El cierre del ejercicio presupuestario de 2017 muestra luces y sombras en cuanto al desempeño de las cuentas públicas. Si bien el Gobierno logró reducir el gasto público total (corriente y de capital) en términos reales respecto de 2016, el déficit financiero (ingresos menos gastos, incluido el pago de intereses de la deuda) exhibió un incremento sustantivo: trepó a $612.700 millones, un 6% del PBI. Inicialmente estaban previstos $480.800 millones.
Así da cuenta el último informe de la Asociación Argentina de Presupuesto (ASAP). Allí se explica que la reducción del gasto obedece, básicamente, a dos factores: en primer lugar, a la drástica caída, del 27% respecto de 2016, en los subsidios económicos destinados a empresas públicas, fondos fiduciarios y el sector privado (concentrados principalmente en energía y transporte). En segundo lugar, la desaceleración en las transferencias de capital a las provincias (obras públicas), sobre todo después de las últimas elecciones, contribuyó a que el gasto no diera un respingo.
La luz amarilla está puesta, entonces, en la magnitud del déficit financiero en virtud del pago de los intereses de la deuda. Según ASAP, en 2017 se devengaron cerca de $314.000 millones en concepto de intereses, un 6% más que lo previsto originalmente en la ley de presupuesto. Así las cosas, el déficit financiero creció en 2017 un 30% respecto de 2016.
Más que en el déficit financiero, el Gobierno coloca su foco de atención en el resultado primario, esto es, los recursos que recauda el Estado menos los gastos, sin contar el pago de la deuda. En este sentido, el ministro de Hacienda, Nicolás Dujovne, exaltó que 2017 cerró con un déficit fiscal primario del 3,9% del PBI (con lo que el Gobierno sobrecumplió la meta fijada en 4,2% del PBI), al lograr una baja del gasto por primera vez desde 2004.
«En 2017 disminuyó el gasto primario como porcentaje del PBI por primera vez en casi dos décadas (1,1 puntos del PBI). En términos reales (descontando la inflación) el gasto primario se redujo 3,1% con respecto a 2016. Esto significa que, por segundo año consecutivo, el gasto primario real disminuyó luego de incrementarse sostenidamente durante 12 años a un ritmo promedio de 8,4% anual», destacó.
Buena parte de la reducción del gasto se explica por la caída de los subsidios económicos. Los recursos destinados al sector energético exhibieron la caída más abrupta: un 40% respecto de 2016. En cambio, los subsidios al transporte evidenciaron una suba del 18% interanual, aunque con tendencia decreciente respecto de 2016.
El presidente de ASAP, Rafael Flores, destacó «el esfuerzo que hizo el Gobierno para bajar el gasto», lo que repercutió en una caída del déficit primario. Pero advirtió que no se debería soslayar el problema del déficit financiero. «La deuda que toma el Gobierno para financiar el déficit genera intereses crecientes, lo que genera más deuda. Estos son los límites del gradualismo», alertó.
Flores pronosticó que este año el Gobierno estaría en condiciones de cumplir con sus metas de reducción del déficit mientras mantenga la senda de reducción del gasto. «El problema es que buena parte del gasto público es rígido, está compuesto por prestaciones sociales y previsionales, por lo tanto no hay demasiado margen para reducirlo mucho más. El problema se verá en 2019, un año electoral, que siempre demanda más gasto», indicó.
Desde la oposición, el diputado Marco Lavagna (Frente Renovador) coincide en que el Gobierno soslaya deliberadamente el problema del déficit financiero. «Si bien es cierto que baja el déficit primario, aumenta sostenidamente el financiero. Todo lo que se ahorra en subsidios se destina a pagar intereses de la deuda», advirtió.
Lavagna, al igual que Flores, sostiene que, más allá de los esfuerzos actuales, el Gobierno no tiene demasiado margen hacia adelante para reducir el gasto. Para salir de su laberinto, el diputado cree que el Gobierno debería revertir su lógica. «Esta gestión parte de la premisa de que es necesario bajar el déficit para que vengan inversiones y se genere más trabajo. El problema debería plantearse al revés: primero debería pensarse en cómo hacer crecer la economía», señala.
En el Gobierno reina cierto optimismo. El mes pasado mostró un superávit primario de $4000 millones, un 10% de suba en términos nominales en comparación a igual período del año pasado. Tal como explica la consultora Ecolatina en su último informe, el avance del resultado primario genuino obedeció a que los ingresos totales (descontando el efecto del blanqueo) crecieron 28% respecto de igual mes del año pasado en términos nominales, mientras que el gasto primario creció solo 20% .
Sin embargo, el pago de intereses de la deuda ascendió el mes pasado a $30.000 millones, advirtió la consultora, más que el triple respecto de igual período de 2017.
«Este fuerte incremento obedeció, en parte, al pago de compromisos al Banco Central, que suelen abonarse en diciembre (y no lo hicieron en 2017 por motivos de calendario), por casi $10.000 millones. Excluyendo este pago excepcional, los intereses igualmente se duplicaron, superando los $20.000 millones, y ya alcanzan al 10,8% de los ingresos tributarios», advirtió.
