente convergentes. Todo el arco ideológico de los medios de comunicación coincidía en definir precisamente esas movilizaciones como de clase media. Y, al mismo tiempo, surgió casi paralelamente un debate en torno a si la clase media había cambiado definitivamente, si se había por fin dado cuenta de que su lugar estaba en la calle, en la movilización, junto al pueblo, junto a los desposeídos, o si esto era algo completamente coyuntural, que tenía que ver básicamente con que le habían tocado el bolsillo. Lo que estaba en juego ahí eran esos dos sentidos, asociados a un relato positivo y a un relato negativo o contra-relato sobre la clase media, que son también constitutivos de esta fuerza, que es de algún modo constitutiva de la idea de nación.
–En estos momentos en que tenemos un gobierno que se plantea popular, ¿qué pasa con la clase media y sus manifestaciones?
E. A.: –A pesar de que tanto los grupos de oposición como el Gobierno coinciden en que la clase media está detrás de las manifestaciones de rechazo al Gobierno, uno no puede hablar en estos años de la clase media como sujeto político que esté actuando en bloque con tal o cual identidad. Lo que muestran los estudios de sociología electoral, por ejemplo, es que una buena parte de los sectores medios ha votado a Cristina Fernández en las elecciones, de modo que no es correcto decir que “la clase media” en su conjunto esté actuando de tal o cual manera. De alguna manera, por motivos diferentes, a todos los sectores políticos del momento les conviene presentar una imagen según la clase media, sí es un sujeto político y actúa de tal manera. A los opositores, porque de alguna forma reclaman para sí la representación de la clase media como fuerza moral de la Nación y esta idea está muy presente en los discursos de varios de los políticos, particularmente en los de Elisa Carrió. Y desde los sectores afines al Gobierno porque, por un lado, permite situarse a sí mismos como los representantes de lo popular, del pueblo; y por otra parte, utilizar un discurso denigratorio de la clase media, que en la Argentina es muy efectivo, que es el que comentaba Sergio de la clase media como un grupo que no comprende las necesidades del país, que está siempre dispuesto a identificarse con los reclamos de las clases altas, que desprecia a lo popular y demás. Este es un discurso muy particular de la Argentina.
–¿Sólo de la Argentina?
E. A.: –Sí, con el nivel de fuerza que tiene. No conozco otros casos de un país, por ejemplo, donde un político que pretende ganar elecciones se permita públicamente denigrar a la clase media, contando con que esa idea es compartida con una parte importante del electorado de clase media justamente. El discurso crítico de la clase media, por supuesto, existe en la subcultura de izquierda en todas partes, pero que tenga esa presencia mediática y pública entre los partidos mayoritarios es algo muy notable del caso nuestro. Así que no creo que uno pueda hacer afirmaciones de cómo actúa o deja de actuar la clase media, porque no creo que sea un sujeto político como tal.
S. V.: –Si uno analiza la exposición de Néstor Kirchner en la Asamblea Legislativa cuando asume la presidencia y varias intervenciones públicas hasta el año 2006 aproximadamente, en el lugar modelo de país que tiene presente, la clase media ocupa un lugar central. Eso es fantástico, porque el proceso después fue transformándose. Entonces uno puede pensar qué fue lo que se transformó. ¿Se transformó la relación de una supuesta clase media con el gobierno nacional? ¿Se fue transformando el discurso del gobierno nacional? Yo creo que es difícil pensar en una transformación de la clase media en la medida en que es complejo hablar de una clase media. No hay un sujeto con capacidad de decisión y homogeneidad que pueda ser caracterizado de ese modo. Desde un punto de vista socioeconómico, sectores que pueden ser catalogados como de clase media pueden encontrarse con adhesiones políticas muy diversas, por lo tanto es bastante errático ese camino.
–Se dice que la Argentina es el país con mayor clase media en relación con países de la región. ¿Qué hay de cierto en eso? ¿Cambió en los últimos años?
P. V.: –Eso está vinculado con las narrativas de origen que siguen teniendo mucha eficacia con esta cuestión de lo migratorio y las narrativas de movilidad ascendente que siguen funcionando como procesos de legitimación social para poder hacer un uso productivo de estas adscripciones a la clase, de invocar a la clase para cuestiones diversas.
