Hay analistas de diversos colores que anuncian el fin de los partidos. Pero las PASO muestran lo contrario: están más vivos que varios de ellos.
En la Argentina, los partidos pertenecen al pasado. Hoy sólo existen líderes de opinión, independientes de los rótulos partidarios. Las elecciones son concursos de popularidad antes que opciones políticas. ¿Verdad? No, verdura. Un partido político es un grupo organizado que, identificado con una etiqueta oficial, presenta candidatos a elecciones. Pero las etiquetas oficiales son como la aspirina o el valium: nombres de fantasía. Así como las substancias genéricas de esos medicamentos son el ácido acetilsalicílico y el diazepam, los nombres de los partidos camuflan la substancia. La substancia es la identidad política, que en Europa se llama izquierda o derecha y en la Argentina peronismo o no peronismo.
Y esa substancia sigue tan activa hoy como antes de 2001, aunque esté de moda negarlo. En 1985, el peronismo bonaerense era conducido por Herminio Iglesias. Impedido de competir dentro del partido, Antonio Cafiero creó el Frente Renovador, fue a elecciones por afuera del justicialismo y le ganó a la lista oficial. Después reingresó al partido y en 1987 recuperó la gobernación para el peronismo. Lo sucedieron Duhalde, Ruckauf, Solá y Scioli: Duhalde fue vicepresidente de Menem y creador de Kirchner, Solá fue ministro de Menem y gobernador de Kirchner, y Scioli fue ministro de Menem y vicepresidente de Kirchner. Nada irregular: después de todo, Kirchner apoyó a Menem y Menem apoya a los Kirchner.
La primera conclusión es que en el peronismo poco se pierde, todo se recicla. La segunda, que competir por afuera del partido es un mecanismo tan válido como cualquier otro para disputar la conducción. Como mostró Ana María Mustapic, la flexibilidad adaptativa del peronismo se manifiesta al máximo en su ingeniería electoral.
Hoy Herminio es Cristina y Cafiero es Massa. Puede simpatizarse con uno o con otro: lo que no puede ignorarse es que, gane quien ganara, los seguidores del perdedor serán mañana soldados del vencedor. El FR es Bayaspirina y el FpV Cafiaspirina, pero ambos contienen la misma substancia: peronismo. Y, para su crédito, ninguno de los dos esconde el prospecto.
En la vereda de enfrente, los opositores finalmente entendieron cómo se usan las PASO. Las coaliciones realizadas en varias provincias entre el panradicalismo y el PS promueven la unidad en la diversidad, sumando fuerzas para la elección general. La diferencia con el peronismo no está tanto en la arena electoral como en la gubernamental. Porque, además de presentar candidatos a elecciones, los partidos cumplen otra función: coordinar a los electos, viabilizando la acción de gobierno y el desarrollo de la oposición. Peronistas y radicales saben llegar al poder, pero los primeros lo gozan mientras los segundos lo sufren. Por eso los kirchneristas de hoy serán los sciolistas, massistas, delasotistas o uribarristas de mañana –aunque se enfrenten en la elección general–. Al contrario, nadie espera que Lilita Carrió se alinee con un futuro gobierno de Ernesto Sanz o de Hermes Binner– aunque participe en la misma primaria. Al peronismo lo une el poder; al no peronismo, la limitación del poder.
Una novedad de estas elecciones es el protagonismo de los intendentes en la provincia de Buenos Aires: tres de las cuatro listas principales están integradas, y tienen el respaldo, de un sinnúmero de ellos. En el FR y el FPV encabezan las listas, mientras en el panradicalismo ocupan el tercer lugar. A De Narváez alguien tendría que haberle avisado que eran “ellos o vos”: la carencia de base municipal lo aleja del podio en la general. La cohesión partidaria, equivalente a “varios actuando como uno”, puede ser natural (por afinidad entre sus miembros) o producida (mediante la aplicación de la disciplina partidaria). Su función es coordinar a los representantes para hacer posible el gobierno.
El peronismo demostró capacidad para producir cohesión en tiempos de vacas gordas, de las que el radicalismo nunca disfrutó. Se acercan tiempos de vacas flacas: ¿serán los partidos capaces de unirse para enfrentarlos? Si los antecedentes favorecen al peronismo, la estrategia de unidad ante las PASO le anota un poroto al campo de enfrente. Hay partido.
Comparte e imprime la nota:“El Estadista” es una revista dedicada al análisis político nacional y regional que cuenta con columnistas de renombre y artículos de producción propia. Frecuencia: quincenal (jueves de por medio).