«Pese a la recuperación del resultado primario, el déficit financiero no mejora», señaló Ecolatina.
Así da cuenta el último informe de la Asociación Argentina de Presupuesto (ASAP). Allí se explica que la reducción del gasto obedece, básicamente, a dos factores: en primer lugar, a la drástica caída, del 27% respecto de 2016, en los subsidios económicos destinados a empresas públicas, fondos fiduciarios y el sector privado (concentrados principalmente en energía y transporte). En segundo lugar, la desaceleración en las transferencias de capital a las provincias (obras públicas), sobre todo después de las últimas elecciones, contribuyó a que el gasto no diera un respingo.
La luz amarilla está puesta, entonces, en la magnitud del déficit financiero en virtud del pago de los intereses de la deuda. Según ASAP, en 2017 se devengaron cerca de $314.000 millones en concepto de intereses, un 6% más que lo previsto originalmente en la ley de presupuesto. Así las cosas, el déficit financiero creció en 2017 un 30% respecto de 2016.
Más que en el déficit financiero, el Gobierno coloca su foco de atención en el resultado primario, esto es, los recursos que recauda el Estado menos los gastos, sin contar el pago de la deuda. En este sentido, el ministro de Hacienda, Nicolás Dujovne, exaltó que 2017 cerró con un déficit fiscal primario del 3,9% del PBI (con lo que el Gobierno sobrecumplió la meta fijada en 4,2% del PBI), al lograr una baja del gasto por primera vez desde 2004.
«En 2017 disminuyó el gasto primario como porcentaje del PBI por primera vez en casi dos décadas (1,1 puntos del PBI). En términos reales (descontando la inflación) el gasto primario se redujo 3,1% con respecto a 2016. Esto significa que, por segundo año consecutivo, el gasto primario real disminuyó luego de incrementarse sostenidamente durante 12 años a un ritmo promedio de 8,4% anual», destacó.
Buena parte de la reducción del gasto se explica por la caída de los subsidios económicos. Los recursos destinados al sector energético exhibieron la caída más abrupta: un 40% respecto de 2016. En cambio, los subsidios al transporte evidenciaron una suba del 18% interanual, aunque con tendencia decreciente respecto de 2016.
El presidente de ASAP, Rafael Flores, destacó «el esfuerzo que hizo el Gobierno para bajar el gasto», lo que repercutió en una caída del déficit primario. Pero advirtió que no se debería soslayar el problema del déficit financiero. «La deuda que toma el Gobierno para financiar el déficit genera intereses crecientes, lo que genera más deuda. Estos son los límites del gradualismo», alertó.
Flores pronosticó que este año el Gobierno estaría en condiciones de cumplir con sus metas de reducción del déficit mientras mantenga la senda de reducción del gasto. «El problema es que buena parte del gasto público es rígido, está compuesto por prestaciones sociales y previsionales, por lo tanto no hay demasiado margen para reducirlo mucho más. El problema se verá en 2019, un año electoral, que siempre demanda más gasto», indicó.
Desde la oposición, el diputado Marco Lavagna (Frente Renovador) coincide en que el Gobierno soslaya deliberadamente el problema del déficit financiero. «Si bien es cierto que baja el déficit primario, aumenta sostenidamente el financiero. Todo lo que se ahorra en subsidios se destina a pagar intereses de la deuda», advirtió.
Lavagna, al igual que Flores, sostiene que, más allá de los esfuerzos actuales, el Gobierno no tiene demasiado margen hacia adelante para reducir el gasto. Para salir de su laberinto, el diputado cree que el Gobierno debería revertir su lógica. «Esta gestión parte de la premisa de que es necesario bajar el déficit para que vengan inversiones y se genere más trabajo. El problema debería plantearse al revés: primero debería pensarse en cómo hacer crecer la economía», señala.
En el Gobierno reina cierto optimismo. El mes pasado mostró un superávit primario de $4000 millones, un 10% de suba en términos nominales en comparación a igual período del año pasado. Tal como explica la consultora Ecolatina en su último informe, el avance del resultado primario genuino obedeció a que los ingresos totales (descontando el efecto del blanqueo) crecieron 28% respecto de igual mes del año pasado en términos nominales, mientras que el gasto primario creció solo 20% .
Sin embargo, el pago de intereses de la deuda ascendió el mes pasado a $30.000 millones, advirtió la consultora, más que el triple respecto de igual período de 2017.
«Este fuerte incremento obedeció, en parte, al pago de compromisos al Banco Central, que suelen abonarse en diciembre (y no lo hicieron en 2017 por motivos de calendario), por casi $10.000 millones. Excluyendo este pago excepcional, los intereses igualmente se duplicaron, superando los $20.000 millones, y ya alcanzan al 10,8% de los ingresos tributarios», advirtió.
«Pese a la recuperación del resultado primario, el déficit financiero no mejora», señaló Ecolatina.