Sergio ha trabajado mucho el tema del sacrificio como categoría de apelación, que ha permitido pensar en tres generaciones la cuestión de la clase. Y lo que estamos observando con otros colegas es una coexistencia que aparece con mucha fuerza –sobre todo después de la crisis, que para algunos constituyó una oportunidad–, de la idea del esfuerzo con placer, el trabajo duro y la realización personal que atiende a unas categorías del capitalismo, que tiene que ver con una idea de persona más holística y que permite otro tipo de articulación. Entonces, uno encuentra entre los estudiantes de la (Universidad) Jauretche, por ejemplo, que ellos también invocan para dejar la facultad, o no, una cuestión de realización personal; y esto habilita también una posibilidad de pensarse entre la primera generación de estudiantes universitarios más ligados en términos de valores a lo que podría ser la clase media y actualizarse también de esa manera.
S. V.: –Hay dos lecturas de la pregunta. La primera tiene que ver con una escala de medición que permite, por ejemplo, entender en qué medida una sociedad está dejando de ser más pobre o menos pobre (si uno se atiene a los informes del Banco Mundial, utiliza este tipo de escala para ver por ejemplo qué está pasando en la región). En la medida en que a partir de la caracterización de uno de los estratos –la clase media– sobre la base de alcanzar cierto nivel de ingresos, ocupación, nivel educativo, etc., se puede hablar de procesos de inclusión de sectores que han estado decididamente excluidos durante buena parte de los años 90, uno puede decir entonces que la clase media desde el punto de vista de esa escala ha recuperado un nivel histórico, siempre comparado con algún momento. Ahora, volviendo a la cuestión inicial, no hay que confundir esa escala con la forma en que la clase media existe socialmente. Es decir, la forma en que la categoría es interpelada, usada en una realidad social concreta. El otro aspecto es el lugar que tiene esta apelación de clase media en la Argentina. Y ahí la cuestión es más difícil de asir porque faltan muchos más estudios.
E. A.: –En la comparación a nivel latinoamericano uno puede afirmar que es cierto que la argentina ha sido históricamente durante mucho tiempo una sociedad más igualitaria que el promedio de la región. Que es algo muy distinto a decir que haya tenido una clase media más importante, son dos cosas diferentes. Hay dos formas de explicar el mismo fenómeno; uno podría decir que la argentina ha sido una sociedad más igualitaria porque tuvo una clase media, que es la explicación más estándar y difundida. Pero con los mismos datos en verdad uno podría afirmar otra cosa, que en verdad un rasgo característico de la Argentina en comparación con la región ha sido la presencia de las clases populares en la política desde muy temprano. Entonces la capacidad de los sectores populares de articular alianzas amplias, que incluyen a los sectores medios, ha sido una constante desde el siglo XIX en la Argentina. Y a lo mejor el igualitarismo tiene menos que ver con la presencia de esta supuesta clase media que con la capacidad en verdad de articular movimientos políticos amplios desde lo popular.
–En un artículo hablan de las fisuras que hay en la definición. Puntualmente mencionan la situación de las mujeres y de las minorías étnicas como sectores para los que sería más difícil incluirse dentro de esta clase.
E. A.: –Tradicionalmente, uno de los modos de decidir qué tipo de ocupaciones son de clase media y qué tipo de ocupaciones no, ha sido considerar de clase media a aquellas que permiten un canal de ascenso social; por ejemplo, ocupaciones de trabajo no manual, administrativo, que permiten una carrera de ascenso desde puestos más bajos hasta puestos gerenciales. Y parte de la justificación de por qué un empleo de baja categoría, en el que a lo mejor se gana menos que con un trabajo manual, sin embargo corresponde considerarlo de clase media, porque permite el ascenso. Lo que muestran las investigaciones empíricas es que efectivamente ese tipo de empleo puede permitir canales de ascenso, pero no para cualquier persona sino para determinadas personas. En el caso de las mujeres, es mucho menos frecuente que una mujer pueda ascender desde un puesto administrativo bajo hasta un puesto gerencial alto, y lo mismo vale para grupos de minorías étnicas. Entonces ese tipo de investigación muestra los sesgos de género y étnicos en la propia definición de la categoría de clase media, que implícitamente está apuntando a una categoría de clase media que es masculina y blanca.