Precio: $ 7.
Editor: Juan Radonjic.
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En la Argentina, los partidos pertenecen al pasado. Hoy sólo existen líderes de opinión, independientes de los rótulos partidarios. Las elecciones son concursos de popularidad antes que opciones políticas. ¿Verdad? No, verdura. Un partido político es un grupo organizado que, identificado con una etiqueta oficial, presenta candidatos a elecciones. Pero las etiquetas oficiales son como la aspirina o el valium: nombres de fantasía. Así como las substancias genéricas de esos medicamentos son el ácido acetilsalicílico y el diazepam, los nombres de los partidos camuflan la substancia. La substancia es la identidad política, que en Europa se llama izquierda o derecha y en la Argentina peronismo o no peronismo.
Y esa substancia sigue tan activa hoy como antes de 2001, aunque esté de moda negarlo. En 1985, el peronismo bonaerense era conducido por Herminio Iglesias. Impedido de competir dentro del partido, Antonio Cafiero creó el Frente Renovador, fue a elecciones por afuera del justicialismo y le ganó a la lista oficial. Después reingresó al partido y en 1987 recuperó la gobernación para el peronismo. Lo sucedieron Duhalde, Ruckauf, Solá y Scioli: Duhalde fue vicepresidente de Menem y creador de Kirchner, Solá fue ministro de Menem y gobernador de Kirchner, y Scioli fue ministro de Menem y vicepresidente de Kirchner. Nada irregular: después de todo, Kirchner apoyó a Menem y Menem apoya a los Kirchner.
La primera conclusión es que en el peronismo poco se pierde, todo se recicla. La segunda, que competir por afuera del partido es un mecanismo tan válido como cualquier otro para disputar la conducción. Como mostró Ana María Mustapic, la flexibilidad adaptativa del peronismo se manifiesta al máximo en su ingeniería electoral.
Hoy Herminio es Cristina y Cafiero es Massa. Puede simpatizarse con uno o con otro: lo que no puede ignorarse es que, gane quien ganara, los seguidores del perdedor serán mañana soldados del vencedor. El FR es Bayaspirina y el FpV Cafiaspirina, pero ambos contienen la misma substancia: peronismo. Y, para su crédito, ninguno de los dos esconde el prospecto.
En la vereda de enfrente, los opositores finalmente entendieron cómo se usan las PASO. Las coaliciones realizadas en varias provincias entre el panradicalismo y el PS promueven la unidad en la diversidad, sumando fuerzas para la elección general. La diferencia con el peronismo no está tanto en la arena electoral como en la gubernamental. Porque, además de presentar candidatos a elecciones, los partidos cumplen otra función: coordinar a los electos, viabilizando la acción de gobierno y el desarrollo de la oposición. Peronistas y radicales saben llegar al poder, pero los primeros lo gozan mientras los segundos lo sufren. Por eso los kirchneristas de hoy serán los sciolistas, massistas, delasotistas o uribarristas de mañana –aunque se enfrenten en la elección general–. Al contrario, nadie espera que Lilita Carrió se alinee con un futuro gobierno de Ernesto Sanz o de Hermes Binner– aunque participe en la misma primaria. Al peronismo lo une el poder; al no peronismo, la limitación del poder.
Una novedad de estas elecciones es el protagonismo de los intendentes en la provincia de Buenos Aires: tres de las cuatro listas principales están integradas, y tienen el respaldo, de un sinnúmero de ellos. En el FR y el FPV encabezan las listas, mientras en el panradicalismo ocupan el tercer lugar. A De Narváez alguien tendría que haberle avisado que eran “ellos o vos”: la carencia de base municipal lo aleja del podio en la general. La cohesión partidaria, equivalente a “varios actuando como uno”, puede ser natural (por afinidad entre sus miembros) o producida (mediante la aplicación de la disciplina partidaria). Su función es coordinar a los representantes para hacer posible el gobierno.
El peronismo demostró capacidad para producir cohesión en tiempos de vacas gordas, de las que el radicalismo nunca disfrutó. Se acercan tiempos de vacas flacas: ¿serán los partidos capaces de unirse para enfrentarlos? Si los antecedentes favorecen al peronismo, la estrategia de unidad ante las PASO le anota un poroto al campo de enfrente. Hay partido.
Comparte e imprime la nota:“El Estadista” es una revista dedicada al análisis político nacional y regional que cuenta con columnistas de renombre y artículos de producción propia. Frecuencia: quincenal (jueves de por medio).
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