P. V.: –La primera investigación que hice para mi tesis de maestría fue sobre la adscripción étnico-nacional entre trabajadores de la industria de la construcción: bolivianos, paraguayos y argentinos. Y ahí lo que apareció fuertemente fueron dos cuestiones: una, entre las motivaciones para migrar, la idea de progreso ligada a venir a civilizarse, que tiene como una connotación muy fuerte relacionada con el aprendizaje del trabajo, pero con la idea de poder ascender en un oficio en un rubro que lo permite. Y, por otro lado, la adscripción étnico-nacional a partir del paisanaje ligado a la nacionalidad –ser paraguayo, boliviano o argentino–- como una forma de poder articular la posibilidad de ascenso, de pasar de medio oficial a oficial en términos de esta adscripción. Esto un poco para discutir en su momento la idea de que los migrantes ocupaban los peores lugares. Sin embargo, este trabajo les permite pensarse a sí mismos como contratistas. E incluso algunos, diez años después de esa investigación, como inversores y dueños de esas constructoras.
–En general aparecen las primeras migraciones europeas ligadas a la clase media. No sé si para el común de la gente se relacionan las migraciones de los países limítrofes con esta clase.
S. V.: –En realidad hay dos cuestiones. Por un lado, una lectura objetiva en términos de contingentes poblacionales que migran de Europa a la Argentina, y que en la segunda o tercera generación se produce una movilidad social ascendente. Ese movimiento es lo que de algún modo hacen emerger y crecer los segmentos de clase media en la Argentina. Esta es una versión estándar, tradicional. Es el relato de origen de la clase media, y es más interesante aún que no solamente uno la puede encontrar en textos académicos sino en las historias de vida de descendientes de inmigrantes europeos. Lo cual muestra que tiene una vigencia y una fuerza que es cultural, en la medida en que permite una forma de identificación, por un lado, con determinados orígenes y con determinados modos de ascender socialmente y no otros. Por ejemplo, aquellos que recorren el camino de la privación, del esfuerzo. Ahora, ¿qué es lo que se dice habitualmente? Que esto no es algo que solamente es defendido o es un valor enarbolado por aquellos que se dicen pertenecer a la clase media. Siempre pongo el ejemplo de Diego Maradona, contando cómo su mamá decía a la hora de comer que le dolía el estómago; entonces la comida quedaba para sus hijos. El dice: “Mucho tiempo después descubrí que lo que mi mamá estaba haciendo era sacrificarse para que nosotros pudiésemos comer”, y en definitiva progresar. Entonces, más allá de la realidad, de la adecuación empírica del relato, lo que muestra es la fuerza, la vigencia que tiene, el papel que juega. Y es algo que se extiende mucho más allá de sectores que tengan determinado capital económico o cultural. El problema, y es lo que es más interesante de estudiar en términos empíricos, es cómo no cualquier forma de esfuerzo o de sacrificio tiene el mismo valor. Esto es lo crucial. Y en boca de quién. O sea que ascender se puede ascender a través de medios considerados lícitos para este relato, pero para este otro relato no todo es legítimo. Y evidentemente el corte de carácter racial parece ser definitivo.
–Ahí estaría la diferencia entre los inmigrantes europeos y los latinoamericanos…
S. V.: –Claro. Porque no se puede hablar de una clase media universal precisamente por estos aspectos que tienen que ver con la historicidad, con la dimensión propiamente cultural. No quiere decir que sean únicos de la Argentina, porque hay estudios para Brasil que muestran que el tema del color en términos raciales también es significativo desde el punto de vista de las clasificaciones socio-económicas. Pero, al revés, hay que enfatizar que cuando uno estudia cómo funciona esto desde el punto de vista social, cuando uno estudia prácticas concretas, evidentemente no puede decir que las invocaciones al color, a que hay colores buenos y malos, colores moralmente superiores y colores inferiores, sean un elemento accesorio o puramente accidental, o que se resuelve simplemente cuestionando el racismo, sino que hay una relación constitutiva entre lo que uno podría definir entre las ideas o las narrativas de clase media en la Argentina y estas cualidades propiamente étnico-raciales. Como decía al comienzo, esto necesita todavía mucho más trabajo e investigación.